lunes, 31 de diciembre de 2012

2012 (5): Políticas públicas, o avanzando pero falta mucho...

El año que termina ha mostrado una gestión interesante en temas de políticas públicas. Por un lado, dos discusiones en pequeña escala pero interesantes, primero sobre el tema de la mal llamada "ley Beingolea", ahora en un proceso en camino y del que no estoy muy enterado por razones fuera de mi control, para la armonización de la legislación peruana respecto a la responsabilidad de los ISP frente a las normas del TLC con EEUU. El hecho que se trate de hablar de esto fuera del reducido círculo de conocedores, entusiastas y activistas, es un avance, mínimo, pero avance.

Al mismo tiempo el nivel de la discusión sobre la renovación de algunas concesiones de bandas móviles que tiene Telefónica / Movistar sigue llevado por una mirada populista antes que por un plan claro. Movistar no es querida por el público, pero tampoco lo es ninguno de los otros operadores; el retiro de las concesiones no significaría una automática avalancha de intereses de otros conglomerados, porque el mercado peruano tiene que ser visto en el contexto del mercado latinoamericano y está claro que muchos otros que operan en la región, cuando han podido venir aquí, no lo han querido. Finalmente, el proceso no es tan rápido. Es probablemente mejor extraer buenas condiciones de renovación de Telefónica que lanzarse a una piscina de nuevos operadores que quizá esté vacía. Que se puede regular mejor, que se puede exprimir más mediante estándares de calidad más altos, que se puede obtener mayor inversión en las zonas más pobres, todo es cierto. Pero es indispensable que quien se le pide esas demandas cuente con la capacidad de satisfacerlas, y más allá que Telefónica sea una empresa odiosa, es más viable pedirle a ella que se porte y exigírselo, que esperar a que un pequeño entrante acepte esas condiciones.

Por otro lado hay acciones interesantes en el Estado: contra las nuevas idas y venidas sobre la Oficina Nacional de Gobierno Electrónico e Informática, que siguen mostrando que nuestros funcionarios no tienen muy claro que hacer en este campo, hay intentos en Educación de ordenar el caos creado por el voluntarismo de OLPC, que finalmente no ha sido beneficioso ni realmente bien llevado. Encontrarle sentido a esa inversión es importante y ojalá se pueda rescatar algo de tanto dinero puesto en el terreno a través de un proyecto / programa mal diseñado que dependía de un equipo que nunca terminó de hacer lo que se suponía debía hacer.

Hay gente de calidad en Salud, en Osiptel. Todavía no hay muchas nuevas ideas en Indecopi, o en el mismo MTC. Nos falta imaginación para renovar las políticas, dejar de lado ideas fijas pero poco útiles como "sociedad de la información" para pensar realmente en qué necesitamos. El plan nacional de Banda Ancha, por ejemplo, no es malo, pero sí podría estar mejor fundamentado en datos empíricos peruanos sobre impacto y efectos multiplicadores de las telecomunicaciones y la informática.

Falta promover más acceso a información, en la forma de buenos programas de Open Data, de Open Access; estos últimos para mejorar la escandalosa falta de diversidad bibliográfica en las universidades, por ejemplo, que es el resultado de ausencia de políticas tanto como de falta de recursos. Falta trabajar más con gobiernos regionales que pueden tener dinero pero que no tienen personas para usar ese dinero en algo que no sea construir o financiar compras. Falta discutir, argumentar y promover intercambios sobre cómo mejorar el acceso a información concretamente en actividades específicas, como salud y educación, en donde hay programas y experiencias exitosas pero que por lo general no tienen mucha replicación.

Ojalá se pueda seguir avanzando el 2013. Hay bases y mejor gestión que en el gobierno anterior, sin duda, pero todavía mucho está pendiente.

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Aclaración: antes que alguien pueda pensar mal, solo quiero decir que no trabajo ni he trabajado para Telefónica, y que mi relación laboral de consultor es con Fundación Telefónica. Mis opiniones no son ni han sido influenciadas por Telefónica, con quien tengo un contacto tangencial en la forma de algunas notas de prensa y algunas oportunidades de conversar con funcionarios de la empresa.

domingo, 30 de diciembre de 2012

2012 (4): ¿dónde está la plata?

No es que Facebook esté a punto de quebrar, pero el fracaso de su OPA fue apuntó al problema de siempre: nadie sabe cómo hacer negocio sin crecimiento constante. Ese patrón emergió en los noventa, cuando ideas desde brillantes hasta discutibles (e-bay o pets.com, digamos) se fundamentaron en el crecimiento de su base de consumidores para crear valor a través de su presencia comercial, la que inevitablemente permitiría establecer modelos de negocio en el futuro mediato. E-bay lo logró, pets.com no, pero en el camino ambas, así como muchas otras, quemaron mucho capital de riesgo y colaboraron con la creación de la burbuja de los puntos com de 2000.

Sin duda no es el caso en estos tiempos, porque por un lado Facebook se traga mucho del tráfico de la Internet actual; la Internet misma está madura y las innovaciones no son tan obvias, como poner una tienda para mascotas, y esto hace que sea necesario pensar un poco más el modelo de negocios y ser creativo para proponer algo distinto en serio. Pero esto no hace que los resultados sean mucho muy distintos.

La garantía de éxito financiero sigue siendo que te compre uno más grande. Instagram, vendida por una suma absurda a Facebook, es un ejemplo perfecto de una idea interesante pero que no logra un modelo de negocios: el público no está dispuesto a pagar porque no está acostumbrado a pagar, la idea es relativamente fácil de replicar con ligeros cambios, el producto es caro de mantener y de actualizar constantemente relativo a los ingresos que consigue. Por cada Rovio y su interminable serie de pajaritos empinchados, hay una Zynga a la que las granjas no le producen suficientes ingresos para dejar la categoría "en peligro de desahucio".

Y por otro lado, como el Economist saludó hace unos números, los creadores independientes pueden encontrar salidas propias, como en el caso del dibujo humorístico, donde XKCD, lento pero seguro, muestra que manteniendo costos bajos, un diálogo inteligente con sus lectores y alta calidad, se puede tener éxito no solo moral, sino también económico. No es para todos, pero en general, el éxito no es para todos.

La e-conomía, o la economía digital, sigue siendo complicada. Los consumidores son inconstantes, son demandantes y sobre todo, son tribales, agrupándose en pequeñas aldeas en donde se consume apasionadamente, sin límites y muchas veces sin consideración alguna sobre los derechos intelectuales y patrimoniales de los creadores. Esta pasión tribal es fantástica si se logra un equilibrio entre la oferta y su financiamiento a través de una serie de mecanismos, que incluyen costos bajos. Pero puede ser fatal intentar el éxito sin mucha flexibilidad y sobre todo, asumiendo que lo único necesario es crecer y crecer en usuarios. El dilema de Facebook, que está llegando a un límite de crecimiento en su sitio web y que no puede depender tanto del avisaje en su versión móvil, es el mejor ejemplo: tarde o temprano tendrán que hacerse la pregunta sobre cómo sobrevivir con ingresos planos pero con demandas de sus consumidores cada vez más intensas. ¿Podrán?

A ver qué pasa el 2013... gigantes en riesgo, PYMEs en crecimiento, y siempre alguna "nueva novedad" que puede alterar toda la ecuación.

viernes, 28 de diciembre de 2012

2012 (3): Big Data y la necesidad de interpretación

Cada vez hay más datos. Se los genera a partir de las interacciones digitales, y también porque hay demanda por ellos. Desde el periodismo encuesteril que se practica en el Perú, hasta la agresiva búsqueda de un uso monetizable de todos los datos que tiene Facebook, la abundancia de datos se está convirtiendo en un problema, por dos razones.

Primero, porque la abundancia es en muchos casos pareja de la granularidad. Los datos son precisos, pero es difícil agregarlos en un conjunto que cobre sentido; esto debido a que la recopilación de datos es cada vez más una actividad privada con fines precisos, y por lo tanto se la usa para eso, para los fines precisos, pero es sugerente tenerlos y se busca manera de sacarles el jugo. Desde campañas políticas como las de EEUU hasta seguimiento y rankeo de retuiteos con Klout, cada pedacito parece ofrecer una historia chiquita, pero la suma de pequeñas historias no da una gran narrativa. Un buen ranking en Klout no es lo mismo que muchos likes en Facebook, así coincidan. ¿Qué quiere decir cada uno? Y peor todavía, ¿qué quieren decir en conjunto?

Es posible que nunca lo sepamos, pero la ignorancia no siempre nace de la falta de teoría sino de la vocación por prescindir de cualquier marco interpretativo, o incluso de un mínimo de prevención respecto a la fragilidad inductiva que nace de la fragmentación de los datos. Dos encuestas dicen algo ligeramente distinto, y dos personas optan por leerlas de maneras opuestas. Terminamos discutiendo no sobre la realidad sino sobre dos construcciones sesgadas, metodológicamente incontrastables, de un fragmento de la realidad, pero con la convicción que antes se reservaba a las verdades reveladas.

Una lección poderosa del 2012 es que un mínimo de claridad epistemológica es mejor que la ausencia de teoría, o que su opuesto, la abundancia de teorías pret-a-porter propias de estos tiempos de meta-ultra-pos-modernidad líquida. Nate Silver, el nerd del año, lo demostró al ser riguroso para crear un marco interpretativo a partir de las abundantes encuestas electorales en los EEUU, y su consistencia le permitió llegar a buen puerto cuando todos parecían empeñados en lecturas parcializadas y caóticas de pedacitos; la búsqueda de patrones a partir de un mínimo de rigor y algo de escepticismo sigue funcionando.

Esa es la lección sobre la big data: seguimos necesitando rigor epistemológico para aplicarlo a los datos que asumimos han sido recogidos con rigor metodológico pero poca vocación de interpretación clara; los pedazos mismos no sirven, necesitamos el conjunto.

jueves, 27 de diciembre de 2012

2012 (2): El año de la tableta

Nada se compara. Ni los avances de Apple con su versión retina, ni Windows 8, ni los phablet (teléfono casi tabletas), ni el colapso de Blackberry, ni el anunciado fin de iDen / Nextel. La tableta es la historia del año como no lo fue desde el 2010, y más todavía.

En primer lugar, el 2010 fue el año del iPad, que inventó una nueva categoría ahí donde nadie había podido pasar de coqueteos y márgenes de los márgenes. Por dos años, el iPad fue el sinónimo de una tableta (por favor, no hay necesidad de decir huachafa/alienadamente tablet), y las versiones menores tipo las cositas que sacaba Lenovo o las que venían con La República eran wannabes, cosas para aquellos que no podían acceder al producto verdadero. Los patéticos desastres de HP o de Blackberry al tratar de competir con Apple fueron señal que no valía perder el tiempo con alternativas al gigante de Cupertino.

Pero este año se han consolidado tres alternativas y surgió algo que podría quizá madurar en algo decente en el futuro. Primero: Samsung, en medio de la enorme confusión producida con su diversidad de productos Galaxy, ha creado una opción aceptable basada en Android. Luego, Google lanzó su propia tableta, la Nexus 10, que finalmente logró ser lo suficienmente decente como para competir con los grandes, y no quedar como el teléfono de Google o el Google TV / Nexus 7 como abortos incompletos; falta para saber si el poder de Google bastará para convertir a la Nexus 10 en una plataforma realmente competitiva, a diferencia del verdadero gigante.

Amazon lanzó hace varios años su producto estrella, el Kindle. El primer Kindle ha ido cambiando hacia una serie de opciones mucho más simples, que claramente testimonian la paciencia de Amazon para desarrollar una plataforma desde errores iniciales hacia una combinación de funcionalidad, tamaño y oferta de contenidos adecuada para muchos. Desde los modelos básicos que en mercados desarrollados son casi una compra de impulso, a 70 dólares, hasta el Paperwhite, la plataforma perfecta para los ebooks domina un mercado en crecimiento.

La gracia fue la decisión de Amazon de entrar a competir de manera más directa con Apple con una tableta full service, la Kindle Fire HD, que sirve no solo para leer libros, sino para consumir todo tipo de contenidos disponibles en los servicios de Amazon. Esta empresa subsidia el Kindle Fire hasta casi llegar a precios de dumping: parece ser que la venden al costo de los componentes, ni siquiera del ensamble. Claro, la lógica de Amazon es exactamente la opuesta a Apple: si para la manzana el negocio de venta de contenidos es simplemente una palanca para vendernos equipos, para los de Seattle la cosa es vendernos contenidos como lo hacen desde ya casi 17 años, de manera que perder plata con el hardware tiene sentido.

El resultado es claro: es posible pensar en un mercado competitivo, pero altamente fragmentado, de tabletas que abarca al mundo pero que se basa fundamentalmente en jardines amurallados, donde todo el contenido comprado solo sirve para una plataforma. Apple, que ha optado por ser agresiva con una renovación del iPad a mitad de ciclo y un producto como el iPad mini, que compite directamente con el Nexus, alguna de las muchas Galaxys Tab y el Kindle Fire, sigue siendo el lider, pero no tiene nada asegurado. Año interesante, el 2013: Apple tiene que innovar con algo realmente novedoso si no quiere quedar con uno de cuatro.

¿El quinto en el negocio? Microsoft lanzó una verdadera innovación, la Surface, que se propone ser una tableta que puede convertirse, para efectos de productividad, en una laptop, llegado el caso. La idea es buena, el producto mediocre, según el consenso de los que lo han revisado. Lástima, sería interesante algo como Surface en vez de pensar en si vale la pena llevar una computadora para hacer todo lo que se quiere hacer, o apenas una tableta por comodidad aunque sea limitado.

Ni la Nube ha sido tan importante este año. La integración entre la Nube y las plataformas de las tabletas es el nuevo horizonte, y Apple tiene algo más de ventaja que sus rivales dado que tiene todo el ecosistema iTunes y a la Mac de su lado. Veremos.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Cinco ideas sobre el 2012 (1): El Activismo digital, de los éxitos a los fracasos a las preguntas

Más que un balance de fin de año es una mención de cosas que me llaman la atención a pesar del tiempo transcurrido, a ser publicada en cinco partes a partir de hoy.


El año se inició con los espasmos finales de la primavera árabe y fue acompañado por el éxito anti SOPA / PIPA, que pareció indicar que estamos ante un nuevo escenario, una posibilidad de acción colectiva global, al menos en ciertos ámbitos, que impida que las nociones menos agradables sobre la Internet y la vida digital emerjan triunfantes. El año termina con un panorama claramente más turbio, donde el activismo parece alcanzar sus límites y los estados se reafirman como actores agresivos, al mismo tiempo que el futuro de la Internet parece al menos confuso, sino directamente conflictivo.

El triunfo del activismo frente a las propuestas SOPA y PIPA resultó de la alianza entre grupos organizados de usuarios con intereses claros de empresas y organizaciones consolidadas, interesadas en evitar que se las perjudicara; la coincidencia fue fundamentalmente táctica, pero ofrecía algunos elementos estratégicos comunes. Para Google o Facebook, tanto como para la Wikimedia Foundation o para la Electronic Frontier Foundation, una Internet sin grandes limitaciones legislativas y donde el principio de responsabilidad del usuario final y no del intermediario en cualquier caso de transgresión de derechos de autor, es fundamental. En otras palabras, las industrias digitales se encuentran en el mismo sitio que los activistas, no porque busquen lo mismo sino porque quieren un entorno propicio.

Pero en realidad la discusión sobre el control en la Internet se ha transformado, con cada vez más claridad, en los últimos años. Si hasta el 2010 se trataba sobre todo de controlar la acción de individuos consumidores, a partir de las disputas por el derecho de autor, ahora se ha reavivado el debate sobre la la búsqueda de control estatal de todas las formas de transacción en la Internet, no solo el consumo. No solo los intentos, no tan claro en su éxito, del gobierno islámico de Irán para crear su propia Internet, sino también el cada vez más alto número de pedidos administrativos de seguimiento de datos por parte del gobierno de los EEUU, y la propuesta desde algunos países autoritarios para aumentar el control estatal del sistema de nombres y números de la Internet, que no llegó a ningún sitio en la reunión de la UIT en Dubai, este diciembre.

En otras palabras, la discusión sobre el control no parece centrarse en los consumidores sino el rol de los estados y la protección de sus intereses. Los ciudadanos parecemos cada vez menos cubiertos en este contexto, y fracasos como el de Wikileaks son señales de oportunidades perdidas en el lado menos interesante del activismo, no solo para los periodistas sino para la idea más grande de la Internet como un espacio igualador entre los grandes actores políticos y los individuos, que encuentran nuevas formas de asociación y por ello, nuevas formas de acción.

El debate a corto plazo sigue siendo el mismo: ¿cómo gobernar la Internet? Mientras a los EEUU le interese, mantendrá la promoción de las libertades individuales a nivel global junto con el seguimiento y vigilancia post facto como políticas que no por contradictorias dejan de ser coherentemente llevadas. Otros países pedirán el control de las transacciones a priori, y el desplazamiento de la Internet desde su actual confuso status de actor semi local, semi global, semi privado y semi público, a una clara red bajo control estatal, de preferencia en un marco multilateral que sea fácil de alejar de la discusión pública. Mientras tanto, habrá que seguir pensando en cómo hacer para aprovechar la riqueza de la Internet sin que se vuelva campo de batalla, figurativa o literalmente.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Cinco ideas sobre la revocatoria

1. La separación conceptual entre "revocatoria" y "elección" no parece ser muy clara para el grueso de la población. Se ve a la revocatoria como la oportunidad de retirar a una alcaldesa que no te gusta, para luego escoger a otro alcalde. Esto es completamente consistente con la manera como se elige autoridades en el Perú: contra alguien, no por alguien.

Se supone que la idea tras la revocatoria no es adelantar elecciones en etapas, sino impedir que alguien haga daño a una comunidad a través de acciones perniciosas o delincuenciales. Villarán puede ser considerada como una mala alcaldesa, pero no es ni perniciosa ni delincuente; y sin embargo parece bastar la evaluación sesgada sobre su capacidad de gestión para encontrar justificaciones para votar por sacarla.

¿Cómo enfrentar esto? Supongo que debe haber un grupo relativamente pequeño pero potencialmente importante al que se le puede convencer con el argumento de no mezclar la revocatoria con las elecciones, y que la democracia requiere cumplir las reglas, incluyendo los plazos de gobierno. Pero definitivamente se trata de un argumento muy sutil, que va contra la cultura política del país.

2. El problema no es que Lima no pueda parar: es que se tiene que convencer a una respetable cantidad de ciudadanos que Susana Villarán la está llevando en la dirección correcta. Es perfectamente plausible que alguien acepte el argumento sobre la necesidad de no parar y opte por votar por el sí, porque sería la manera de garantizar que Lima no pare, a diferencia de su estado actual en que está parada, o dedicada a sonseras.

El argumento además asume que los ciudadanos aceptan que la salida de Villarán traerá el caos, lo que postula que estamos en un estado de construcción de orden, lo que es más bien optimista; que el orden es bienvenido por todos, lo que es todavía más optimista; y finalmente que los intereses individuales deben ser postergados por el bien común, lo que es wishfulthinking hasta que no se demuestre que es mejor así que de la manera a la que nos hemos acostumbrados.

No ayuda nada que no se anuncien nuevas grandes obras con el cuño de Villarán: ¿dónde están las nuevas rutas del Metropolitano? ¿dónde están los túneles y puentes que sean su idea? Todo aparece como la herencia de Castañeda, que no es cierto, y ciertamente no basta con hacer puentes o túneles, pero igual, es lo que muchos piden casi por inercia. Un pequeño parque en vez de la Parada es precisamente lo opuesto de eso que se espera como gran obra, realistamente.

3. La cuestión de la corrupción es descartada por mucha gente con extrema facilidad, porque se asume que el acto de revocarla no traerá una elección inevitable de los corruptos que promueven su revocatoria. Es fascinante comprobar como se racionaliza tanto la tolerancia a la corrupción como en este caso: el argumento que he escuchado varias veces es "sí, los que promueven la revocatoria son corruptos; no importa, porque Villarán es una incapaz que debe salir; luego elegiremos alguien mejor, que no sabemos quién es pero que no será ni corrupto ni incapaz; sí, los corruptos postularán, y quién sabe a lo mejor ganan, pero igual nos libramos de la incapaz: eso es lo importante".

4. Hay varias dimensiones complicadas en el deseo de revocar a la alcaldesa que son muy difíciles de tratar políticamente sin complicar más las cosas. Hay sexismo, pero si se lo menciona se corre el riesgo de convertirse en víctima; hay anti-intelectualismo, en la forma de "gente que no ha hecho nunca nada, no más hablar", pero combatirlo no es cosa de un par de meses; hay individualismo que lucha contra la noción de orden como bien colectivo, pero promover esto último refuerza el argumento que ella, que nada ha arreglado, va a joderme a mí para un logro poco claro que realmente no mejorará nada pero que sobre todo me joderá a mí, que estoy jodido y que por lo tanto no me merezco una alcaldesa que en vez de hacerme la vida más fácil se pone filosófica y trata de arreglar el mundo, que no tiene arreglo.

En otras palabras: en una cultura política en la que la acción colectiva es vista como una pérdida de tiempo, es muy difícil para alguien que tiene como mensaje principal la idea de comunidad no ser considerada como una marciana.

5. En el fondo, la cuestión es dejar las abstracciones y enfrentar el asunto de fondo: Susana Villarán tiene que ganar la confianza de entre 10 y 15% de los limeños para seguir siendo alcaldesa, y eso no se hace a través de terceros, de buenas ideas, de acciones interesantes en campos de relevancia política menor, de educación política, o de cualquier cosa que no sea el acto de decirle a la cara de los limeños por qué es mejor continuar con ella en vez de buscar alguna alternativa difusa. Si no se hace eso, lo más probable es que la melange de flojera intelectual, inercia, sexismo y pendejada que alienta la desaprobación triunfe. El gran problema es que no hay una estrategia para lograr ese 15%, sino varias posibles. Complicado, caro y muy exigente en términos de tiempo.

Ojalá lo logren, la verdad. Con todos sus defectos, prefiero a esta Municipalidad que al muertito capataz de obra que tuvimos, o al individuo al que llamaría Ali Baba si no fuera porque los insultos étnicos no se usan más...

martes, 4 de diciembre de 2012

La cultura digital y la identidad: de regreso a nerdlandia

Hace cinco años me hice la pregunta identitaria básica, que en realidad creo sigue sin respuesta: ¿soy un geek, un hacker, un nerd o un friki? Me sigue interesando, por dos razones completamente distintas. Por un lado, porque muchos se identifican con los elementos generales de las subculturas digitales que pueden asociarse con el nerd o el hacker sin necesariamente serlo. Por otro, casos individuales de visibilización de nerds exitosos o por lo menos interesantes (Nate Silver en la vida real, Big Bang Theory en televisión) llevan a cierta popularidad de la idea que al final, sin importar tu falta de contacto con las modas o las tendencias socialmente aceptables, los marginales triunfarán.

Como planteó memorablemente John Hodgman en 2009, el triunfo de Obama parecía ser la venganza de los nerds; esto bajo la lógica más tradicional de la oposición entre jocks y nerds: Bush era un jock, alguien cuya confianza estaba sobredimensionada, que todo lo ponía en términos de competencia, y que valoraba una actuación masculina por encima de todo. El nerd en cambio asumía que el mundo es complejo, que la observación es importante, y que no siempre se puede ganar en todo.

Durante la elección presidencial reciente, los medios de EEUU insistieron hasta el último minuto en que las cosas estaban peleadas y que realmente no se sabía quién podía ganar; por su lado, Nate Silver, un nerd estereotípico (bajito, cara de mongo, niño genio en matemáticas, judío y gay) había construido un modelo estadístico que básicamente decía que Obama no iba a tener problema alguno para ganar y que realmente la elección jamás estuvo en disputa. Demás está decir que a pesar de los insultos sobre su masculinidad y el reclamo de muchos periodistas sobre que su "instinto" o "sus tripas" les decía que la cosa estaba imposiblemente peleada, el nerd ganó.

Un nerd entonces es alguien que tiene habilidades intelectuales superiores, que por esas cosas de la vida suelen ser identificadas además con ciertos gustos y debilidades: el nerd parece tener poca capacidad social, lo que es más reflejo de la manera como funciona su cabeza que una condición para ser nerd; revisando la biografía de Stephen Hawking, el epítome del nerd, vemos que era tan capo intelectualmente que no iba a clases y realmente no se esforzaba nada, y se dedicaba al vacilón. Comportamiento de jock, en realidad, pero en su caso porque su cabeza estaba más allá de la de cualquiera de sus semejantes.

En otras palabras: ser una bestia en las relaciones sociales y refugiarse en ciertas formas culturales no te convierte en nerd, sino que te permite conocer nerds porque ellos terminan ahí por sus propias razones. Un nerd puede ser aficionado a Viaje a las Estrellas, pero también puede ser músico: Bach es un ídolo común de muchos nerds, porque su música es una mezcla increíble de racionalidad y sentimiento, y apreciarla plenamente requiere no solo gusto sino también inteligencia y preparación musical. Hay pocas cosas más nerds en la historia de la civilización humana que la Ofrenda Musical, y tal vez pocas cosas llegan a las escalas de belleza que alcanza esa colección (si no me creen, escuchen esto, que se basa en una adivinanza musical que jamás fue resuelta).

Lo que tenemos ahora más que nerds, es abundancia de geeks, entendidos estos como interesados en actividades minoritarias y algo extrañas (a partir del origen de un geek como un fenómeno de circo). Digamos que un geek debe tener un prefijo: AV Geek, Comic Geek, Computer Geek; recordemos que en japonés el término equivalente es otaku, que se usa en el resto del mundo para definir a un geek de lo massmediático japonés: anime/manga, por ejemplo.

Es decir, la materia de interés define lo que uno es. Un buen nerd puede ser además geek de muchos temas, e incluso puede incorporar otras cosas como el cosplay, pero estas son manifestaciones de intereses sin que definan al nerd como tal; el cosplayer puede ser simplemente eso, es decir alguien aficionado a vestirse de ciertos personajes, lo que hace cercano o afín a muchas subculturas, pero no lo vuelve un nerd.

Hay un término español que sirve como parteaguas: el friki no es más que un consumidor de los productos de las subculturas que podríamos agrupar genéricamente bajo el término "geek": desde la ciencia ficción hasta el anime, la frikitud se define por el consumo, no por cuestiones intelectuales. Genericamente podría mezclar a nerds con hackers, geeks, otakus y cosplayers, pero esto no hace que todos sean realmente lo mismo.

Ahí yace el problema de Big Bang Theory: presenta a un conjunto de nerds pero los define por sus particularidades de consumo cultural. Leonard Hofstadter (el apellido es una referencia profundamente nerd) toca el chelo, pero también se viste de piloto de Galactica; lo que es más divertido es el cosplaying, antes que el hecho que pueda interpretar a Bach. Ergo: se refuerza la supuesta asociación entre el consumo y las características intelectuales.

Por ello, creo que está claro que los nerds, y su variante informática más precisa que son los hackers, son algo muy distinto a todo lo que comienza a partir de geek. Sin nerds no habríamos llegado a la Luna, y es apenas un accidente que muchos nerds sean aficionados (supongo, no me consta) a los comics. A la inversa: que los geeks de los comics se emocionen con el Curiosity no los hace nerds, los hace personas con una sensibilidad favorable a las actividades científicas, pero no necesariamente capaces de trabajar en el JPL como Howard Wolowitz, salvo como encargados de la limpieza.

No soy nerd, aunque me hubiera gustado; me encantaría poder tocar siquiera el triángulo en una interpretación del Ricercar a 6 de Bach, o corregirle las ecuaciones a un ingeniero en el JPL, pero ambas cosas están fuera de la cuestión. Me gusta la ciencia ficción, ligeramente la fantasía estilo Señor de los Anillos, pero prefiero leer a Pamuk o a Tom Sharpe que comics, porque me hacen más feliz nada más.  Soy algo geek, pero no andaría con una toalla menos de lo que me pondría una insignia de Star Trek, y ambas colecciones de obras son y serán parte importante de mi vida. Tampoco celebraría el día del orgullo friki, porque lo que realmente se debe celebrar ese día es el día de la toalla :)

Pero supongo que si puedo escribir algo como esto... es porque soy más geek de lo que quisiera admitir.


miércoles, 21 de noviembre de 2012

El problema real tras una falsa sopa

Marco Sifuentes llama la atención hoy sobre el proceso iniciado por el MINCETUR para completar las armonizaciones legislativas pendientes desde la época del TLC con EEUU en temas de propiedad intelectual. Aunque el nombrecito "sopa criolla" me parece triste, no por ello deja de ser importante considerar lo que es posible hacer o no hacer en estos temas.

El Perú está obligado a armonizar su legislación en un montón de temas, cortesía de los tratados de libre comercio; tenemos que proteger con la misma exageración aquellas industrias que han logrado, a punta de cabildeos, que los estados las traten como si fueran fundamentales para el desarrollo de sus economías. En el caso de las industrias culturales, el problema principal es que varios estados han optado por tragarse una narrativa falaz sobre protección de los creadores intelectuales a cambio de garantizar modelos de negocios obsoletos. Es un tema recurrente en este blog.

Sin embargo, hay una transacción de por medio. Si el estado contemporáneo, que Sandra Braman llama estado informacional, tiene una característica, es ceder la gestión de los temas económicos a un sector concreto de la economía, sea el financiero o en este caso el de las industrias culturales, a cambio de obtener cada vez más control sobre los aspectos que nadie le cuestiona: la vigilancia de la acción política. Efectivamente, las empresas de telecomunicaciones y los proveedores de contenidos pueden ser protegidas de distintas maneras a cambio de ser agentes privados de la vigilancia estatal.

Así pues, la falta de transparencia en el proceso legislativo peruano, que Sifuentes denuncia, es una parte del problema. Al encargársele a un consultor externo la consulta y elaboración del anteproyecto, todo parecía indicar que al menos se haría algo más público, si bien no muy original (consultas a los stakeholders de la industria sin opiniones de la sociedad civil ni pedidos de información abiertas es como lo mismo de siempre, que no es particularmente efectivo para formular políticas originales). Ahora todo parece inclinarse al modelo de siempre: opacidad y al final, una norma con facilidades para ciertos sectores y sin debate sobre los efectos sobre otros sectores. No es una cuestión de personas, sino de procesos.

Pero esto es, si me permiten el giro algo mareado, la punta del iceberg. El estado peruano debería ir más allá de declaraciones vagas y establecer cómo va a proteger a los ciudadanos antes que nada, y esto incluye promover alternativas de política pública que no se queden en la narrativa fallida de la protección de los derechohabientes, y garantías de protección ante la vigilancia digital. Mucho pedir quizá, pero por lo menos es importante que pidamos.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Mi problema con la revocatoria

Entonces, el 17 de marzo de 2013 será el día que aprovecharemos el verano para decidir si votamos a favor o no de la revocatoria de la alcaldesa de Lima Metropolitana y sus regidores. Creo que es un despropósito, porque el proceso de gestión municipal tiene cuatro años y se lo juzga a la luz de los resultados al final del mismo, y el juicio se expresa en la reelección.

Los argumentos del promotor visible se reduce a una apreciación sobre la gestión, que en realidad no debería ser motivo para la revocatoria, es decir para interrumpir el funcionamiento de la gestión municipal. No hay acusaciones de corrupción, y la incapacidad de gestión o política no son equiparables a "incapacidad moral", es decir estar de más. Creo que la alcaldía de Lima ha metido la pata, en varios sentidos, y la sigue metiendo: su insistencia en victimizarse es un error politico serio, y no han creado una narrativa sostenida ni tienen buenos voceros de la misma. Con el respeto que me merecen, ni Eduardo Zegarra ni Gustavo Guerra García bastan para cambiar la percepción de la alcaldía en general como una suerte de maestro de obras, y de Susana Villarán como alguien que vive en otro planeta.

Esto no niega que la idea misma de revocatoria es una necedad, que no tiene sustento real y que se basa en un argumento falaz, la incapacidad de gestión. Basta escuchar al señor Gutiérrez para gozar de una lección de sofistería: la gestión es mala porque no hace obra, y las obras que hace son continuación de lo que ya existía, y lo que no son obras son continuación de las obras, como el reordenamiento del transporte, o son inútiles, o no son para lo que fue elegida. No hay más consistencia que el argumento ad hominem; abundan las falacias, como decir que un par de militantes recogiendo firmas demuestran que "las bases" de un partido político están en contra de la dirigencia.

En otras palabras, el señor Gutiérrez es un sofista, y de los baratos. Y esa es mi razón principal para votar en contra de la revocatoria: me parece un insulto a la inteligencia que alguien así salga a defender una idea mala, mal construida y mal sustentada, y no se le espete en su cara que lo que dice no tiene ni consistencia interna ni coherencia con nociones que dice defender, como la democracia. Me parece un insulto a la inteligencia que se equipare "ineficiencia" con opciones políticas. Me parece un insulto a la inteligencia que se usen las cifras sin consistencia, y que baste con un tonito de "eso no es importante" para descartar las críticas, y que los periodistas sean tan poco preparados o echados como para no destrozar su falta de sindéresis. Me parece un insulto a la inteligencia que la corrupción sistémica se haga pasar por eficiencia. Me parece un insulto a la inteligencia que alguien pretenda disimular que su verdadera razón para botar a Villarán es que le caiga chinche, por ser mujer, por no ser pendeja, por no ser afecta a las componendas. Me parece un insulto a la inteligencia que alguien tan mezquino como Luis Castañeda quiera hacerse el loco y pretender que luego de su patética campaña presidencial, no busque regresar a su chacra municipal.

No defiendo a Villaran: no estoy completamente seguro de querer que sea reelecta. Defiendo mi derecho a que mi inteligencia no sea insultada por sofistas que quiere hacerse pasar por tribunos de la plebe. Por eso votaré no en la revocatoria.

viernes, 26 de octubre de 2012

No confundamos redes con medios

Aunque ahora es común incluso en la bibliografía de marketing, el término medios sociales todavía no es tan usado como es debido en el Perú. Asumo que la influencia española, nefasta en varios campos, sigue pesando mucho, y por eso se insiste en el mal usado "redes sociales" para referirse a un par de servicios de Internet que en inglés se solían llamar social networking sites (casi intraducible) y que ahora se agrupan bajo el concepto de medios sociales.

¿Por qué es importante separar ambas cosas? Porque el concepto de red social es muy poderoso por sí mismo y merece ser rescatado y respetado. Una red social es "una forma comprehensiva y paradigmática de considerar la estructura social de una manera seria, a partir del estudio directo de la forma en que los patrones de vinculación asignan los recursos en un sistema social”, según Barry Wellman, el pionero y sistematizador de este concepto.

Las redes sociales existen y dan sentido a nuestras interacciones, y por lo tanto son una característica central de la vida social. Servicios como Facebook se montan sobre estas redes, las potencian, las alteran y a veces las agrandan; pero no son las redes mismas. Usar un medio social, es decir un medio creado a partir de las interacciones en las distintas redes sociales de las que formamos parte, es una manera muy interesante, pero variada y potencialmente confusa, de ampliar nuestras redes sociales.

La diferencia es crítica porque un medio social solo puede existir sobre relaciones sociales previas, y depende de las redes sociales de los participantes para crear valor y sentidos. Aprovechar un medio social, sea uno persona, profesional u organización, requiere entender las relaciones sociales.

Por eso, conviene separar los conceptos. Dejemos de maltratar a las redes sociales y llamemos a Facebook lo que es: un medio social.

jueves, 25 de octubre de 2012

Desmarcándose de Lima

Indicios tenemos, aunque todavía no hay pronunciamientos: la estación de Desamparados sería convertida en oficinas para el Primer Ministro, actualmente inquilino precario en Palacio de Gobierno.

Una suerte de rescoldo de esperanza me impide asumir que la decisión está tomada, o que una serie de expresiones públicas públicas de profundo desagrado no serán suficientes para detener un atropello. Pero queda la desazón de que algo así siquiera sea tomado en cuenta, ya no ejecutado.

¿Cómo es posible que se piense que es una buena idea tomar un edificio de más de 100 años, diseñado para ser un espacio público y habilitado, con elegancia y eficiencia, como museo / centro cultural, en una oficina cerrada al público?  Guardando las distancias, con Desamparados se ha hecho lo que París hizo con la Gare d'Orsay o Santiago de Chile con la Estación Mapocho: rehabilitarlas como espacio público una vez que su función original dejó de tener sentido. Privatizarlo, no en el sentido comercial sino de acceso y función, como oficinas estatales, sería una inmensa necedad.

Imagino escenarios paliativos varios para la pérdida de lo que sin duda es un lugar con encanto y que siempre ha sido público, abierto.
  1. Un inmenso logo de Marca Perú decorará la fachada, luego que las puertas hayan sido cerradas para siempre.
  2. Se instalarán muñecones de literatos peruanos en la entrada, para que la gente se tome fotos con Vargas Llosa, Arguedas y algún otro de esos que se leen en el colegio.
  3. Se hará una nueva estación, que tendrá sección cultural. Claro, pendiente el tren de alta velocidad a Huancayo que acaba de ocurrirsele al community manager de la PCM para justificar el traslado. Fecha de conclusión: para cuando tengamos metro subterráneo en Lima.
  4. La PCM auspiciará ediciones populares de libros de autores peruanos, que serán vendidos junto con los periódicos de circulación nacional. La foto del Primer Ministro adornará la contracaratula; naturalmente, no será el actual, sino algún otro tan poco consecuente con la ciudad que lo alberga como el actual.
  5. Se trasladará la Casa de la Literatura a la Estación de Barranco.
Pero en serio: cuando el único discurso sobre lo público que parece ser capaz de articular el estado peruano es la Marca Perú, tenemos un problema enorme por delante: lo público no es lo estatal; lo público no es aquello a lo que estamos obligados los ciudadanos; lo privado no siempre se define en términos de propiedad. Lo público es aquello que está pensado para todos, para que los ciudadanos nos encontremos, disfrutemos y aprovechemos.

Así como el "circuito mágico del agua" es una privatización del espacio público, que podría haberse hecho en cualquier otro lugar sin maltratar un parque; así como hacer Mistura en el Campo de Marte no es solamente cosa de dejarlo como estaba, sino de apropiarse de un lugar que es de todos para poner un negocio; tomar una estación de trenes, destrozarla para habilitar oficinas, cerrar sus espacios para el uso de unos cuantos y finalmente convertirla en una extensión de Palacio de Gobierno, no es más que una confirmación de la pobreza intelectual y moral de la política nacional, que solo ve la gestión de la cosa pública, la eficiencia en el gasto y la eficacia recaudatoria como virtudes ciudadanas. No pensamos en los peruanos como nosotros mismos, sino apenas como personas a las que hay que proveer de servicios en un constante quid pro quo: paga impuestos y algo recibirás a cambio.

¿El resto? Ahí está la comida, las ricas montañas, risueñas playas y exotismo variado. Conviértete en turista interno y disfruta que te sale más barato.

Espero sinceramente que esto no pase de ser una idea "brillante" de algún funcionario educado en la eficiencia noventera del fujimorismo, y que los políticos, que se supone tienen una idea más amplia de para qué están ahí, lo impidan. Ojalá se den cuenta que están para algo más que ser eficientes y vender turismo: están para hacer patria, y eso no se hace destruyendo la historia o despreciando la cultura. 


jueves, 18 de octubre de 2012

Felafacs 2012: la comunicación confundida

Esta por terminar el 14to Encuentro de la Federación de Facultades Latinoamericanas de Comunicación Social, en la Universidad de Lima. Un esfuerzo enorme de muchos: los directivos, la Facultad de Comunicaciones de la ULima, toda la gente involucrada desde los profesores hasta los alumnos que apoyaron. Eso, además, en el contexto de una Federación que cumple 30 años y que ha logrado una continuidad más que respetable.

La pregunta que surge, sin embargo, es el para qué. El Encuentro ha tenido buenas ponencias, algunas más bien convencionales; ha tenido presentaciones magistrales con el problema que estas suelen tener: no es fácil apelar al interés de 1500 personas que van desde estudiantes de pregrado hasta investigadores avezados. Pero me queda cuatro grands dudas, que además me han quedado tras cada uno de los seis encuentros de FELAFACS a los que he asistido:

  1. ¿Es posible hacer un encuentro de comunicación sin caer en las comunicaciones? Es decir, hablar de la comunicación es distinto a hablar de las distintas maneras como se comunica, en tanto profesiones o preocupaciones. El resultado es dispersión temática. Las ponencias sobre la comunicación no hacen un puente tan claro con las comunicaciones, ni siquiera con algunas de ellas. 
  2. ¿Es posible sostener el pensamiento crítico, más bien de izquierda, cuando las preocupaciones laborales son más bien de tipo comercial? La conexión entre las grandes dudas y respuestas tentativas del pensamiento crítico con lo que realmente tienen que hacer los comunicadores para salir adelante es un problema todavía por resolver. 
  3. ¿Cómo podemos avanzar como comunidad académica cuando hablamos tan distinto? Hay poca relación entre ponencias y posiciones a pesar que tratan de los mismos temas, y esto se debe a que las aproximaciones conceptuales tienden a ser muy poco parecidas y sobre todo, con vocación escasa de conversar entre sí. Otro gran pendiente. 
  4. ¿Vale la pena seguir hablando de América Latina? Finalmente es una abstracción, pero como que la hemos usado para diferenciarnos por lo malo: falta de irgor, falta de empiria, amenazas comunes y malos de la película compartidos. No es que no hayan pertinencia en muchos de estas entradas, pero igual... queda la sensación que nos escapamos a lo Latinoamericano porque no podemos conectarnos desde lo local  a la reflexión académica global. 

Ideas para conversar, ojalá. 

miércoles, 3 de octubre de 2012

Crimen sin consensos

El caso de Ruth Zayas es una tragedia en varios niveles. En el menos importante quizá, está el debate más bien confuso alrededor de lo ocurrido, que revela algunas tendencias poco saludables para la vida política del país. No busco aquí dar mi opinión sobre lo ocurrido con ella, ni mucho menos juzgar y asignar culpas. Más bien, es necesario pensar el debate mediático ocurrido, y cómo refleja la realidad de nuestra vida pública y los problemas que enfrentamos para lograr consensos.

Es posible establecer dos grandes perspectivas ante este tema: la primera es una claramente machista, que básicamente atribuye culpa a la víctima, y que es la extensión de una mirada similar a la que sirve de excusa a sacerdotes pederastas o a comunidades musulmanas que quieren mantener a las mujeres bajo cadenas porque son “tentadoras naturales”: el principio en una sociedad liberal es que cada quien tiene derecho a hacer lo que quiera y que no tiene que temer por ello ser víctima de nadie. Ese principio está en la base de campañas anti-agresión en las calles, disfrazadas de “piropos”, hasta la lucha contra la violencia doméstica.

La otra gran perspectiva es que pone la culpa en aquellos que aparecen como autores materiales o intelectuales del asesinato. La tesis más simplona, común en sectores conservadores de los EEUU pero no tanto aquí, es la del individuo enfermo, fuera del cuerpo social; expresada en muchos programas televisivos, la idea es que la sociedad está bien pero que algunos de sus miembros sufren de dolencias que los vuelven enemigos de la convivencia. Así, este asesinato sería un acto demencial, que solo se puede explicar como un acto de mala suerte, sin querer ver que tiene  raíces más profundas, en la sociedad misma.

A sabiendas que estamos en un país con muchos problemas, es poco común que la explicación individualista tenga popularidad en el Perú. Más bien, buscamos un culpable sistémico para entender los actos individuales. Dos puntos de vista, casi maniqueos, emergen: la violencia sistémica contra las mujeres, propia de una sociedad machista, produce situaciones como esta. La otra: una sociedad mediatizada, completamente carente de escrúpulos en su sumisión al espectáculo, crea condiciones para que alguien mate por dinero a alguien que se expone al aparecer en los medios.

El punto no es necesariamente quién tiene razón; tampoco es encontrar culpables, que es un proceso judicial. Es discernir responsabilidades, que existen en muchos niveles. Indiscutiblemente hay mucho de verdad en la responsabilidad de la falta de condena social a la violencia contra las mujeres, a un sistema que no facilita ni mucho menos alienta que se denuncien estas agresiones y que proteja adecuadamente a las víctimas. También hay responsabilidad en los medios, que usan sin mayor consideración de las consecuencias que puedan generar casos muy diversos, banalizando tanto las causas como las consecuencias, y sobre todo, asumiendo que lo que hacen es anodino e irrelevante, simple entretenimiento, sin evaluar los efectos morales de corto y largo plazo, cuando la sociedad acepta como natural que el sufrimiento ajeno es diversión, o que todo es motivo de contemplación sin compromiso.

El debate necesario entonces va por ahí: cómo lograr, colectivamente, que lo ocurrido no se repita, tanto en la consecuencia final, el asesinato de una mujer, como en los prolegómenos, en la etapa en que por varias razones muchas personas consideraron que era una buena idea exponer casos así por dinero en la televisión, creando condiciones para que luego, ocurriera un asesinato. La cadena causal queda para los fiscales y jueces; la sociedad debería procesar sus responsabilidades.

Que algunos programas o que algún presentador televisivo involucrado en el caso, se defiendan con argumentos deleznables o con acusaciones a terceros para evadir su rol, no debería extrañarnos: en ese medio se cultiva esta mezcla tan indigesta de egolatrías, certezas morales falaces y desprecio por la tragedia ajena de donde nace un crimen como este. Pero en la esfera digital, uno podría buscar oportunidades para fomentar una conversación sensata. Al menos ese era el sueño de los que postulaban a lo digital como un regreso a la sociedad dialógica de un arcano tal vez nunca real.

Lamentablemente no es así. La esfera digital es tan mala para estos debates como la mediática masiva, solo que si en la más antigua predomina el dinero, en la primera manda la certeza, la invectiva y la catilinaria. No buscamos entender sino afirmar nuestra convicción, y al hacerlo básicamente formamos partidos, en vez de construir consensos para atacar el problema entre todos.

Más allá de la importancia que un punto de vista tenga para cada uno, quizá esta sea ocasión para pensar colectivamente no en tener razón, sino en construir respuestas. En pedirle a la televisión que piense, y que considere otras voces ante los temas más serios; en pedirle a los presentadores que acepten que lo que hacen no solo responde a sus intereses, sino que afecta a muchos; a que necesitamos crear condiciones para que ninguna mujer sea agredida por un varón, de ninguna forma; a que las leyes deben ir acompañadas de actitudes, desde el estado, para buscar cumplirlas, y que los funcionarios deberían reconocer que una víctima merece respeto y compasión, no solo un trámite.

Pero lo más importante es concluir que debatir y conversar es urgente en el Perú. Mientras más dudemos de nuestras convicciones tendremos menos seguidores, menos “likes” y menos reposteos, pero quizá compartamos mejor la necesidad de encontrar respuestas colectivas. Será una lección menor, pero ojalá que esto nos lleve a pensar en que nos haría bien estar menos seguros y más dispuestos a escuchar.

Publicado en Noticias SER, 26/09/2012.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Wikileaks sucumbe a las reglas del juego



El tejido de acciones que ha llevado a un conflicto diplomático entre Ecuador y el Reino Unido por un acusado de violación requerido en Suecia nos obliga a varias reflexiones. Sin asumir tantas certezas morales como las que exhiben Mario Vargas Llosa o Rafael Correa, es saludable trascender al personaje -en muchos sentidos fallido-, que encarna Julian Assange, y ponernos a pensar en lo que significa el problema de fondo.

El proyecto original de Wikileaks plantea una idea poderosa pero sin duda cuestionable. ¿Es de interés global permitir que los ciudadanos puedan ir más allá de su propia ciudadanía y actúen políticamente en un ámbito extranacional? La intención original del sitio era precisamente  facilitar que los ciudadanos de un país cualquiera pudieran diseminar información que ayudara a la transparencia de lo público, mediante la revelación de aquello que sus gobiernos o Estados no querían que fuera difundido. Esto trasciende la realidad política sin por ello apostar a la irrelevancia de los estados mismos, puesto que se trata de usar la tecnología para compensar las limitaciones a la transparencia que una supuesta "razón de estado" justificaría.

La razón de estado no es un desarrollo reciente; ni siquiera se trata ahora de algo más serio que en el pasado, puesto que las democracias han aceptado en las últimas décadas que no es posible ocultarlo todo, todo el tiempo, siquiera de la boca para afuera. En muchos países, incluido el Perú, el principio político es que la transparencia manda, y que el secreto es la excepción, justificada por razones específicas y no por el interés de funcionarios o políticos.

Claro está, existen circunstancias en donde el secreto es dañino. Sea porque se oculta más de lo que se debe por razones políticas o porque se oculta por interés de poderes fácticos. Entonces, la ausencia de transparencia resulta peligrosa. Un Estado puede engañar, incluso de buena fe, para lograr objetivos que considera positivos; un Estado puede estar cooptado por terceros que lo usan para sus propios fines. El resultado es debilitante para la sociedad y peligroso para los ciudadanos.

Usar la Internet, que puede ser anónima y casi deslocalizada, para facilitar la transparencia no es  mala idea, y como vimos en el caso peruano, con los "petroaudios", los beneficios de una plataforma de alcance global, fuera del control del Estado en cuestión, pueden ser importantes. Los ciudadanos, al acceder a información, dejan de estar a merced siquiera en parte, de lo que los gobernantes intentan lograr. Se puede impedir o minimizar el abuso y quizá cambiar las prácticas para evitar repeticiones.
Ese verbo no muy grato, "empoderar", es la clave. La Internet ha cambiado muchas relaciones de poder en el mundo contemporáneo: eventos tan disímiles como los Occupy, la Primavera Árabe y el colapso del modelo económico de la industria discográfica son ejemplos perfectos. Wikileaks creaba la oportunidad de cambiar relaciones de poder, dándole a ciertos grupos de individuos la posibilidad de actuar de maneras disruptivas que romperían el control estatal sobre información de interés público. Al mismo tiempo, se fortalecía un discurso parcialmente cierto: los ciudadanos no sólo lo son de un Estado, sino que una emergente sociedad civil global podía enfrentar colectivamente los pleitos que, en expresiones concretas locales, afectan a todos en el mundo, no sólo a aquellos que viven en un Estado nación específico.

Ciertamente, la suma de acciones individuales acometida por ciudadanos en distintos países ha creado en varios casos, un movimiento que altera global y nacionalmente, relaciones de poder y económicas. El consumo irregular de música por los peruanos creó condiciones para que la industria local colapsara casi totalmente, pero también fue parte del ataque global que ha llevado a la crisis industrial generalizada y que permite, a la larga, que se pueda comprar música con servicios de nube, como los que ofrece Apple. En el caso de Wikileaks, la vocación global es más intención que realidad.

Aunque el movimiento puede ser global, lo concreto es que las acciones afectan a Estados concretos, y pueden ser peligrosas para ciudadanos concretos, precisamente por ser ciudadanos de Estados nación. El caso más serio, Bradley Manning, es un buen ejemplo. Un soldado raso homosexual obligado a ocultar su identidad sexual, de familia pobre y con ambiciones intelectuales que no podía realizar por falta de recursos, Manning parece haber actuado sin intención política si no más bien por una mezcla de búsqueda de reconocimiento con ganas de fastidiar a sus superiores y al sistema. Es decir, lo que habitualmente sería llamado entre los "nativos digitales" como un troll: un personaje interesado en el efecto de sus acciones sobre sus interlocutores, pero desinteresado en las consecuencias reales más allá del acto mismo. Manning está siendo tratado de manera medieval por los Estados Unidos y tiene ante suyo la perspectiva de pasar el resto de su vida en prisión.
Si bien es cierto que ningún Estado nación toleraría que un militar revele secretos de Estado, lo que Manning puso a disposición de Wikileaks fue más bien intrascendente, a excepción del video del ataque en helicóptero que produjo  en la muerte de dos fotógrafos en Iraq, donde lo más impactante no era el acto mismo sino la actitud de la tripulación, más cercana a adolescentes jugando Call of Duty que a personas conscientes de estar matando seres humanos. Sin duda de interés global, el video sirvió para poner a Wikileaks en el primer plano. Pero lo importante es ponderar no el interés, sino el efecto. Las consecuencias políticas fueron bastante tenues, dado que la guerra en Iraq estaba en su fase final, tras haber insensibilizado a muchos en el mundo entero sobre la violencia y las muertes ocurridas en ese conflicto confuso, fundamentalmente inmoral pero sobre todo desastroso en tantos planos para los EE.UU. Fuera de los EE.UU, el impacto fue más el ruido periodístico, seguido del olvido pronto, que otra cosa.

Todo lo demás que ha hecho Wikileaks, incluyendo los cables diplomáticos, ha sido relativamente menor y de poca o nula importancia real. No es que los Estados Unidos. sean un ejemplo perfecto de "sunshine", pero ciertamente en un país con prensa cuestionadora, oposición política activa y al mismo tiempo consensos políticos básicos sobre la defensa y las relaciones exteriores, no es mucho el daño que se puede hacer con cuentos como estos; por otro lado, los países como el Perú no son tan fácilmente vulnerables, porque las disfuncionalidad que permite situaciones como los petroaudios no se soluciona con hacerla pública.

Donde Wikileaks podría ser fantástica sería en países autoritarios; precisamente en aquellos en donde el modelo de ciudadano activista tiene más riesgo, y donde el impacto ha sido mínimo. Una explicación posible es que la información está mucho más cuidada; otra es que los activistas tienen que medir qué hacen, bajo riesgo severo (pensemos en Anna Politovskaya). Otra es simplemente que el grado de impacto del revelar información confidencial es proporcional al impacto político posible: Putin no dejará de ser el zar de la nueva Rusia porque alguien publique sus cables diplomáticos, mientras que Obama por lo menos tendrá que responder. El entusiasmo periodístico en el Perú no hará que sea más fácil revelar secretos y quebrar la vocación autoritaria de un Hugo Chávez.
Ahí reside el problema de Wikileaks, extrapolando el daño que le hizo Assange y su narcisismo: sin importar las intenciones, el alcance depende de cada ˝polity", de cada realidad política concreta. Habrá la posibilidad de revelarlo todo pero "todo" se define de maneras distintas por el contexto político que crea secretos, que los hace más o menos accesibles, o que les da un contexto en el que impactar. Más allá del sueño hacker de la transparencia global; más allá de la exageración fundamentalista que llevó a creer que revelar es bueno por sí mismo, sin importar las consecuencias sobre individuos concretos; la política sigue siendo nacional, y la transparencia tiene que ser considerada localmente.

Por eso, Wikileaks solo será una nota a pie de página, que sirve para demostrar que más allá de las intenciones de los activistas y los entusiasmos tecnológicos, el Estado nación sigue siendo el rey, y el individuo empoderado por la vida digital será más libre en cuanto el poder estatal esté moderado por fuerzas políticas mayores, no por hackers lejanos.

Publicado el 29/08/2012 en Noticias Ser

domingo, 2 de septiembre de 2012

La ley y el orden.pe



Las leyes existen para protegernos, o al menos eso nos dicen en el colegio. La edad nos lleva a darnos cuenta que el dicho “hecha la ley hecha la trampa” es más bien “hago la ley para que sea tu trampa”. Esto ocurre a todo nivel, y está sucediendo, hasta cierto punto, con un proyecto de ley aceleradamente llamado “ley Beingolea” que, en realidad es la consolidación de un conjunto de proyectos de varias bancadas que podríamos resumir en el nombre de Ley de Delitos Informáticos.

¿Cuál es el propósito de esta ley? Codificar los delitos informáticos más serios, incluyendo el robo de identidad y la suplantación de identidad por una ficticia, como forma de eludir la acción de la justicia. No son, a priori, malas ideas, pero la ejecución lo es y la crítica también, aunque por razones completamente distintas. El resultado nos muestra lo disfuncional del proceso legislativo, la ausencia de la política en estos temas, y la urgencia de un debate nacional más articulado y menos puntillista.
Hay varias críticas puntuales sobre artículos innecesarios o excesivamente represivos, como el 23 que decide que los números telefónicos e IP no están protegidos por el secreto de las comunicaciones, lo que parece una invitación a la transgresión de esos datos por terceros, que es exactamente lo que la ley busca evitar. Hay también muy bien razonadas y escritas críticas al conjunto, provenientes de activistas internacionales, que vale la pena revisar. Pero lo importante no me parece que resida ahí, sino en lo que podríamos llamar el impulso de “ley y orden” que lleva a crear una propuesta como esta.

El congresista Beingolea ha dicho que la ley no es de su hechura, pero la defiende como responsable de la Comisión de Justicia del Congreso, cosa que hace con convicción, fluidez y autoridad, pero no por ello deja de mostrar una clara tendencia conservadora, ya que para él,en el Perú vivimos en el reino de la impunidad, lo que con la modernidad y las nuevas tecnologías se ha extendido a toda la ciudadanía, con lo que cualquiera tiene el derecho de hacer lo que quiera protegido por el anonimato. Suena tremendo y es completamente desproporcionado. El reino de la impunidad que señala Beingolea se refiere no tanto a crímenes sino a excesos de la libertad de expresión, a lo que hace referencia al decir que es periodista. Si es así, entonces la ley de delitos informáticos está metiéndose en mares procelosos, porque parece preocuparse tanto de las mafias que hacen skimming de tarjetas de crédito con los trolls que difaman a la alcaldesa en los comentarios de las notas de La República.
En otras palabras: la noción que todas las formas de transgresión que usan dispositivos digitales deben estar incluidas en una misma norma produce un resultado que podemos resumir con un viejo refrán: “Si solo tienes un martillo, todo te parece un clavo”. La escala de represión aplicable a la mafia rusa o alguien que se baja un “torrent” de la inauguración de las Olimpiadas resulta siendo comparable: todos son delincuentes informáticos.

Esto hace que la norma, tal como está siendo planteada, no resulte saludable y merecería una conversación con dos propósitos: para qué la necesitamos y para qué tendríamos que optar por estas miradas que tratan de abarcarlo todo en una sola norma sin reconocer la diversidad. Puedo entender que el número IP no esté bajo el secreto a las comunicaciones, como no lo está mi número de teléfono: este secreto protege lo que dices, no el common carrier, el medio a través del cual se dice lo que está protegido. Esto no es óbice para que me den una explicación a partir de mis derechos como ciudadano que puede sufrir una transgresión, antes que en las necesidades de la policía para hacer una investigación cuando se supone necesario contar con ese dato.

El problema es que la oposición a la norma no ha sido muy buena. Inspirados en campañas internacionales más bien formalistas y propias de realidades políticas distintas, el conjunto de los opositores proviene del bando que podríamos llamar “hackactivistas”, gente que usa intensivamente la Internet y que considera que proteger su libertad, entendida esta de la forma que sea, es primordial antes que cualquier posible bien social que podría resultar de alguna forma de represión. No necesariamente comparto este punto de vista, pero creo que el principal problema ha sido centrarse en la narrativa interna del “hackactivismo” y no en el problema político más amplio: la protección simultánea de la libertad y el bienestar de los ciudadanos. Principios como el de la neutralidad regulatoria no son rescatados tanto como se debería, a pesar que este proyecto es desproporcionado en penalizar lo que ocurre en el ciberespacio con mucho más énfasis que aquello similar que ocurre en la vida “real”.

El proyecto de ley es represivo en exceso, lo que quiere decir que en la realidad peruana será mal usado por una policía y un Poder Judicial que no investiga lo que debe sino lo que quiere, y que podrá usar las herramientas de la norma según las presiones del poder político o de poderes fácticos. En ese sentido, no es una norma saludable aunque no diga realmente nada nuevo. Tampoco es saludable seguir con la esquizofrenia legal del Estado peruano, que saca leyes que se contradicen en intenciones: banda ancha para todos, pero cuidado con usarla mal porque te metemos preso.
Finalmente, cuando le pusieron #leybeingolea a este proyecto, los opositores cometieron un error táctico impresionante: Alberto Beingolea será conservador, y será callado objeto de burla por su pasado televisivo, pero es un congresista articulado, con convicciones y con mucho manejo mediático, que sabe sacarse de encima a entrevistadores de todo calibre. El resultado es que el proyecto parece mucho mejor y más coherente de lo que es, porque el mensajero es bueno. En un escenario político en donde poco o nada permite discutir temas de fondo, las batallas tienen que plantearse bien, y el error de poner al frente de los adversarios a uno de los pocos congresistas que no parece estar ahí por accidente tiene grandes consecuencias.

Este dictamen muestra bastante bien lo mal que está nuestra política, y por eso debería ser aireado, discutido de nuevo y sobre todo, reorientado a servir a todos los ciudadanos, no sólo a los que se sienten -con razón o sin ella- amenazados por potenciales males informáticos. Para el grueso de los peruanos, los beneficios de un entorno de baja represión como la Internet son mucho más importantes que sus potenciales peligros. ¿Qué tal si comenzamos por ese principio antes de ponernos alarmistas, señores congresistas?

Publicado el 16/08/2012 en Noticias Ser.

miércoles, 22 de agosto de 2012

La marca Perú y el plan secreto para salvar a la PUCP

Imagino que no fui el único sorprendido cuando me enteré que la PUCP es ahora "representante de la marca Perú". Tras algunas críticas sobre las piezas publicitarias de esta marca, que fueron tomadas como poco representativas o incluso como intentos de pasar por debajo la realidad del país para venderlo como una suerte de paraíso turístico, no me esperaba que la PUCP tuviera algo que hacer en esto: el medio en el que nos movemos es más bien inmune a estas estrategias, los colegas extranjeros no van a interesar más o menos por el país y por esta universidad porque tengamos un loguito con vueltitas, y tampoco creo que los alumnos de intercambios escojan a la PUCP porque ahora podrán comprarse una mochila con el colibrí de marras. La duda me atormentaba.

Entonces, me hicieron llegar un documento secreto, que explica que en realidad esto de la marca Perú es el equivalente contemporáneo de las nacionalizaciones de la época de Velasco. Antes el Estado se adueñaba de ti; ahora el Estado te transmite su imagen, lo que poco a poco te hace parte inseparable de la nación, y por lo tanto intocable frente a agentes extranjeros o corporaciones milenarias, interesadas en controlar esta Universidad. Ser Marca Perú es lo más cerca que estaremos a ser universidad estatal; es más, ser Marca Perú nos hace universidad estatal, pero bajo el concepto aggiornado, que nos dice que el Estado es más un estado de ánimo que un aparato de gestión de los intereses, los bienes y servicios de todos los ciudadanos peruanos.

Tres en una: fuera la amenaza Borg, y contentamos el espíritu caviar al volvernos una universidad pública, pero también aquietamos a los modernizantes al aceptar que lo público ahora es mera cuestión de imagen.

Claro, hay condiciones. A continuación, las doce nuevas reglas de imagen que la Universidad y todos sus miembros de la PUCP debemos cumplir para ser realmente "marca Perú":

  1. El campus será modificado: los edificios serán forrados en piedras monumentales, cubiertos de paredes de barro o de sillares según la arquitectura lo permita.
  2. No habrá más básico, sino "deleite del nivel inicial". Las cafeterías serán certificadas por Gastón y solo se podrá comer rico, so pena de ser enviado al chifa de San Marcos.
  3. El ingreso de los alumnos será "del puente a la alameda": se entra por el puente peatonal de la Universidad y se camina hasta el antiguo tontodromo, obviamente llamado de ahora en adelante, la alameda.
  4. Se volverá a cortar el pelo de los cachimbos, pero el ritual será encargado a los danzantes de tijera, que hará una competencia de varias horas hasta que caigan todos menos el ganador.
  5. Se abrirán nuevas carreras: Mística Andina en sociales, AutoAyuda en Humanidades, Culinaria en gestión, Andenería, Tejido y Adobe en ingeniería, y Turismo Vivencial en Artes.
  6. Los jazmines para el pelo y las rosas para la cara serán cargadas a la boleta.
  7. Los fotos de las tarjetas de identificación serán tomadas por Mario Testino.
  8. Los vigilantes serán ahora chalanes y los Segways serán reemplazados por caballos de paso.
  9. Las clases serán anunciadas por pututos que serán de exclusivo uso de cada decano, quienes deberán ponerse un tocado de vicuña, teñido de rojo y blanco (jamás de blanco y amarillo, eso ya fue).
  10. Para aliviar las largas caminatas de edificio a edificio, se reabrirán las acequias, y se podrá usar barquitos selváticos para ir de facultad en facultad.
  11. Las bienvenidas a los cachimbos, y a los alumnos de intercambio, serán reemplazadas por "iniciaciones" a cargo de un chamán, que les pasará un cuy mágico antes de darles a beber ColaHuasca y entregarles su chullo oficial Marca Perú / PUCP, hecho en China pero diseñado por Gerardo Privat (o el que gane la buena pro).
  12. Ahora somos la PUMP: Primera Universidad Marca Perú.

martes, 14 de agosto de 2012

Sueños olímpicos

El principio mismo de los juegos olímpicos, desde que fueron inventados por los griegos, es que la mayoría mira como una minoría hace maravillas. Gracias a la tecnología, cada vez podemos mirar mejor, aunque el problema, para variar, yace en la torpeza de los intermediarios entre la tecnología y nosotros. Qué desperdicio...

En el Reino Unido y en EEUU era posible ver los juegos a través de la Web, pero es un método más bien ineficiente dado que cada stream de alta calidad consume mucho ancho de banda individual; la televisión sigue siendo la manera más práctica. Lamentablemente, esto implica pasar por el modelo más difícil de cambiar, más arcaico: la narración televisiva.

No quiero hacer un catálogo de necedades, pero tanto la manada de argentinos como los pocos peruanos que tuvieron el privilegio de participar de las transmisiones mostraron en demasiados casos el peor defecto del comentarista televisivo: creer que son chistosos. Más grave aún, ignoraron lo más importante que nos ofrecen los juegos Olímpicos: la contemplación de la perfección. Baste un caso de lo que nos perdimos...

Jessica Rossi tiene 20 años, es una tiradora italiana en tiro con escopeta, foso olímpico. De 100 disparos, acertó 99. La prueba consiste en que le lanzan un plato que puede salir hacia su izquierda o derecha, aleatoriamente. Lo que logró fue impresionante y casi perfecto. Es la razón de ser de los juegos, y afortunadamente lo pasó ESPN; no tengo idea si la televisión local lo hizo, pero no quiero imaginar el tipo de bromas ignorantes que pueden haber acompañado la transmisión. En ESPN hubo un respeto mezclado con algo de ignorancia, sin llegar a admiración, por lo que estaba pasando.

En medio de la inmensa oferta deportiva, se pierde con facilidad momentos como ese. Una prueba más en un deporte más. Como la gran mayoría de estos deportes no nos resultan conocidos, no hay una apelación emocional inmediata a la grandeza que alcanzan los medallistas, y entonces quedan casi como pruebas de circo, dignas de broma, o quizá de silencio, de una cierta admiración que no termina de comprender no tanto el cómo lo hace sino el por qué lo hace. El resultado es que se pierde la gravitas, la profundidad, la grandeza del esfuerzo, del logro.

Lo más impactante de cualquier deporte yace precisamente en ese preciso instante en que de pronto, podemos asumir que alguien es sobrehumano. En que lo que está haciendo no está en una escala que podamos comprender. Para ello, debemos tener noción de escala, no solo manejo de datos ni mucho menos consciencia de las modas. Usain Bolt es un fenómeno, pero en el relevo 4x100, la antepenúltima prueba atlética de los Juegos de Londres, el comentarista de ESPN insistía, con razón, que lo más impresionante no había sido Bolt sino Yohan Blake, el tercero, que quebró la línea del relevo de EEUU y le permitió a Bolt llegar primero con buena luz sobre sus rivales; un tercero no tan extraordinario como Blake no habría creado el espacio para el lucimiento de Bolt.

Entonces, ¿dónde estaba la gloria? ¿dónde aparecía lo sobrehumano? Valorarlo requiere saber de deporte en un sentido más integral que solo entusiasmarse por lo que estás viendo. Requiere esa gravitas que parece ser completamente lejana a los comentaristas deportivos locales, por ignorancia pero más todavía, por opción: ha decidido que el deporte es una ligereza que solo agita el espíritu de la manera más banal posible, salvo cuando juegan los equipos peruanos que importan. La pasión por el logro sobrehumano es dejada de lado por la emotividad tribal de la hinchada.

Ambas tienen lugar, pero lamentablemente en el Perú, la emotividad tribal es lo único que existe. Y ahí está el problema, lo que le falta a la cobertura deportiva más allá del julbol. Más que tecnología, más que datos, lo que quisiera para el 2016 es lo que Rudolf Otto llamó, en otro muy distinto contexto, lo numinoso: la experiencia no-racional y no-sensorial o el presentimiento cuyo centro principal e inmediato está fuera de la identidad personal. Un entorno televisivo en donde se alimente nuestra capacidad de asombro, de admiración, de simple desconcierto ante los logros de seres humanos que no lo parecen. Trascendencia, que le dicen.

Eso, o una señal limpia, sin comentarios. Para banalidades, prefiero consultar la wikipedia mientras percibo, siquiera vicariamente, el ambiente olímpico. Lo demás no vale la pena.

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domingo, 15 de julio de 2012

Sesgos, encuestas y malas intenciones

Estas semanas de Conga, Espinar y encima Marca Perú han sido movidas. Nuestra sociedad, fragmentada y en riesgos varios, se junta con la realidad de un Estado disfuncional, cuyos bolsones de eficiencia no bastan para controlar el caos en sectores como Interior, o en niveles como los gobiernos regionales, que tienen casos específicos de buena gestión frente a otros que se asumen casi estados independientes ocupados por un poder externo.

En medio, la prensa no ha ayudado nada. Como bien apunta Eduardo Dargent hoy en Diario 16, la alegría con la que manipulan es preocupante. ¿Hay salida?

Ordenemos ideas: la prensa jamás ha sido el terreno de la verdad; en el mejor de los casos, hay vocación de objetividad, dado que la verdad es un asunto imposible cuando siempre existe un punto de vista, que arranca al observar ciertos hechos e ignorar otros y sigue en la manera de presentarlos, y finalmente en cómo se los difunde.

El sesgo es bueno: una sociedad democrática tiene que contar con actores honestos que tomen posición frente a lo que ocurre. Diarios de derecha o de izquierda muestran un sesgo que los hace populares, pero no tienen que perder ni cierta objetividad, que no es dar una columna a un opositor, sino darle voz a todas las versiones en un tema complejo, respetar al rival ideológico, y ponderar los juicios no solo con unos cuantos condicionales, sino con sinceras expresiones de subjetividad: "en la opinión de este diario", "hasta donde hemos podido averiguar", "según los indicios recogidos"... cualquier fórmula que garantice que la noticia presentada no es la única posible versión de lo ocurrido, y que la opinión del medio se diferencie claramente de la presentación de los hechos. Con eso basta.

El problema no está en el sesgo sino en la falta de opciones, y sobre todo en la falta de honestidad frente a los sesgos.

La falta de opciones está en camino de solucionarse mediante la aparición de medios alternativos en la Internet, junto con la crisis de los medios tradicionales. El deterioro de la calidad informativa de un diario se compensa con la aparición de sitios como Noticias Ser, que no por tener sesgo no deja de ofrecer perspectivas distintas y en muchos casos, mucho más completas que aquellas que los medios "profesionales" tienen. Es un logro que sin duda tiene todavía poca importancia en el gran esquema de las cosas, pero que apunta al punto medio entre la ilusión individualista del reportero ciudadano y el medio masivo que lo ve todo y define la realidad a través de sus elecciones.

El problema más serio es la manipulación: convertir algo en otra cosa. La mínima controversia sobre las pintas en el monumento a San Martín muestra la expresión de sesgos: diarios de derecha poniendo titulares escandalizados mientras La República pone a ediles y sindicalistas lavando las pintas. Un titular de mala onda, claramente opinión, no tiene que ser un problema tampoco.

¿Qué pasa en cambio cuando construimos la noticia? Por ejemplo, con una encuesta. De nuevo el caso que presenta Dargent: cuando se dice que el 43% respalda la mano dura frente a las protestas en Cajamarca y Espinar, y se ignora que el 35% no lo hace, hay manipulación en dos niveles. Primero, porque considerando el margen de error la distancia es tan pequeña que destacar algo por encima de lo otro en esos términos, no solo un sesgo ideológico en acción, es un acto de construcción de la realidad a través del cual se trata de darle a los lectores del medio "argumentos" para que se reafirmen en su opinión.

Pero la manipulación más perniciosa está en convertir las encuestas en la realidad. No es solo el margen de error: es la encuesta misma, que es un acto de observación sesgada en sí mismo, al crear en una serie de preguntas con pocas opciones de respuesta una ruta interpretativa. La persona interrogada tiene que escoger sobre lo que se le dice, no opinar o argumentar, y por lo tanto hay un sesgo primordial.

Cuando un medio usa una encuesta para validar sus sesgos, lo que está haciendo es trasladar esos sesgos a la formulación de una encuesta y luego usar los resultados como si fueran una observación "neutra" u "objetiva", y nuevamente aplicar su opinión a la hora de difundir los resultados. Incluso si el medio solo compra una encuesta hecha por terceros, lo hace a sabiendas que es una herramienta discutible, que da panoramas, pero que será usada como "realidad" para luego mirarla de la manera preferida. Es decir: una "realidad" creada es vista, pretendidamente, como realidad objetiva, y la opinión del medio, como interpretación de dicha realidad. Doble construcción.

El resultado es que hacer periodismo a partir de encuestas es una forma profundamente deshonesta, intelectualmente hablando, de construcción de discursos de interés público. No porque haya un sesgo en el discurso, que es lo más natural; sino porque se pretende que la encuesta no lo tiene. Esto no quiere decir que las encuestas deberían desaparecer de los medios, sino que los medios deberían ponerlas en su sitio: insumos para la discusión con sus lectores, en vez de evidencia objetiva de lo que la gente piensa y quiere. Solo así el discurso de la objetividad, o mejor dicho de la subjetividad ponderada y transparente, puede tener sentido.



miércoles, 4 de julio de 2012

ACTA ha sido rechazado en el parlamento europeo

"The parliamentary vote on approving the bill on Wednesday saw 478 against and 39 in favour, with 165 abstentions."

No está muerto pero sí herido. Una derrota tan grande en el Parlamento Europeo hace difícil que la Comisión, el brazo ejecutivo, intente pasarlo como decisión administrativa. Pero nunca se sabe. Por otro lado, otros países están muy interesados en lograr que se firme.

Explicación sobre el ACTA de FFII, y mía. El texto del tratado.

Comunicados: La Quadrature du Net; IP Watch; Knowledge Ecology International; Foundation for a Free Information Infrastructure; Infojustice, que lo conecta con el TPP, de inmediata relevancia para nosotros.

Mientras tanto, en nuestro barrio las cosas andan no muy bien...

martes, 3 de julio de 2012

Marcas que producen preguntas un martes por la tarde

Desde que Paul Bowles publicó la maravillosa The Sheltering Sky, el sueño de encontrarse a sí mismo a través de sumergirse en un destino exótico acompaña los desvelos burgueses. La evasión al estilo de American Beauty es demasiado suburbana; mejor es huir, encontrarse en la desaparición.

Lonely Planet, el mochilero, Kerouac, HHGTTG, tantas imágenes en la misma dirección. Y ahora, Marca Perú, que nos propone al Perú como el lugar donde realmente puedes ser tú.

Excepto que no. No es el Perú el tema del aviso, es la versión urbana y rica del Call of the Wild, de una novela de Joseph Conrad. La verdadera naturaleza de un individuo está fuera de su entorno natural, nos dice. Tú eres cuando no eres parte de la sociedad que te vio nacer, que te educó, que te formó, y que te dio los recursos para que te la pases dando vueltas, buscándote, cuando eras joven. La sociedad en la que un USB de hace 20 años hace interfaz perfecta con la tecnología de 2032 (la parte que más me gustó del video, dicho sea de paso).

Deja de ser quien eres para ser lo que realmente quieres ser.

¿El Perú? Un telón de fondo. Competimos con el mundo de lo exótico, con las playas del Pacífico Sur, con las montañas de la India, con la comida campestre mexicana, con los caminos interminables del Midwest de los EEUU, con los bosques de Acadia, con las zonas menos ríspidas de Africa... somos el espacio para darle vida a los jóvenes que tras siglos de progreso, de bienestar, de cultura y de tecnología, no se encuentran.

El Perú de los peruanos, ¿es el cuy mágico? El Perú para los demás, ¿es el nuevo Eat Pray Love?

sábado, 7 de abril de 2012

Con paciencia y sin temores: una opinión personal sobre el estado del conflicto

Quisiera compartir mi perspectiva sobre la situación en la que se encuentra la PUCP en su intento de resolución del conflicto con la iglesia católica. No es un explicación ni un intento de encontrar salidas, sino un ejercicio de ordenación de ideas para aportar a una conversación colectiva.

Quizá es necesario comenzar diciendo que estamos todavía en un proceso de negociación, y que en realidad recién comienza el proceso hacia adentro, donde la misma comunidad universitaria tiene que conversar sobre un tema estructural, que definirá la universidad por una buena cantidad de años. Es pues un asunto sumamente complejo y que requiere hacer las cosas con calma, para evitar caer en errores de apasionamiento o de exceso de confianza.

Desde este punto de partida, lo primero es que el mensaje del Rectorado no es precisamente tranquilizante. Tras haber convocado la unidad, bajo la premisa que no se iba a ceder en lo fundamental y que juntos íbamos a triunfar, ahora se nos dice que debemos aceptar como hecho consumado un acuerdo que por lo menos nos deja dudas en abundancia. En el camino, se ha pasado del optimismo jurídico al catastrofismo rotundo, sin etapas, y básicamente se espera que se acepte el acuerdo bajo esa premisa. No descarto que sea el camino más pertinente, o que sea en realidad el único camino viable, pero tampoco me parece que sea posible correr hacia una decisión sin considerar qué implica lo que se acepta, incluso, insisto, si es el único camino viable ante la amenaza legal del Arzobispado.

También me resulta preocupante la falta de claridad respecto a con quién se está negociando, y sobre todo quién es el que tomará la decisión final de aceptar o no el acuerdo. Es muy distinto si es el arzobispo de Lima el que decide o si esto todavía depende de una aprobación oficial en el Vaticano. Al interior de la Universidad, hay una cuestión formal de aprobación por la Asamblea Universitaria, pero es necesario reconocer que esta situación es mucho más grande que una votación en la Asamblea, y que se necesita una discusión no para decidir, sino para entender qué decidirán nuestros representantes, los que cargarán con la enorme responsabilidad de definir la PUCP de los próximos años, sino décadas. No obstante, entiendo que es una negociación difícil y que el Rectorado tiene una tarea compleja, y por ello es posible que la única ruta para garantizar un buen término requiera algo de opacidad; lamentablemente el compañero inevitable de la opacidad es el rumor, y sometidos a él estamos ahora.

Incomoda también que se opte por una lectura formalista que ofrece una perspectiva precisa de cada disposición, pero sin considerar el valor simbólico del total: que de ahora en adelante el clero puede, cuando no debe, opinar sobre cada aspecto de la marcha institucional, que puede y debe decirnos qué es correcto y qué no lo es cada vez que quieran; ciertamente no significa que podrán sancionarnos o botarnos, pero tampoco hace bien a una universidad que existan vigilantes de la ortodoxia metiéndose en cada tema, potencialmente fomentando (acepto que es un extremo, pero no es absurdo) una cultura del chisme y el trascendido, alrededor de lo que está bien o no, de acuerdo a la definición de un sector preciso, y hostil, de la iglesia católica.

Pero lo que más desazón me deja es el intento de disimular, en ese lenguaje más bien formalista ya mencionado, lo que en realidad es una derrota institucional. Sostener que la autonomía está incólume o que en realidad nada de fondo cambia es por lo menos un exceso de optimismo, sino una opción para ver los resultados como solamente positivos, sin margen para malas intenciones o acciones desmedidas de parte del adversario. Para todo efecto práctico, el estatuto reformado será un documento discriminatorio, que reducirá el grupo de potenciales rectores y vicerrectores, colocando además sobre los interesados en estos cargos la espada de Damocles de una opinión clerical. Que históricamente la universidad, es decir el conjunto de profesores y estudiantes, no haya considerado pertinente escoger a un no creyente como rector, no significa que haya que convertir este criterio implícito en norma y cerrar caminos de desarrollo institucional, y esto no es un tema que me parezca tenga que ver con el actual inquilino del palacio arzobispal, sino que es un criterio de sumisión, una aceptación que como colectivo, somos inmaduros, yaciendo bajo la tutela de la iglesia.

Este es un caso que pongo como ejemplo, para no entrar en cada detalle, en cada ambigüedad, aunque sí creo que cada una de ellas debe ser discutida, aclarada y aceptada o rechazada con todas sus posibles consecuencias, con paciencia y sin temores, pero sí con realismo y perspectiva. Es un retroceso fundamental, y una concesión que, si se está dando bajo condiciones de fuerza mayor, es entonces el resultado de un chantaje.

A esto hay que añadirle que la discusión de fondo nunca ha tenido lugar: siempre se ha hablado de autonomía, de rechazo a la intromisión, pero todo se ha planteado en términos legales y poco o nada en términos políticos. ¿Qué universidad queremos, realmente? ¿Una continuación del status quo de siempre, con sus vaguedades y tensiones de marea y resaca con la jerarquía eclesial? ¿Una universidad claramente secular pero que se reconoce como católica de inspiración? ¿Una universidad laica, sin relación con la iglesia? ¿O la universidad que es primero pontificia y católica, y luego universidad, como lo plantea el documento de acuerdo? Ese debate nunca se ha dado, y por eso no hemos tenido claro el end-game, el "a qué jugamos". Todavía no está claro.

Si enfrentamos esta situación porque no existen otros caminos más favorables, creo totalmente válido que como colectivo se pueda llegar a la conclusión que no tenemos otro recurso y que debemos aceptar ser despojados de parte de nuestra autonomía para preservar el bien mayor. No creo que las inmolaciones institucionales sean posibles sin consensos muy amplios, el cual difícilmente puede construirse; hay que decirlo, es altamente probable que la mayoría, por múltiples razones, pueda aceptar este nuevo status quo. Personalmente no estoy de acuerdo con ello pero aceptaré esta decisión de ser la que se alcance. Lo que me parece inaceptable es que se pretenda decirnos que en realidad nada de fondo está cambiando.

Pero sí está claro algo: estamos perdiendo. Disculparán la metáfora, pero estamos en el minuto 89, sin más cambios disponibles, con un jugador menos y embotellados en nuestra área. Podemos optar por salir todos a intentar el milagro, o por minimizar el desastre y perder por un gol. Si no hay voluntad de todos por salir a intentarlo, el milagro será imposible; pero llamar empate a lo que es una derrota está mal, y no aceptar los errores cometidos también está mal. Sea cual sea la decisión que se tome, necesitamos unidad, pero la unidad no se puede construir desde un ilusión.

ADDENDUM:

Luis Bacigalupo, no solo un excelente académico sino un gran y viejo amigo, ha respondido este post en el mejor tono posible. Adjunto lo escrito por él, y mi respuesta, para que el diálogo esté en un solo lugar, y agradezco su vocación de diálogo.

Urge ordenar ideas sobre el posible Acuerdo PUCP-Vaticano

Mi buen amigo Eduardo Villanueva ha hecho “un ejercicio de ordenación de ideas para aportar a una conversación colectiva”. Tomo el guante. Concuerdo en que la negociación recién empieza y que habrá un proceso “hacia adentro, donde la misma comunidad universitaria tiene que conversar sobre un tema estructural, que definirá la universidad por una buena cantidad de años.” No puedo estar más de acuerdo, hay que empezar a hablar.

El asunto es complejo y requiere la calma que Eduardo invoca; pero no será tratado sin apasionamiento. Si algo puede despertar pasiones en un medio intelectual es precisamente la perspectiva de perder o ganar influencia en la determinación de la identidad de la institución para la que se trabaja. Creo, además, como decía Hume, que la razón es y debe ser la esclava de las pasiones. Lo importante es saber de qué pasión hablamos acá.

Mi objeción de fondo (tal vez la única): ni el contenido ni el tono del acuerdo me llevan a pensar que hemos “pasado del optimismo jurídico al catastrofismo rotundo”. Si comparamos lo que solicitaba Cipriani en la carta del 16 de julio de 2011, que fue mencionada como el factor de adecuación en el ultimátum de Bertone, con lo que la PUCP cede en el acuerdo, no veo cómo se pueda llamar a eso una catástrofe. Al contrario, es una buena negociación.

Concuerdo con Eduardo en que no podemos correr en una decisión “sin considerar qué implica lo que se acepta, incluso, insisto, si es el único camino viable ante la amenaza legal del Arzobispado.” Hay que esperar el final; pero en caso de que Cipriani no patee el tablero y acepte incorporar lo relativo a la Junta Riva-Agüero, la comunidad tendría que poner sobre la mesa de debate lo que implica el acuerdo para la vida institucional.

Es preocupante la falta de claridad respecto del proceso. Al parecer, están negociando el Rector y el Gran Canciller, con la presencia del Nuncio. Todo indica que la decisión final la tomará la Congregación para la Educación Católica cuando reciba los estatutos modificados. Al interior de la PUCP, la cuestión implica una responsabilidad enorme para los asambleístas. Se dice que algunos están haciendo consultas a sus bases.

Sobre la “lectura formalista”, quizás sea uno de los mayores defectos del proceso. No ha habido un tratamiento abierto y a fondo de los grandes símbolos en disputa: católica y sobre todo pontificia. ¿Puede una institución con esos símbolos en su nombre no querer involucrar de alguna manera al clero en su vida institucional? Parece que no; pero, entonces, ¿cómo entienden esta participación ambos, la comunidad universitaria y el clero?

Sobre todo el símbolo pontificia dice que el alto clero está involucrado en la educación impartida en la PUCP. Se nos preguntó si queríamos seguir siendo pontificia y dijimos que sí. Entonces, no podemos nosotros decir cómo queremos serlo. Es en el entorno del pontífice donde se determina eso. Y no basta con aplicar la Ex Corde Ecclesiae, porque no dice nada sobre las universidades pontificias. La Ex Corde no es el problema.

En esto también concuerdo con Eduardo: la autonomía no está incólume, y no podía estarlo desde el momento que se respondió positivamente a la pregunta clave por el carácter pontificio. Ese era el momento de pasar a la autonomía plena y se perdió. Eso implica, en efecto, que el estatuto reformado será un documento discriminatorio porque “reducirá el grupo de potenciales rectores”. Por eso el Cardenal Erdó hizo esa pregunta clave.

Pero yo no veo necesariamente una Espada de Damocles. Veo más bien la consecuencia lógica de haber aceptado y haber reiterado la aceptación del título. Sería muy raro que el embajador de Italia en el Perú no fuera un italiano; del mismo modo, es difícil que el rector de una universidad “del pontífice” no sea un católico. Si estamos embarcados en eso, de lo que se trata ahora es de prevenir el abuso del poder que el clero de hecho tiene.

También estoy totalmente de acuerdo con Eduardo en que esto es un retroceso respecto del modo como nos comprendíamos hasta antes del efecto Cipriani. Yo era de la opinión de que debíamos renunciar al título de pontificia para preservar el carácter de universidad plenamente autónoma que habíamos adquirido en los últimos treinta años. Pero se pensó que esto era imposible. Bueno, si mi institución opta por una ruta, yo la respaldo.

No hay chantaje, mi estimado amigo, hay veinte siglos de experiencia. ¿Podemos preguntarnos todavía qué universidad queremos realmente? Yo creo que sí; pero dentro de unos márgenes que tenemos que respetar porque nos sometimos libremente a ellos. ¿Queremos “una continuación del status quo de siempre, con sus vaguedades y tensiones de marea y resaca con la jerarquía eclesial”? Ya no será posible, ahora hay que hablar claro.

La fórmula de “una universidad claramente secular pero que se reconoce como católica de inspiración” no es compatible con una universidad pontificia. La UARM puede serlo, la PUCP no. La universidad se sometió a ser primero pontificia. Traté de explicarlo recurriendo incluso a la historia medieval; pero, por desgracia, se suele despreciar el recurso al pasado conceptual, sobre el que precisamente se sostienen las convicciones y las estrategias de la jerarquía.

Todo está cambiando y está claro que hemos perdido algo que como comunidad altamente secularizada valoramos mucho más que ser una universidad del pontífice. Eso no implica, desde luego, la propiedad de los bienes. No hay que confundir la pertenencia a la Iglesia que impone el carácter pontificio con las ambiciones de Cipriani, que por desgracia hasta la fecha confluyen. Para mí, el milagro del que habla Eduardo es que se rompa esa confluencia.

Mi respuesta a Lucho:

Apreciado Lucho, agradezco el diálogo. Creo que lo que planteas es totalmente atendible.

No estoy seguro, realmente, sobre la cuestión de la “pontificidad” de la institución como tema ya zanjado al interior de la universidad. Me parece que parte del problema con el formalismo con el que se ha llevado el proceso es que se transmitió la impresión que era posible lograr dos cosas que es difícil desprender: ganar y seguir siendo pontificios. Supongo que es cuestión que los asambleístas digan cuánto de verdad hay en lo que voy a decir, pero no tengo para nada claro que se haya discutido en serio este tema, más allá de comentarios y bromas al paso.

Sí me reafirmo en lo del chantaje, porque al hacerse como se hace todo esto, la única razón para ceder tanto es precisamente la posibilidad de perderlo todo. No digo que de no haber habido juicios no podría haberse planteando un debate similarmente complejo, pero no estaríamos corriendo para tomar una decisión, y probablemente estaríamos discutiendo hacia adentro con más calma.

Reitero mi aprecio por tu comentario. Lamento, y esto de ninguna manera es un reproche para contigo, que recién estemos realmente discutiendo estos temas, de manera abierta, sobre todo porque siento que ya es muy tarde. Ojalá aprendamos, como colectivo, la lección: los debates deben ser libres, públicos y oportunos.

Lucho continúa:

Eduardo, si con lo del chantaje te refieres al uso que hace Cipriani de los juicios sobre la herencia Riva-Agüero, tienes toda la razón. Yo desestimé la idea de un chantaje solo en relación con el título de pontificia. Seguimos al habla.

Mi respuesta a este comentario:

Lucho, efectivamente me refiero a los juicios. La discusión sobre la relación con la iglesia me parece ha sido manejada, por momentos, con algo de verticalismo, pero no ha habido la mala intención inherente a un chantaje, que sí veo claramente en el tema de la administración de los bienes; esa actitud que se veía ya en lejanos comentarios que atribuían a Velasco el “robo” de la universidad y la necesidad de recuperar lo que había sido de la iglesia, cosa que como sabemos jamás fue así.