lunes, 9 de agosto de 2010

C&T no es lo mismo que I+D

Un tema latente hace tiempo, y que ha cobrado alguito más de interés tras la creación del ministerio de Cultura, es la cuestión de la ciencia y la tecnología en el Perú. Por un lado, algunos mencionaron que podría valer la pena poner este tema en el MinCul, a partir del tema de conocimientos nativos (lo que abre la puerta de la discusión de para qué está el tema de culturas nativas en el MinCul...). Otros han hablado de la necesidad de un ministerio de C&T propiamente tal. También se ha considerado que el éxito del financiamiento BID para la C&T en el Perú, expresado en el FONDECYT, amerita insistir en el tema.

Sin duda, es necesario impulsar mayor desarrollo de la C&T en el Perú, pero no como tal, sino como I+D, es decir como investigación y desarrollo aplicado al crecimiento económico. La idea que la C&T por ella misma tiene un valor significativo para el desarrollo nacional no tiene mayor sustento; más bien, asociar el trabajo de C&T a la I+D, especialmente al nivel de las firmas, sería una ruta mucho más sensata.

No es que no haya investigación en el Perú: es que hay poco presupuesto, sin duda; es que hay proyectos de primer nivel en algunos lugares pero nada o casi nada en muchas universidades; es que mucho de lo que se hace no tiene salida al mercado, porque no existen alianzas claras entre el sector productivo y el sector académico.

Este último punto es clave: la competitividad de la economía peruana, por ejemplo, no puede basarse en mano de obra barata, porque el costo de vida en el Perú no permitiría pagar al estilo chino: 130 USD por mano de obra industrial, con jornadas de 12 horas, y otras gracias particulares de un modelo de expansión capitalista en una sociedad autoritaria. Aparte de la productividad de ciertos productos de agroexportación, y de los minerales, cualquier desarrollo significativo debería provenir de innovación, para el mercado interno y externo, y eso solo se logra con I+D.

Ahora, cuando consideramos que la inversión en I+D en el Perú es de un patético 0,1% del PBI, frente a modestos 0,4 de Costa Rica o 0,7 de Chile (y 2,2% de Corea del Sur, considerando además el tamaño de su PBI), vemos que la posibilidad de innovación es ínfima. Hay un divorcio entre las distintas partes de la economía, hay carencia de formación en las áreas en donde realmente se necesita C&T, y hay poca vocación de invertir en innovación, lo que requiere trabajo a mediano plazo. Existe un órgano que gestiona la política de C&T, el Concytec, que ha tenido luces y sombras, pero que tiene poco peso en la formulación de políticas, más por carencias de conducción que por falta de espacio para participar en ellas. Hay planeamiento, incluso hay grandes lineamientos, pero hay poca dirección en el sentido literal, de decir hacia dónde vale la pena ir.

Pero incluso cuando se ha logrado formular planes y proyectos, el despegue sigue sin ocurrir. Es decir, la C&T no se conecta con la I+D. ¿Un ministerio cambiaría esto? No. Es más, el ministerio probablemente haría lo que hacen todos los ministerios, que es crear una dinámica cerrada en sí misma sobre su rol, impidiendo ver más allá de su propio organigrama y de sus tareas, haciendo que el diálogo con otras instancias del estado, y sobre todo con las firmas que realmente hacen o deberían hacer el I+D, no ocurra.

Necesitamos pues que el Ministerio de Producción dialogue mucho más sobre las demandas de I+D de las firmas; que el Concytec converse con las universidades para formar la gente correcta para la demanda empresarial; que el Ceplan sea un líder en la visión de largo plazo considerando desde dónde podemos comenzar y hacia dónde dirigirnos, sin necesariamente hacer listas de lavandería de acción a tomar sino prioridades nacionales que tendrán retornos altos para el sector privado y la sociedad en su conjunto; que se cree un entorno que premie la innovación tecnológica y las alianzas con universidades; que los gobiernos regionales tomen la iniciativa y fomenten innovación de impacto local rápido y contundente. Que el sistema de ciencia, tecnología e innovación sea orgánico, nacido de lo que realmente hacen las firmas en el mercado y las universidades, no una serie de instancias en un plan burocrático que realmente no llevan a nada.

Lo que no necesitamos es otro ministerio, cerrado en sí mismo y con una agenda divorciada del resto del país.
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jueves, 5 de agosto de 2010

Se fue la ola: el final de Google Wave

En junio pregunte si alguien seguía usando la Wave, y en noviembre de 2009 cuestionaba la lógica tras un producto que rompía paradigmas que no parecían necesitar romperse. Google ha llegado a la conclusión que la vida real no necesita algo como la Ola, y le ha dado de baja.

Muerte que finalmente no me molesta ni creo que a mucha gente incomode. Me reitero en lo que dije en noviembre: la premisa que conversaciones en tiempo real se pueden mezclar con documentos que se leen fuera de línea, y con conversaciones que suelen ser propuestas para una lectura en línea pero no en tiempo real, resulta confusa, innovadora en el sentido más negativo del término ("si no está roto, no lo arregles").

Google Wave se plantea como una solución para la confusión en la comunicación multiforme y multidocumental de la actualidad. La respuesta no fue separar y ordenar, sino agrupar y confundir. Como dejar una biblioteca y pasar a un depósito de libros, donde no hay más criterio que el orden de llegada.

Reivindico a las bibliotecas pues: el fracaso de Wave nos recuerda que la información, bien puede querer ser libre, pero necesita estar ordenada.
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miércoles, 4 de agosto de 2010

El texto y el libro ante el panorama tabletero

El dilema que enfrentan los consumidores y las industrias de contenidos es qué hacer frente al aparente auge de las tabletas. Este auge tiene nombre propio: el iPad. Ni el relativo pero indefinido éxito del Kindle ha servido para plantearse con claridad, como ahora, la posibilidad de un futuro con el claro predominio de las tabletas como forma primordial de acceso a una serie de contenidos.

Diferenciemos: el libro electrónico es un tipo de publicación que puede ser leído en dispositivos digitales, en donde el contenido y el continente han sido separados. El "lector de libro electrónico", como el Kindle, es un aparato diseñado para leer libros electrónicos. El iPad es una tableta o pizarra (slate) digital, que sirve para muchas cosas, entre ellas para leer libros usando el software propietario de Amazon (el Kindle) o el de Apple (iBooks) o incluso otros que no están asociados a continente específicos, como Stanza.

Esta diferencia es bien importante, porque cuando Amazon anuncia que la trilogía Milennium de Stieg Larsson es el primer "vendedor millonario" en formato electrónico, no está diciendo que se trate de de un millón de ejemplares que solo se puedan leer en el Kindle, sino con Kindle (el software). Precisamente, yo compré las tres novelas en formato Kindle pero para leerlas en mi iPad, donde la lectura fue fluida y muy satisfactoria. Ahora estoy leyendo el diccionario del Diablo de Ambrose Bierce pero en el iBooks de Apple, también en mi iPad.

Esta flexibilidad, hay que decirlo, es solo aparente. Que pueda enviar una copia de las novelas de Larsson a mi iPad, o a mi iPod Touch, o eventualmente a un Kindle que no creo vaya a comprar, no quiere decir que pueda prestarselo a alguien, salvo que salga con todo y aparato; que pueda fotocopiarlo o algo así; y sobre todo, que pueda leerlo en el Sony Reader o en el Nook, otros e-books devices que tienen formatos de venta de libros incompatibles con los de Apple o Amazon.

Esto, sin entrar a discutir la manera como se manejan las ventas de libros entre editoriales y librerías digitales; sin considerar lo que significa para las revistas y otros; sin entrar a ver si la portabilidad del libro electrónico compensa la falta de flexibilidad en la distribución de las copias compradas.... un largo etcétera. Es un terreno difícil y no hay una ruta clara, y varios meterán la pata.

Lo que queda claro es que el libro, como tal, es una tecnología muy poderosa y que muy probablemente nos acompañe por mucho tiempo más, pero que necesita ser confrontada por el libro digital para tareas distintas, como por ejemplo el libro de texto. En plataformas como el iPad (más que como el Kindle, por el uso en este de e-ink) es posible crear contenidos interactivos muy potentes, que complementen el texto con ejercicios que se auto-resuelvan o con evaluaciones, que se actualicen sin costo mayor y que se asocien con grandes bases de datos. Creo que las universidades, creo que mi universidad, debería comenzar a mirar en esa dirección. Ojalá lo hagamos.
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domingo, 1 de agosto de 2010

Vida digital: capítulo 8

El último capítulo de Vida digital: la tecnología en el centro de lo cotidiano.

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8. Concluyendo, o la vida digital requiere una sociedad digital

La conversación planteada a lo largo de este ensayo tiene un propósito simple: poner sobre la mesa la amplia diversidad de problemas que tenemos que enfrentar cortesía de la vida digital. No es únicamente cuestión de cómo esta vida nos afecta individualmente, sino la urgencia de pensar la necesidad de enfrentar los problemas que aparentemente son personales pero que en realidad son sociales.

El Perú es un país que ha desaprovechado varias veces los booms, las expansiones económicas producidas por sus recursos naturales, y que apenas ha salido de otra ola expansiva, causada también por exportaciones primarias pero con componentes más variados. Los límites de esta expansión son evidentes: el desorden de Lima se convierte en una desventaja competitiva; la carencia de profesionales en número adecuado para aprovechar la expansión muestra la falta de pertinencia de nuestro sistema educativo, salvo excepciones; y la incapacidad de diseñar e implementar un proyecto de mediano a largo plazo que encamine al país, con inversiones en las distintas áreas que las necesitan, y con el mínimo de paz social necesario para que las cosas no se quiebren. Todas estas situaciones apuntan a problemas de fondo en la constitución misma del país. La vida digital no sirve para componer nada de fondo, pero puede ser una herramienta, si se la sabe usar, para romper el momento de inercia.
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