jueves, 21 de enero de 2016

Publicidad electoral: nuevos medios, viejas prácticas


(publicado originalmente en esahora.pe)

Una andanada publicitaria, proveniente de Solidaridad Nacional y específicamente José Luna, ha atacado YouTube. Muchos que querían ver videos de David Bowie durante los días posteriores a su muerte tuvieron que tolerar piezas de hasta 90 segundos que no se podían evitar. Esto indica una inversión relativamente considerable. 
Esta es publicidad geolocalizada, es decir colocada para ser vista solo en el Perú, y que es tan indiscriminada como la televisiva, que aparece en las horas de mayor audiencia para ser vista por cualquiera. Pagar por ello revela una estrategia que tiene unos 20 años de atraso. 
La noción misma de publicidad de interés general funciona en la medida que hay programas de interés general, es decir que son vistos por una masa potencialmente afectada por el mensaje publicitario. Desde que la Internet se ha consolidado como un mecanismo de acceso a contenidos, el acceso se define por intereses individuales, que pueden agregarse en millones de vistas, pero cada una en su momento y lugar. 
Poner publicidad es más fácil y más difícil en medios de demanda, como se conoce a los medios que facilitan el control por el usuario de la experiencia de consumo. Es más fácil porque si se tiene una pieza directamente interesante para un grupo que consume cierto contenido (digamos, cortes de cabello estilo Justin Bieber) se puede colocar exactamente antes de esos contenidos. 
Pero es más difícil cuando el mensaje es grueso. Una manifestación evidentemente coreografiada y un discurso enunciado bajo reglas de estilo de hace 50 años son la antítesis de un mensaje preciso. Colocarlo en YouTube como si fuera un canal de televisión de señal abierta es un desperdicio de recursos e incluso, una invitación a invocar desagrados mayores. 
Mientras tanto, otros grupos confían en que sus mensajes serán retransmitidos por los  propios consumidores: más allá de su atractivo, cuando el Frente Amplio o Todos por el Perú/ Julio Guzmán colocan videos en sus cuentas de FB buscan que aquellos interesados las distribuyan en sus redes sociales, es decir en sus grupos de relaciones que se conectan mediante un medio social (que es lo que es Facebook; llamarlo “red social” es un error conceptual). Esta estrategia tiene la limitación de quedarse, potencialmente, dentro de un grupo relativamente delimitado de “convertidos”, que se regodeen compartiendo mensajes de interés solo para ellos. Pero es más barato, aparte de ser mucho más probable que un usuario atraído marginalmente al mensaje de un candidato participe de la red social de un convertidor, que el método de tirar una gran red al mar a ver si algo pica.

martes, 12 de enero de 2016

Elecciones 2016: ¿todavía hay sitio?


(publicado originalmente en esahora.pe)

La campaña electoral tiene ya unos meses pero realmente solo importa desde enero. Las candidaturas, los procesos internos, las alianzas, establecen un marco general en el cual la atención ciudadana debe fijarse a partir que toda otra preocupación desaparece del panorama. Tras las fiestas de fin de año, y con las listas parlamentarias inscritas, son los tres meses finales los que definen el resultado. 
La historia reciente apunta en esa dirección: sentidos comunes previos se desvanecen rápidamente una vez que la atención general se pone en ciertos candidatos, y estos comienzan a mostrar sus limitaciones. Desde el lento deterioro de Mario Vargas Llosa en el caótico verano de 1990 hasta el rápido tránsito de inevitabilidad a irrelevancia de Alejandro Toledo en 2011, es ahora donde se define el futuro del lustro siguiente. 
Esto no quiere decir que un Fujimori sea posible en cada elección: las circunstancias de crisis generalizada en 1990 no existen (afortunadamente); pero sí hay un espacio para que algunos crezcan. 
Precisamente porque no hay condiciones para un Fujimori, los crecimientos serán menores y dispersos. A diferencia del 2006 y 2011, no hay “dos visiones” del país en el debate público; hay una sensación de desamparo y desilusión que es el motivo central de la campaña de candidatos como Alan García, que promete sin fundamento alguno crecimientos “a la china”, en una variante francamente incomprensible del “tú lo conoces, vota por él” que usó Manuel Prado en 1956. Esto promete una campaña torpe, sin imaginación ni conflicto de ideas, en donde nos deslizaremos hacia la fecha electoral sin mayores cambios; serán contingencias, producto menos de aciertos de campaña que de errores cometidos por el contendor, lo que pondrá en segunda vuelta a alguien al lado de la casi inevitable Keiko Fujimori. 
¿Puede ser distinto? Quizá. La lenta pérdida de apoyo de candidatos como Toledo y quizá García, por errores propios o falta de interés de los electores, dejará un espacio para la atención de otras propuestas. La exigencia por escoger a alguien, causada por la obligatoriedad del voto, podría significar que algunos no se resignen a tomar lo que está al alcance, sino que miren otras ofertas. Es casi imposible que esto ocurra en espacios como Facebook, por razones que merecen una explicación más larga; pero si algún candidato logra crear una narrativa atractiva y prepara una estrategia para llenar los espacios que dejen sus competidores, podría aprovechar la combinación de desencanto con unos y atención por otros para ganar cierto momento. Qué ocurrirá luego, difícil saberlo.

lunes, 11 de enero de 2016

Bowie

Apenas anoche, domingo 10 de enero, mientras veía como bajaba Blackstar a mi colección de iTunes, volví a pensar en Songs of Innocence, el regalo que Apple nos dio a sus usuarios en 2014. Me di cuenta que no lo había escuchado, ni siquiera una vez. Que mientras que Blackstar me llamaba desde la primera vez que vi el videoclip, U2 ya no solo me producía interés, sino que no llegaba a recordarlos como algo distinto a una serie de discos de décadas atrás.

Como dice Alex Petridis en su magnífica despedida a Bowie en el Guardian, Bowie nunca se dejó convertir en una banda de homenaje a sí mismo. Con errores, con cruces entre intenciones artísticas y necesidades comerciales, con exceso de fascinación por su propia creatividad, Bowie pudo hacer discos insípidos o simplemente irrelevantes, pero jamás dejó de eludir el fantasma de su propio pasado. Jamás quiso ser lo que U2 se ha vuelto, una banda del recuerdo.

Blackstar no es un disco fácil y aunque está garantizado que será un éxito de ventas, es posible que no sea muy escuchado luego de ser comprado. Inevitablemente es un artefacto de nostalgia, una manera de pagar tributo a una amistad, un culto, que quizá no llegó a tiempo ("¿recién escuchas Young Americans? ¿No sabes la letra de la versión en mandarín de Seven Years in Tibet?"), o que quizá simplemente se vuelve actual porque todo el mundo habla de Bowie como algo que no se puede perder (¿vieron la nota en El Trome? ¿En el TROME?). Es, sin duda alguna, un artista fundamental para entender la cultura global de los últimos cuarenta o cincuenta años, y a pesar de sus bajones, ha sido por ese tiempo un referente cultural.

Pero la gracia de Bowie no reside únicamente en lo que fue como artista, sino en lo que fue para los que alguna vez pudimos sentirlo propio.

Suzanne Moore lo dice con elegancia:
That door. He unlocked it. For me, for you. For us. He gave us everything. He gave us ideas, ideas above our station. All THE ideas and a specific one. Of life. The stellar idea that we can create ourselves whoever we are. He let us be more than we ever knew possible. There is nothing greater. Nothing.
No pretendo comparar las experiencias de alguien que, confuso y sin claridad sobre su lugar en el mundo, con 14 o 16 años, vio su maravillosa performance de Starman en Top of the Pops, allá por 1972. Cuando al minuto 1.35 mira y apunta a cada chiquillo que quiera ser apuntado y le dice "tenía que llamar a alguien así que te toca a ti", una conmoción recorrió Gran Bretaña, donde el conflicto post-60s no estaba resuelto, y la expectativa socialmente aceptada se refleja en la vestimenta, apariencia y actitud de los muchachos que tras los extraterrestres que cantan esa balada increíblemente deliciosa, aparecen como casos perdidos de conformismo. Esa vez, Bowie mostró su verdadero poder, que no necesariamente era ser transgresor de las normas sociales. Era ser capaz de hablarte a ti.

No. Modestamente para mí, Bowie es una noche de verano de 1985 cuando en un cuarto sin luz una radio de mala calidad me permitió escuchar, discreta, quedamente, Space Oddity. No fue la letra esa vez, fue simplemente el escuchar una canción tan hermosa y al mismo tiempo desesperada y solitaria, que me hizo sentir sanamente triste cuando no me lo permitía pero lo necesitaba. Treinta y un años después, más de una vez Bowie me regaló esa sensación con motivos diversos, profundos y triviales; con canciones brillantes o simplemente correctas; con sonido digno de la ocasión o apenas con una radio peleando por mi atención a través del estrépito de motores o gentes. Sin haber sido jamás un outcast, igual he sentido más de una vez que Bowie me hablaba a mí.

Como ningún otro cantante, artista o estrella de la cultura pop, David Bowie parecía estar siempre hablándote a ti. Explicándote no tanto el mundo, sino lo que sentías sobre el mundo, lo que te hacia dudar, lo que te proponía temor o duda o prevención. Bowie no te planteaba cambiar el mundo, te decía que tenías toda la libertad de sentir lo que sentías, de querer lo que querías, de ser quien eras.

Desde un adolescente inglés con pelo pintado con colorante de comida en 1972 hasta universitarios tercermundistas que no sabían si estaba bien sentir que el mundo no te quería, hasta muchachos contemporáneos que no logran establecer qué es bueno y que es simplemente entretenido, Bowie ha sido un artista que jamás te exigió entender el mundo de una manera para hacerte sentir aliviado, calmo, con tu manera de entender el mundo. Cambiando a cada instante siguió siendo el mismo, y convirtió la duda en una forma válida de ver tu mundo. No se trataba de ser raro, sino de ser aquello que te hiciera feliz, así fuera una cosa hoy y otra mañana.

Si bien sus años de mayor influencia fueron los 70s, y que hizo cosas de menor cuantía en los 80s y parte de los 90s, es cierto que al final se trató de un artista de su tiempo. Pero la potencia de sus obras, incluyendo algunas que son simplemente extraordinarias melodías de un pop asequible y melodramático, sigue en pie, y sigue alimentado ese proceso individual de descubrirte a ti mismo como alguien que puede ser, como no, distinto, original, creativo, pero que puede ser feliz sin tener que definirse de una sola forma y quedarse así.

Generalizando lo dicho, perfectamente, por una amiga: Bowie era para que cada uno bailara consigo mismo. Como diablos lograba hablarle tan bien a tanta gente a través de geografía y tiempo, no lo sabré; pero jamás dejaré de agradecérselo.



jueves, 7 de enero de 2016

Cuatro consejos para una candidata

Me gustaría que el Frente Amplio logre pasar la valla y meter suficientes congresistas para forzar nuevos debates, nuevas maneras de mirar el Perú. No sé si realmente quisiera que gane la presidencia, pero ante los desastres previsibles no veo por qué no podría hacerlo algo mejor. Pero como van las cosas no lo hará, ni siquiera pasará la valla electoral. ¿Por qué? Porque no parece estar interesado en convencer a nadie que no sea parte de la capilla de los convencidos.

Ahora, asumiendo que me equivoco y que la gente alrededor de la candidatura, y la candidata misma, realmente quieran ganar, entonces ofrezco cuatro consejos. No son ni especialmente sofisticados ni menos originales, pero quien sabe. Prefiero ponerlos aquí antes que luego alguien diga "¿y por qué no lo dijiste antes?


  • Enfatizar que es una persona de verdad. Es madre, es cuzqueña, es sincera en lo que quiere. No es simplemente la chiquilla chancona que parece querer impresionar a sus profesores, o peor todavía, no es una profesora de primaria. ¿En qué cree realmente? ¿Quién es? ¿Se ríe de algo? ¿Hace algo más que solo ser política? No se trata de salir en programas ridículos o ponerse a bailar en sus eventos, ni tampoco cargar a su familia a todas partes, pero algo que la humanice y la haga simpática ante la gente, y no sean eventos de campaña. Transmitir su personalidad, su encanto, su sinceridad, en televisión, en radio, en medios sociales, y no solo en encuentros individuales que cada vez van a ser menos comunes. 
  • Simplificar creando una narrativa. A nadie le importa cambiar la constitución, a nadie le interesa la transparencia gubernamental, a nadie le preocupa la corrupción. ¿Cómo va a hacer para acabar con el crimen con transparencia gubernamental? ¿Cómo va a crear empleo, sin rollos complicados? No basta decir "un nuevo Perú", hay que darle contenido a esa idea, y de manera modesta por la simple razón que cuando se dice "un nuevo Perú" y luego se habla de una constitución, nadie te escucha, porque se sabe que no va a pasar. Eso no quiere decir renunciar a hacerlo: quiere decir enfatizar aquello que hará que te escuchen fuera de la capilla. La definición de la narrativa no será fácil pero sin ella no se hace nada.
  • Centrarte en tus ideas y dejar de perseguir a la competencia. Invitar a debates a terceros es lo que hace el chancón de la clase, es lo que hace el que quiere impresionar a los demás, no el que lidera. Realmente, pedir debates cuando estás en el suelo suena a pataleo de ahogado, no a lo que hace un líder. ¿De qué trata la campaña? Pues de eso hay que hablar, bien, fluido y sencillo. 
  • Hacer que todos hablen de lo mismo y que salgan los que saben hablar. Luego del domingo, luego de terminar el interminable proceso que no le interesa a nadie, hay que definir a cuatro o cinco personas más que sean las únicas que pueden decir una sola palabra a la prensa e imponer disciplina en el mensaje a toda la campaña, incluyendo a los candidatos fuera de Lima. Esto incluye todo, desde Twitter hasta televisión: un mensaje con pocos mensajeros. 


Y para terminar, no un consejo sino una demanda: disciplina de la candidata, comenzando por tener respuestas preparadas para cada entrevistador de manera sencilla y sin entrar en debates inútiles, que sin traicionar sus ideas sirvan para centrar la conversación en lo que te importa decir. Lo que los gringos llaman "pivotear": si te pregunta por Venezuela, pasar de inmediato a la urgencia de democracia en nuestro país y como lograrlo, aunque signifique que no respondes lo que preguntan. Lo importante es decir lo que quieres decir, no lo que ellos te quieren decir, porque un candidato lidera hasta cuando responde.

Aclaro que ni conozco a Verónika Mendoza ni sé exactamente quién dirige la campaña, sino apenas a algunos que están en el entorno. Además, no soy experto, no he hecho consultorías políticas desde que estuve en Estudios Generales, hace más de 30 años, y no estoy esperando que me llamen. Espero que otros den mejores consejos y sobre todo, espero que los escuchen.