miércoles, 21 de noviembre de 2012

El problema real tras una falsa sopa

Marco Sifuentes llama la atención hoy sobre el proceso iniciado por el MINCETUR para completar las armonizaciones legislativas pendientes desde la época del TLC con EEUU en temas de propiedad intelectual. Aunque el nombrecito "sopa criolla" me parece triste, no por ello deja de ser importante considerar lo que es posible hacer o no hacer en estos temas.

El Perú está obligado a armonizar su legislación en un montón de temas, cortesía de los tratados de libre comercio; tenemos que proteger con la misma exageración aquellas industrias que han logrado, a punta de cabildeos, que los estados las traten como si fueran fundamentales para el desarrollo de sus economías. En el caso de las industrias culturales, el problema principal es que varios estados han optado por tragarse una narrativa falaz sobre protección de los creadores intelectuales a cambio de garantizar modelos de negocios obsoletos. Es un tema recurrente en este blog.

Sin embargo, hay una transacción de por medio. Si el estado contemporáneo, que Sandra Braman llama estado informacional, tiene una característica, es ceder la gestión de los temas económicos a un sector concreto de la economía, sea el financiero o en este caso el de las industrias culturales, a cambio de obtener cada vez más control sobre los aspectos que nadie le cuestiona: la vigilancia de la acción política. Efectivamente, las empresas de telecomunicaciones y los proveedores de contenidos pueden ser protegidas de distintas maneras a cambio de ser agentes privados de la vigilancia estatal.

Así pues, la falta de transparencia en el proceso legislativo peruano, que Sifuentes denuncia, es una parte del problema. Al encargársele a un consultor externo la consulta y elaboración del anteproyecto, todo parecía indicar que al menos se haría algo más público, si bien no muy original (consultas a los stakeholders de la industria sin opiniones de la sociedad civil ni pedidos de información abiertas es como lo mismo de siempre, que no es particularmente efectivo para formular políticas originales). Ahora todo parece inclinarse al modelo de siempre: opacidad y al final, una norma con facilidades para ciertos sectores y sin debate sobre los efectos sobre otros sectores. No es una cuestión de personas, sino de procesos.

Pero esto es, si me permiten el giro algo mareado, la punta del iceberg. El estado peruano debería ir más allá de declaraciones vagas y establecer cómo va a proteger a los ciudadanos antes que nada, y esto incluye promover alternativas de política pública que no se queden en la narrativa fallida de la protección de los derechohabientes, y garantías de protección ante la vigilancia digital. Mucho pedir quizá, pero por lo menos es importante que pidamos.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Mi problema con la revocatoria

Entonces, el 17 de marzo de 2013 será el día que aprovecharemos el verano para decidir si votamos a favor o no de la revocatoria de la alcaldesa de Lima Metropolitana y sus regidores. Creo que es un despropósito, porque el proceso de gestión municipal tiene cuatro años y se lo juzga a la luz de los resultados al final del mismo, y el juicio se expresa en la reelección.

Los argumentos del promotor visible se reduce a una apreciación sobre la gestión, que en realidad no debería ser motivo para la revocatoria, es decir para interrumpir el funcionamiento de la gestión municipal. No hay acusaciones de corrupción, y la incapacidad de gestión o política no son equiparables a "incapacidad moral", es decir estar de más. Creo que la alcaldía de Lima ha metido la pata, en varios sentidos, y la sigue metiendo: su insistencia en victimizarse es un error politico serio, y no han creado una narrativa sostenida ni tienen buenos voceros de la misma. Con el respeto que me merecen, ni Eduardo Zegarra ni Gustavo Guerra García bastan para cambiar la percepción de la alcaldía en general como una suerte de maestro de obras, y de Susana Villarán como alguien que vive en otro planeta.

Esto no niega que la idea misma de revocatoria es una necedad, que no tiene sustento real y que se basa en un argumento falaz, la incapacidad de gestión. Basta escuchar al señor Gutiérrez para gozar de una lección de sofistería: la gestión es mala porque no hace obra, y las obras que hace son continuación de lo que ya existía, y lo que no son obras son continuación de las obras, como el reordenamiento del transporte, o son inútiles, o no son para lo que fue elegida. No hay más consistencia que el argumento ad hominem; abundan las falacias, como decir que un par de militantes recogiendo firmas demuestran que "las bases" de un partido político están en contra de la dirigencia.

En otras palabras, el señor Gutiérrez es un sofista, y de los baratos. Y esa es mi razón principal para votar en contra de la revocatoria: me parece un insulto a la inteligencia que alguien así salga a defender una idea mala, mal construida y mal sustentada, y no se le espete en su cara que lo que dice no tiene ni consistencia interna ni coherencia con nociones que dice defender, como la democracia. Me parece un insulto a la inteligencia que se equipare "ineficiencia" con opciones políticas. Me parece un insulto a la inteligencia que se usen las cifras sin consistencia, y que baste con un tonito de "eso no es importante" para descartar las críticas, y que los periodistas sean tan poco preparados o echados como para no destrozar su falta de sindéresis. Me parece un insulto a la inteligencia que la corrupción sistémica se haga pasar por eficiencia. Me parece un insulto a la inteligencia que alguien pretenda disimular que su verdadera razón para botar a Villarán es que le caiga chinche, por ser mujer, por no ser pendeja, por no ser afecta a las componendas. Me parece un insulto a la inteligencia que alguien tan mezquino como Luis Castañeda quiera hacerse el loco y pretender que luego de su patética campaña presidencial, no busque regresar a su chacra municipal.

No defiendo a Villaran: no estoy completamente seguro de querer que sea reelecta. Defiendo mi derecho a que mi inteligencia no sea insultada por sofistas que quiere hacerse pasar por tribunos de la plebe. Por eso votaré no en la revocatoria.