viernes, 30 de noviembre de 2007

Recursos para el estudio de la sociedad en red

Hace tiempo tengo la idea de volcar las varias colecciones de documentos y vínculos que he ido acumulando a lo largo de años en un solo sitio. Ha sido una idea en borrador, que no termina de salir a la luz porque no veía cómo hacerlo de una forma que sea a) fácil de administrar b) útil para alguien aparte de mí y c) un pasatiempo y no un trabajo a tiempo completo (ya tengo varios).

Pretenciosamente, este blog es un primer paso, público al menos, en esa dirección. Pero algo más en serio debería cumpliar con las condiciones anteriores y también permitir la elaboración colectiva; además no debería cruzarse con cosas que ya existan.

Así que, aparte de colocar unos diez vínculos preliminares, aprovecho para convocar a la "enorme" audiencia de este blog a participar en el proceso. Mi primera idea es un wiki en la PUCP, aunque esto implica alguna colaboración "desde adentro", alumnos o algo así, para que el mantenimiento no sea solo mi chamba. Sería además un wiki "store and forward", es decir no para que cualquiera lo modifique sino para que cualquiera pueda sugerir algo para luego modificarlo; al menos al inicio, creo que sería la manera más simple de garantizar calidad y cantidad. Si se alcanza masa crítica, lo lanzo; si no, queda como una lista que ya veré cómo administrar.

Aquí van mis primeros diez vínculos, en completo desorden y sin preferencias particulares:

El centro de recursos para el estudio de las ciberculturas, que ya tiene doce años funcionando y esta lleno de material interesante. Aunque alojado en la Universidad de San Francisco (de la Compañía de Jesús), es un esfuerzo colectivo de académicos y ensayistas en la materia.

El proyecto de la sociedad de la información de la Universidad de Yale, que tiene un sesgo más legislativo / políticas públicas, con claro énfasis en las cuestiones de acceso abierto.

La Asociación de investigación en juegos digitales (DIGRA), un sitio obligado para iniciarse en el estudio de los juegos; no sirve si quieren aprender cheat codes o trucos para potenciar una Dreamcast vieja...

El Centro Berkman para la Internet y la sociedad, de la Escuela de Derecho de Harvard, es un sitio "duro" de estudios político / legales. Mucho del trabajo de un innovador teórico como Yochai Benkler aparece habitualmente aquí.

First Monday, la revista arbitrada pero no académica sobre la era digital. Fundamental.

El Observatorio de la cibersociedad es un sitio en Cataluña, España, que más allá de ciertos sesgo por lo catalán sirve como espacio de publicación para una gran cantidad de especialistas de habla española; la calidad es variada.

El instituto para la conectividad de las Americas es una iniciativa más pegada al lado gobierno / políticas públicas / regulación, pero es igualmente útil como fuente de recursos y espacio para canalizar proyectos.

DIRSI, el Diálogo Regional para la Sociedad de la Información, es un espacio similar al ICA pero con más trabajo académico, y además tiene su sede en Lima, en el IEP.

Algo más lateral: el centro para la recuperación de la adicción a la Internet. No necesariamente el sitio más académico, pero da una idea de los temas relevantes en este campo.

Críticas, propuestas y mejoras, más que bienvenidas.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Journal of Community Informatics 3(3): especial sobre América Latina

Este número ha sido editado por un servidor y Christoph Roessner, de somos@telecentros, en Quito, Ecuador; una demostración que el teletrabajo funciona. Hay varios trabajos sobre la República del Hortelano, y en general es informativo y útil. Sean bienvenidos.

Editorial

Editorial: Community Informatics with a Latin American Accent HTML
Michael Gurstein
Introducción: TIC y América Latina: una revision desde las bases hasta la torre de marfil HTML
Eduardo Villanueva, Christoph Roessner

Articles

Sostenibilidad de proyectos de desarrollo con nuevas tecnologías: el caso de la organización de regantes y su sistema de información en Huaral Abstract HTML
Juan Fernando Bossio
Sistemas comunitarios de satisfacción a necesidades de conectividad en la sociedad de la información: el caso de Argentina Abstract HTML
Susana Finquelievich, Daniel Gustavo Finquelievich
Manteniendo lazos vía Web: El Caso de las Comunidades Mexicanas de Emigrantes en los EUA Abstract HTML
Victor M Gonzalez, Luis A Castro-Quiroa
La Promoción de las TIC para el Desarrollo en Pueblos Indígenas: Extensión o Comunicación Abstract HTML
Sofía Irene Medellin Urquiaga, Erick Huerta Velázquez
La piedra angular: sujetos y contextos locales en la implementación de las políticas de inclusión digital- Abstract HTML
Laura Porras, Bertha Salinas, José Manuel Ramos, Guadalupe Huerta

Notes and cases from the field (practitioners)

El rol de las TIC en la educacion: Experencia del programa escolar de monitoreo ambiemental de la subcuenca del Cotahuasi, Perú Abstract HTML
Luis Caceres
Programa de Intercambio entre operadores de telecentros. Una nueva generación de redes en el movimiento de telecentros panamericano. Abstract HTML
Oscar Maeso
El rol de los telecentros comunitarios en las comunidades indígenas de Sololà, Guatemala Abstract HTML
Vilma Tuy
Telecentros comunitarios: un espacio para la participación y formación ciudadana. La experiencia de Manizales, Colombia Abstract HTML
Eugenia Vallejo Montoya

Notes from the field

Brazilian Digital Inclusion Public Policy: achievements and challenges Abstract HTML
Cristina Kiomi Mori, Rodrigo Ortiz Assumpção

Reviews

Apropiación de las tecnologías móviles desde un espejo lejano: infiltración barroca, creolización y canibalismo Abstract HTML
Alejandra Davidziuk

Points of View

Políticas y clivajes: algunas ideas a propósito de una revisión de políticas Abstract HTML
Eduardo Villanueva

miércoles, 28 de noviembre de 2007

En busca de la identidad: ¿geek, hacker, nerd o friki?

Varios amigos han llamado mi atención ante mi aparente poco respeto por los hackers. Esto nace por mi comentario, varias repetido, que la OLPC no es más que "una ilusión de hackers".

A algunos, menos avisados en la folksonomía de la informática, hacker es un insulto porque me refiero a los promotores de la OLPC como delincuentes, de los que destruyen sitios web o roban identidades (que son crackers, para otro post). Para otros, que si están en el "loop", lo insultante es creer que los hackers no son capaces de ver más allá del árbol informático y que su visión incluye al bosque social. En un caso, se cree que uso hacker en la acepción coloquial; en el otro, que malinterpreto hacker cuando en realidad quiero decir geek.

Como hace unos días, para simplificar, hablé de nerds y me tuve que arrepentir de inmediato, creo que es necesario ordenar la terminología, siquiera para que los que me leen sepan para dónde voy. Encima, como por ahí he visto que me han calificado en buena onda como hacker o geek, quizá haya que rescatar a Sócrates (el griego, no el médico).

Conócete a ti mismo, entonces: no soy ni hacker, ni geek, ni freak (o friki) ni nerd. He estado o estoy en la zona fronteriza de estas categorías, pero no he caído en ninguna de ellas, como demostraré recurriendo a la mejor fuente posible: el Hacker's dictionary, en su versión impresa o en línea.

El hacker es, por encima de todo, un super programador, o como dice el diccionario, alguien que se deleita tanto con los detalles e interioridades de los sistemas programables que quiere entenderlos hasta el más mínimo aspecto y hacerlos funcionar como él o ella quiere. Lo que hace son hacks, que vienen a ser ejercicios de dominio informático, no necesariamente relevantes pero sí particularmente llamativos, originales, o elegantes. El caso canónico, posterior al libro del que hablamos, es Linux, creado por un patita que no sabía que no podía hacer eso, es decir un nuevo sistema operativo desde cero. Como además Torvalds dejó que su hack fuese de libre acceso y hasta cierto punto, de libre modificación, cumplió con la ética del hacker. Esto define a un hacker casi tanto como su habilidad para la programación: si no fuera por eso, Richard Stallman no sería realmente un hacker, y Bill Gates sería considerado un superhacker (o un wizard). Como Stallman ha creado toda una filosofía de software libre alrededor de los principios generales de la mencionada ética, merece el mote muchísimo más que el relativamente hábil (con sistemas simples, de acuerdo) pero completamente comercial Gates.

Ligero añadido: un buen ejemplo de hacker (ejemplo casi friki) es Sylar. Un hacker orgánico...

Claro, "hack" es un verbo que indica cortar toscamente, con una herramienta basta como un machete. Un hacker, en este sentido, sería alguien que hace las cosas de manera tosca; un hack writer es el que escribe por plata, sin preocuparse en la calidad sino en la cantidad; un hack rag es un periódico barato, el arquetipo platónico del diario chicha.

Geek, en cambio, tiene otras tonalidades. Como dice el diccionario, es "One who eats (computer) bugs for a living"; es solo parcialmente positivo y puede incluso ser completamente negativo, porque se puede tratar de una persona que solo tiene lo obsesivo y maravillado del hacker pero nada de sus habilidades. Si consideramos que originalmente un geek era el que mataba a las gallinas a mordiscos en las ferias ambulantes, veremos que nada particularmente bueno se asumía del geek. Hoy por hoy muchos se asumen geeks porque son maniáticos de las computadoras, pero eso más bien cae en la categoría de entusiasta sin mucha idea real de las cosas, y por lo tanto es un reconocimiento esencial de la categoría inferior en la que yace el geek, por oposición al hacker. Un geek, entonces, ni siquiera es una larva, sino que muy probablemente sea un wannabee.

El geek, a estas alturas, puede pasar piola en la sociedad civil; el nerd en cambio, tiene siempre un toque de fenómeno, inofensivo y divertido, pero fenómeno finalmente. Un nerd puede ser indispensable, pero siempre será ligeramente incómodo tenerlo cerca. Piensen en Jerry, el amigo de Parker Lewis (en la marca del 1,16 en este video) y les quedará claro quién es un nerd.

Cuesta abajo en la rodada: el freak, o friki en español, es heredero directo de los personajes del freak show, la colección de anormalidades que solían formar parte de una feria ambulante (o del sideshow de un circo; ¿por qué sino Bob Patiño (Sideshow Bob) es un fenómeno? ). El freak es que hace cosas en los extremos de la campana de Gauss (una forma más bien geekie de usar un término bien nerd: desviación estándar). Sea porque es un loquito que anda vestido con una toalla el 25 de mayo, o porque se viste de Elvis para ir por la calle, el friki es excéntrico y se le nota: es un mecanismo de autoaceptación de no ser parte de la sociedad "común", y un llamado para que otros como él le hagan caso; no tienen que ser exactamente como él o ella, pueden ser frikis de otras cosas, pero igual, lo llevan puesto. Obviamente, un freak puede ser simplemente un obsesivo pero de los malos: el geek se convierte en freak cuando molesta; tu jefe es un loquito del orden (algo así como un control geek) hasta que comienza a verificar si usas los lápices hasta que ya no se pueden tajar, momento en el cual se convierte en un maniático del orden (o control freak).

Un fanboy es que aplaude lo que sea de su fabricante / artista / diseñador favorito: Apple tiene fanboys, no geeks, como se explica aquí. El fanboy no piensa, ni siquiera usa realmente el producto: simplemente lo contempla en forma casi sexual. En el caso de Star Trek, un trekkie geek hace esto, un fanboy compra esto. Saquen sus conclusiones malintencionadas...

Entonces, ¿qué soy? Nunca fui lo suficientemente bueno en programación para llegar más allá de larva, así que no puedo ser llamado hacker. Soy obsesivo pero quizá no lo suficiente para ser llamado geek, básicamente porque geek implica obsesión intensa y focalizada y yo tengo muchas obsesiones tenues dispersas temática y temporalmente. No soy un nerd, porque no hay nerds que sobrevivan como profesores de 60 cachimbos. No soy un freak, porque nunca me atreví a poner mi insignia de Starfleet en la solapa de mi saco, siempre la puse debajo, y ahora ni la uso. No soy un fanboy: me habría comprado un iPhone hace unas semanas simplemente porque tuve la oportunidad y apenas llego a ponerle una calcomanía de la manzanita a mi ThinkPad oficial.

En conclusión: soy peruano. Vaya consuelo.

martes, 27 de noviembre de 2007

lunes, 26 de noviembre de 2007

¿OLPC está condenada al fracaso?

Ya sé, dije que no iba a hablar del tema pero igual, lo estoy haciendo. Es que hay mucha discusión sobre este análisis del Wall Street Journal, que le quita mucha viada al proyecto OLPC. El argumento central es que más allá del éxito de G1G1, y las muy puntuales ventas hechas a Uruguay, Perú y quizá otros países, el grueso de las ventas de computadoras simplificadas para la educación está yendo a Intel y a Asus, incluso en casos como Nigeria o Libia que parecían comprometidas con OLPC. La respuesta de Negroponte no es ni muy grácil ni mucho menos pertinente: reclama para sí el logro de otros fabricantes, aceptando que dificilmente podrán fabricarse las esperadas 150 millones de máquinas que sus sueños asumían se harían el 2008; la cifra más realista hoy por hoy es 12 millones, y de ahí no se sabe.

No voy a elaborar, solo a poner tres vínculos más: el comentario más bien de mala leche del Fake Steve Jobs (un personaje en sí mismo), el de Gizmodo, que es realmente un parafraseo del WSJ y el FSJ salvo por los rajes ad hominem, y la respuesta que un desarrollador de OLPC colgó en la lista de discusión interna, rebotado en OLPC News; una autocrítica interesante aunque muy hacker para mi gusto.

Este es un post que debería estar en Adversus...

¿Solución al P2P? La propuesta Olivennes

Esto es lo que resulta cuando se pone al gato de despensero. El reporte Olivennes propone que cualquier navegante francés que use mucho redes P2p para recoger contenido distribuido ilegalmente será expulsado de la Internet...

Monsieur Olivennes es el mandamás de la FNAC, ese emporio de ventas de contenido bien francés del que guardo un vago recuerdo, cuando visité su cavernosa tienda en Les Halles hace más tiempo del que me gustaría hubiese pasado. El presidente Sarkozy decidió encargarle un informe sobre cómo combatir la piratería luego que publicara un libro con título de resonancias anarquistas y con la cuota gálica de tremendismo adecuada: La gratuité, c'est le vol: Quand le piratage tue la culture.

Digamos que con ese título, era más o menos previsible por dónde iba a ir su informe. No cree en la represión, pero sí en repartir responsabilidades para evitar que el asunto siga creciendo; en su pensamiento, hay que parar la pirateria (o la descarga ilegal, que son cosas distintas) con una mezcla de represión y promoción. Lo que se plantea es reprimir con inteligencia, yendo a cada caso y no en general, en un sistema de advertencias previas que al final causen perder el derecho a conectarse cuando se es reincidente. Como incentivos, se reduce el tiempo de espera por los DVD (de 7 1/2 meses a seis, bah) y se plantea que no se venda música protegida con DRM, sino que todo, incluso la música en línea, venga limpia. Además ya no habrán multas para los trasgresores, solo la pérdida del acceso a la Internet.

Otro aspecto interesante: el mecanismo de represión. Una comisión independiente revisará el tráfico de Internet, que será inspeccionado por los mismos ISP (con una técnica llamada Deep Packet Inspection que es muy intrusiva y cara), y los resultados, supervisados por un juez administrativo, llevarán a las sanciones prescritas. Las industrias de contenido no tendrán que hacerse cargo de buscar a los infractores, sino que será la responsabilidad combinada de los proveedores de acceso con el estado (que a la larga harán pagar a los consumidores). Un gran trato para los proveedores de contenido, no tan bueno para los consumidores ni para los servicios comerciales de Internet.

Dado que la piratería está debilitando la viabilidad de ese paraíso de la diversidad y la creatividad que es Francia (parafraseando estas declaraciones de Olivennes), es cuestión de estado lograr detenerla. Sí claro. El título de la nota de Ars Technica es un buen resumen: l'Etat, c'est le IFPI. Esto hará todo más difícil para todos salvo para los proveedores de contenido, y es una de esas medidas en donde la protección de los intereses comerciales de unos pocos (ciertamente poderosos) afecta a todos, encareciendo las transacciones y creando lugares en donde la privacidad y la seguridad de datos pueden terminar en cuestión.

domingo, 25 de noviembre de 2007

Snakes on a plane, o el exceso de confianza en la Internet


Este domingo 25 de noviembre HBO ha tenido a bien traer a nuestros hogares esa obra maestra de las películas de fórmula mal logradas: Snakes on a Plane. No es que sea mala, es simplemente una película tan predecible que ni siquiera los intentos de ser innovadores (snake-vision, o cómo se supone que ve la acción cada culebra, entre otros) salen sobrando, perdidos en la mediocridad general. Claro está, si a uno le gustan las películas malas, o las películas de aviones, o una combinación de ambas, se deja ver, como lo indica el consenso. Todos los clichés posibles, a excepción de una monja cantando, están presentes; uno casi espera que se convierta súbitamente en la versión de horror de ¿Y dónde está el piloto? pero es mucho pedir.

Lo que hace memorable a este bodrio es que fue, por un rato al menos, un fenómeno de Internet. Habiendo comenzado su vida como una película sin ambiciones, poco a poco fue comenzando a crecer, hasta el punto de recibir el raro honor de cinco días extra de filmación siete meses después de haber sido terminada, para convertirla en un "vehículo" de Samuel L. Jackson, que decidió llevar al paroxismo más absurdo su pasión por la frase hecha: el público bloguero optó por hacerse grandes ilusiones con la idea de pagar por ver a Jackson gritando una frasecita de prosodia exquisita ausente en la versión original.

Todo el mundo, comenzando por New Line Cinema, esperaba un super éxito. Recuerdo que en agosto del 2006, días antes del estreno, avionetas recorrían la costa de California con banners de la película; la televisión, la prensa, los blogs y los foros, todos habían contribuido al buzz, y todos esperaban un gran taquillazo. Lástima que no fue así. Si bien, dado que había sido una película barata, produjo algo de ganancias, su recaudación fue baja y quedó como una nota a pie de página. Como Howard Dean, quizá, la capacidad de la Internet para crear impactos reales en la sociedad no virtual parece todavía lejana. La caja de resonancia no logra salir de sus confines.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Computadoras para "el maestro del siglo XXI"

Ya se ha formalizado el programa para facilitar la adquisición de computadoras por maestros del sector público. Un subsidio directo de 150 USD, más un préstamo blando del Banco de la Nación, permitirá que se compre una computadora portátil de un mínimo de 500 hasta 800 USD.

Como medida para lograr neutralizar cualquier oposición a la repartición de computadoras XO, es una buena idea. Como política laboral, no suena mal, puesto que acceder al crédito requiere una evaluación previa (aunque esto no está en la nota de prensa oficial). Lo que no está muy claro es qué se busca lograr con esto.

Partiendo por lo primero: ¿por qué portátiles? Si los maestros que trabajarán en aulas o colegios que reciban XO-1 también recibirán una "verdecita" (según comunicación verbal de Oscar Becerra al Consejo Nacional de Educación el día viernes 23 de noviembre), ¿se espera que los maestros lleven su computadora al colegio todos los días? Improbable, porque sería un tanto innecesario, e incluso irrelevante, aparte de peligroso.

Si la computadora es personal, privada, ¿para qué forzar que sea una portátil? Yo soy creyente en las portátiles y las uso desde hace años, pero reconozco que para muchos usuarios, en muchos contextos, es mejor una computadora de escritorio, considerando por ejemplo que son más fáciles de "upgradear", de mantenimiento más simple, y hasta cierto punto más seguras.

Luego: ¿exactamente para qué? No hay garantía que el maestro vaya a usarlas para nada relacionado a la educación, esto es obvio; no hay garantía que siquiera podrá conectarlas a la Internet, también es obvio.

Esto lleva al asunto de fondo de todo este affaire OLPC: ¿a dónde se quiere llegar? Una vez que los maestros tengan su computadora, ¿qué pasa? Como se dice en inglés, what's the endgame? Como he tratado de decir varias veces antes: ¿realmente se espera que con el acceso a una computadora, todas las personas involucradas en la educación se vuelvan hackers?

Esa es la impresión más fuerte que me queda. No tengo la menor duda que facilitar el acceso a computadoras no puede compararse con ofrecer refrigeradoras o cocinas, pero igual me queda la sensación que se espera algo similar con este programa: una vez adquirido el equipo, se incorporará en la vida familiar de la manera prevista. Esto es ciertamente más simple con una cocina, pero muchísimo más complicado con una computadora, precisamente por la amplia diversidad de posibilidades que ofrece. Finalmente, incluso a 500 USD, para maestros con sueldos de 1000 soles mensuales y familias a su cargo siquiera en parte, estamos ante una adquisición de capital realmente importante.

No me opongo a esta idea; pero me gustaría que estuviese más claro a dónde queremos llegar con un programa que, finalmente, también sale de mi bolsillo.

Nota: supongo que será evidente para varios de los lectores de este blog que esta nota habría sido publicada en Adversus OLPC hasta hace un mes, más o menos. Como ya dije, he congelado ese blog y voy a usar este espacio para mis comentarios sobre cualquier tema. Solo reactivaré Adversus si las circunstancias lo ameritan; por ello, es posible que aparezcan, de cuando en vez, notas sobre OLPC-Perú aquí.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

El libro electrónico revive - o quizá no

Allá por el 88, leí una polémica sobre la "sociedad sin papeles" en una revista bibliotecológica. Un especialista británico insistía que estábamos en camino hacia ella, y un colega africano (no recuerdo el lugar preciso) decía que no iba a suceder, especialmente en el Tercer Mundo, ahora conocido como Sur Global.

Avancemos 19 años, consideremos la Internet, la convergencia y tantas cosas más, y si de algo estamos lejos, es de una sociedad sin papeles. Los intentos más serios fueron a finales de los 90, cuando el entusiasmo de la burbuja punto com llevó a una serie de empresas a lanzar e-books, los dispositivos que harían posible desaparecer a los libros como los conocemos; un ejemplo de esos intentos sobrevive en la memoria colectiva de la Internet. No hay que decir que fueron un fracaso, más allá del interés de algunos.

El paradigma del e-book es más o menos conocido: el PADD de Star Trek. Un dispositivo simple, disponible en todas partes, pero además conectado inalámbricamente con la red (la supermegaultrainternet 300.00 que se usa en el universo de Viaje a las Estrellas) que permite acceder a todo tipo de documentos sin más esfuerzo que el pedirlo. Obviamente, solo existe en televisión.

¿Por qué es indispensable el hardware? Porque solo tiene sentido pensar en libros electrónicos si se combina la vasta disponibilidad de contenidos digitalizados con un dispositivo que funcione como un libro pero que no tenga límites prácticos de almacenamiento. Incluso con memorias flash como las actualmente disponibles, cualquier dispositivo actualmente existente tiene limitaciones de capacidad, pero podría ilusionarse uno con un aparatito que, usando tarjetas SD, permitiría cargar con todos los textos que uno quisiera.

Lo más parecido, pero de todas formas fallido, es el Sony Reader. Elegante y sencillo, usa una tecnología muy simpática llamada eInk, que imita a la tinta y que tiene un bajo consumo de electricidad a cambio de no ser legible sin luz ambiental (como el papel de verdad). El producto es fallido porque es caro (300 USD en los estates), no usa muy bien que digamos el formato PDF, y solo admite textos latinos, por lo que hay un cerro de idiomas que no pueden usarlo. Además, parece ser un tanto frágil. Más además, es algo feo.

Ahora, aparece una alternativa, limitada por otras razones: el Kindle, de Amazon. Todavía más feo que el Sony Reader, está diseñado para que uno compre libros electrónicos en Amazon antes que cualquier otra cosa, hasta el punto que convertir documentos al formato propietario que usa cuesta 0.10 USD cada uno. Es caro: 400 USD, solo se vende en los EEUU y está hecho para que se bajen los textos inalámbricamente a través de la red EV-DO sin costo alguno. Permite cierta forma de anotaciones en el texto (fundamental, ¿quién no quiere subrayar o discutir el texto impreso?), y tiene algo así como funciones de búsqueda, lo que es realmente interesante. Se lee bien, y permite suscripciones a periódicos, y a blogs (aunque hay que pagar por ellas; cosa realmente alucinante). Si uno se guía por los comentarios, no ha vuelto locos a los consumidores que lo pueden comprar.

En otras palabras: es un canal de ventas de Amazon, no una respuesta a los sueños colectivos de contar con un dispositivo barato, simple y resistente en el cual meter los varios gigas de archivos en PDF y otros formatos que uno tiene en la computadora y que quisiera, pero no puede, leer en la computadora o imprimir hasta inundarse de papel. Desde ese punto de vista, el Sony Reader es más parecido, o menos lejando, al ideal, aunque igual falla.

Todo indica que el verdadero futuro de los libros electrónicos no es otro que la computadora de la que más he hablado: la XO-1 de OLPC. Aunque en este momento cuesta lo mismo, es más funcional, más fácil de usar y no tiene amarres con canales de venta, salvo que se considere así al proyecto OLPC en su conjunto. Si encuentro un buen motivo para comprarme una XO-1, sería para usarla como lector digital, además de sus otras virtudes.

Habrá que seguir esperando por el PADD.

Reseñas del Kindle: en Newsweek, en Endgadget, comparación con otros en Wired, en Gizmodo, que también tiene una perspectiva comparativa que incluye proyectos todavía en prototipo. Una discusión sobre la funcionalidad de libro electrónico de la XO-1. Un comentario en el tono de este post, en Ars Technica.

Firenze

A veces uno se conmisera de los italianos: tienen tanta historia que no pueden hacer nada sin tener problemas con monumentos o reliquias. Esto es más claro en Roma, donde la historia se mide en milenios, pero toma un carácter distinto en Florencia, porque la historia está, si cabe, concentrada. Hay muchas cosas que mirar, pero la gracia de Florencia es el Renacimiento. Poca cosa...

La magnificencia de la cosa es evidente en la Piazza della Signoria. Ahí tienen una copia del David de Miguel Angel, porque en donde está la copia, estuvo el original. Es decir, alguna vez esta ciudad se dio el lujo de tener como centro de mesa la escultura más alucinante que conozco. Ahora se conforman con una galería de libre acceso, la Loggia dei Lanzi, con un Perseo de Cellini o el Hércules venciendo a Neso, con la fuente de Neptuno, o con el buen Cósimo; más allá, el Duomo con la torre y el baptisterio; el Ponte Vecchio; incluso el Arno, que parece una laguna alargada, no un rio capaz de arruinar la ciudad (no me di cuenta ese día, pero estuve en el "aniversario" de la inundación, que ocurrió el 4 de noviembre de 1966; en la ciudad nada en particular se dijo al respecto). La ciudad misma es un museo al aire libre, que requiere paciencia y un ojo abierto para ver el detalle preciso. Si encima se tiene la plata y el tiempo para ir a los museos, bueno, la experiencia es tremenda.

La galería de Uffizi cuesta 10 euros si se tiene la paciencia de hacer varias horas de cola, o entre 13 y 21 dependiendo con quién se contrate la reserva avanzada. La torre del Duomo cuesta 6 euros, por la experiencia de subirse 414 escalones. La galería de la Academia cuesta 10 euros, y tiene menos tráfico porque "solo" tiene una obra maestra. El palacio Pitti, algo más lejos, otros 11 euros. Y así...

Pero hay que además enfrentarse a las hordas de turistas, y a las hordas de vendedores, aún más intensas que en Roma, porque están por todas partes y al parecer tienen menos miedo a salir que en Roma. Los vendedores locales tienen carteras caras pero al parecer bien hechas; los ilegales venden copias obvias de Dolce Gabbana por un precio banal. En todas partes se ofrecen camisetas de los equipos obvios, desde el AC Milan o la Roma hasta el Manchester United o el Barza; pero no se ve nada del Fiorentina, ni de Ferrari. En el primer caso, creo que es porque la banalización de lo global hace que el equipo local no sea atractivo para los turistas. En el segundo, porque al parecer Ferrari sí se encarga de controlar la piratería, ya que los únicos productos con el logo que llegué a ver eran los ridículamente caros de la tienda oficial, en Roma (¡un polo de adultos a 90 euros! ¡una biela de motor de F1 a 900 euros!).

Entonces llega el momento de la verdad: ¿cuál es la gracia de venir hasta aquí? Incluso se pone peor, cuando se descubre que la cola más apasionada, la única en que hay florentinos, es la de la Tienda Disney, que al parecer estaba de rebajas porque las hordas de turistas habían sido reemplazadas por hordas de bambini que querían su Topolino con pasión solo comparable a la de los Ultras de la Roma.

Pues dos cosas pasaron para salvar la situación, para recordarme de qué se trata todo esto. Primero, terminé por accidente en una plaza ligeramente fuera del circuito turístico, la Annunzziata. En ella, en vez de vendedores de basura para turistas, habían granjeros y ganaderos de la zona. De pronto, era de nuevo obvio que estaba en la Toscana, en la zona maravillosa de Italia, bañada por el sol, con productos de la tierra increíblemente ricos y generosos. Los granjeros toscanos vendían sus productos en una feria de domingo, con el cartelito orgánico colgado por todas partes. Sabían inglés y explicaban coherentemente que tan orgánicos eran, pero se notaba que eran gente de campo, por sus manos, sus fachas, y porque se juntaban en grupos donde almorzaban lo que era claramente puñados de sus propios cultivos. Daban ganas de comprarse todo, o de irse con ellos a ver cómo es realmente la Toscana, fuera del mundanal ruido. Me conformé con comprar especias, y pensar un rato en las fortunas que alguna vez se hicieron vendiendo las combinaciones que un toscano armaba a su estilo, para venderlas con su nombre.

No es cuestión de reclamar "autenticidad" o cosa por el estilo: es simplemente encontrar que Florencia es también una ciudad, con gente que vive en ella y que compra y vende cosas, y sale el domingo para airearse más allá de las aglomeraciones. No se trata de un museo de sitio o de un parque temático: es una ciudad. Comprobar eso sirve un montón, especialmente si uno acaba de llegar del otro lado del mundo y sabe que la oportunidad puede ser única, que quién sabe si volverá a Florencia.

Y luego de eso, la Galería de la Academia. Hay varias cosas simpáticas, incluyendo una muestra de instrumentos musicales del Renacimiento y el Barroco. Pero lo importante, la razón misma de ser de la Academia, es una sola. El David.

No sé cuántas fotos he visto antes de estar ahí. Igual, la experiencia fue sobrecogedora. Constatar la existencia de semejante obra es algo que cuesta mucho trabajo describir, pero que podría reducirse a una sensación: escalofríos.

Igual, habían quienes en vez de dejarse llevar, quería llevarse algo: prohibida la fotografía, algunos intentaban sacar su camarita, y mostraban su torpeza al no anular el flash. Seguramente se llevaban su pequeño triunfo, y lo mostraran como exhibición de su capacidad de sentarse en las normas. Personalmente lo último que se me pasaba por la cabeza era en fotografiar la escultura, porque ninguna reproducción podrá ofrecerme lo que hizo ese día uno de los más intensos de mi vida: la impresión de ver, en toda su magnificencia, una obra de arte mayor, total, completa. Pensé, como un artista de siglos atrás, que poco o nada valía la pena esculpir algo tras ver el David. Pensé que no importaban el exceso de turistas, los vendedores agresivos, los japoneses en manada o los españoles bastos, el Euro caro o las tiendas estafadoras de turistas. Sentí que había llegado a un punto importante, no solo en este viaje particular, sino en general. Participar, siquiera por treinta minutos, de las más gloriosas experiencias humanas.

Por treinta minutos, compartí, junto con otros admiradores tan entregados como yo, lo que algún Florentino del siglo XV, algún francés del siglo XIX o algún extraterrestre del siglo XXX sintió o sentirá la primera vez que vea el David. El pasmo, la admiración, el sobrecogimiento. Sentí que viajar vale la pena, que las miserias mayores o menores no importan, porque lo que queda es el placer del abandono estético. Contemplar el David significó entender siquiera en parte el Renacimiento, y descubrir cuánto puedo sucumbir ante la experiencia de lo bello, y hasta donde puede llevar el arte a un ser humano.

El David es una de las más grandes cosas que un ser humano ha podido lograr. Si hay perfección en el arte, si se puede usar ese adjetivo sin entramparse en una paradoja, nadie o nada lo merece más. Y de ahí algo saca uno: lo perfecto enseña; lo perfecto nos chorrea algo y nos hace mejorar.

Para eso viaja uno: para ser un poquito menos imperfecto cada día.

Posts relacionados:

martes, 20 de noviembre de 2007

Premio Acceso al conocimiento 2008 - Fundación Gates

Given each year by our Global Libraries initiative, the foundation's Access to Learning Award recognizes the innovative efforts of public libraries or similar organizations outside the United States to connect people to information through free access to computers and the Internet.

Este premio tiene un muy simpático monto: un millón de dólares.

La Fundación Gates reconoce a través de este premio la excelencia en instituciones como las bibliotecas públicas (pero no solo ellas) que ofrecen acceso libre, sin costo alguno, mediante el uso de computadoras y la Internet, al público en general.

Las inscripciones de candidatos están abiertas hasta el 31 de diciembre del 2007. Las condiciones de postulación están aquí. El folleto está disponible aquí.

Aliens: formas de vida alternativas

No es tan delirante. Según este artículo de Scientific American, se está buscando formas de vida microbiales o bacteriales que respondan a patrones completamente distintos de organización. Sería la prueba que la vida no se limita a las formas basadas en carbón. Interesante...

lunes, 19 de noviembre de 2007

Status Civitatis Vaticanae

Hay que llegar por el Castillo de San Angel: no solo es la ruta oficial, sino que así se tiene una perspectiva clara de la Via della Conciliazione, la entrada al Vatícano. Y hay que entrar a pie. Siquiera de esa manera mínima, se puede tener una noción de escala y de la experiencia de miles, de millones de peregrinos que a lo largo de siglos han hecho ese camino.

Me tocó un día especial: Celebración y encuentro con el Papa de las cofradías religiosas italianas. Misa a todo meter, en el atrio y las escalinatas, que se expande y cubre buena parte de la plaza misma, incluidas las hermosas fuentes ornamentales, y el inevitable obelisco egipcio, de esos que tantos hay en Roma. Mientras la misa y las ceremonias, no hay entrada a la basilica, pero sí a los museos; la misa de nueve no terminó hasta las 10.45 pasadas, y luego hubo cantos (un Miserere cuyo autor no he identificado, pero que escarapelaba el cuerpo entero), discursos, y cuando todo parecía terminar: the man in white, el bólido romano par excellence, el Papa en su papamovil, rápido como manda la seguridad, pasando por todas partes, blandiendo sus bendiciones. Aplausos, corridas, emociones varias. Más que durante la misa.

San Pedro es una atracción turística. Sin ser católico, lo lamento. Se lo visita porque está en Roma, porque se lo conoce, porque es un destino en la lista. No vi mucha emoción, que no tiene que ser religiosa en el sentido pío, sino simplemente humana: San Pedro es una obra mayor de la humanidad, refleja los sentimientos religiosos de millones de personas, es un destino al que muchas personas modestas pero sinceramente católicas quisieran llegar. Por encima de todo: es un ejemplo perfecto de lo que ha sido Occidente, la constante lucha entre el reino de los cielos y la realidad material, secular. Las glorias cantadas a los pontífices máximos, que hicieron posibles la obra, hablan tanto de la vanidad humana como de la gloria divina.

Personalmente, me emociona ver lo que el hombre ha hecho, y también me emociona la fe y la devoción. La misa del sábado 10 de noviembre incorpora a muchas cofradías, cuya dedicación específica se me escapó, pero que llegaron de toda Italia con sus trajes vagamente medievales, sus estandartes y palios, y su entusiasmo sincero de viajeros, de peregrinos: contentos de estar ahí, con su fe pero también con sus amigos, sus parientes, de ser vistos por el Papa pero de estar en Roma, en el Vaticano. Los vi por Roma, esa tarde, con parte de sus vestidos, comiendo un gelato o un panino, haciendo la de los turistas. Pero siempre en grupo, como llegaron y como fueron a San Pedro.

A mi lado, en cambio, miles de turistas con ganas de tomarse la foto idiota inevitable, en donde arruinan la maravillosa visión de la basilica con sus caras; revisando la lista de atracciones, para decidir si valía la pena esperar para entrar a la Basilica o si mejor ir a algo más. Sin entender que era una misa, y riéndose cuando todo el mundo comenzaba a abrazarse en la Paz. Tengo la impresión que un par de chinos fueron a pedir comunión, pero no sé si lo hicieron: estoy seguro que no eran católicos.

El premio a la espera, bajo un sol fuerte pero sin calor, fue no solo ver al Papa, sino que, pasadas la 1.30, se abrió la basilica. La cola fue rápida, con solo los detectores de metales atracando el flujo. Una vez pasados estos, la caminada no fue larga. Entrando, a mano derecha, La Piedad.

Un autor habló, hace casi un siglo, del Misterium Tremendum. Es lo que produce la emoción religiosa ante la presencia de lo santo. En ella se combinan la alegría de contemplar la divinidad, con el temor ante su poder. El Misterium Trememdum se tiene o no; se vive o no. Es la base de la fe. Es también una de las víctimas de la modernidad.

Parece mentira que uno de los causantes de la modernidad, lejano sin duda, pero igual responsable desde el Renacimiento, sea autor de una de las expresiones religiosas más perfectas. La Piedad es sobrecogedora. Es lo único que se puede decir. Es maravillosa como muestra del arte humano, como muestra de la maestría de un individuo que además era un chiquillo de 23 años. Es casi insultante que algunos no piensen en otra cosa que tomarle una foto. Yo me animé tras diez minutos de contemplación, y luego de recorrer la basilica completa, con la intención de registrar un contrapunto: todo San Pedro es recargado, excesivo, lleno de decoraciones y esculturas y cuadros, hasta el punto que más parece tratar sobre los Papas que la hicieron que sobre el Dios que se celebra. Al inicio de la basilica, al lado izquierdo, el baptisterio es un ejemplo de estos excesos: lleno de figuras y florituras, hace el contraste ideal a la simplicidad perfecta de la Piedad. Una cruz al fondo, y la simple imagen, casi pequeña en la enormidad descontrolada de la basilica, de una madre sosteniendo a su hijo muerto. Tantas imágenes similares ha visto la historia de la humanidad, tantas madres han llorado a sus hijos así. Que sea la imagen de la divinidad en su máxima expresión de humanidad refuerza aún más la potencia de la escultura.

Ahí está una de las más básicas manifestaciones de la vida: el amor de una madre, el dolor de una madre. No importa que uno sea o no creyente: se trata de la emoción estética primaria, la admiración hasta las lágrimas de la capacidad de un ser humano de decirnos tanto en algo tan simple, a través de los siglos, a través de las ideas y creencias humanas.

Pensaba al salir qué pasará con San Pedro cuando llegue su inevitable declive. ¿Cómo verán los humanos del futuro a esa elaboración de siglos pasados, cuando la basilica sea tan antigua, cronológica e ideológicamente, como las pirámides de Egipto o los templos romanos? Supongo que las generaciones del futuro, que habrán de ser mejores que nosotros si logran sobrevivirnos, preservarán San Pedro como un ejemplo de lo que supimos hacer. Pero estoy seguro que siempre habrán quienes vean en La Piedad lo que vi yo: pura, simple, completa belleza en el dolor, que te eleva al mismo tiempo que te quiebra.

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viernes, 16 de noviembre de 2007

El futuro de la prensa

Este tema debería ser tratado con más calma, y algún día lo haré. Mientras tanto, algunos enlaces que pueden servir para darle algo más de sentido a un debate algo intuitivo.

De un lado, los que creen que el futuro está en manos de los usuarios: gente como Dan Gillmor, que sin embargo anda medio desencantado con el resultado de sus iniciativas, en particular tras el fracaso de Bayosphere.com, que debería haber sido "el" sitio de periodismo ciudadano. Su clásico "We the media" es lectura obligatoria, siempre y cuando sea crítica, para ver por qué se producen estos entusiasmos. También en este sitio hay discusiones al respecto.

Otra buena fuente viene del libro de título similar We Media, disponible aquí. En el fondo, lo que está presente es entusiasmo por los nuevos medios y desprecio por los viejos conglomerados. No lo comparto.

Del otro lado, los periodicos tratan de darse vida. De acuerdo, están perdiendo circulación, desde hace un rato, y casos serios como el de Knight Ridder no dan esperanzas, pero igual. Por eso han creado este sitio, que resulta interesante por la nueva narrativa que proponen: el diario vive a caballo entre dos mundos, y por eso ofrece más a los anunciantes de lo que pueden ofrecer otros medios.

Finalmente, la futurología viene al rescate: ¿qué tal un diario hecho de plástico, que se recargue automáticamente, que no ocupe mucho espacio, y que una vez usado, se bote y autodegrade sin complicación? Es la promesa de la computación con polimeros, como describe la BBC. Después de haber visto la edición dominical del New York Times en toda su gloria (diez centimetros de ancho doblado) y haber decidido que no vale la pena cargar con semejante cosa, prefiero el futuro. ¿Llegará a tiempo para los diarios?

jueves, 15 de noviembre de 2007

SPQR

En todas partes. Roma está llena de esa abreviatura. Hasta cierto punto, no tiene mucha importancia. Una alcantarilla con una abreviatura tan pretenciosa resulta una alcantarilla, nada más. Pero por otro lado, es un mensaje para que todos recordemos sobre qué piso caminamos.

Senatus Populusque Romanus. ¿Cuántos siglos tras ese nombre? La misma tarde en que se puede ver uno más de esos al parecer idénticos programas de la RAI, donde alguien habla delante de un auditorio semi circular con un público en permanente estado de entusiasmo, uno se topa con la copia de una estatua, que dice: Augusto Patri Patriae... Esto a pocos pasos de la "máquina de escribir", la sobrecargada y excesiva colección de clichés que homenajea a Víctor Manuel, el primer rey de la Italia contemporánea, el primer gobernante de la Italia toda. Este amasijo de mármoles esconde uno de los conjuntos más bellos de un pais al que le sobra belleza, Campidoglio, donde la estatua ecuestre de Marco Aurelio está perfectamente enmarcada por edificios bellos, armónicos, proporcionados para el sitio y la escalinata que hay que usar para llegar a ellos. Poco más allá, los varios foros; otro poco más allá, el Coliseo, con sus gladiadores de mentiritas y los vendedores ambulantes, que escapan de la policía como en todas partes.

La continuidad que hace la "máquina de escribir" de Piazza Venezia, Campidoglio, el Foro y el Coliseo, sirven para marcar las partes de Roma. Quizá la espectacularidad de la Piazza de Spagna, o de la Piazza del Popolo, pueden llamar la atención más; pero la idea de conectar lo casi más reciente, en la Piazza Venezia, las glorias renacentistas, en Campidoglio, y el pasado histórico, en el Foro, resulta particularmente lograda. Quizá el Foro podría tener más vendedores dentro, puesto que esa era su función original: la mescolanza de gentes del mundo entero, que caminan con una combinación de curiosidad y sorpresa algo prefabricada, es lo más parecido que hay a la Roma de la antiguedad: haya uno leído a Suetonio o a Cicerón, o a Robert Graves (o visto Gladiador), es sabido que Roma era el centro del mundo conocido, que gente, dioses y costumbres de todas partes llegaban a ella, y que el foro era una mescolanza de gentes del mundo entero, donde se vendía de todo para todos. ¿Un MacDonald's sería demasiado? Tal vez no. Sería la confirmación del eterno retorno...

Y si uno se pone a pensar mucho en estos temas, salta a la vista algo muy concreto: Roma apabulla por el exceso. Demasiada historia, demasiados turistas, demasiados autos, demasiados recovecos. Las pequeñas callejuelas aparecen por todas partes, las gelaterias, los bar-restaurantes, los Tabacchi; casi tanto como los inmigrantes que venden porquerías, sea a pie sea en las tiendas propiedad de chinos, sea en las cabinas de internet, que sí piden documento para conectarse, a diferencia de las cabinas propiedad de italianos, que finalmente sin miedos a ser deportados o maltratados, ignoran la ley como suele ser el caso en Italia.

No es cuestión de hablar de criminalidad o corrupción, sino de la virtud italiana para hacer exactamente lo mínimo indispensable para evitar el caos. El tráfico es amenazante, agresivo, pero prácticamente todos los choferes paran, incluso en los momentos más intensos en las horas más punta, cuando alguien quiere cruzar por el paso de cebra; la gente fuma exactamente 10 metros dentro de la estación del tren; tal vez la mitad de los automovilistas usan cinturón de seguridad; siempre alguien le conversa a los policías para que los dejen hacer las cosas a su manera, a veces con éxito, siempre sin exaltarse salvo al final. El resultado es que todo funciona pero al borde del precipicio, lo que lo hace fascinante de ver pero estresante para compartir.

Hoy por hoy, hay que añadir la decisión de respetar el pasado, cosa que no siempre fue así; el Circo Máximo fue el Forum Vaccinus, es decir un prado para vacas, por un buen tiempo, y aun ahora no es más que un prado en donde se intuye el pasado. En nombre del progreso, algunos se llevaron de encuentro monumentos notables. Pero ahora no se toca nada, y se cuida todo. Finalmente, parte de esta narrativa de la continuidad, que sin duda debe mucho a Mussolini, que aprovecho el pasado romano para sus propios motivos. Don Benito se imaginaba que algún día su estatua estaría al lado de la de Augusto; ahora su imagen es una curiosidad turística en el mejor de los casos.

El pasado estorba: Roma tiene un claro exceso de autos, que a pesar de la respetable cantidad de micro vehículos como el Smart atoran la circulación, especialmente porque son estacionados en cualquier sitio, con lo que el exceso se vuelve más evidente cuando uno se los topa quietos, estacionados hasta en las esquinas; encima tiene exceso de motos, sean Vespas o motos-motos, que se cruzan por todas partes y hacen pensar en Iquitos con su run-run de dos tiempos. El exceso se debe no tanto a la cantidad de gente, sino a la falta de espacio: hay demasiados rinconcitos en donde no entran los carros, y no hay sitio donde estacionar porque el metro cuadrado es carísimo. El transporte público parece ser bueno, a pesar de solo tener dos líneas de metro; incluso hay intentos de facilitarle la vida a los ciclistas, pero sería iluso pensar en ciclovías en el centro histórico, en lo que queda de las siete colinas (es decir, en lo que hace Roma la ciudad eterna, en el área más transitada de la ciudad), porque no hay sitio. Puedo imaginar a algunos romanos arrebatados, pensando en lo útil que sería ponerle una bomba a las callejuelas o vender el Coliseo a Disney, pero son delirios: no creo que haya algún futuro para nadie que piense seriamente en destruir esta Roma de hoy.

Sumemos a todo esto los precios espantosamente altos, cortesía del Euro y la caída del dólar; la evidente ligereza a la hora de disponer de la basura, y Roma, como toda Italia, es difícil de querer al primer golpe. Pero no es su culpa: los turistas están ahí en parte por Hollywood, antes que por los italianos, como lo muestra el que haya más referencias a "Roman Holiday" que a "La dolce vita". También hay que echarle la culpa a los japoneses: si las cámaras fotográficas no fueran tan baratas, tal vez la abundancia turística sería menos agobiante. Los flashes atosigan, y todos sienten que pueden tomarse exactamente la misma foto que otros, mejores que ellos, ya tomaron hace mucho.

Baste ver la Fontana de Trevi, un lugar precioso por todas las buenas razones: está en uno de esos rincones romanos que parecen intencionalmente hechos para parecer hermosamente históricos; la fuente es increíble, como conjunto escultórico y como experiencia estética general, con el ruido del agua casi convertido en melodía; y el espacio, especialmente de noche, es perfecto para contemplar y apreciar, y sí, es muy romántico. Lástima que, tal vez con la excepción de la madrugada, el ambiente es un asco: cientos de turistas, ruidosos, obsesionados con salir en la foto o con tener una "prueba" con la que atormentar a alguien cuando vuelvan a casa, incapaces de apreciar el lugar sin ser turistas, sin hacer bromas idiotas o comparaciones banales, sin mostrar que vieron La Dolce Vita (aunque me temo que probablemente no han visto más que la referencia iconográfica de Anita Ekberg en el agua, sin tener idea de la película misma). Si se le añade a la ecuación la variedad de vendedores ambulantes, que ofrecen desde flores hasta juguetes de a china, y tenemos ante nosotros lo peor que nos puede brindar la abundancia del capitalismo informacional: demasiada gente viajando, descontextualizada por la falta de esfuerzo, que hace que Roma sea una caricatura de sí misma, una colección virtualizada de lugares que se conocen no por ser una unidad, por ser el resultado de siglos de idas y venidas de poderosos y plebeyos, por mostrar lo mejor que puede dar Occidente, por ser un testimonio de una ciudad que ha cambiado pero no ha perdido de vista ser lo que es desde hace más de dos milenios.

No, nada de esos es Roma para las hordas de turistas, que no la entienden como tampoco la entendieron los vándalos o los ostrogodos, los que le dieron el puntillazo final al decadente imperio de occidente. Roma, para las manadas turísticas, es una colección de imágenes inconexas, una serie sin gracia de "lugares" en los que hay que "estar". Alarico despedazó lo que no entendió, dejando las heces y arrastrando las riquezas, sin entender que solo tenían sentido en la unidad que representaban con la ciudad del Senado y el Pueblo. Los turistas despedazan una de las mayores obras de la humanidad para completar una lista y decir: estuve ahí.

No sé quién es peor.

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