lunes, 14 de diciembre de 2015

¿Sueñan los peruanos con futuros eléctricos?

El Jardín de las Delicias, también conocida como la campaña electoral 2016, pasa por un momento intenso hasta su inevitable debilitamiento navideño. Volverá con el verano, con la ENSO, y traerá más confusión y gotas de irritación. Los conjuntos están claros, las ideas no abundan, y los pequeños dramas farsescos que nos han agitado a los que estamos pendientes de ellos indican que las elecciones serán cualquier cosa, menos discusión colectiva sobre el futuro.

¿Por qué nos pasa esto? ¿Por qué la colección de payasos, delincuentes, cínicos e ingenuos de telenovela que pretenden ser presidentes no ofrece algo más claro sobre nuestro futuro? ¿Será que los peruanos somos responsables?

Sin duda, los niveles educativos son bajos; pero cuando escucho a miembros relativamente educados y lúcidos de la burguesía nacional pretender que Pedro Pablo Kuzcinski es un candidato viable, no puedo negar que me da risa; cuando veo a las izquierdas agitar el auto fetiche de la unidad como solución a su performance en el error estadístico, no puedo negar que me da risa; cuando escucho a César Acuña, o a Yeni Vilcatoma, o a José Luna, o a Keiko Fujimori, hablando como si fueran algo más de aprovechadores y convenidos, no puedo negar que me da risa. Como a muchos de mis amigos y conocidos, la risa es un mecanismo evasivo. En realidad me da pavor por el país.

No se trata de especular escenarios específicos, sino de preguntarse por qué estamos así, por qué somos incapaces incluso de tener un buen populismo autoritario capaz de gobernar el país por una década o dos. La historia de la región está repleta de intentos de ordenar la casa desde un proyecto nacional, en el sentido de abarcador, de una noción de qué hacer con el país en pleno, que en el Perú quizá tuvo Velasco pero nadie más: todos nuestros proyectos han sido menudos, egoístas, dedicados a hacerle mal al competidor o al enemigo o al que me cae mal, pero ni siquiera el APRA en su momento realmente masivo y popular, logró articular un movimiento capaz de empujar al país en una dirección más nacional. Los vecinos que no han tenido grandes populismos fueron de alguna manera el coto privado de burguesías nacionales más o menos organizadas, que lograron contener los conflictos de forma continua hasta que sus propias carencias los hicieron explotar (véase la gran Colombia, Chile), o pequeños casos con características particulares como Uruguay o Paraguay. Hasta Bolivia, tardíamente, reencaminó la fallida experiencia populista de Paz Estenssoro en el cocalismo indigenista de Evo Morales.

¿Qué nos ha faltado en el Perú? Velasco desmontó el viejo estado oligárquico, desinteresado en articular al país porque no necesita de él sino de sus chacras, sus haciendas y sus minas; esto lo convierte en un gobierno importantísimo, pero el problema es que no dejó nada a cambio. El vacío nos cubre desde 1975: el país no tiene ruta clara, y distintos intentos, difusos, anacrónicos o simplemente improvisados, nos agitan desde entonces. Quizá la ilusión de la macroestabilidad fiscal parezca un relato nacional, pero la prosperidad que ha traído es frágil y meramente financiera; el país sigue sin el rumbo necesario para saber qué hacer con el todo y con sus partes.

Agotado el mega ciclo de la expansión china, que ha sido tan importante como la probidad en el manejo fiscal estos últimos 25 años, la pregunta más crítica no es como crecer, sino qué hacer para que el crecimiento impida más mafias chalacas, más universidades bambas, más construcciones aisladas que no dialogan con su entorno, más alcaldes prepotentes, más precariedad de servicios que matan a los más pobres, más delincuencia desbocada capaz de todo. Ya lo sabemos, este experimento natural de los cinco lustros precedentes lo deja claro: crecer el PBI no basta para hacer un país.

Nos falta un relato nacional, nos ha faltado una comunidad imaginada. Usar a Benedict Anderson es lógico: la construcción de un estado nación a través de la secularización, del interés de las burguesías locales, del capitalismo impreso, es un proceso que se hizo evidente gracias a la agudeza, la brillantez y la economía discursiva del brillante historiador fallecido ayer, 13 de diciembre. Ese proyecto nacional del siglo XIX que no floreció, que nunca logró cubrir el país y que murió en la guerra del Pacífico, nunca fue reemplazado sino por rentismos varios y desprecio por los compatriotas; los que siguen pensando que Velasco fue lo peor que le pasó al país sigue despreciando la evidencia que el Perú no era un país funcional en esos años, y optan por mirar a Lima u otras zonas urbanas como paraísos donde todo estaba en su sitio y era tranquilo: la clásica mirada reaccionaria. Pero desde las izquierdas, que siguen soñando en movimientos que vendrán a acabar con la explotación, la opción es ser reaccionarios desde el futuro: se espera que 1848 ocurra en 2018, como se esperaba que lo hiciera en 1978, 1988, y quizá 2008 (los noventas son mantequilla).

¿Podremos algún dia imaginar un Perú realmente para todos, capaz de ofrecer lo suficiente a todos los distintos, diversos y divergentes grupos que lo conformamos, como para que se pueda evitar esta muerte por inundación lenta que parece tenernos atados? La historia parece decirnos que no. No tenemos un futuro eléctrico, en común, sino un futuro carente, similar a la misma farsa que ya vivimos, cuál confession dial colectivo; lastima la falta de astucia para salir de él.

Hasta que eso no ocurra, tendremos que soportar que cada elección sea peor que la anterior. Quizá Acuña sea visto en 30 años como un patricio al lado del Presidente Zumba. Quizá hayamos pasado a la historia como el país Peter Pan, que no quiso crecer y ser estado nación, hasta que nos fuimos a la tierra de Nunca Jamás del calentamiento global. Lo más probablemente, es que quienes estén por aquí se hagan la misma pregunta, la forma elegante y para adelante de la Questionem Zavalitaes(*): ¿se puede hacer algo con el Perú?

Imagino que la respuesta será la misma que ahora...




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*: Ya sé, no es latín. Es apenas una improvisación, lo que resulta muy nacional.

lunes, 9 de noviembre de 2015

La televisión y sus responsabilidades básicas

Eduardo Dargent ha iniciado, desde esahora.pe y su columna en La República, una demanda de mayor presencia de temas políticos en la televisión de señal abierta. De manera algo ligera, le ofrecí polémica, pensando en argumentos anteriores ya esbozadas por mí; pero creo que luego de algo que afortunadamente no vi, es necesario entrar al problema más de fondo para entender la cuestión específica de la ausencia de política en la televisión peruana.

Esta noche, Mauricio Saravia posteó en su cuenta de FB:

Lunes 9 de noviembre, 9:21 p.m. Panamericana TV, noticiero 24 horas. Acaban de pasar imágenes de soldados del Estado Islamico acribillando a balazos a 200 niños. 200 niños. 200 niños. A balazos. Hijos de puta. Por qué las imágenes, por qué. Métanse su "interés informativo" al culo, repugnantes seres. Maldito morbo que vende. Hay días que no se puede...

Efectivamente, los epítetos quedan cortos. ¿En qué mente puede pasar como correcto o informativo transmitir algo así? ¿Bajo qué principios incluso de rating semejante barbaridad como la cometida por Daesh puede ser reforzada, avalada, por un canal de televisión peruano?

No tiene valor informativo alguno, no tiene absolutamente ninguna importancia como testimonio de nada. Es simplemente morbo producto de una completa desaparición de sentido de la responsabilidad. Los responsables de Panamericana merecerían al menos una evaluación psiquiátrica. Ni la libertad de expresión ni nada puede servir como excusa para lo que han hecho.

Pero la pregunta es por qué lo han hecho. Más allá de los serios problemas morales de todos los involucrados, desde el que lo sugirió hasta el que decidió pasando por el presentador que lo puede tolerar, lo que queda claro es que la irresponsabilidad campea en la televisión de señal abierta. Perdido cualquier sentido de relevancia social o política, reducido todo al rating y quizá a la defensa de los intereses de los dueños y sus amigos, la televisión carece de brújula alguna que la guíe por decisiones que a cualquier otro individuo más o menos ubicado moralmente no le tomarían segundos.

Algo así no tiene ninguna razón para ser exhibido en televisión. Hacerlo es inmoral, debería ser ilegal, y tiene que volverse ilegal. No por un sentido de moral vacío; se trata de un valor fundamental, constitucional, que es responsabilidad de todos no solo respetar sino proteger: la persona es el fin supremo de la sociedad, y todo debe basarse en el respeto de este valor axiomático. Eso incluye respetar tanto a esos niños asesinados como a los televidentes que creen que van a ver noticias y terminan sometidos a un espectáculo inhumano.

Pero si los canales de televisión abdican de su primera responsabilidad, de la primera responsabilidad de todo ciudadano peruano, ¿qué podemos esperar?

Coincido con Eduardo Dargent en que la auto regulación es pura fufulla, puro sofisma sin convicción. No hay intención de hacerla efectiva. La sumisión al rating viene de lejos, es en realidad el pecado de nacimiento de la televisión, cariñosamente reforzada por la aberración perpetrada en el gobierno aprista de 2006-2011, que entregó la televisión digital terrestre a las mismas empresas que ya hacían lo que querían en la vieja señal abierta. Tenemos un páramo, creado por las transformaciones producidas por la Internet, por las miserias locales y por la cobardía de los políticos. El resultado es lo que tenemos delante, el abandono completo de responsabilidades básicas, no solo informar de política sino informar.

¿La solución? Una franja de contenidos políticos sería esencialmente un espacio entregado no a posiciones políticas, sino a intentos de difundir más y mejor contenido "de impacto", con las diferencias que existen en los distintos canales, sin duda. Sería reproducir los mismos conflictos de interés, los mismos mangoneos, la misma completa irresponsabilidad con la que se permite que en una radio un conductor popular pueda insultar o mentir, o que un supuesto periodista pueda insultar o difamar por Twitter como si no tuviera que mantener cierta pretensión de objetividad.

Entonces, y sabiendo que la regulación es complicada y simplemente inviable sin una mayoría parlamentaria realmente grande a favor de esto (lo que sería improbable incluso con un(a) presidente decente y con coraje para defender los intereses ciudadanos) solo queda exigir, demandar o quizá desear que la primacía del primer artículo de la constitución sea defendido por alguien, quizá siquiera por la sociedad civil, débil y desarticulada como lo es.

¿Se acuerdan de él? Simplísimo:  

Artículo  1.- La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado.

Por ahí se podría comenzar. No se trata de regular la televisión, sino de recordarle que tiene una responsabilidad fundamental que no debe jamás dejar de lado. Si comienzan a hacerlo, bien. Si no, habría que ponerlo en leyes o reglamentos: no se puede ofender gratuitamente, no se puede mezclar las pasiones personales o la ausencia de norte ético por encima de la Constitución Política de la República del Perú.

Luego de lograrlo --sabiendo que no hay una ruta clara para ello, sabiendo que no será fácil entre los abogados dispuestos a proteger a sus clientes, los empresarios sin sentido de país, los políticos cobardes y la ciudadanía desentendida y cínica-- podríamos pedir política en la televisión. Recién así valdría realmente la pena.

Entonces, no es tanto un desacuerdo, como un reordenamiento de prioridades. Comencemos por lo básico para llegar a lo concreto. Démosle sentido a nuestra propia Constitución, fallida, errada e inconsistente como es. Seamos ciudadanos.




sábado, 15 de agosto de 2015

Doce preguntas para candidatos presidenciales

Una de las consecuencias más contradictorias de la masificación de uso de la Internet es que cada vez es más difícil encontrar espacios de interés general en donde se traten temas a profundidad. Las viejas revistas con intención más profunda no han sobrevivido, y otras como Poder, que es muy interesante, tiene un rango amplio de preocupaciones pero un alcance relativamente preciso. Sería ideal contar con medios capaces de hacer entrevistas de largo aliento a los candidatos presidenciales, pero por muchas razones cada vez es más iluso pensar que un diario, y mucho menos un programa de televisión, hará algo así.

Sin embargo, soñar no cuesta nada. Precisamente por eso, me puse a pensar qué le preguntaría a un candidato presidencial sobre lo que piensa hacer con el Perú si ganara. Evitando las preguntas confrontacionales e incluso revisionistas (¿qué harás con tu papá? ¿cómo explicas los narcos indultos? ¿como evalúas el fin de la guerra fría? ¿cuando dejarás el otro pasaporte / volverás a vivir en el Perú?), me planteo que asuntos realmente programáticos podrían iluminarnos sobre dos cosas: qué ideas tienen para realmente enfrentar los problemas nacionales, y en general, qué ideas tienen, de tenerlas. No imagino a un Brad Pizza ni a un Kim il Mudo respondiendo ni el diez por ciento, pero la verdad me entra la duda si algún candidato ya lanzado o próximo a lanzarse tendría respuestas para la mitad. Y mi duda no proviene de asumir que mis preguntas son singularmente sofisticadas, sino de mi pobre opinión de los candidatos.

En fin, quién sabe y esto sirve para algo. Aquí van las doce preguntas, con sus ampliaciones en algunos casos:


  1. ¿Como buscaría aumentar la confianza de la ciudadanía en la policía y el poder judicial, para enfrentar a la delincuencia común? ¿Alguna medida específica pensada en este ámbito? 
  2. ¿Considera que es posible bajar el costo de las transacciones financieras, para aumentar el acceso al crédito, o cree que el mercado está funcionando en este aspecto? 
  3. ¿Debe seguirse promoviendo a los COAR, o más bien dedicar esfuerzos a aumentar el nivel general de la educación pública? 
  4. ¿Qué opina de la labor de CONCYTEC en los últimos años para promover la investigación científica y tecnológica? ¿Alguna idea de cómo mejorarlo? 
  5. ¿Qué hará para aumentar la inversión y ejecución de obras de infraestructura de transporte? 
  6. ¿Cómo fortalecerá el sector público? ¿Buscará aumentar los atractivos de la carrera pública? 
  7. ¿Cuál es su posición frente a la captura masiva de datos que realiza EEUU? ¿Y frente al uso de herramientas informáticas por parte de China para capturar datos industriales y políticos? ¿Alguna medida o política? 
  8. ¿Cuál será su política de reparaciones a las víctimas del conflicto armado?
  9. ¿Promoverá el ordenamiento territorial sistemático en todo el país? ¿Cómo?
  10. ¿Continuará la política de promoción de acuerdos bilaterales de libre comercio? ¿Considera que el sistema multilateral no tiene sentido o futuro? 
  11. ¿Qué acciones urgentes para aumentar el uso de energías renovables tiene pensadas? 
  12. ¿Considera que el Perú tiene alguna potencial amenaza a la soberanía nacional que requiera una política de defensa nacional específica? ¿De no ser así, cuál es el rol futuro de las fuerzas armadas? 
Todas estas preguntas son publicadas bajo un licencia Creative Commons que permite el uso irrestricto sin atribución de la fuente.


viernes, 31 de julio de 2015

Manual para Selfies urbanizados

El 28 de julio, fecha solemne del calendario cívico, mientras el Señor Presidente de la República daba un discursito en las escalinatas de Palacio de Gobierno, sus ministros decidieron que estaban en otra, y se conectaron con su adolescente descriteriado interior, entregándose apasionadamente a la fotografía, en particular al selfie.

¡Oh musa canta la cólera de Nicephore Niepce!  tantas barbaridades fotográficas cometidas gracias a la abundancia de dispositivos móviles con cámara, llamados vulgarmente esmarfons.

Pero lo más importante no es el raje por el raje, es el análisis. Es importante organizar las ideas y tratar de entender los procesos socio/económico/político/culturales que subyacen a las actividades cotidianas de comunicación, expresiones de las relaciones de poder, patrimonialismo, aculturación, patriarcalismo, heteronormatividad, subalternidad y re-colonianidad, a través de la subsunción del capitalismo en las formas expresivas de la cultura y el arte. En otras palabras, el selfie sirve para entender el capitalismo tardío neoliberal que nos acogota.

Entonces aclaremos que un selfie no es meramente una foto tomada con un teléfono, sino una foto que uno se toma con la cámara. Esto nos permite afirmar que en la foto de marras, aquí enlazada cortesía del decano de la prensa peruana, algunos están simplemente tomando fotos en plan de turista desubicado, mientras que solo hay uno que sí está tomándose selfies, en plural, porque siempre son varios.

Es más, lo que podríamos llamar un proper selfie (si seguimos a la Escuela de Manchester) o un egoportrait comme il faut (si optamos por ponernos lacanianos), implica necesariamente que la foto tenga como elemento predominante la carota del operador del aparato, es decir que no se vea el contexto sino el ego. Por ejemplo, un selfie simple sería una foto de alguien frente a la Torre Eiffel, donde se ve la Torre pero también en primer plano la cara del fotografiante. Pero un proper selfie requiere que aparte de la carota cubriendo casi todo, la Torre salga, digamos de la crisma del fotografiante, desenfocada, mientras que la cara salga sobre o sub saturada de luz, de manera que el resultado es espantoso desde cualquier perspectiva expresiva o artística. Es simplemente ego, sazonado con absoluto desconocimiento de los principios de la composición fotográfica. En cambio, un meta selfie es un selfie en el que sale alguien que se está tomando un selfie.

Añadamos eso que Radio Shack llama "soporte universal para smartphones", el palito para selfies, y tenemos el mecha selfie: una extensión mecánica del brazo para ampliar el rango del campo fotográfico, con lo que se produce una apropiación subjetiva del entorno a través de la unión de la tecnología y el trabajo humano, aumentando el espacio posible de explotación de lo(a)s personas, así como la subyugación ideológica propia de la reproducción mecánica de las obras de arte. Además el palito de selfies es una extensión del hombre / mujer / largo etcétera, tal como lo había planteado McLuhan, dado que permite ampliar la expresividad no solo fotográfica, sino de presencia personal: así como los banqueros ingleses usaban el paraguas para expresar su rango social, y ciertos personajes de ficción como Mr. Peel de los Vengadores podía extender sus capacidades usando una espada escondida en dicho paraguas, las personas de hoy pueden usar el palito de selfies para extender su reclamo territorial al blandir el palito de forma de dejar en claro que, cual león o perro callejero, no es posible invadir su burbuja. El palito de selfie puede ser además un añadido perfecto al atuendo del hombre moderno, de manera que uno lo lleve en la mano sin que nadie sospeche que en realidad es una cerbatana o el aparato que usó Javier Bardem en No country for old men; indispensable en estos tiempos de inseguridad.

Sumémosle el aparato mismo: para los varones, ya no se usan esas cartucheras que iban en el cinturón, que eran intentos mal disimulados de habilitar un baticinturón en cómodas cuotas. Ahora el celu se lleva en el pantalón, en otro ejemplo de extensión del hombre mcluhaniana: la virilidad se manifiesta en el bulto que deja el aparato, aunque tenga la extraña forma de algo grande pero plano. Para la mujer, el desafío es la combinación entre el cada vez mayor tamaño de los aparatos cuando se usa carteras elegantes, que pueden ser mínimas... Pronto se venderán celulares con carteras.

Lo que vemos en miles de lugares turísticos es, por lo tanto, un proper mechaselfie. En cambio, lo que ocurrió el martes fue distinto: el minselfie, que es el selfie singularmente inadecuado, tomado delante de todo el mundo y cuando se espera que uno actúe de otra manera. No hay que ser ministro para tomarse un minselfie, pero sin duda ayuda.

Entonces: si quieres estar con los tiempos y mostrar tu completo desprecio por el arte fotográfico y por tus semejantes, además de exhibir tu sumisión a la subsunción y a la explotación mecanicista de la comunicación humana, tómate un proper selfie con tu palito en pleno entierro de tu madrina, sonriendo como es lógico: proper mecha minselfie. Será un hombre/mujer/largo etcétera de estos tiempos, y algún arqueólogo, cuando encuentre tu foto en un archivo perdido allá por el siglo ILI, se reirá de ti, y a través tuyo, de la humanidad; y ni siquiera sabrá que fuiste ministro.

Extra: una buena colección de imágenes y bromas (mal llamadas memes, pero eso es para otro día) sobre el tema, en este post de La Mula.






domingo, 26 de julio de 2015

Perú 2016: seis escenarios

Buenas... como ahora también soy cientista político, y por lo tanto no sirvo para nada, he optado por intentar una quinta profesión, siguiendo los consejos de un amigo Indio: Madanmohan me decía que siempre hay que tener cinco planes de vida y el último debía ser volverse gurú. Inauguraré mis intentos de reconversión profesional con una nueva técnica de premonición llamada ευανάγνωστη οθόνη (está en griego, por si no lees griego) que consiste en ver el futuro en los patrones de vidrio trizado de una pantalla rota de iPhone (matan por esto en Silicon Valley).

Habiendo roto un par de iPhones (uno es el control, el otro es propiamente el adivinamiento), veo seis posible futuros para el Perú, que calificaré de A a F, siendo esta una escala uninominal con valores ascendentes,  donde A = el peor posible de los peores escenarios malos, y F = arcadia pero con banda ancha, y sin selfies.

Escenario A, o las siete plagas de Egipto, todas juntas pero con buena prensa: Fujimori gana las elecciones. Es decir, Keiko Fujimori gana, pero en realidad es su papi el que gobierna; es liberado por la misma Keiko el mismo 28 de julio, y desde ese momento comienza una orgía de venganzas y desquites que hace que la tercera temporada de Espartaco sea un programa para niños. Solo cuando el tercer reporte negativo de crecimiento económico es puesto en circulación, y a pesar de la reubicación de los técnicos del MEF como controladores del SNIP en Challpalca que esto conlleva, es que los medios se dan cuenta de (es decir, los operadores mediáticos de los empresarios les hacen saber a los medios que deben darse cuenta de) que la economía del país está hecha un desastre, que nos han expulsado de todos los foros posibles, que los delincuentes ni siquiera intentan disimular que lo son porque la policía solo trabaja controlando manifestaciones y cuidando casas de fujimoristas, y que el dólar está a ocho soles. Pero como la tranquilidad macroeconómica es la mejor señal para los inversionistas, solo piden el regreso de Alonso Segura al MEF. Lampadia pide represión a los antimineros, y la consigue. Perú no califica al mundial de Rusia.

Escenario B, o tal vez un par de plagas más un Niño de tres años, pero tampoco es para tanto: Keiko gana las elecciones. Su papá es liberado el 31 de julio, y enviado como embajador del Perú a Japón, mientras que Martha Chávez es enviada como embajadora a Iraq, donde logra espantar al Estado Islámico. No es un lecho de rosas pero al menos sobrevivimos (o sea, la repetición de Toledo, García II y Humala. Nada nuevo bajo el sol). La delincuencia es controlada por el método Montesinos: les pagan para que no roben. Como la tranquilidad macroeconómica es la mejor señal para los inversionistas, los empresarios consiguen que Alonso Segura siga en el MEF. Lampadia pide represión a los antimineros, y le dan un poquito; Keiko muestra su empatía yendo a consolar a las familias de los policías muertos, mientras Kenji promete encargarse él mismito de los antimineros, sin que pase realmente nada. Perú no califica al mundial de Rusia.

Escenario C, o el menos malo de los males menores siempre es un mal: gana Kuchinski. Repítase todo el párrafo anterior desde "Su papá es liberado..." (obviamente no es su papá, es el de Keiko).

Escenario D, o esto no va a pasar: gana Alan García, o Alejandro Toledo, o Julio Guzmán, o Brad Pizza. No, no va a pasar.

Escenario E, o fantasías animadas de ayer y hoy: un outsider simpático, coherente y pensante logra convocar a lo mejor de la derecha, del centro y de la izquierda y consolida un frente más o menos decente, más o menos organizado, más o menos eficiente, que logra un gobierno más o menos pasable. No es que todo se arregle pero como que nada empeora y sobre todo, queda claro que es posible gobernar al Perú sin ser un delincuente, la hija de un delincuente (encima traidor, asesino y cobarde), o un incapaz desubicado. Levitski la califica como la coalición paniaguista aggiornada, lo que suena a premio Nobel para dicho outsider, quien naturalmente sabe quién es Levitski (si tú, desavisado(a)(e)(i)(u) lector(a)(e)(i)(u), no sabes quién es Levitski, nada puedo hacer por ti). Lampadia pide represión pero no le hacen caso. Los medios deciden ser ecuánimes y hasta objetivos. La delincuencia disminuye un poquito y deja de organizarse en mafias, aunque no desaparece ni mucho menos. Fujimori culmina su condena, o fallece en la cárcel, y nadie lo recuerda el 2021, y ciertamente Keiko descubre los placeres de la vida suburbana en Iowa o Montana. Toledo dice que el 2021 sí la hace.

Escenario F, o fantasías lisérgico-ayahuasqueras: gana la nueva izquierda. El Perú se convierte en la Arcadia juvenil, un paraíso pastoral sin minería contaminante, sin delincuencia, sin dólares y democrática hasta el tuétano: todo se decide por consenso logrado en asambleas de base. La productividad aumenta gracias al aumento de salario mínimo a niveles escandinavos, logramos consolidar un modelo de desarrollo basado en energía no contaminante y hasta revertimos el cambio climático. El 28 de julio de 2021, Verónika Mendoza le entrega el mando a una lideresa cajamarquina que todavía no ha comenzado a hacer vida pública, pero que los medios, ecuánimes, democráticos y sobre todo imparciales, han destacado por sus méritos y no por su apariencia o su capacidad de hacer comentarios provocadores. Lampadia se inmola en el altar de la nueva democracia no sin antes reconocer sus pecados antidemocráticos (además se queda sin plata porque no hay minería contaminante que la financie). Perú se queda por poco y su ausencia en el Mundial de Rusia es atribuida a los rezagos del pasado: para Qatar 2022, pero sobre todo para Australia 2023, y gracias a las políticas de paridad de género, ¡vamos por la copa!

En fin: si has llegado hasta aquí, querido lector, querida lectora, queride lectoru (largo etcétera), dejo en tus manos la elección del escenario más plausible, aunque imagino que ya discerniste que esta escala va de más a menos en cuanto probabilidad...


viernes, 22 de mayo de 2015

El trencito chino y las nuevas formas de colonialidad

Un titular delirante de La República me deja pensando. La propuesta de tren "transoceánico", del que se dice que unirá Brasil, Perú y China (asumo que por un tunel submarino pendiente de ser inventado) es presentada neutralmente, como algo interesante y, al carecer de críticas, positivo. Puedo imaginar que como cualquier mega-obra será visto como algo bueno para el país, desde la derecha empresarial que ve la inversión como la única ruta para el futuro, como para el sentido común general, que más o menos piensa lo mismo.

El tren en cuestión pasará a través de la selva, por Pucallpa hasta Tingo María; luego subirá, cual Carretera Marginal, hasta Tarapoto, y de ahí saldrá a Bayóvar pasando por la calma Chachapoyas y por el cafetero Jaén. Integración transversal y todo lo demás.

¿Fantástico? No sé. La experiencia de la carretera interoceánica no me da mucha esperanza. Fue hecha para facilitar el transito de bienes y personas de Brasil al oceano Pacífico, no como componente estratégico del desarrollo peruano. Leer siquiera por encima este panegírico oficial resulta interesante sino deprimente: laissez faire en acción, la carretera haría magia y le daría el equivalente a las corvinas nadando con su limón a los habitantes de la zona de impacto directo de la carretera. Ahora tenemos que quizá el mayor impacto sea el abaratamiento del funcionamiento de la minería ilegal en Madre de Dios, que es un desastre de marca mayor. Eso más otras obvias consecuencias: basura, impacto ecológico negativo, tráfico de personas, etcétera.

Nada de lo ocurrido era necesario, pero sí previsible. El Estado Peruano aceptó la premisa propuesta por Brasil, y convirtió en prioritario el satisfacer los intereses del vecino asumiendo que los beneficios de esa sumisión al hegemón regional serían al final del día, importantes. Los costos, enormes, si fueron previstos se los ignoró, y si no, simplemente se pecó, gravemente, de ingenuidad si no de irresponsabilidad.

No hay razón alguna para asumir que someter nuestros intereses al potencial nuevo hegemón global no vaya a causar lo mismo. El ferrocarril está siendo planteado como satisfacción de los intereses de China y un poco de Brasil, con el Perú como un mero espacio que atravesar para facilitar los intercambios entre el grandazo del barrio y el aún más grandazo global.

¿Nos conviene?
¿Nos afectará? ¿Cómo? ¿Podemos prevenirlo?
Sobre todo, ¿podemos preparar al Estado Peruano para que no se haga el loco en dos idiomas sobre lo que estamos entregando a cambio de un trencito?

No digo que hay que rechazar el tren. Para nada. Pero tampoco hay que ser idiotas. Estamos permitiendo que otros nos usen para lograr objetivos que nos son ajenos, lo que a veces es la única manera de lograr que los grandazos le hagan caso a los chiquitos (somos chiquitos, hay que asumirlo: dejen la tontería de la OCDE o el primer mundo un rato en paz, por favor). Pero ser buena gentes no quiere decir ser idiotas, y negociar simplemente bajo el principio que queremos que los grandazos nos inviten a su fiesta resultará en que cuando lleguemos, no tengamos con quien bailar y que al final tengamos que recoger la basura de los grandazos, y la nuestra de paso.

En estos tiempos, la colonialidad no es como era antes... ya no se trata de apropiarse despóticamente de un territorio, de imponerle sistemas de creencias y someterlo con violencia. Ahora se trata de forzar leyes con nombre propio, de hacer que atraquemos a algo como si fuera lo mejor para nosotros, que aceptemos que no tenemos futuro sin someternos de manera fundamental e ideológica al desarrollo ajeno como ruta al nuestro. La colonialidad es infraestructural, no despótica: que China haga el tren que le conviene y que nosotros lo festejemos como si lloviera maná del cielo es permitirnos el lujo de olvidar lo aprendido y aceptar que no tenemos capacidad de pensar nuestro país como algo que no sea un adjunto de poderes lejanos. Subditos coloniales del nuevo milenio.

Sería ideal que hubiera algun político, algún líder de opinión, alguien, que pudiera decir "¿qué hay para nosotros en esta vaina del tren?" Ni siquiera es territorio nuevo: ya vimos lo que pasó en Madre de Dios. ¿Queremos que se repita en Ucayali?

jueves, 7 de mayo de 2015

De pulpines e indignados: una opinión sobre el fin sin inicio del poder en red en el Perú

Publicado originalmente en Ideele 249.

Las movilizaciones contra la “ley pulpín” produjeron entusiasmos varios: interpretadas como una señal de renacimiento político de la juventud peruana, y como una esperanza de renovación de los liderazgos de izquierda, algunos comentarios además las vieron como expresión local de los movimientos internacionales agrupados bajo el nombre de “indignados” o similares a las varias primaveras árabes: jóvenes movilizados digitalmente, organizados de manera horizontal, dispuestos a recrear la política desde su experiencia conectada y conectante.

Unos meses después, el panorama pre-electoral parece desolador: entre los viejos y los nuevos nombres, no parece haber nadie que no represente formas antiguas de entender la política, ni nada parecido a un posible liderazgo reformista, para no soñar con revoluciones, que impida que terminemos bajo más de lo mismo. Las disputas políticas son más de cómo hacer para que el modelo siga funcionando, con ilusiones como “ser país desarrollado” contrastadas con la constante carencia de funcionalidad elemental del estado.

¿Qué pasó? ¿Cómo así es que la intensidad de las protestas se difuminó para ser reemplazada por politics-as-usual? Acaso la tremenda fragmentación política, la crisis de representación, la fundamental indolencia del votante promedio convencido que nadie le puede ofrecer algo mejor, etcétera. Pero me permitiré postular que no estamos ante el fracaso de las movilizaciones para crear una forma alternativa de política, sino en que el análisis que les atribuía ese potencial estaba fundamentalmente equivocado.

Se propuso que el movimiento creado por el rechazo a la ley fue, por un lado una movilización de jóvenes que encuentran la necesidad de hacer política; por otro, reflejo de una transformación social que está en la base de movimientos similares, en donde gracias a cambios fundamentales en la manera como se puede pasar de comunicar a hacer, nuevas formas de acción colectiva emergen y es posible prescindir de mecanismos tradicionales como los partidos y los liderazgos tradicionales. La glosa que Nelson Manrique ofreció de las ideas de Manuel Castells sirve como introducción a las ideas tras esta mirada de los movimientos que el catalán llama “redes de indignación y esperanza”.

La primera premisa puede ser sostenible como hipótesis, pero hacer política puede ser la simple reivindicación de intereses y no la transformación de la sociedad; es sabido que la izquierda peruana mezcló esas categorías cuando asumió que existía un germen revolucionario en las organizaciones de base que en los ochenta parecían conducir un proceso social radicalmente distinto al orden burgués, pero que se desvanecieron por completo cuando los vientos politicos cambiaron en la década siguiente. Digamos que el grado de “politicidad” del movimiento juvenil que yace tras las movilizaciones está por establecerse.

La segunda premisa postula una idea que no es nueva: Anthony Giddens habló, a la vuelta de siglo, de un centro radical que impulsaba una sociedad civil global. Esta noción se monta con facilidad sobre los conceptos de sociedad red de Castells, y resulta en un tejido mundial relativamente tenue pero amplio de personas con interés en temas políticos, a partir de su conciencia sobre la manera como el mundo funciona, no desde una mirada local sino global, con una agenda forjada en los issues que nos afectan a todos. Es también parte de una mirada postmaterialista, propia de sociedades en donde las necesidades materiales no son la prioridad y que incorporan valores de solidaridad ampliada que incluyen la ecología, el respeto activo de la diversidad, Las redes creadas por la conversación global permiten que los distintos activismos se propalen y se imbriquen local y globalmente.

Evidentemente estoy simplificando: no pretendo reemplazar ni la lectura de Castells ni la glosa ya mencionada; pero sí quiero rescatar que tras la idea de poder-red (network power) yace una mirada más allá no solo del estado nación como espacio de hacer política, sino de la sociedad tradicionalmente anclada en una polity, sometida al poder estatal y articulada internacionalmente por reglas económicas negociadas en espacios transnacionales y multilaterales. En otras palabras, una organización social que puede trascender la globalización de doble candado: el candado formal de normas y acuerdos multilaterales que consagran el candado latente pero no menos importante de las prácticas sociales y culturales a las que las élites tienen acceso, y que hacen tan atractiva a nivel personal a la globalización. A través del poder-red, los ciudadanos logran romper las limitaciones de las polities basadas en estado-nación para cambiar localmente primero, pero articulándose a una agenda global.

Estas ideas son valiosas pero no son evidentes en sí mismas, ni aceptadas por muchos de los dedicados a la reflexión sobre la globalización. Esto no impidió que Castells, en lo que tal vez sea el caso más impresionante de post hoc, ergo procter hoc de las ciencias sociales en las últimas décadas, propusiera que la coincidencia temporal entre los movimientos de indignados / occupy con la primavera árabe no era más que la manifestación del surgimiento político de grupos que buscaban cambiar el sistema político/económico por algo más democrático y justo; y que el elemento definidor de este surgimiento político era no solo el uso de medios sociales para catalizar y articular el movimiento, sino que ese uso de medios sociales era expresión de una nueva forma de poder, centrado en el potencial comunicacional de los medios digitales y de las redes que se formaban en ellos. Sin duda, no pretendía que fueran movimientos idénticos, provenientes como lo eran de realidades muy distintas; pero sí se imaginaba que el cogollo de los activistas en ambos casos, respondía a este modelo de ciudadano altamente conectado, conectante, capaz de programar redes y de conmutar entre redes, que Castells considera como la base de la resistencia al poder más tradicional en la sociedad contemporánea.

El problema con la reflexión de Castells es doble: por un lado, sobreestimar la escala del cambio, si fuera tal, puesto que los números indican que los ciudadanos que responden y que reflejan los valores de una sociedad en red global son minoría incluso en las sociedades de mayores ingresos; esto implica un segundo error, que sería caracterizar como “conciencia política en red” a lo que no sería más que la participación como consumidor en redes globales de circulación de bienes culturales. En otras palabras: que se usen los medios digitales globales no quiere decir que se tenga valores de sociedad en red.

Esto llevaría a plantearse otras explicaciones para tanto la primavera árabe como los movimientos de indignados: agotamiento de modelos políticos (el autoritarismo más o menos secular en una zona atravesada de propuestas de inspiración religiosa para la primavera árabe; el pacto económico pos-guerra fría que congeló la iniciativa de los partidos de izquierda y creo un solo modelo de desarrollo en los países desarrollados), crisis económica, y sin duda, catalización acelerada de interpretaciones colectivas a través de medios que privilegian la velocidad y la apropiación de los contenidos que circulan en ellos.

No hay que despreciar el potencial de los medios sociales, como Facebook, para incrustar y dar valor de sentido común a una idea entre los miembros de una red. Cualquiera que haya usado “el feis” sabe lo fácil que es convertir una idea en el tema del día, y cómo la sensación de unanimidad que se produce en una red social determinada (es decir, en la trama de relaciones sociales de las que uno es parte) no es más que una ilusión cuando se sale de esa red social y se confrontan las ideas en el mundo real. Pero ese potencial comunicativo no necesariamente crea una nueva forma de ciudadanía: el fracaso de los movimientos Ocupa es una buena señal, y su reemplazo por lo que son partidos políticos más o menos populistas y hasta caudillistas de izquierda, como el exitoso Syriza en Grecia y el potencialmente exitoso Podemos en España, da una señal de lo que podríamos llamar el potencial centrípeto del estado nación para definir el ámbito de la política, y de la forma política específica que llamamos democracia liberal como delimitador de las posibilidades de aquellos que quieren escalar las murallas del castillo para destruir el ancime regime.

Todo esto explica entonces lo que podríamos llamar el éxito inevitablemente limitado de los “pulpines movilizados”: usando medios digitales para articular y rebalancear el mensaje político que se quiere proponer, salen a las calles y enfrentan a una clase política completamente carente de convicciones y de fuerzas reales, que puede ganar elecciones pero no movilizar a sus votantes para nada más. Como recuerda el mismo Castells, el poder es relacional: se ejerce contra alguien. Cuando el adversario es fundamentalmente débil, es posible forzarlo a ceder. Pasa todo el tiempo en el Perú, y quizá la diferencia fundamental entre los pulpines y el resto del país es que al ser en Lima, la atención mediática y política fue rápida y no tuvo que agravarse el conflicto, hasta el costo de vidas, para lograr el objetivo.

Pero que hayan usado medios digitales no hace que se trate de poder-red; que se trate de jóvenes no los convierte en actores políticos sino en un movimiento reivindicativo; que se parezca a las posiciones de izquierda no crea un mensaje unificador para la misma; y sobre todo, una golondrina exitosa no hace un verano electoral: las grandes mayorías que elegirán a quién detentará el poder no participan ni están interesadas en dejarse llevar por un movimiento tan preciso.

martes, 28 de abril de 2015

Television Abierta y su regulación

Enlazo aquí el texto original de mi artículo publicado en Poder, abril 2015, sobre si conviene y cómo podríamos regular la televisión de señal abierta en el Perú. Aclaro, la premisa es que no es posible verla aisladamente y que es necesario integrar la regulación con todo el sector de telecomunicaciones, para así enfrentar los cambios inmensos que sufre toda la actividad audiovisual en los tiempos actuales.


viernes, 17 de abril de 2015

Guzmán, adentro aunque se ponga afuera

Cuando leo a Julio Guzmán, no puedo dejar de pensar en esta cita del Padrino III:

https://www.youtube.com/watch?v=UneS2Uwc6xw

"Justo creí que estaba afuera, y me jalan de regreso": quiero ser el outsider, pero en realidad me recuerdan todo el tiempo que soy un insider...

Comprendo la ambición del candidato, de la gente que está tras de su candidatura. Parece lógico apostar a ser distinto, a ofrecer una narrativa diferente a las que los políticos ya conocidos, hayan o no sido presidentes, muestran todo el tiempo. Pero no la veo...

Guzmán se presenta como alguien como el común de los peruanos, que ha tenido éxito y que por eso puede ver un camino distinto. Sin embargo, y considerando que su historia personal puede ser valiosa, lo cierto es que hace tiempo tiene una vida muy parecida a aquella de muchos que han gobernado el Perú por casi veinticinco años ya. Los tecnócratas de formación universitaria avanzada que regresaron a hacerse cargo de la parte eficiente del Estado vienen manejando el día a día del Perú por años, y muchos de los problemas que tenemos vienen precisamente de una mirada "técnica" que le debe mucho a un modelo de gobernanza bastante predecible. La gestión pública no ha creado una narrativa local, sino que se ha montado en la mirada aceptada como "correcta", creada en organismos multilaterales y aplicada en muchos países. No es que sea mala, sino que carece de visión política integral y sobre todo, de feeling para la realidad en la que estamos.

Pero aparte de la narrativa, el otro problema con Guzmán es que no es como el común de los peruanos se imagina el éxito. No es un emprendedor, no es un "peruano exitoso": es un funcionario público bien entrenado que no transmite nada malo pero tampoco nada que dé la impresión que sabe lo que la gente piensa y quiere, sino que plantea soluciones inteligentes pero alejadas de la cotidaneidad urbana, para no mencionar de lo que pasa fuera de Lima o en las zonas rurales. Es un ejemplo de éxito al que no se le siente propio, sino más bien extranjero, preparado pero sin las urgencias de la vida diaria y de las preocupaciones que las muchas y muy variadas colecciones de grupos de interés tienen por todas partes del Perú.

Su estrategia parece más la de un político empeñado en ganar lo que los gringos llaman "las primarias invisibles": ese espacio de debate en privado, de convencimiento de élites, que garantiza el apoyo de los grandes tomadores de decisión que definen en buena medida a dónde irán los partidos en cada ciclo electoral. El arte de los ganadores de esas "primarias invisibles" es convencer a las élites que se seguirá el camino correcto, al mismo tiempo que se alimenta la percepción popular tratando de aparecer como alguien del común, como un Average Joe, como alguien que en el fondo sí es como tú. Como dice esa frase también gringa, alguien con quien quisieras tomarte una cerveza.

El juego dual de ser de la élite pero también del pueblo funciona porque se trabaja a dos cachetes: sin el apoyo de las élites no alcanza para ganar, pero sin el apoyo de las masas tampoco. Claro, eso funciona porque las élites controlan el camino electoral que permite apelar a las masas. No es el caso del Perú.

Como las elecciones recientes lo muestran, el apoyo de las élites se consigue de manera caleta, al mismo tiempo que se convence al grueso de los electores que se tiene conexión con ellos. Las élites financian y facilitan, pero no deciden, porque no hay partidos, no hay correas de transmisión entre las alturas y la población. Guzmán parece convencido que necesita primero conseguir, abierta y públicamente, el apoyo de las élites, pero incluso si lo consigue, la conexión con la gente es lejana sino imposible: es finalmente creación y reflejo de los que han servido a una gobernabilidad elitista por dos décadas, esa capa de funcionarios que escriben y piensan y actúan para el bienestar del chorreo y el crecimiento macroeconómico que parece estar agotándose a zancadas. ¿Cuál es su rollo para todos los demás? ¿Cómo convencerá a todos que lo que se ha hecho hasta ahora, pero algo mejor, bastará?

Por eso resultan algo banal su esfuerzo de definirse como un outsider. Es todo un insider. Desde su historia de vida hasta su accionar político. ¿Podrá cambiar su destino? Quién sabe... pero va a necesitar algo mucho más potente que su conversación con la prensa y su mención de funcionarios desconocidos fuera de los corredores del poder para lograr ser visto como alguien viable. No necesariamente tiene que ir a los mercados a tomar desayuno o mostrarse autoritario o reclamarse cholo sagrado: eso ya se hizo y difícilmente funcionará de nuevo. Pero mostrarse como ejemplo de un éxito foráneo y hasta indeseable para el grueso de los peruanos tampoco parece ser la ruta.

sábado, 11 de abril de 2015

Facebook Zero no es la Internet

Mark Zuckerberg se reunió con el presidente Humala. Hasta se puso terno. Impactante. Hablaron sobre cómo llevar la Internet a todos, del Internet gratuito. Lástima que no sea cierto.

La iniciativa de Zuckerberg es una combinación de Internet.org y Facebook Zero. La idea es ofrecer lo que se llama aplicaciones "zero rating", es decir aplicaciones que no facturan como plan de datos, a cambio de una subvención combinada de Facebook y de los operadores móviles.

Suena bien pero es una trampa. La Internet no es solo acceder a Facebook, y esas aplicaciones zero-rating, ofrecidas por ciertos proveedores, reducen la Internet a su funcionalidad y sus servicios, y por lo tanto son el equivalente digital a regalarte el album para que compres las figuritas. Es decir: te doy gratis Facebook pero para que tu experiencia digital sea exclusivamente Facebook.

Muchos dirán, ¿qué tiene de malo? Muchos solo usan Facebook, y ciertamente muchos ni siquiera saben que es posible usar algo más que Facebook. Pero


  1. El hecho que solo tomes Coca Cola no significa que solo deba haber Coca Cola en el mercado, sino qué sería del Aje Group. 
  2. El hecho que solo conozcas la Coca Cola no debería significar que no puedas enterarte de alternativas pero que no puedas usarlas, porque tu bodega y todas las bodegas cercanas solo venden Coca Cola, y para algo distinto tienes que ir al distribuidor y pedir que te den algo significativamente más caro que quizá no puedas pagar por adelantado. 
  3. El hecho que solo haya Coca Cola y nada más que Coca Cola hace que tu vida se reduzca a la Coca Cola, y te pierdas la posibilidad de probar jugos de frutas o simple y sencilla agua. 

En otras palabras: el zero-rating limita la competencia, limita la disponibilidad de información y consiguiente las experiencias culturales, y te convierte en cliente exclusivo de un proveedor que definirá tus opciones de acuerdo a su interés, no al tuyo.

Si no lo haríamos con los refrescos, ¿por qué con algo que constantemente se nos dice es esencial para el futuro desarrollo de todos, como la Internet?

Tomando en cuenta que hay leyes y regulaciones (pendientes) sobre neutralidad de red, el zero-rating no debería tener espacio alguno en el Perú. Sin embargo, nada como tener el acceso que muchos no tienen en una cumbre presidencial para vender una idea que a los oídos de un incauto (no solo en tecnología) debe sonar atractiva. Chile la rechazó por algo. Confío que Humadine pregunte, consulte y sobre todo requiera que los organismos relevantes digan lo que tienen que decir, y así evitar que el zero-rating se generalice, pero sobre todo que algo como Facebook Zero reciba facilidades legales o regulatorias bajo la ilusión que es una forma de mejorar la vida de los peruanos.

No lo es. No debe aceptarse.


jueves, 9 de abril de 2015

Izquierda peruana: mucho y poco

Con el respeto que me merecen muchos buenos amigos y buenas personas que sé están metidos en la creación de alternativas políticas de izquierda en el Perú, no voy a negar que no me hago mayor esperanza. 

Por un lado, porque si bien tengo sintonía moral, por llamarlo así, con los reclamos de la izquierda, no creo que las soluciones que proponen o que la interpretación de la realidad nacional provengan de la mirada más correcta. Tampoco creo que sus prioridades sean precisamente las correctas; pero esto no me impide reconocer que genéricamente hablando, la izquierda peruana ha sido la única interesada en construir un proyecto centrado en (casi todos) los peruanos; y que solo, en el mejor de los casos, el primer belaundismo ha tenido algo comparable desde la derecha. Dejemos que corra un velo compasivo sobre las contorsiones políticas del APRA, que destruyeron cualquier posibilidad de considerarlos un proyecto político y la condenaron a ser una secta. 

Entonces, la izquierda corre sola en la búsqueda de un proyecto nacionalista y popular, es decir orientado a satisfacer las necesidades de las masas y a través de ellas, de todos los peruanos; no cree en chorreos que son justificaciones mal disimuladas de la desigualdad de ingresos; no acepta que haya peruanos de segunda clase; defiende el derecho a la protesta. 

Eso no quiere decir que carezca de vacíos: tiene muchos sectores donde se justificaría con facilidad el autoritarismo a cambio del "proyecto"; el tema de libertades y derechos suele ser visto, no por todos pero sí por una significativa cantidad, como una cuestión fundamentalmente económica, con lo que asuntos fundamentales de nuestros tiempos como la igualdad sexual no tienen mayor importancia o son directamente motivo de desprecio; los compañeros de ruta suelen ser perdonados y los "enemigos" sobredimensionados; y sobre todo, la izquierda muchas veces tiene una buena idea de qué hacer con lo malo actual pero no tiene realmente claro qué sería lo nuevo futuro. 

Caso al frente: los dos nuevos frentes. Hay problemas elementales desde el nombre de uno y de los énfasis del otro. El grupo de centro-izquierda (ya sé que es discutible, pero en fin...) ha optado por un nombre que realmente solo puede nacer de la imaginación de un tecnocrata que se comunica con powerpoints (o peor aún, con Prezis): Coalición Progresista Unión de Fuerzas de Izquierda. La Se PUFI. Francamente... 

La CPUFI reune a una serie de viejos valores de la izquierda, que están asociados con fracasos multidimensionales: desde la ruptura de IU hasta el fracaso en la alcaldía de Lima pasando por las alianzas discutibles y varias malas gestiones, aparte de la gigantesca responsabilidad política en Bagua de aquel que les da la inscripción electoral: no se trata precisamente de un grupo que pueda mostrar ni pureza de valores ni astucia táctica. No representan a nadie salvo a ellos mismos, y su pasado los condena. Realistamente, ¿qué le ofrecen al electorado sino que esta vez lo harían mejor que la vez pasada? Quizá podrían apostar a apelaciones populistas, pero ¿a través de quién? y sinceramente es impensable que otra vez cedan todo el espacio para que un individuo con agenda propia se los lleve de encuentro, como ya les pasó con Humadine, el/la mediocre Humadine. Sin líderes, sin sectores que sean naturalmente sus representados, sin una agenda clara, sin renovación de cuadros y con abundantes motivos para dudar de su eficacia gubernativa, repito, ¿qué le ofrecen a la ciudadanía?  

Al frente, el Frente Amplio. Mucho más fresco, mucho más joven, pero tampoco mucho mejor. Su apuesta es, al menos así se dice, al largo plazo, a construir un verdadero frente. Ojalá: el Perú necesita urgentemente una izquierda capaz de balancear el sentido común de la derecha. Tienen muchos asesores y líderes en la sombra con historias tan largas como el CPUFI, pero han sido lo suficientemente avisados para tenerlos tras bambalinas, salvo la extraña decisión de poner a Hugo Blanco en medio, una suerte de apelación totémica de pasados comprometidos (varias bromas insisten que parecen egresados de Hogwarts tomándose una foto con su Dumbledore). El problema es que el Frente Amplio es una colección de representaciones gigantesca y minúscula: demasiados grupos pequeños con agendas propias que reclaman su espacio en la mesa, y que atrapan al Frente Amplio en una dinámica movimientista que puede ser util para hacer más intensa la relación al interior del grupo pero nada convincente para lograr que los electores voten por ellos. 

Aunque debe haber alguno que otro delirante que piensa que pueden tomar el poder en una suerte de asonada bolchevique a punta de agudizar las contradicciones, estoy convencidos que la mayoría de los que conforman la dirigencia del Frente Amplio saben que la ruta electoral es la única verdaderamente viable. Pero no practican política electoral, al menos no todavía. No logran crear una narrativa nacional y amplia de por qué darles el voto, y una apelación de protesta solo serviría para ganar pero luego haría casi imposible gobernar porque es necesario priorizar y decidir, cosa que no es tan fácil cuando lo que se tiene es a muchos grupos específicos corriendo tras de ti para que les des lo que buscan. Es decir: es imposible parar las explotaciones mineras en curso sin arruinar las finanzas del país; sin esas finanzas, no es posible hacer nada significativo hacia el futuro. Vean a Tsipiras y a Siriza tratando de cumplir con sus electores sin por ello arruinar a Grecia por el resto del siglo. Con una narrativa tan pegada a la suma de las reivindicaciones, pueden ganar, pero terminarían o traicionándose para gobernar, o siendo destruidos por las demandas combinadas pero opuestas de la gobernabilidad y la satisfacción de intereses. 

Creo que el Frente Amplio tiene futuro, mientras que el CPUFI no pasará de perder escandalosamente las elecciones y luego a alguna suerte de olvido hasta el siguiente ciclo electoral. El problema es cómo hacer para que el futuro del Frente Amplio sea más que el dilema del prisionero. Ojalá encuentren una salida. 

Otra mirada sobre lo mismo en el buen artículo de Aldo Panfichi, el 9/4/15 en el Comercio. 

lunes, 6 de abril de 2015

Llamamiento de Túnez para una Internet de la ciudadanía

Copio el documento aprobado por los participantes del proyecto de Foro Social de la Internet, que tuvo lugar durante el Foro Social Mundial, en Tunez, 26 de marzo de 2015. Aunque tengo varias acotaciones, en general creo que es un documento más que valioso y por ello, lo difundo.
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Llamamiento de Túnez para una Internet de la ciudadanía

Nosotras y nosotros, participantes del Taller "La organización de un Foro Social de Internet - Un llamamiento a ocupar Internet", realizado en Túnez en el marco del Foro Social Mundial, afirmamos nuestro compromiso con el objetivo común de construir la Internet de la ciudadanía desde abajo y más allá de las fronteras: una Internet en función del interés público y la solidaridad, donde el control esté en manos de la gente; una Internet basada en la dignidad humana, la igualdad, la justicia social, la libertad y los derechos de comunicación de las personas.

Unimos nuestras voces a la convocatoria para celebrar un Foro Social Mundial de Internet, como un espacio para debatir sobre la Internet que queremos y cómo construirla, antes que la revolución del conocimiento y del acceso a la información sea secuestrada irremediablemente por los intereses corporativos y las agencias de seguridad, incrementando el nexo de corrupción entre la política y el dinero.

Hoy en día, Internet se ha convertido en parte integral y esencial de nuestra vida cotidiana; cada vez más, nuestras actividades se organizan a través de o en torno a los espacios virtuales, las redes, los servicios en línea y las tecnologías de Internet. En torno a la red se ha reestructurado el modo en que vivimos, trabajamos, jugamos y organizamos nuestras sociedades. En muchos aspectos, esto es así incluso para las personas que en la actualidad no tienen acceso directo a Internet.

Al mismo tiempo, nos preocupa constatar cómo nuestros espacios, tanto privados como públicos, están siendo cooptados y controlados en beneficio privado; cómo las corporaciones privadas están transformando la Internet pública en una serie de espacios cerrados; cómo manipulan y se apropian de nuestros datos personales; cómo está emergiendo una sociedad global de vigilancia que niega la privacidad; cómo se está censurando la información en Internet de manera arbitraria y se restringe el derecho de las personas a comunicar; y cómo se está militarizando Internet. Mientras tanto, la toma de decisiones en materia de políticas públicas relativas a Internet se mantiene peligrosamente alejada de los mecanismos de la gobernabilidad democrática.

Hacemos un llamamiento a todas y todos quienes comparten estos objetivos, a participar durante los próximos meses en la elaboración del Manifiesto de la Internet de la ciudadanía, con el objetivo de buscar un consenso sobre los principios básicos de una Internet orientada a la equidad social, la solidaridad humana y la justicia.

Internet es una herramienta y espacio de trabajo indispensable para la construcción de las luchas sociales y las interconexiones entre los movimientos.  Hacemos un llamamiento a los movimientos sociales y organizaciones reunidas aquí en Túnez a asumir esta propuesta como parte esencial de sus agendas de acción, incluyendo, entre otros, los siguientes objetivos:
  • Exigimos medidas decididas para frenar la vigilancia masiva indiscriminada, implementada por las corporaciones, agencias de seguridad y gobiernos.
  • Defendemos la descentralización --en la mayor medida posible-- de las estructuras técnicas, económicas y de manejo de datos de Internet; y el acceso a una Internet basada en el principio de neutralidad de la red como derecho, que debe incluir apoyo a redes comunitarias y a infraestructura pública. También defendemos la libertad de la comunicación para las personas.
  • Nos comprometemos a explotar la revolución de Internet para construir la solidaridad global entre los movimientos populares, para permitirles compartir experiencias a nivel mundial y aprender unos de otros.
  • La Internet de la ciudadanía debe ser impulsada ante todo por los pueblos. Una Internet dirigida mano a mano entre las grandes empresas y los gobiernos hegemónicos no representa el interés público.  Defenderemos el derecho de las organizaciones de base y movimientos sociales, junto con otros actores de la sociedad civil, a participar en las negociaciones mundiales sobre la gobernabilidad de Internet.

* Documento presentado para expresar el consenso del taller La organización de un Foro Social de Internet - Un llamamiento a ocupar Internet, FSM 2015,Túnez, 26 de marzo de 2015.

* Mínimas correcciones estilísticas, hechas al publicarlo (EVM).

sábado, 28 de febrero de 2015

No somos Spock

La ciencia ficción es una metáfora compleja y entretenida de la condición humana. Cuando quiere, es poderosa, singular e ilustrativa de lo que somos. No voy a compararla con Dostoievski, pero la buena ciencia ficción sin duda deja en claro qué angustia y qué ilusiona al ser humano de su momento.

Como es de su momento, la ciencia ficción envejece, y a veces lo hace realmente mal, tecnológicamente hablando; más si es buena su potencia permanece cuando dejamos atrás las argucias técnicas. Releer una joyita como Los Nueve Mil Millones de Nombres de Dios, de Arthur C. Clarke, en donde una computadora demora varios meses en hacer lo que un app haría en segundos ahora, obliga a extrapolar los detalles técnicos para entender lo que está detrás, lo que hace que la historia sea hermosa, conmovedora o simplemente buena. Uno de mis cuentos favoritos de ciencia ficción, el hermoso Caleidoscopio de Ray Bradbury, no tiene más contacto con la realidad que la manera como se entendía que se podía hacer misiones espaciales a comienzos de 1950, pero eso no le quita la potencia y el lirismo del astronauta que se pregunta  si alguien pensará en él cuando arda al caer a través de la atmósfera. No se necesita precisión tecnológica para emocionarnos y sorprendernos con algo tan elemental como la búsqueda de sentido en el momento final de la vida.

Y así, la ciencia ficción crea mundos que son más reflejo que novedades. Neuromante nos pregunta por lo que nos hacemos al dejarnos consumir por los medios; Born of Man and Woman nos cuestiona nuestra justicia con aquellos que no son como nosotros; La Jetee interroga por lo que dejamos de ser  cuando dejamos de tener la tierra bajo nuestros pies; La Invención de Morel propone simulacros para preguntarnos si la realidad es lo que vemos o lo que hay tras nuestras visiones y artificios; Moon nos recuerda que el trabajo puede ser agobiante, aburrido y finalmente deshumanizante incluso en otros mundos; Blade Runner es la pregunta fundamental: ¿qué nos define como humanos? y acaso, si alguien más que nosotros puede ser más humano que nosotros...

Claro, hay más libertad en ciertos géneros que en otros. La literatura permite que la imaginación vuele sin límites, y muchas veces termina creando mundos difíciles, deliciosos para visitar pero donde no quisiéramos vivir. La ciencia ficción televisiva, en cambio, tiene que convencernos de pasar una hora regularmente viendo y viviendo en otros mundos, aceptando la transacción que nuestra imaginación esté sujeta por reglas concretas a cambio de ofrecernos un mundo hermoso y donde nos podríamos sentir cómodos.

Esa fue la transacción que Viaje a las Estrellas tuvo que aceptar hace ya cincuenta años. Se inventó un mundo que no fuera incómodo ni pesimista a cambio de comprometernos con la visita semanal. Pero no se renunció por completo a la mirada especular: para eso se inventó un extraterrestre que nos recordara, solipsistamente, que somos de lo mejor.

Spock, del planeta Vulcano, era una novedad en una realidad en donde los negros y las mujeres no podían ser todavía considerados realmente comparables a los varones anglosajones. Spock era diferente pero aceptable: no era una negra extraterrestre, era una suerte de Don Draper de otro mundo (sin la promiscuidad sexual, claro). Nos cuestionaba desde la familiaridad, hablaba mal de nosotros desde la cercanía de ser reconocible como humano. No es solo cuestión de presupuesto: los extraterrestres suelen ser humanoides porque así lo que nos dicen es el consejo de un amigo y no la observación de un antropólogo; porque así parecen tenernos un tantito de envidia, porque los humanos son de lo mejor que hay, una especie fantástica a la que todos, salvo los malos, en el fondo quieren parecerse.

Spock circuló por décadas en distintas funciones y tareas pero siempre sirvió para recordarnos que somos la muerte, pero que debemos trabajar en mejorar nuestra performance. El bromance entre Kirk y Spock era la señal que en el fondo, todos podemos llevarnos bien si nos parecemos lo suficiente y nos portamos bien. Las distintas historias, tejidas en la mitología de las series y las películas, sirvieron para alimentar a los fans; el Spock de los sesenta reapareció en los ochentas en películas y luego en La Nueva Generación; incluso se dio tiempo para crear paradojas temporales en el reboot, hasta que la innecesaria Into Darkness lo usó, innecesariamente, como parte de la destrucción de Star Trek para crear una franquicia de acción más.

Esto no hace al personaje menos poderoso y evocador. Aparte del rol fundamental para aquellos que tuvimos la suerte de ser formados en esa década increíble que fue la de 1960, Spock nos ofreció un paradigma de humor, seriedad y eficiencia que sabíamos imposible de alcanzar (finalmente, era de otro planeta) pero tampoco tan lejano. No somos Spock, por suerte: pero podemos tener lo que nos guste más a cambio de aguantar su (falta de) sentido del humor y su rigidez, su socialismo casi explícito, su fortaleza de voluntad. Como buen huésped, Spock sirve para indicarnos un ideal sin pedirnos que lo alcancemos, porque nos da razones para no hacerlo. Y además, por encima de todo, siempre ha sido y será nuestro amigo.

Eso es lo más poderoso de la ciencia ficción: nos da optimismo ante las desavenencias y las dudas. Nos dice que el universo es nuestro si nos dejamos de tonterías y nos aplicamos a ser todo lo que podemos ser. No hay que ser un insípido Vulcano para alcanzar las estrellas. Pero es mucho más entretenido cuando lo tenemos al lado, para que nos felicite desde su superioridad, por lograr más que él.

Ese placer televisivo, melodramático, es lo que nos hace volver y querer más; no buscamos que un Batty nos muestre que es más humano que nosotros: queremos serlo y ser aplaudidos, porque la vida es muy corta para que nuestros defectos nos hundan cada semana.

Como dije hace seis años, los tiempos han cambiado, y el optimismo sesentero de Star Trek no tiene mucha cabida en el mundo confuso, aterrado y ensimismado tecnológicamente en el que vivimos. Atrapados como moscas sin salida en la World Wide Web, pidiendo ayuda a gritos, dejamos de ver el universo como salida y nos obsesionamos con nuestras miserias. Hemos perdido el futuro.

Pero en un rincón, con su ceja levantada y su mirada inquisidora, estará el señor Spock, esperándonos cuando llegue el día en que volvamos a esperanzarnos.




viernes, 27 de febrero de 2015

Neutralidad de red (ya viene, ya viene...)

Hoy, el día que el Perú estará dedicado a la televisión basura para no sé exactamente qué, opto por ignorar el tema y escribir sobre neutralidad de red. Ayer la agencia regulatoria de las telecomunicaciones de EEUU, la FCC, aprobó convertir la Internet en un servicio público, es decir en un servicio que debe ser brindado igual para todos, sin preferencias o prioridades, como sí se podría si se le consideraba un servicio de valor agregado, que no tiene regulación significativa.

Estoy traduciendo de manera algo tosca "common carrier" y "information service" en los términos que se usan en el Perú. Aquí la Internet sigue siendo un servicio de valor agregado, en donde sería posible ofrecer transparentemente priorización de servicios (más barato si solo ves televisión de Movistar, por ejemplo). La idea de la neutralidad de red es lograr que no exista ningún acuerdo de integración vertical entre un operador de telecomunicaciones y un proveedor de contenidos, impidiendo que nuevos proveedores tengan oportunidad de ofrecer sus opciones en los mismos términos que otros.

Es una buena cosa, es una necesidad en tiempos de cada vez mayor conglomeración e integración vertical. No es todo lo que se debe hacer para lograr que la internet sea efectivamente un servicio público, pero es un buen primer paso, en EEUU.

Aquí en el Perú OSIPTEL está trabajando un reglamento de neutralidad de red, y habrá que conversarlo en su momento; hay cierta acumulación confusa de normas que requiere que se despeje los distintos artículos, pero en principio las telecomunicaciones peruanas son neutrales y la Internet debe ser tratada como tal, aunque falte ordenar la cuestión de servicio de valor agregado / servicio público para que no quede espacio para idas o venidas.

Este tema es crítico.  No es un asunto "técnico", sino político: definirá qué tan acogedor a la iniciativa de entrantes nacionales e internacionales, que tan competitivo pueda ser la oferta de acceso a la Internet, y que tan parecida al resto del mundo será la Internet peruana. Por eso en 2010 un grupo de semi activistas propusimos, sin mayor éxito, principios digitales para el Perú, entre los que se destaca la neutralidad de red. Por eso es que la tendencia del activismo digital es lograr que se cuente con neutralidad; por eso es que los operadores de telecomunicaciones han intentando dejar en claro que sería fatal para el desarrollo de la red hacerlo, porque al final de cuentas, las tuberías son de ellos, como dijo el presidente de Telefónica.

Claro, no basta con Neutralidad. Ella misma no significa mucho más que el placer de saber que mis correos electrónicos, mis actualizaciones de Facebook, mis torrents y mis streams de Netflix son tratados igual por mi proveedor de acceso, sin throttling ni bloqueos. La neutralidad no crea una industria de contenidos más de lo que buenos estándares televisivos o canal claros en radio. En realidad, la neutralidad de red permite que algunos proveedores de servicio cuenten con más opciones para lograr alcance global, con lo que la globalización de doble candado seguirá agarrando viada (pero eso es tema para otro día, con mucho más para decir). Pero al menos la Neutralidad garantiza un entorno en donde las telcos no dominen la Internet; en el fondo, algo mucho más justo que el mamarracho de regulación de la televisión digital creado por el gobierno aprista, que regaló el espectro a los que ya tenían canales y les aumentó el capital sin considerar nada más que favores políticos. El negocio no les ha funcionado, y la televisión digital terrestre en el Perú no despega.

Que sirva de lección: al final la diversidad de opciones en un lado se lleva de encuentro a los que solo tratan de proteger sus modelos de negocio. Pasó con la música, pasa con la televisión, pasa con las telecomunicaciones.


viernes, 6 de febrero de 2015

TV Basura o el entretenimiento y sus límites

Hay una marcha contra la TV basura. Asumamos que nos entendemos, y que sabemos qué es, aunque no necesariamente podamos definirla. Más allá que todos tengamos derecho a ver lo que queramos, y que la televisión, siendo un negocio, apuesta a aquello que le dará más resultados comerciales, es válido discutir qué es lo que nos molesta de la televisión peruana y qué deberíamos tener. Siquiera como ejercicio intelectual, puesto que es altamente improbable que ocurra nada que no sea la continuación de los programas.

Hay tres grandes argumentos sobre la televisión basura: es de mala calidad, hasta el punto que es obscena, denigrante o violenta; no es adecuada porque no es educativa o no promueve valores; o se propasa, más allá de los límites que debería tener. Aunque se parecen, el primer argumento no es lo mismo que el tercero: es posible que las categorías "obscenidad" o "violencia" sean más una función del uso y el abuso que de un valor moral absoluto, siendo así que una televisión que transmite escenas violentas pero de buena calidad (digamos, un película de Scorsese) no tiene problemas con el primer bando pero siempre los tendrá con el tercero.

La cuestión de la calidad puede debatirse pero podemos partir de asumir lo siguiente: definamos calidad como una función de originalidad narrativa y audiovisual combinada con producción y ejecución. Entonces, un programa de buena calidad es aquel que, sin importar la temática, es original, innova en la narrativa y en la ejecución de la misma, y que resulta en una combinación tal que impacta positivamente. De nuevo: Taxi Driver, violenta como es, desagradable por partes como es, fue singular, innovadora y sin duda sigue siendo una gran película. En televisión, The Wire es cruda, violenta y tiene desnudos, escenas de sexo y muchas pero muchas groserías, aparte de no respetar a la autoridad; pero es una de las más grandes obras televisivas jamás hechas, y no es posible entender la televisión contemporánea, ni aprender cómo y hasta dónde se puede contar una historia en este medio, sin ver The Wire.

Esto haría a The Wire un buen reemplazo de Esto es Guerra? No. Los programas se crean para ofrecer distintas formas de entretenimiento y lo que The Wire trae no es lo mismo que aquello que un programa "reality" de competencia ofrece, y no tiene nada de malo que tal diferencia exista. Digamos que en un universo en donde coexisten programas muy diversos podemos postular la existencia de personas con intereses y gustos también muy diversos, y la televisión les ofrecerá entretenimiento a todos. Claro, la calidad no solo es función del entretenimiento que alguien obtiene, y la crítica a los "realities" de moda va porque no tienen mucha calidad medida de manera abstracta.

¿Pero en realidad no la tienen? En sus términos, bajo las premisas para las que fueron hechos, son programas adecuadamente hechos y que entretienen. Lo que lleva a preguntarnos si el problema de la calidad es que quisiéramos que a la gente le gustara algo distinto...

El riesgo del elitismo no es trivial: desde que existe cultura popular como algo diferenciado de lo que las élites hacen o consumen, y ciertamente desde antes que haya industria cultural como la entendemos ahora, las élites han reclamado por la mala calidad de lo que consumen las masas, o han presentado dicha mala calidad como prueba de la inferioridad de las masas. Con la televisión ha pasado lo mismo que con la música o el teatro: el pueblo llano consume las sobras y se pierde los buenos platos. Podemos discutir, elucubrar y finalmente acordar que sería bueno que las personas tuvieran acceso a contenidos de calidad para "mejorar" su consumo cultural, pero lo cierto es que en tiempos de diversidad y abundancia de oferta cultural, los patrones de gusto estético tendrían como expresarse sin mayores problemas y al final, el que quiere algo lograría consumirlo, así la televisión ofrecería pura "calidad", definida desde las élites culturales.

Esto no niega que el entretenimiento puede ser banal y poco original; pero son dos cosas distintas. El entretenimiento puede ser banal y no tiene nada de malo en sí que lo sea; y puede ser poco original y quizá hasta mal hecho, pero al final de cuentas, la razón por la que nos entretiene es más complicada que simplemente ser bueno o malo. Con el respeto que me pueden merecer los aficionados a Chespirito, el gusto por un programa de hace más de cuarenta años como el Chavo del Ocho no lo hace mejor o peor: lo hace entretenido para ellos. Me dirán que cómo comparo al Chavo del Ocho con Esto es Guerra... pero en realidad no es que el primero sea una obra maestra; es más entretenido para algunos, o entretenido distinto. Nada más.

El segundo y el tercer argumento son más fáciles de desmontar: la televisión es fundamentalmente entretenimiento y por lo tanto, incluso cuando presenta obras sofisticadas y de temática "elevada", no puede ser más que una forma de informarse, antes que de aprender. Si se quiere saber más sobre el Renacimiento y la política, y el rol que Maquiavelo tuvo en ella, se puede ver joyas como Imagine: Who's afraid of Macchiavelli; pero nadie aprobaría un control de lectura viendo ese programa. Claro, se transmite valores, y ahi viene el tercer argumento: la televisión basura enseña, pero cosas malas. En otras palabras, es un problema moral.

Ahí entramos en un tema muy distinto. Bajo esta mirada, el problema de Esto es Guerra es que es inmoral, y que no debería permitirse que algo así sea visto, sobre todo por los niños. Aparte del inmenso agujero que ante ese argumento ofrece la realidad, en la forma de la televisión por cable para comenzar (sin mencionar que El Bananero está a cualquier hora, en la privacidad del dormitorio, a disposición de los niños), la cuestión de lo moral y lo inmoral implica que hay que promover ciertos valores y no otros. Digamos que La Familia Ingalls sería perfecta, pero Game of Thrones quedaría fuera, porque los valores que promueve no son precisamente los más adecuados: no queremos que los niños se vean expuestos a creer que todo el mundo consiste en porno blando mezclado con asesinatos en masa, ¿no es cierto? Incluso otros programas, que no tienen esos contenidos, pueden ser condenados: Doctor Who asusta a los niños; los Teletubbies promueven la homosexualidad; Power Rangers es violento; un niño puede tirarse por la ventana viendo Superman... etcétera, etcétera.

El miedo moral es una viejísima forma de control social: cuando el señor Cipriani dice que hay que tener un ministerio de la familia que premie a las familias grandes, está promoviendo una forma de control social, y puedo imaginarlo defendiendo a La Familia Ingalls y condenando a Los Sopranos como parte de su campaña pro-familias "correctas". Juzgar a la televisión, a cualquier forma de entretenimiento, por los valores de ciertos grupos traerá inevitablemente nociones de censura moral, y usará a los niños como pretexto para lo que en realidad busca: la afirmación de un conjunto de valores que interesan a una élite. Es decir: el entretenimiento debe ser propaganda de la moral correcta.

El entretenimiento será el reflejo de los intereses y las valoraciones estéticas de los televidentes, esa es la regla. Cada vez hay más y más diversas opciones, y eso se va a poner todavía peor. Transformarlo requiere transformar la experiencia cultural, el capital cultural de los peruanos, y si bien sería bueno que eso se promueva en la televisión, tampoco es cuestión de propugnar que en vez de Combate (actual) pasen documentales repetitivos y sensacionalistas sobre la segunda guerra mundial... al final, aunque la temática sea potencialmente de interés cultural, es simplemente otra forma de entretenimiento, potencialmente tan banal como la que nos molesta.

Esto no niega que la televisión peruana de señal abierta es mala. Pero la razón no es que sea inmoral o inadecuada: es que es barata y mezquina. Busca explotar las fórmulas menos arriesgadas hasta que no queda nada de jugo en el limón, y no quiere nada nuevo porque eso puede fracasar o ser ignorado. Encima no respeta al televidente, como lo demuestra el maltrato a las películas nacionales o episodios como interrumpir la inauguración de los Juegos Olímpicos para no atrasar el programa de más rating. Entonces insiste en lo que trae a la audiencia. Claro, en el contexto actual en que los televidentes de mayor poder adquisitivo tienen tantas opciones que atraerlos a un programa de señal abierta es dificilísimo, tiene sentido comercial optar por lo barato.

Pero lo más grave de esta opción no es la serie de programas de mala calidad: es el abandono de lo que sí podrían y deberían hacer bien. Nada reemplazará el poder de la televisión de señal abierta para proponer miradas de interés general para aquello que es de interés general, con buenos noticieros y programas de discusión pública. Esa exigencia es mucho más importante, y si hay algo obsceno en los canales nacionales es su abandono consciente, agresivo, del interés público por la autopromoción y la complacencia en los programas de noticias, en todas sus formas.

Mucho más daño le hace al Perú la pobreza de un noticiero que un "reality". Si una exigencia debería hacerse, es que los programas de noticias sea de noticias. Luego, podríamos buscar que el canal del estado sea un canal público, que arriesgue y proponga nuevas miradas y respete al televidente con una oferta distinta.


lunes, 26 de enero de 2015

Syriza y el futuro posible de una izquierda viable en el Perú

Syriza, me dice la Wikipedia, es el acrónimo de la Coalición de la Izquierda Radical. Incluye la fauna izquierdista completa, desde troskos hasta verdes pasando por eurocomunistas y demás. Es la primera victoria de la izquierda de verdad en la Unión Europea, y puede ser el gobierno más radical de un país desarrollado desde el gabinete Attlee de 1946.

En buena medida, es el resultado del colapso de un orden político comodón y complaciente. Hay que recordar que la última dictadura militar en Grecia es parcialmente contemporánea con nuestra última dictadura militar (no, Fujimori no califica). Recién hace 40 años es que Grecia es un democracia liberal de esas que ahora parecen naturales en el mundo desarrollado, pero siempre tuvo un sustrato de complacencia con la oligarquía local, que se parece mucho a la peruana: no pagan impuestos, no obedecen las normas, desprecian al estado. Grecia sobrevivía gracias a la expansión económica primero, y luego a la integración europea, que ofrecía capitales y financiamiento público que no era capaz de generar localmente.

Se metieron al euro cuando no debían, y tuvieron Juegos Olímpicos a pesar de no poder pagarlos. Cuando cuatro años después de Atenas 2004 vino la crisis financiera y su consiguiente recesión, Grecia no tenía como salvarse, atrapada en la globalización de doble candado que viven los europeos: aparte de la globalización estándar, esa que nos afecta a nosotros, ellos tenían también la otra, más local: el euro, el banco central europeo, la comisión europea con sus miles de normas. El juego de la política fiscal era mínimo, y como las instituciones de la globalización realmente no exige que los estados funcionen bien sino que le basta con que se facilite el funcionamiento de la economía global, los griegos quedaron atrapados.

El colapso ha sido brutal: 25% de decrecimiento económico; 60% de desempleo juvenil. Las estrategias impuestas por la llamada troika (UE, FMI, ECB) son conocidas por los que tenemos memoria: austeridad, disciplina fiscal, reducción del empleo estatal. Grecia tendría que haber aumentado su recaudación fiscal pero el gobierno de Samaras no hizo mayor cosa, al parecer, y el resultado es sufrimiento para el grueso de la población mientras que los de siempre seguían pasándola lindo.

El siguiente colapso fue el bipartidismo. Al mejor estilo del resto de Europa, Grecia tenía un partido de derecha tradicional que apoyaba el conservadurismo social y el rol de la iglesia; y un partido de izquierda que aspiraba a la modernización y que apoyaba mayor cercanía con la liberalización de las normas sociales. En términos económicos, se movían más o menos en lo mismo, al estilo de PSOE y PP en España, Conservadores y Laboristas en el Reino Unido, SPD y CDU, PT y PMDB en Brasil, la Concertación y la UDI en Chile: la globalización financiera no estaba en cuestión, y solo los paliativos alrededor de ella podían discutirse. Cuando la premisa misma de la globalización falla, como en Grecia y en menor medida en España, Portugal e Italia, el modelo bipartidista deja de tener sentido y se abre la puerta a alternativas significativamente distintas.

No tienen que ser de izquierda: en el Reino Unido la fuerza que más ha crecido es UKIP, un partido comparable al FN francés; en algún momento Amanecer Dorado, neonazis descarados, parecían en camino a ganar en Grecia. Pero en Grecia convergieron varias cosas, entre ellas Alexis Tsipras.

Es Tsipras el que ha logrado armar Syriza más allá de sus orígenes. Le dio una cara con credibilidad, fresca y en sintonía con los mayores perjudicados por la recesión y la austeridad; encontró una narrativa distinta, de esperanza y renovación, que no negaba su izquierdismo pero lo sometía a aspiraciones como el europeísmo y su consiguiente movilidad social y personal; y sobre todo planteó sin miedo que primero está la gente, la gente de Grecia, y los oligarcas locales o las instituciones del proyecto europeo, que se traducen como "los intereses de Angela Merkel" en la política de la calle griega.

Ahora viene lo bueno: gobernar. ¿Cómo negociar mejores términos, cambiar el estado griego para que sirva a todos, y mantenerse en la Unión Europea? Todo esto manteniendo su coalición sujeta, lo que es un desafío dados sus orígenes diversos. Si lo logra, no solo habrá salvado a Grecia, sino también a la UE de su prisión financiera, como argumenta Zizek.  Encima, le habrá ofrecido a la izquierda de todo el mundo una ruta para la reconversión, la renovación en el siglo XXI.

Sin sueños de dictaduras del proletariado, sin un argumento realmente viable frente al capitalismo, la izquierda se entrampa en sus propias narrativas contradictorias. La idea de defender el estado nación, de fomentar un estado para todos sobre principios igualitarios, de desmontar el capitalismo financiero o al menos las instituciones que lo alimentan y protegen, parece ser un buen comienzo, al menos para crear coaliciones e iniciar el proceso de cambiar la narrativa no solo para una elección, sino para la sociedad en su conjunto.

Tsipras muestra cómo lograrlo, aunque hay particularidades griegas que no son fáciles de reproducir en el mundo en general: una buena crisis que demuestre las limitaciones del capitalismo financiero globalizante es sin duda un gran elemento a favor; pero un liderazgo positivo, optimista y renovado, una mirada integradora y generosa, ayudan un montón. Tsipras es un líder que transmite, gracias a su sonrisa y su actitud ante cámaras, empatía y confianza; algo como Renzi en Italia, como Obama el 2008. La indignación sirve con los indignados, pero no todos son indignados todo el tiempo: cuando se trata de grandes cambios, se necesita el optimismo y la bonhomía.

Pensemos en el Perú relativamente lejano: cuando el APRA, con todo a su favor, decidió presentarse como el cruce entre el fascismo y la balada latinaomericana, perdió la elección de 1980. No lograron convencer a los votantes que era una buena idea poner en el gobierno a un partido tan enamorado de sí mismo, tan convencido de sus virtudes, que incluían la historia de violencia todavía presente en la memoria colectiva. Alan García anunció el 85 que su "compromiso es todos los peruanos", usó "Mi Perú" como canción de campaña, y puso al APRA en un segundo plano: guardando las distancias, fue como Tsipras en su capacidad de ofrecer una narrativa optimista para aquietar las dudas que poner el gobierno en manos del APRA producía en muchos electores. Qué duda cabe, las dudas eran fundadas, pero esa es otra historia...

Entonces, el pendiente de la izquierda es encontrar cómo convertirse en una fuerza de esperanza para todos, afirmando valores que sin dejar de ser de izquierda puedan ser vistos como atractivos para el grueso de los peruanos, y además ofreciendo una alternativa positiva a la política económica de los últimos 25 años. No es fácil, y no basta con liderar protestas: hace 45 años la izquierda encabeza protestas y no ha significado que gobierne, ni siquiera cuando la narrativa política coincidía con la narrativa reivindicativa. La renovación de liderazgo pasa por algo más que caras: es urgente una nueva forma de decir las cosas, con convicción, y llamando a todos, especialmente a aquellos que no se sienten atraídos por la izquierda porque aspiran a la buena vida burguesa.

Syria ofrece una nueva plantilla. Sin crisis, sin aggiornamiento y sin cambio de discursos, la izquierda peruana no tiene muchas chances, pero al menos hay una ruta novedosa que podría intentar. Ojalá lo haga.



miércoles, 21 de enero de 2015

Medios y no redes: apostillas a una columna

Hoy miércoles 21, Marco Sifuentes publica su habitual columna en Larep sobre "los políticos y las redes". Como suele ser el caso, es un buen ejercicio de reflexión sobre tendencias digitales locales, donde acota con claridad el problema de usar servicios como Twitter de la manera que personajes tan lamentables como Urresti lo están haciendo: "Gracias a las redes sociales, cualquiera puede opinar. El problema es cuando los políticos opinan como cualquiera".

La observación es completamente válida pero requiere algo de elaboración para que sirva para entender el proceso. El problema reside en la manera como usamos coloquialmente "redes sociales" y lo que en realidad significan.

"Redes sociales" en lenguaje llano, quiere decir lo que conceptualmente llamaríamos "medios sociales" (Ojo: no es social media, por favor: es perfectamente razonable decirlo en español porque la traducción no deja ambiguedades ni confusiones como puede ser con otros términos que se usan en actividades académicas). Las redes sociales son un concepto de las ciencias sociales que se usa para estudiar la manera como se establecen, elaboran y enriquecen los vínculos sociales; los medios sociales son medios de comunicación que se crean a partir del contenido aportado por sus usuarios, y que como tal reflejan las redes sociales a las que cada usuario pertenece.

Usar "redes sociales" para indicar que Urresti está loquito por Twitter tiene la ventaja de ser claro para el grueso de los lectores de un medio como La República, pero resulta en pérdida de claridad explicativa: Urresti usa Twitter como si estuviera jodiendo a un tipo que le cae mal en el bar, no como un medio de comunicación. Si bien es un personaje basto, que incluso ante la prensa convencional habla como chofer de combi en vez de como ministro, Urresti cambia su registro al hablar con la prensa porque es consciente que lo que hace no está completamente bajo su control. En cambio, en un medio social, creemos que controlamos el discurso y buscamos no que nos entiendan o convencer, sino ganar, como cuando estamos en el bar, en el recreo en el colegio, o en una juerga.

Lo que se llama "trolleo" no es más que lo que hacíamos a los 10 años cuando ganabamos las discusiones no con argumentos, sino con habilidad retórica. Eso no se pierde, pero cambia según los contextos, contextos que son resultados de nuestras redes sociales. La bastedad de Urresti es resultado del tipo de intercambios que ha realizado en su vida, de la falta de sofisticación de su retórica, probablemente de su poco capital cultural, y de su capital social: la gente con la que se ha relacionado que comparte las características culturales y de argumentación.

Trollear no tiene nada de nuevo, dicho sea de paso. Algunas de las mejores trolleadas de la historia son bastante anteriores a Twitter, por cierto. Cuando Lady Astor le dijo a Lord Birkenhead, hace como 100 años, "If I were married to you, I'd put poison in your coffee", la respuesta pasó a los anales del trolleo inexistente aún: "If I'd were married to you, I'd drink it". Es casi imposible imaginar a Urresti diciendo algo tan agudo, con o sin Twitter.

Lo que hacen los medios sociales es visibilizar las opiniones que siempre hemos tenido. Ahí está mi única discrepancia significativa con el artículo de Marco: gracias a que somos individuos, cualquier ha podido opinar siempre. Ahora parece ser más visible nada más, y algunos ni siquiera se dan cuenta que no son "cualquiera", sino que sus responsabilidades públicas no se suspenden cuando usan sus cuentas de Twitter.


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