lunes, 9 de noviembre de 2015

La televisión y sus responsabilidades básicas

Eduardo Dargent ha iniciado, desde esahora.pe y su columna en La República, una demanda de mayor presencia de temas políticos en la televisión de señal abierta. De manera algo ligera, le ofrecí polémica, pensando en argumentos anteriores ya esbozadas por mí; pero creo que luego de algo que afortunadamente no vi, es necesario entrar al problema más de fondo para entender la cuestión específica de la ausencia de política en la televisión peruana.

Esta noche, Mauricio Saravia posteó en su cuenta de FB:

Lunes 9 de noviembre, 9:21 p.m. Panamericana TV, noticiero 24 horas. Acaban de pasar imágenes de soldados del Estado Islamico acribillando a balazos a 200 niños. 200 niños. 200 niños. A balazos. Hijos de puta. Por qué las imágenes, por qué. Métanse su "interés informativo" al culo, repugnantes seres. Maldito morbo que vende. Hay días que no se puede...

Efectivamente, los epítetos quedan cortos. ¿En qué mente puede pasar como correcto o informativo transmitir algo así? ¿Bajo qué principios incluso de rating semejante barbaridad como la cometida por Daesh puede ser reforzada, avalada, por un canal de televisión peruano?

No tiene valor informativo alguno, no tiene absolutamente ninguna importancia como testimonio de nada. Es simplemente morbo producto de una completa desaparición de sentido de la responsabilidad. Los responsables de Panamericana merecerían al menos una evaluación psiquiátrica. Ni la libertad de expresión ni nada puede servir como excusa para lo que han hecho.

Pero la pregunta es por qué lo han hecho. Más allá de los serios problemas morales de todos los involucrados, desde el que lo sugirió hasta el que decidió pasando por el presentador que lo puede tolerar, lo que queda claro es que la irresponsabilidad campea en la televisión de señal abierta. Perdido cualquier sentido de relevancia social o política, reducido todo al rating y quizá a la defensa de los intereses de los dueños y sus amigos, la televisión carece de brújula alguna que la guíe por decisiones que a cualquier otro individuo más o menos ubicado moralmente no le tomarían segundos.

Algo así no tiene ninguna razón para ser exhibido en televisión. Hacerlo es inmoral, debería ser ilegal, y tiene que volverse ilegal. No por un sentido de moral vacío; se trata de un valor fundamental, constitucional, que es responsabilidad de todos no solo respetar sino proteger: la persona es el fin supremo de la sociedad, y todo debe basarse en el respeto de este valor axiomático. Eso incluye respetar tanto a esos niños asesinados como a los televidentes que creen que van a ver noticias y terminan sometidos a un espectáculo inhumano.

Pero si los canales de televisión abdican de su primera responsabilidad, de la primera responsabilidad de todo ciudadano peruano, ¿qué podemos esperar?

Coincido con Eduardo Dargent en que la auto regulación es pura fufulla, puro sofisma sin convicción. No hay intención de hacerla efectiva. La sumisión al rating viene de lejos, es en realidad el pecado de nacimiento de la televisión, cariñosamente reforzada por la aberración perpetrada en el gobierno aprista de 2006-2011, que entregó la televisión digital terrestre a las mismas empresas que ya hacían lo que querían en la vieja señal abierta. Tenemos un páramo, creado por las transformaciones producidas por la Internet, por las miserias locales y por la cobardía de los políticos. El resultado es lo que tenemos delante, el abandono completo de responsabilidades básicas, no solo informar de política sino informar.

¿La solución? Una franja de contenidos políticos sería esencialmente un espacio entregado no a posiciones políticas, sino a intentos de difundir más y mejor contenido "de impacto", con las diferencias que existen en los distintos canales, sin duda. Sería reproducir los mismos conflictos de interés, los mismos mangoneos, la misma completa irresponsabilidad con la que se permite que en una radio un conductor popular pueda insultar o mentir, o que un supuesto periodista pueda insultar o difamar por Twitter como si no tuviera que mantener cierta pretensión de objetividad.

Entonces, y sabiendo que la regulación es complicada y simplemente inviable sin una mayoría parlamentaria realmente grande a favor de esto (lo que sería improbable incluso con un(a) presidente decente y con coraje para defender los intereses ciudadanos) solo queda exigir, demandar o quizá desear que la primacía del primer artículo de la constitución sea defendido por alguien, quizá siquiera por la sociedad civil, débil y desarticulada como lo es.

¿Se acuerdan de él? Simplísimo:  

Artículo  1.- La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado.

Por ahí se podría comenzar. No se trata de regular la televisión, sino de recordarle que tiene una responsabilidad fundamental que no debe jamás dejar de lado. Si comienzan a hacerlo, bien. Si no, habría que ponerlo en leyes o reglamentos: no se puede ofender gratuitamente, no se puede mezclar las pasiones personales o la ausencia de norte ético por encima de la Constitución Política de la República del Perú.

Luego de lograrlo --sabiendo que no hay una ruta clara para ello, sabiendo que no será fácil entre los abogados dispuestos a proteger a sus clientes, los empresarios sin sentido de país, los políticos cobardes y la ciudadanía desentendida y cínica-- podríamos pedir política en la televisión. Recién así valdría realmente la pena.

Entonces, no es tanto un desacuerdo, como un reordenamiento de prioridades. Comencemos por lo básico para llegar a lo concreto. Démosle sentido a nuestra propia Constitución, fallida, errada e inconsistente como es. Seamos ciudadanos.