viernes, 26 de diciembre de 2008

Tendencias del año: netbooks y ultraportátiles

Ahora que definitivamente las computadoras portátiles se venden más que las de escritorio, hay que poner atención a las tendencias en este segmento.

Las netbooks comienzan a hacerse populares. Computadoras a la imagen básica de la XO-1, las netbooks están diseñadas alrededor de la premisa que no es necesario más que lo básico: un procesador pasable, suficiente memoria para correr un sabor ligero de Linux o XP, almacenamiento mínimo en SSD, y un tamaño perfecto. Mi experiencia con la Intel Classmate de primera generación no fue muy satisfactoria por cuestiones de tamaño, pero no hay ninguna razón para que los modelos más recientes no sean suficientes para la mayoría, siempre y cuando se tengan claras las limitaciones: si se quiere navegar pero no necesariamente saturar la máquina de contenido, si se quiere hacer lo básico y no armar ni siquiera presentaciones pesadas en PowerPoint, una netbook es suficiente. El poco peso y espacio las hacen ideales para los que viajan mucho a lugares en donde hay WiFi y no se tiene previsto trabajar. En el extremo, esta futura computadora de Sony ofrece un tamaño digno de modelo de pasarela, pero no me imagino dándole uso serio.

Si se trata de trabajar más, un ultraportátil es una buena opción, si se tiene la plata. El estándar sigue siendo la MacBook Air, que es ligera hasta la anorexia y poco útil incluso como segunda computadora. Cara pero sofisticada, es útil para el que viaja mucho a eventos con presentaciones complejas y que quiere tener algo en donde descargar contenidos y eventualmente hacer algo de trabajo. La familia X de Lenovo ThinkPad anda por ahí, pero no llega a los extremos de la Air, abandonando el disco óptico para lograr ser ligera y flexible, salvo que se trate de un modelo tableta, donde la pantalla aumenta el peso y no necesariamente mucho la posibilidad de hacer algo con ellas. Este modelo de Dell, por ejemplo, quiere ser mejor que la Air pero resulta tan caro que la pone lejos de casi cualquiera que no sea una atracción permanente del circuito de conferencias.

Para el resto de los mortales, una notebook convencional, con disco óptico y buen rendimiento, resulta ideal si se viaje relativamente poco, o si no se tiene tantos recursos. La famila T de Lenovo, por ejemplo, o una sencilla MacBook, especialmente las más recientes de monocasco en aluminio, que son ligeras, completas y pueden reemplazar una desktop.

¿Mi combinación favorita? Una MacBook Pro en el escritorio, y una MacBook Air para viajar. En la vida real, me las arreglo con una MacBook o con una ThinkPad T40 o T60.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

¿El fin de la sociedad? o el fin del intento de crearla...

Margaret Thatcher dijo, hacia el final de su "reinado", que no había sociedad. Naturalmente, no estaba negando la existencia en el sentido más empíricamente demostrable de la sociedad, como un espacio en donde la gente coincide para hacer lo que hace fuera de sus casas; más bien sostenía la posición radicalmente liberal que cree que finalmente, los problemas que uno tiene son el resultado de las decisiones que uno toma. La pobreza, las carencias, el crimen, no eran problemas "sociales", sino de individuos que deciden actuar mal.

Claro está, uno se enreda fácil en el sofisma si decide seguirle el juego para algo más que un recurso retórico, y termina discutiendo sobre cómo podemos hablar de "actuar bien" sin reconocer que hay tal cosa como una sociedad a la que considerar a la hora de organizar moralmente nuestras acciones. No es el propósito de este post discutir la solidez argumentativa de las ideas de la Dama de Hierro; más bien, tratar de encontrar lo social en el caos cotidiano de la sociedad.

Y es que desde hace un buen tiempo, con las comunidades virtuales, los softwares sociales y la ilusión renovadora que nace con la Internet y los nuevos medios, muchos asumen que vivimos un auge en las relaciones sociales; otro por el contrario, proponen que la existencia de estos artilugios electrónicos no hace más que de espectros que suplantan la realidad social. Lo cierto que es que cada vez es más fácil encontrarse en un espacio de refuerzo permanente de nuestros prejuicios y sofismas, sin necesidad de argumentar en favor de ellos, o siquiera entender la precariedad de los argumentos que usamos.

Esto se disgrega al espacio público virtual. El Quinto Estado del que habla William Dutton, el tejido potencialmente global de interesados en dialogar intensamente sobre temas específicos, de importancia global, es una posibilidad que constatamos mínimamente cuando enunciamos la existencia de una "cholósfera", una esfera de blogs peruanos. Más allá del cliché odioso, que prefiero reemplazar por la "blogachada" por razones que espero sean más claras al final de esta larga disquisición, lo que proponemos es que estamos todos en esto y que de alguna manera, algo logramos en común. Los 10 momentos de la cholósfera de Marco Sifuentes, son algo así como el Salón de la Fama de la trascendencia novomediática peruana: cómo pasar de la capilla a la sociedad.

Ciertamente, ha ocurrido. Aunque quizá tampoco ha ocurrido. Las correas de transmisión entre la sociedad, la prensa y la polity / el gobierno en el Perú se rompieron con la república oligárquica, y no han vuelto a establecerse. Esto está claro: el mejor ejemplo fue Fujimori. Buscando algo que la reemplace, los blogs y sus parientes tratan de ofrecer algo que permita que la indignación no requiera capital para lanzar un diario, y que tenga más alcance que un dazibao o una hoja mimeografiada. Cuando se trata de adoptar un congresista o de revelar menjunjes del faenón, finalmente se intenta canalizar la voluntad de algunos por una patria mejor.

No ha funcionado, digámoslo de frente. Como acota Marco, por más rebote mediático que le dio a este intento la periodista más consciente de la existencia de la blogachada, Rosa María Palacios, igual no pasó nada, e incluso los queridos otorongos se subieron el sueldo para hacerse la vida más fácil. El sector más pensante de la blogósfera local, con más intención de "hacer patria", lo intentó y falló. Al menos se ganó el insulto del año.

Ahora, se intenta aumentar y mejorar el debate sobre la ciudad, a partir de la situación en San Marcos o de las idas y venidas sobre la Costa Verde, o para difundir position papers sobre el Tren Eléctrico. Todos estos son intentos fascinantes pero finalmente insuficientes. El grupo de buenos muchachos (no en el sentido de Scorsese) que trata de ampliar el debate público no logra trascender sus propios alcances. El quiebre entre lo que se intenta y lo que realmente ocurre sigue siendo inmenso. Y se va a poner peor cuando comience el período electoral: no importa cuánto lo intenten, los blogueros no van a conseguir que Castañeda hable en serio, ni siquiera que asuma su responsabilidad por brutalidades como su pésimo manejo de las revisiones técnicas o su carencia de política urbana más allá del concreto y chorritos de agua. La percepción nacional sobre las obras seguirá bastando.

La blogachada no logrará que el 2011 sea una elección entre el malo conocido, el muertito reaccionario, la hijita de papá y el chavista sin plata. El debate no mejorará. La capilla no saldrá de sus confines, porque la sociedad peruana sigue siendo fragmentada y fracturada.

Esto no impide que valga la pena intentarlo.

Feliz Navidad
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martes, 16 de diciembre de 2008

Una excelente razón para abandonar definitivamente el Internet Explorer

Hoy martes 16 de diciembre del 2008, todavía hay una mayoría de visitantes de este blog usando Internet Explorer. A ustedes les digo: no sigan usando el IE. Abandonenlo, por favor.

La razón más urgente e inmediata está detallada aquí por Microsoft misma, y básicamente dice que el hueco que hay es tan grande que no se sabe cuándo podrán parcharlo. A través de una vulnerabilidad, es posible que se robe información desde ciertos sitios que han sido infectados con código que entra al Explorer y levanta la información de interés.

Es bien serio. La forma más segura de evitarlo es no usar el IE, cambiando a Mozilla, Opera, Safari, Chrome, o incluso a algunos navegadores más exóticos, siempre que estén basados en WebKit (como Safari) o Gecko (como Mozilla). Pero dejen de usar IE; aparte de malo e inconsistente, les puede costar caro.
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sábado, 13 de diciembre de 2008

Fin de semana: reportajes, enlaces y otra mención a Wall-E

Entre las cosas que me han llamado la atención esta semana, sobresale el chongazo en Grecia. Este artículo en el Guardian explica el contexto: crecimiento de la desigualdad social, inmigración, corrupción política junto con completa falta de representatividad, crisis financiera internacional; añada unas gotas de tradición represiva y la cosa estalló, y sigue durando, ya casi una semana. Impresionante. Se explica además el enorme descontento de la generación de los 700 euros.

Confirmado: al centro de la Vía Láctea hay un inmenso agujero negro. ¿Peligroso? Parece que no...

OLPC sigue ejerciendo la exageración como mecanismo de ventas. Este anuncio publicitario ofrece las computadoras como contrapeso a los soldados y a la prostitución infantiles. Más bien hipérbole, por no decirle hubris, acota Wayan Vota.

En la deliciosa polémica sobre la cobritud, el nuevo espíritu nacional según ya-saben-quién, Chuto de Choledad Privada propone una alianza estratégica con Coppertone.

Techporn: fotos de los daños en el Gran Colisionador de Hadrones, para estar tranquilos porque todavía no se va a acabar el mundo.

Alegría: Wall-E, la mejor película del año según los críticos de cine de Los Angeles. ¿Alguien duda que se merezca esa distinción? Es, finalmente, la película de ficción con más votos en Rotten Tomatoes, y Time ya la ha elegido película del año. Lástima que no haya DVD para América Latina.

Añadido: la mejor explicación de las hipotecas sub-prime, a cargo de Dilbert:

jueves, 11 de diciembre de 2008

Por qué sé que soy peruano

Complicado tema, este de la peruanidad, que lanzó el Presidente de la República con uno de sus comentarios tan logradamente fuera de lugar. A partir de ahí, ese demiurgo de la blogósfera que es Ocram lo convirtió en polémica, en la que terminé participando de costado.

Más allá de las gastadas bromas sobre los estabilizadores químicos del humor presidencial, la pregunta sobre la peruanidad que planteaba Ocram ha sido atacada desde dos frentes: la cuestión del racismo y de la otredad, y la cuestión de las categorías. En el primer caso, la pregunta es cuánto de lo que decimos refleja nuestro racismo y nuestro desconocimiento del otro; en el segundo caso, más bien estamos ante la categorización de lo predominante peruano, con la fotografía de Evo Morales como ejemplo de qué es el peruano(a) promedio, por su origen andino, frente a las demandas de reconocimiento del mestizaje, sea cual sea la definición que usemos de este.

Aparte de disfrutar de algunas respuestas del video, me quedó dando vueltas mis respuestas, especialmente las que no salieron gracias a la generosidad de los editores: cuando me preguntaron si podía calificar a Marco como peruano, mi respuesta, banal, fue "yo ya te conozco...". Pero en el fondo, sí puedo decir que Marco es peruano, por varias razones menores y quizá una mayor.

Las menores son las obvias: solo un extraterrestre se pararía con una cámara a hacerle preguntas sobre su nacionalidad a desconocidos en medio de un parque sin ser miembro de esa nacionalidad; el acento, la facha, la apariencia general me dice que el entrevistador es peruano, porque podría ser -digamos- guatemalteco pero no estaría hablando así, en medio de Lima. Más todavía, si le preocupa lo que dice el Presidente...

La de fondo: es imposible hacer esa pregunta sin conocer de antemano la respuesta. Claro, responderá cualquiera, Ocram es peruano, pero el cómo decirlo tal vez revele más de lo debido; es fácil reconocernos pero difícil explicarnos. "Este pata es peruano" es lógico cuando vemos el contexto, que va desde la apariencia "racial" o mejor dicho fenotípica, hasta las preguntas dichas con cierto acento. Responder "pareces peruano, pues" es una forma de decir "sé que eres peruano porque tiene la apariencia de serlo, pero no te voy a decir cholo/criollo/blanquiñoso/pituco/caviar etcétera (laaaargo) porque quedaría feo".

Lo que me lleva a enganchar con otra conversación reciente: cuando Martín Tanaka (más peruano que yo por sus antecesores) nos plantea que hay una forma "peruana" de tomar café, derivada del "bien despachado", nos dice que la peruanidad es reconocible en elementos más complejos que el color de la piel o el lugar donde nacimos, sino en una forma de vivir. Y nos lleva a Anderson, que finalmente nos dice que no somos más que lo que imaginamos juntos, aunque esa imaginación sea una creación de conveniencia de aquellos que dominan sobre los que son dominados.

¿Somos peruanos porque compartimos prejuicios, aunque nos afecten distinto? Tal vez esa sea la mejor manera de definirnos.

La otra aproximación es meramente existencial. Me voy a permitir una referencia precisa y quizá no muy conocida por varios de los veintitantos que leen estas líneas: en Ratatouille, esa maravilla de Pixar, uno de los momentos más maravillosos ocurre cuando el pedante, insufrible y racional crítico de comida, Anton Ego, recibe como manifestación perfecta de la sazón de la rata cocinera un plato sencillo, casi banal: el epónimo ratatouille. El flashback es hermoso: Ego retrocede a su niñez, cuando llega a casa, triste por algo desconocido, y su mamá le da un plato de, precisamente, ratatouille. Las sutilezas, las estiradas precisiones del crítico despreciativo se deshacen ante una apelación a las emociones más primarias, más fundacionales. La comida regresa a su estado primitivo: comfort, inocencia, el placer de saberse querido.

Creo que ahí está el ser lo que uno sea: eso sin lo cual no somos nada, porque está en nuestra base. El Frío Rico de los seis años, el partido de fulbito con tus patas, la primera vez que cantaste el himno sin saber lo que decías en el colegio, también el primer insulto que recibiste o diste por tu color de piel, por tu apellido, por tus costumbres. Ese tejido primordial que no desaparece sin importar por donde vayas y qué hagas, eso te define. Para nosotros, nos hace peruanos.

Entonces, me defino peruano no solo, quizá incluso a pesar de lo obvio: soy peruano porque nací aquí, crecí aquí, tengo a mis muertos aquí, tengo a mi familia aquí, vivo aquí, trabajo aquí y por lo menos en espíritu, moriré aquí. Tengo DNI y pasaporte peruano, con lo maravilloso que resulta eso cuando uno viaja. Puedo no ser identificado como peruano en otros lados, puedo ser confundido con gente de otros continentes, pero me sé peruano porque a donde voy cargo lo banal/legal pero también el nous y el pathos de ser quién soy. Puedo renegar del miserabilismo, del cinismo, de la interpretación sesgada de nuestros falsos triunfos y nuestras derrotas exageradas, pero me definen y me arrastran a identificarme. Puedo valorar el mundo, pero igual tomo Inca Kola cuando regreso y pienso en el arroz con pollo cuando pruebo un riz au poulet y en el tallarín saltado cuando como un penne all'arrabiata. Sonrio cuando vuelvo a ver a Cassareto dando su saltito ridículo y me entristece cuando me recuerdan algún 6-0 u otro. No creo ni en nuestras risueñas playas ni en el puente o la alameda, pero esperan que las cante, y las canto. Me sé los catorce incas de paporreta, comme il faut (y me sé huachafo por ponerlo en francés). Quisiera que nuestros policías fueran ingleses, o nuestros alcaldes suizos, o nuestros políticos otros, sea el que sea el otro, pero me resigno a que sean quienes son. Llego a la hora, pero me siento culpable y comprensivo. Preferiría que todo sea distinto, pero entiendo y acepto que es como es, por más que igual quiera que todo cambie.

Igual que ustedes, cobrizos, amarillos, negros, blancos o a rayas, soy peruano, pe.
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miércoles, 10 de diciembre de 2008

Murieron el 2008: Polaroid


Aparte del HD-DVD, que murió por ser poco moderno, este año ha traido otra baja: se ha confirmado la muerte de un clásico de más de sesenta años: la película instantánea Polaroid, y sus cámaras.

Señal del avance tecnológico de la posguerra mundial, añorado por muchas personas como la solución para tener fotos rápidas pero también privadas, que no pasasen por terceros con el consiguiente riesgo para la privacidad, Polaroid fue sinónimo de un producto caro y exclusivo. Aunque recién dejará de fabricarse en febrero próximo, la trompeta ya sonó. Otro producto que no ha resistido el paso del tiempo. La fotografía digital, con sus ventajas y desventajas, ha dejado muy poco espacio para los que otrora fueron gigantes. Sin duda habrán productos para fines profesionales, pero la experiencia de la foto instantánea en papel solo será un recuerdo.

Pronto: más de estas defunciones, y el balance de fin de año.
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domingo, 7 de diciembre de 2008

¿Protección o censura?

Varios enlaces tienen imágenes ofensivas / de mal gusto / NSFW... tened cuidado y ejerced buen juicio.

Una reciente controversia trae a colación un tema importante pero en el fondo inasible: ¿cuándo la protección se convierte en censura?

Los ISP de Gran Bretaña han bloqueado una página de la Wikipedia, dedicada a un disco de la banda metalera alemana de los 70s Scorpions. Virgin Killer tiene lo que efectivamente es una imagen controversial, quizá ahora más que hace 30 años atrás: un desnudo femenino, con una modelo claramente menor de edad. No fue el primer caso, ni el último: Blind Faith hizo algo bastante más suave pero igualmente controversial años antes; luego Bow Wow Wow tendría una carátula controversial a pesar de tratarse de un homenaje a Le déjeuner sur l'herbe de Manet.

El mecanismo de censura de los ISP británicos se llama ClearFeed, desarrollado por BT a partir de una lista negra mantenida por la Internet Watch Foundation, una ONG inglesa que monitorea la Internet para prevenir el abuso infantil. Más allá de sus destacables propósitos, el resultado puede ser excesivo. En este caso, es una cuestión de criterio: para el grueso de los potenciales lectores del artículo, resulta algo desproporcionado, además de banal, bloquear una página simplemente porque presenta una imagen de mal gusto pero claramente de valor histórico para los aficionados a la banda, o para los interesados en el período, o para cualquiera. Salvo los menores de edad y los pederastas, la imagen, al ser presentada en formato menor, resulta fácil de ignorar. Ciertamente, ni yo ni mucha gente se habría preocupado en lo más mínimo por esta imagen si no se hubiese tratado de censurarla.

¿Tiene sentido? No lo creo. Para los británicos, el solo saltar a una versión en otro idioma de la wikipedia basta para ver la imagen, y ciertamente no hay nada que impida que esta imagen, o cualquier otra mucho peor, sea vista por algún pederasta de verdad. Si se trata de proteger a los niños, siempre quedaría la pregunta si estamos sobreprotegiéndolos, al crear un inmenso tabú sobre la idea de ver un desnudo de alguien de su edad, llevándolos eventualmente a ponerse a buscar algo similar, o quizá peor. Por otro lado, el derecho legítimo de cualquier adulto a ver la carátula de un disco de hace 32 años no tendría por qué ser trasgredido, dado que el juicio sobre la pertinencia o falta de ella por parte de los autores de la imagen es finalmente, un asunto personal.

La protección de los menores es un asunto claramente central en el desarrollo de cualquier política frente a la Internet, y no se trata solo de saltar como loquitos cada vez que una imagen o texto nos escandalizan: es prevenir los usos ilegales, abusivos y finalmente denigrantes que ocurren todos los días en la Internet. Bloquear una imagen no enfrenta nada, y sirve para destacar la banalidad de los filtros en casi todas sus formas, pues mientras más energía se gasta en estos casos, menos hay para lo importante: educación, prevención y fiscalización de lo realmente ilegal. Ojalá no lleguemos a esto por acá.
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viernes, 5 de diciembre de 2008

Generaciones interactivas en Iberoamérica


Participé como "contextualizador" del Perú en este estudio, que es parte de una iniciativa bien grande de Telefónica Internacional; ayer 4 de diciembre fue la presentación del libro, que está disponible aquí en texto completo. Hay una cantidad inmensa de información para ser revisada, analizada y discutida.

El estudio fue conducido por un equipo en la Universidad de Navarra, con aportes locales en varios países de América Latina. Lo que está pendiente es profundizar en cada país en base a los datos; la parte "cuali" que nos dé más luces sobre lo que está sucediendo con el consumo y producción de nuevos medios en todas sus posibles pantallas.

es un trabajo académico, sólido y consistente, más allá del auspicio de Telefónica. No se dejen llevar por prejuicios y dénle una buena leída. Luego rajen, aquí o otras partes.
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martes, 2 de diciembre de 2008

¿Por qué maltratamos al café?


Martín Tanaka propone una conversación que podríamos llamar "inactual": el café que consumimos en el Perú. Tras la agitación de la crisis de Peru21, el alboroto de la APEC y las pachotadas de cierto general bufo, quizá viene bien pensar sobre los placeres menores.

Como he contado antes, tomo café, y mucho. En un buen día, un jarro (mug) de café pasado, un par de jarros de café a la americana, un par de espressos dobles y quizá un café latte mediano. A veces, un macchiato, quizá un espresso hecho en casa, sin tanta presión como el espresso de máquina estilo Gaggia. Cuando he estado en lugares altamente cafeteros, pueden ser seis o siete espressos o su equivalente (colados cubanos, por ejemplo) y un cappuccino en el desayuno. Cuando estudiaba en la Universidad, llegué alguna vez a doce cafés en serio en un día. No me quita el sueño ni me altera, más allá de cierta acidez.

(o a lo mejor, el grado de intoxicación por cafeína que llevo en mi organismo me deja en permanente alteración).

Un montón. Como mencioné hace un tiempo, no me angustia tomar tanto porque buena parte de los problemas que se le atribuían al café han quedado descartados por la ciencia. Pero sobrevivo cuando no tengo café: lo evito al desayuno en hoteles que lo hacen a la EEUU (insípido, transparente, sin aroma, demasiado caliente), o en aviones donde invariablemente huele mejor de lo que sabe. En los lugares en donde solo es posible tomar café decente a precios altos, tomo menos de lo que quisiera: un buen espresso en Starbucks puede costar cerca de dos dólares, mientras que en Italia anda por los ochenta o noventa centavos de Euro, servido en una taza bonita y quizá conversado.

El problema es nuestra extraña manera de tratar el café. De acuerdo, no somos los únicos. Los estadounidenses no saben qué hacer con la bebida que consumen en cantidades impresionantes, sea porque lo maltratan al aguarlo o al enfriarlo y hacerlo una gaseosa sin gas o al embotellarlo, o porque lo convierten en un producto upscale, que no se puede consumir con facilidad. Los suizos, a los que les debemos la masificación del café instantáneo, son culpables al quitarle parte de la complejidad, tanto en la preparación como en la calidad del producto. En Chile, donde por mucho tiempo el café era un producto de lujo, tenían el contraste brutal de llamar "café" a cebada tostada y molida que servían caliente en la mañana, mientras inventaban el "café con piernas", que ha ido pasando de ser un guiño cultural a una industria de calentura.

Pero en este panteón del maltrato, los peruanos tenemos un especial protagonismo. No conozco otro lugar del mundo en donde el café sea sistemáticamente preparado para ser guardado.

El café pasado es una idea particularmente nuestra, que me gustaría alguien identificara históricamente. Hacemos un café por gravedad, gota a gota, lo que no es particularmente original: el método de cafetera americana, que hace un café malo, y el Melitta, que hace un café bueno, también son gota a gota. Lo que pasa en el primer caso es que el café es suave y escaso, con mucha agua a temperatura muy alta; en el segundo, hay mucho café y bueno, con agua quizá algo menos caliente. Pero en ambos casos el café se prepara para ser tomado de inmediato, o con poco tiempo entre preparación y consumo. En el caso peruano, usamos un filtro metálico integrado a la cafetera (al parecer algo así se hace en la India), con una concentración alta de café de no necesariamente buena calidad, molido de forma gruesa, al que se le echa agua muy caliente en pocas cantidades.

La "esencia" resultante es cualquier cosa menos que la esencia del café, porque resulta pobre en aroma, en sabor y en color. Encima, nos aseguramos de quitarle el poco aroma y sabor que le queda, dejando que se enfríe, y luego escaldándolo con agua hirviente cuando finalmente lo consumimos. Este método garantiza que salvo el color, todo es ilusión.

El resultado no es un americano (que es espresso con agua encima, proporción 1:5 y que en Italia cuesta más que un espresso, fundamentalmente porque es para turistas de EEUU); cuando mezclamos esta esencia con leche no hacemos un café con leche (que es técnicamente, un espresso con agua 1:1 o 1:2), o un cortado (que es 2:1) ni un macchiato (4:1), sino una singularidad con proporción 1:10 ¡en favor de la leche! La preparación de la esencia tiene cierto arte, pero la del café mismo, no, puesto que consiste en echarle agua a una concentración indeterminada de restos de café. Comparado con lo complejo que solía ser la preparación de espresso con máquina manual, o incluso la relativa delicadeza que demanda la prensa francesa, vemos claramente que el café peruano carece de encanto, de sabor y finalmente, de sentido.

¿Será por eso que le decimos "cafetera" a un auto viejo y sin encanto? Si lo que predominara en nuestro país fuese el espresso, improbable que hiciéramos referencia a artefactos tan hermosos con semejante desprecio. Incluso la cafetera italiana básica, la moka express, tiene cierta elegancia modernista que no aparece ni por asomo en nuestras piezas de hojalata con tapa roja.

No comparto con Martín la idea que el calor tenga mucho que ver: el capuccino en Italia es bebida de desayuno, el espresso de cualquier hora. El café como bebida ha sido inventado en países cálidos, pero son los países ricos, o los productores, los que se dan el lujo de tomarlo en abundancia; creo que el café "largo" que recuerdo de Holanda es más el resultado de una ya irrelevante búsqueda de eficacia en el aprovechamiento de un recurso escaso que del clima holandés. Y creo que lo más importante respecto a la definición de un café "a la peruana" no es el tamaño, sino la preparación: si lo haces fresco, no es a la peruana, porque no están condenándolo a la estulticia al dejar que pierda el sabor y el aroma.

La pregunta pendiente es por qué hacemos lo que le hacemos al café, siendo el Perú país productor y exportador del grano. Mi intuición apunta a lo funcional que es el consumo de café, limitado a ser un acompañamiento caliente de ciertas comidas, en un contexto de culinaria deliciosa pero poco elaborada. Nadie discute que nuestra comida es fantástica, pero recién se está volviendo sofisticada; el café que tomamos puede ser la consecuencia lógica de una cultura que valora el sabor y la cantidad pero que carece de finura para apreciar detalles.

A seguir conversando. Yo invito el café.

Apostillas al comentario de Martín Tanaka:
Martín acota que estamos viendo el asunto de formas distintas, pero creo que en realidad estamos tratando de acercarnos al mismo punto de fondo (¿por qué tenemos el café que tenemos?) desde manifestaciones distintas. Martín enfatiza la naturaleza "aguada" del café peruano, donde a una base se le añade agua; para mí, lo más característico es el guardado del extracto.

Ambas interpretaciones apuntan a algo parecido: no tomamos buen café. Creo que la impresión del café "bien servido" de Martín puede ser parte de una interpretación de la culinaria peruana como generosa en su tosca riqueza; ya lo dije en el post, tenemos una culinaria fantástica pero poco sofisticada, con sabores que compiten entre sí en un mismo menú, y con cierta tosquedad en la presentación, muy abundante, "bien despachada", pero poco considerada respecto al sabor mismo de lo que comemos. Por razones que no viene al caso discutir, tengo cierta familiaridad con los hábitos "sangucheros" de los limeños, y no deja de asombrarme cómo comer un sandwich de milanesa o de pollo es en realidad un ejercicio de sofocación del supuesto principal ingrediente en lo que hemos dado en llamar "cremas": mayonesa, mostaza, ketchup, ají, etcétera; hace poco conocí un local en Trujillo que se ufanaba de sus 10 cremas, a pesar que los sandwiches mismos no eran malos.

¿A qué voy? A que el "bien despachado" es más una manifestación de una pasión por la cantidad que por la calidad que hace que no valoremos lo bueno y, como en el caso del café, lo malo. Preferimos contar con todo el paquete, bien generoso, a pesar que el café no es más que un agua sucia, sin más sabor que el que aporta la leche.

Motivo para conversaciones más largas, más sistemáticas. Un buen analista de la culinaria peruana, eso nos falta. Con metabolismo acelerado y fondos amplios...
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