viernes, 26 de octubre de 2012

No confundamos redes con medios

Aunque ahora es común incluso en la bibliografía de marketing, el término medios sociales todavía no es tan usado como es debido en el Perú. Asumo que la influencia española, nefasta en varios campos, sigue pesando mucho, y por eso se insiste en el mal usado "redes sociales" para referirse a un par de servicios de Internet que en inglés se solían llamar social networking sites (casi intraducible) y que ahora se agrupan bajo el concepto de medios sociales.

¿Por qué es importante separar ambas cosas? Porque el concepto de red social es muy poderoso por sí mismo y merece ser rescatado y respetado. Una red social es "una forma comprehensiva y paradigmática de considerar la estructura social de una manera seria, a partir del estudio directo de la forma en que los patrones de vinculación asignan los recursos en un sistema social”, según Barry Wellman, el pionero y sistematizador de este concepto.

Las redes sociales existen y dan sentido a nuestras interacciones, y por lo tanto son una característica central de la vida social. Servicios como Facebook se montan sobre estas redes, las potencian, las alteran y a veces las agrandan; pero no son las redes mismas. Usar un medio social, es decir un medio creado a partir de las interacciones en las distintas redes sociales de las que formamos parte, es una manera muy interesante, pero variada y potencialmente confusa, de ampliar nuestras redes sociales.

La diferencia es crítica porque un medio social solo puede existir sobre relaciones sociales previas, y depende de las redes sociales de los participantes para crear valor y sentidos. Aprovechar un medio social, sea uno persona, profesional u organización, requiere entender las relaciones sociales.

Por eso, conviene separar los conceptos. Dejemos de maltratar a las redes sociales y llamemos a Facebook lo que es: un medio social.

jueves, 25 de octubre de 2012

Desmarcándose de Lima

Indicios tenemos, aunque todavía no hay pronunciamientos: la estación de Desamparados sería convertida en oficinas para el Primer Ministro, actualmente inquilino precario en Palacio de Gobierno.

Una suerte de rescoldo de esperanza me impide asumir que la decisión está tomada, o que una serie de expresiones públicas públicas de profundo desagrado no serán suficientes para detener un atropello. Pero queda la desazón de que algo así siquiera sea tomado en cuenta, ya no ejecutado.

¿Cómo es posible que se piense que es una buena idea tomar un edificio de más de 100 años, diseñado para ser un espacio público y habilitado, con elegancia y eficiencia, como museo / centro cultural, en una oficina cerrada al público?  Guardando las distancias, con Desamparados se ha hecho lo que París hizo con la Gare d'Orsay o Santiago de Chile con la Estación Mapocho: rehabilitarlas como espacio público una vez que su función original dejó de tener sentido. Privatizarlo, no en el sentido comercial sino de acceso y función, como oficinas estatales, sería una inmensa necedad.

Imagino escenarios paliativos varios para la pérdida de lo que sin duda es un lugar con encanto y que siempre ha sido público, abierto.
  1. Un inmenso logo de Marca Perú decorará la fachada, luego que las puertas hayan sido cerradas para siempre.
  2. Se instalarán muñecones de literatos peruanos en la entrada, para que la gente se tome fotos con Vargas Llosa, Arguedas y algún otro de esos que se leen en el colegio.
  3. Se hará una nueva estación, que tendrá sección cultural. Claro, pendiente el tren de alta velocidad a Huancayo que acaba de ocurrirsele al community manager de la PCM para justificar el traslado. Fecha de conclusión: para cuando tengamos metro subterráneo en Lima.
  4. La PCM auspiciará ediciones populares de libros de autores peruanos, que serán vendidos junto con los periódicos de circulación nacional. La foto del Primer Ministro adornará la contracaratula; naturalmente, no será el actual, sino algún otro tan poco consecuente con la ciudad que lo alberga como el actual.
  5. Se trasladará la Casa de la Literatura a la Estación de Barranco.
Pero en serio: cuando el único discurso sobre lo público que parece ser capaz de articular el estado peruano es la Marca Perú, tenemos un problema enorme por delante: lo público no es lo estatal; lo público no es aquello a lo que estamos obligados los ciudadanos; lo privado no siempre se define en términos de propiedad. Lo público es aquello que está pensado para todos, para que los ciudadanos nos encontremos, disfrutemos y aprovechemos.

Así como el "circuito mágico del agua" es una privatización del espacio público, que podría haberse hecho en cualquier otro lugar sin maltratar un parque; así como hacer Mistura en el Campo de Marte no es solamente cosa de dejarlo como estaba, sino de apropiarse de un lugar que es de todos para poner un negocio; tomar una estación de trenes, destrozarla para habilitar oficinas, cerrar sus espacios para el uso de unos cuantos y finalmente convertirla en una extensión de Palacio de Gobierno, no es más que una confirmación de la pobreza intelectual y moral de la política nacional, que solo ve la gestión de la cosa pública, la eficiencia en el gasto y la eficacia recaudatoria como virtudes ciudadanas. No pensamos en los peruanos como nosotros mismos, sino apenas como personas a las que hay que proveer de servicios en un constante quid pro quo: paga impuestos y algo recibirás a cambio.

¿El resto? Ahí está la comida, las ricas montañas, risueñas playas y exotismo variado. Conviértete en turista interno y disfruta que te sale más barato.

Espero sinceramente que esto no pase de ser una idea "brillante" de algún funcionario educado en la eficiencia noventera del fujimorismo, y que los políticos, que se supone tienen una idea más amplia de para qué están ahí, lo impidan. Ojalá se den cuenta que están para algo más que ser eficientes y vender turismo: están para hacer patria, y eso no se hace destruyendo la historia o despreciando la cultura. 


jueves, 18 de octubre de 2012

Felafacs 2012: la comunicación confundida

Esta por terminar el 14to Encuentro de la Federación de Facultades Latinoamericanas de Comunicación Social, en la Universidad de Lima. Un esfuerzo enorme de muchos: los directivos, la Facultad de Comunicaciones de la ULima, toda la gente involucrada desde los profesores hasta los alumnos que apoyaron. Eso, además, en el contexto de una Federación que cumple 30 años y que ha logrado una continuidad más que respetable.

La pregunta que surge, sin embargo, es el para qué. El Encuentro ha tenido buenas ponencias, algunas más bien convencionales; ha tenido presentaciones magistrales con el problema que estas suelen tener: no es fácil apelar al interés de 1500 personas que van desde estudiantes de pregrado hasta investigadores avezados. Pero me queda cuatro grands dudas, que además me han quedado tras cada uno de los seis encuentros de FELAFACS a los que he asistido:

  1. ¿Es posible hacer un encuentro de comunicación sin caer en las comunicaciones? Es decir, hablar de la comunicación es distinto a hablar de las distintas maneras como se comunica, en tanto profesiones o preocupaciones. El resultado es dispersión temática. Las ponencias sobre la comunicación no hacen un puente tan claro con las comunicaciones, ni siquiera con algunas de ellas. 
  2. ¿Es posible sostener el pensamiento crítico, más bien de izquierda, cuando las preocupaciones laborales son más bien de tipo comercial? La conexión entre las grandes dudas y respuestas tentativas del pensamiento crítico con lo que realmente tienen que hacer los comunicadores para salir adelante es un problema todavía por resolver. 
  3. ¿Cómo podemos avanzar como comunidad académica cuando hablamos tan distinto? Hay poca relación entre ponencias y posiciones a pesar que tratan de los mismos temas, y esto se debe a que las aproximaciones conceptuales tienden a ser muy poco parecidas y sobre todo, con vocación escasa de conversar entre sí. Otro gran pendiente. 
  4. ¿Vale la pena seguir hablando de América Latina? Finalmente es una abstracción, pero como que la hemos usado para diferenciarnos por lo malo: falta de irgor, falta de empiria, amenazas comunes y malos de la película compartidos. No es que no hayan pertinencia en muchos de estas entradas, pero igual... queda la sensación que nos escapamos a lo Latinoamericano porque no podemos conectarnos desde lo local  a la reflexión académica global. 

Ideas para conversar, ojalá. 

miércoles, 3 de octubre de 2012

Crimen sin consensos

El caso de Ruth Zayas es una tragedia en varios niveles. En el menos importante quizá, está el debate más bien confuso alrededor de lo ocurrido, que revela algunas tendencias poco saludables para la vida política del país. No busco aquí dar mi opinión sobre lo ocurrido con ella, ni mucho menos juzgar y asignar culpas. Más bien, es necesario pensar el debate mediático ocurrido, y cómo refleja la realidad de nuestra vida pública y los problemas que enfrentamos para lograr consensos.

Es posible establecer dos grandes perspectivas ante este tema: la primera es una claramente machista, que básicamente atribuye culpa a la víctima, y que es la extensión de una mirada similar a la que sirve de excusa a sacerdotes pederastas o a comunidades musulmanas que quieren mantener a las mujeres bajo cadenas porque son “tentadoras naturales”: el principio en una sociedad liberal es que cada quien tiene derecho a hacer lo que quiera y que no tiene que temer por ello ser víctima de nadie. Ese principio está en la base de campañas anti-agresión en las calles, disfrazadas de “piropos”, hasta la lucha contra la violencia doméstica.

La otra gran perspectiva es que pone la culpa en aquellos que aparecen como autores materiales o intelectuales del asesinato. La tesis más simplona, común en sectores conservadores de los EEUU pero no tanto aquí, es la del individuo enfermo, fuera del cuerpo social; expresada en muchos programas televisivos, la idea es que la sociedad está bien pero que algunos de sus miembros sufren de dolencias que los vuelven enemigos de la convivencia. Así, este asesinato sería un acto demencial, que solo se puede explicar como un acto de mala suerte, sin querer ver que tiene  raíces más profundas, en la sociedad misma.

A sabiendas que estamos en un país con muchos problemas, es poco común que la explicación individualista tenga popularidad en el Perú. Más bien, buscamos un culpable sistémico para entender los actos individuales. Dos puntos de vista, casi maniqueos, emergen: la violencia sistémica contra las mujeres, propia de una sociedad machista, produce situaciones como esta. La otra: una sociedad mediatizada, completamente carente de escrúpulos en su sumisión al espectáculo, crea condiciones para que alguien mate por dinero a alguien que se expone al aparecer en los medios.

El punto no es necesariamente quién tiene razón; tampoco es encontrar culpables, que es un proceso judicial. Es discernir responsabilidades, que existen en muchos niveles. Indiscutiblemente hay mucho de verdad en la responsabilidad de la falta de condena social a la violencia contra las mujeres, a un sistema que no facilita ni mucho menos alienta que se denuncien estas agresiones y que proteja adecuadamente a las víctimas. También hay responsabilidad en los medios, que usan sin mayor consideración de las consecuencias que puedan generar casos muy diversos, banalizando tanto las causas como las consecuencias, y sobre todo, asumiendo que lo que hacen es anodino e irrelevante, simple entretenimiento, sin evaluar los efectos morales de corto y largo plazo, cuando la sociedad acepta como natural que el sufrimiento ajeno es diversión, o que todo es motivo de contemplación sin compromiso.

El debate necesario entonces va por ahí: cómo lograr, colectivamente, que lo ocurrido no se repita, tanto en la consecuencia final, el asesinato de una mujer, como en los prolegómenos, en la etapa en que por varias razones muchas personas consideraron que era una buena idea exponer casos así por dinero en la televisión, creando condiciones para que luego, ocurriera un asesinato. La cadena causal queda para los fiscales y jueces; la sociedad debería procesar sus responsabilidades.

Que algunos programas o que algún presentador televisivo involucrado en el caso, se defiendan con argumentos deleznables o con acusaciones a terceros para evadir su rol, no debería extrañarnos: en ese medio se cultiva esta mezcla tan indigesta de egolatrías, certezas morales falaces y desprecio por la tragedia ajena de donde nace un crimen como este. Pero en la esfera digital, uno podría buscar oportunidades para fomentar una conversación sensata. Al menos ese era el sueño de los que postulaban a lo digital como un regreso a la sociedad dialógica de un arcano tal vez nunca real.

Lamentablemente no es así. La esfera digital es tan mala para estos debates como la mediática masiva, solo que si en la más antigua predomina el dinero, en la primera manda la certeza, la invectiva y la catilinaria. No buscamos entender sino afirmar nuestra convicción, y al hacerlo básicamente formamos partidos, en vez de construir consensos para atacar el problema entre todos.

Más allá de la importancia que un punto de vista tenga para cada uno, quizá esta sea ocasión para pensar colectivamente no en tener razón, sino en construir respuestas. En pedirle a la televisión que piense, y que considere otras voces ante los temas más serios; en pedirle a los presentadores que acepten que lo que hacen no solo responde a sus intereses, sino que afecta a muchos; a que necesitamos crear condiciones para que ninguna mujer sea agredida por un varón, de ninguna forma; a que las leyes deben ir acompañadas de actitudes, desde el estado, para buscar cumplirlas, y que los funcionarios deberían reconocer que una víctima merece respeto y compasión, no solo un trámite.

Pero lo más importante es concluir que debatir y conversar es urgente en el Perú. Mientras más dudemos de nuestras convicciones tendremos menos seguidores, menos “likes” y menos reposteos, pero quizá compartamos mejor la necesidad de encontrar respuestas colectivas. Será una lección menor, pero ojalá que esto nos lleve a pensar en que nos haría bien estar menos seguros y más dispuestos a escuchar.

Publicado en Noticias SER, 26/09/2012.