1. La separación conceptual entre "revocatoria" y "elección" no parece ser muy clara para el grueso de la población. Se ve a la revocatoria como la oportunidad de retirar a una alcaldesa que no te gusta, para luego escoger a otro alcalde. Esto es completamente consistente con la manera como se elige autoridades en el Perú: contra alguien, no por alguien.
Se supone que la idea tras la revocatoria no es adelantar elecciones en etapas, sino impedir que alguien haga daño a una comunidad a través de acciones perniciosas o delincuenciales. Villarán puede ser considerada como una mala alcaldesa, pero no es ni perniciosa ni delincuente; y sin embargo parece bastar la evaluación sesgada sobre su capacidad de gestión para encontrar justificaciones para votar por sacarla.
¿Cómo enfrentar esto? Supongo que debe haber un grupo relativamente pequeño pero potencialmente importante al que se le puede convencer con el argumento de no mezclar la revocatoria con las elecciones, y que la democracia requiere cumplir las reglas, incluyendo los plazos de gobierno. Pero definitivamente se trata de un argumento muy sutil, que va contra la cultura política del país.
2. El problema no es que Lima no pueda parar: es que se tiene que convencer a una respetable cantidad de ciudadanos que Susana Villarán la está llevando en la dirección correcta. Es perfectamente plausible que alguien acepte el argumento sobre la necesidad de no parar y opte por votar por el sí, porque sería la manera de garantizar que Lima no pare, a diferencia de su estado actual en que está parada, o dedicada a sonseras.
El argumento además asume que los ciudadanos aceptan que la salida de Villarán traerá el caos, lo que postula que estamos en un estado de construcción de orden, lo que es más bien optimista; que el orden es bienvenido por todos, lo que es todavía más optimista; y finalmente que los intereses individuales deben ser postergados por el bien común, lo que es wishfulthinking hasta que no se demuestre que es mejor así que de la manera a la que nos hemos acostumbrados.
No ayuda nada que no se anuncien nuevas grandes obras con el cuño de Villarán: ¿dónde están las nuevas rutas del Metropolitano? ¿dónde están los túneles y puentes que sean su idea? Todo aparece como la herencia de Castañeda, que no es cierto, y ciertamente no basta con hacer puentes o túneles, pero igual, es lo que muchos piden casi por inercia. Un pequeño parque en vez de la Parada es precisamente lo opuesto de eso que se espera como gran obra, realistamente.
3. La cuestión de la corrupción es descartada por mucha gente con extrema facilidad, porque se asume que el acto de revocarla no traerá una elección inevitable de los corruptos que promueven su revocatoria. Es fascinante comprobar como se racionaliza tanto la tolerancia a la corrupción como en este caso: el argumento que he escuchado varias veces es "sí, los que promueven la revocatoria son corruptos; no importa, porque Villarán es una incapaz que debe salir; luego elegiremos alguien mejor, que no sabemos quién es pero que no será ni corrupto ni incapaz; sí, los corruptos postularán, y quién sabe a lo mejor ganan, pero igual nos libramos de la incapaz: eso es lo importante".
4. Hay varias dimensiones complicadas en el deseo de revocar a la alcaldesa que son muy difíciles de tratar políticamente sin complicar más las cosas. Hay sexismo, pero si se lo menciona se corre el riesgo de convertirse en víctima; hay anti-intelectualismo, en la forma de "gente que no ha hecho nunca nada, no más hablar", pero combatirlo no es cosa de un par de meses; hay individualismo que lucha contra la noción de orden como bien colectivo, pero promover esto último refuerza el argumento que ella, que nada ha arreglado, va a joderme a mí para un logro poco claro que realmente no mejorará nada pero que sobre todo me joderá a mí, que estoy jodido y que por lo tanto no me merezco una alcaldesa que en vez de hacerme la vida más fácil se pone filosófica y trata de arreglar el mundo, que no tiene arreglo.
En otras palabras: en una cultura política en la que la acción colectiva es vista como una pérdida de tiempo, es muy difícil para alguien que tiene como mensaje principal la idea de comunidad no ser considerada como una marciana.
5. En el fondo, la cuestión es dejar las abstracciones y enfrentar el asunto de fondo: Susana Villarán tiene que ganar la confianza de entre 10 y 15% de los limeños para seguir siendo alcaldesa, y eso no se hace a través de terceros, de buenas ideas, de acciones interesantes en campos de relevancia política menor, de educación política, o de cualquier cosa que no sea el acto de decirle a la cara de los limeños por qué es mejor continuar con ella en vez de buscar alguna alternativa difusa. Si no se hace eso, lo más probable es que la melange de flojera intelectual, inercia, sexismo y pendejada que alienta la desaprobación triunfe. El gran problema es que no hay una estrategia para lograr ese 15%, sino varias posibles. Complicado, caro y muy exigente en términos de tiempo.
Ojalá lo logren, la verdad. Con todos sus defectos, prefiero a esta Municipalidad que al muertito capataz de obra que tuvimos, o al individuo al que llamaría Ali Baba si no fuera porque los insultos étnicos no se usan más...
1 comentario:
Y además esta revocatoria es un arma de doble filo pues también puede ser usada cuando gane el lado opositor, como ha pasado en varios pueblitos de la sierra, únicos sitios donde tal medida se ha aplicado.
Por eso estoy seguro que, cuando saquen a Villarán, lo primero que van a hacer es poner la valla más alta para que no se puedan hacer nuevas revocatorias y así evitar que el que suba en su reemplazo (Castañeda por ejemplo) pueda sufrir una revocatoria.
Solo agregaría a su comentario decir que la principal y única razón para sacar a Villarán es política: es cerrarle el paso a quienes pretendan actuar de manera diferente al statu quo que, desgraciadamente, es corrupto y fujimontesinista (según las encuestas -cuestionables siempre- de Apoyo la gran candidata a gobernar el Perú será Keiko, lo cual dice mucho del tipo de pueblo que somos.
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