sábado, 24 de julio de 2010

Vida digital: el comienzo

Estoy presentando mi libro Vida digital: la tecnología en el centro de lo cotidiano el 3 de agosto de 2010 en la Feria Internacional del Libro de Lima, a las 5.30 en la sala Ciro Alegría. Con este motivo, adjunto los dos primeros párrafos de la introducción, como para que se hagan una idea de la temática y el tono del libro.

0. Introducción, o cómo el cementerio inspira al autor

Hace poco entré al cementerio buscando una mesita. Llamamos cementerio al rincón de la casa familiar en donde se guarda lo que ya no se usa. La gran mayoría de lo enterrado en él recibe el nombre poco adecuado de tecnología: zombies electrónicos unidos en el olvido con electrodomésticos malogrados, papeles en desuso y cajas con manifestaciones del pasado, periódicos, ropa, juguetes, artefactos que realmente nadie volverá a requerir, pero que deben su penitencia en el cementerio a la ilusión de la utilidad futura, una redención utilitaria que todos sabemos no vendrá.

En este cementerio me reencontré con un amigo de infancia: mi televisor. 19 pulgadas, pantalla curva, empotrado en el interior de un mueble de madera brillosa y esmaltada, con diales y perillas, ese viejo televisor mostraba imágenes en blanco y negro y por su tamaño ocupaba el centro de la casa, en la sala, o a veces en el comedor; en una era con apenas tres estaciones de televisión, no importaba que obligara a pararse para cambiar canales. Detrás de él estaba esa mesita alta que quizá tenía más tiempo en el cementerio que el televisor, pero que resultó viable más allá de su supuesta irrelevancia: ahora carga sobre sí mi nuevo televisor, de 22 pulgadas pero en aspecto panorámico, tan ligero que lo puede levantar un niño de 10 años y que, aparte de necesitar su propia mesita, ha sido diseñado no para mostrar televisión, sino para recibir señales de distinto tipo y calidad, entre las cuales eventualmente, puede estar la televisión. Esos diales y perillas de antaño han sido reemplazados por un ahora ubicuo control remoto, pero ni siquiera me fijaré en él, puesto que el mando inalámbrico de la consola de juegos que conectaré al televisor se encargará de todo: mis gestos controlarán la máquina.
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