lunes, 12 de julio de 2010

La radio, ¿tiene futuro?

La radio persiste como un medio importante a pesar de estar anclada, tecnológicamente, en la mitad del siglo XX. A diferencia de la televisión, atravesada por nuevas formas de transmisión pagadas y ahora intervenida hacia lo digital, la radio no ha dejado de ser la AM y la FM.

Sin duda, la calidad de ambas ha mejorado, y la posibilidad de aprovechar el espectro para aumentar las estaciones permite más señales. Pero al mismo tiempo, el negocio radial, en el Perú como en todas partes en donde ha ocurrido un proceso similar, se ha convertido en un páramo sin ideas.

El informe del Comercio del domingo 12 es una buena entrada, aunque analíticamente es algo pobre. Muestra la evidencia de la concentración de propiedad pero no la explora, con lo que se pierde el principal motivo del estancamiento. La concentración suele producir estaciones en formatos predecibles, con mucha menos variedad porque se opta por fórmulas predecibles y por gestión de programación centralizada. En el Perú, la variedad está en la relativa pobreza de la AM, abandonada por las grandes inversiones pero al mismo tiempo terreno fértil para programas altamente especializados. La FM es una colección de parrillas completamente predecibles, donde salvo casos mínimos de independencia como Doble 9, no hay espacio para la innovación o el rescate de nuevas ideas.

El diagnóstico propuesto tiene dos grandes salidas, como aparecen en el informe. Por un lado, regulación para aumentar la variedad de operadores, cosa que es francamente ilusa, salvo una situación como la argentina, y que en realidad no quiere decir mucho, porque la realidad del consumo y de la explotación comercial del medio nos dice que la radio es telón de fondo, lo que ponemos para llenar lo que hacemos, antes que una actividad central. Por otro lado, se propone la interactividad, como una avenida hacia mayor participación de los oyentes en la programación.

Si entendemos interactividad como "usar Facebook", estamos ante algo tan irrelevante como la acción estatal. Por un lado, si queremos buscar mayor expresión, hay que mirar a todo lo que nos permiten los nuevos medios, sin problemas de escasez por el uso de tecnologías con 60 años de antiguedad; y si queremos interactividad en serio, pues esta ya existe, aunque no podamos usarla mucho todavía en el Perú.

Spotify y Last.fm son ejemplo de la realidad del consumo original de música. Ambas funcionan bajo principios similares: las listas de reproducción de los usuarios son accesibles por todos y nos permiten descubrir qué música escucha gente que gusta de las mismas canciones que uno. En otras palabras, se crea "comunidad" mediante la conexión de gustos y el descubrimiento compartido. No es cuestión de intercambiar datitos o rajes en Facebook, sino de ir encontrando cosas nuevas a partir de lo que otros, que consumen como uno, nos sugieren cotidianamente.

En particular, la tecnología de last.fm ha sido aprovechada para crear un sistema bajo los mismos principios pero para uso académico, Mendeley, que puede transformar el trabajo de los investigadores al ofrecer una conexión entre los discos duros y entre los intereses de estudio muy potente.

Ergo: la radio seguirá bajo su modelo, concentrada y entregada a la plácida repetición de fórmulas, apenas coloreada por algunos DJs con personalidad propia. El futuro no está en ella, sino en la interconexión de gustos mediante herramientas de Internet. Como con la televisión, el futuro está en otro sitio, y si bien no hay que abandonarla, tampoco hay que dejar de mirar todo lo que está por delante y que puede, realmente, cambiar el panorama mediático global y también local.
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