Dos asuntos que demuestran que la tecnología puede empeorar nuestras vidas. Primero, Motorola, que parecía ser el fabricante más logrado de teléfonos móviles, ha decidido desprenderse de su negocio de terminales móviles (dicho en peruano, de celus) porque no puede competir con los asiáticos, sobre todo Samsung, LG y Sony Ericsson. Esto apenas cuatro años tras ser el líder indiscutido, cortesía de su (en su tiempo) innovador RAZR.
No se trató de un teléfono innovador en el sentido de un iPhone: tecnología y servicio como nunca antes. Más bien, fue el "paquete", fue el crear un objeto deseable que servía como extensión de la personalidad de los usuarios, una forma de sentirse regios. Este campo lo perdieron cuando LG comenzó a hacer celus más atractivos (el Chocolate, el obsceno Prada) y cuando Apple geekeó el asunto con el iPhone.
Lo que queda de Motorola es una escuálido esqueleto sin dirección ni capacidad de maniobra. La culpa fue, al parecer, no invertir en marketing en el buen sentido: reconocer que los teléfonos móviles se habían commoditizados y por lo tanto, solo se podía hacer plata en los dos extremos del mercado: productos baratos producidos de la manera más barata (piensen en un ZTE) o productos originales y atractivos vendidos más caros. Motorola quedó fuera por no saber adaptarse y jugar para la bolsa de valores, no para su negocio real.
Encima, hoy también se ha revelado que al menos en Europa, los móviles podrán ser usados en los aviones comerciales. Hace bastante tiempo quedó claro que el problema de usarlos no era realmente una cuestión de seguridad, porque salvo circunstancias muy precisas, no causan interferencia con la aviónica. El problema está en que las celulas de comunicación, los espacios que la telefonía móvil usa para partir el espectro radioeléctrico y permitir más usuarios, están diseñadas para ser usadas (para decirlo en cristiano) desde abajo, no desde arriba: cuando un móvil trata de comunicarse desde un avión, la cantidad de células que pueden atenderlo es mucho mayor que cuando se está en tierra, y el resultado es congestión, porque se usa más capacidad de la necesaria.
La solución es crear unas pico células: digamos unas antenas de celulares que cubren solo el avión, y que interconectan con tierra a través de enlaces satelitales (un gráfico en el artículo de la BBC en el vínculo anterior explica este asunto bastante bien). Lindo: tendremos lo peor de ambos mundos, puesto que muchos creerán que les costará lo mismo que estando en tierra, pero tendrán que pagar por telefonía satelital; mientras que los pobres circundantes tendrán que escuchar al tarado(a) gritando y parloteando por una hora, mientras el avión se zamaquea y con el ruido habitual de las turbinas más los anuncios y todo lo demás. Por suerte, esto todavía no permite realmente usar Nextel, por ahí sí que sería peor (como servicio a la comunidad, ¿no podría Nextel hacer campañas explicándole a sus usuarios que todos sus equipos tienen la opción de usar la conexión directa sin altavoz? Sería un gesto de misericordia bienvenido).
Qué día este...
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