Con el respeto que me merecen muchos buenos amigos y buenas personas que sé están metidos en la creación de alternativas políticas de izquierda en el Perú, no voy a negar que no me hago mayor esperanza.
Por un lado, porque si bien tengo sintonía moral, por llamarlo así, con los reclamos de la izquierda, no creo que las soluciones que proponen o que la interpretación de la realidad nacional provengan de la mirada más correcta. Tampoco creo que sus prioridades sean precisamente las correctas; pero esto no me impide reconocer que genéricamente hablando, la izquierda peruana ha sido la única interesada en construir un proyecto centrado en (casi todos) los peruanos; y que solo, en el mejor de los casos, el primer belaundismo ha tenido algo comparable desde la derecha. Dejemos que corra un velo compasivo sobre las contorsiones políticas del APRA, que destruyeron cualquier posibilidad de considerarlos un proyecto político y la condenaron a ser una secta.
Entonces, la izquierda corre sola en la búsqueda de un proyecto nacionalista y popular, es decir orientado a satisfacer las necesidades de las masas y a través de ellas, de todos los peruanos; no cree en chorreos que son justificaciones mal disimuladas de la desigualdad de ingresos; no acepta que haya peruanos de segunda clase; defiende el derecho a la protesta.
Eso no quiere decir que carezca de vacíos: tiene muchos sectores donde se justificaría con facilidad el autoritarismo a cambio del "proyecto"; el tema de libertades y derechos suele ser visto, no por todos pero sí por una significativa cantidad, como una cuestión fundamentalmente económica, con lo que asuntos fundamentales de nuestros tiempos como la igualdad sexual no tienen mayor importancia o son directamente motivo de desprecio; los compañeros de ruta suelen ser perdonados y los "enemigos" sobredimensionados; y sobre todo, la izquierda muchas veces tiene una buena idea de qué hacer con lo malo actual pero no tiene realmente claro qué sería lo nuevo futuro.
Caso al frente: los dos nuevos frentes. Hay problemas elementales desde el nombre de uno y de los énfasis del otro. El grupo de centro-izquierda (ya sé que es discutible, pero en fin...) ha optado por un nombre que realmente solo puede nacer de la imaginación de un tecnocrata que se comunica con powerpoints (o peor aún, con Prezis): Coalición Progresista Unión de Fuerzas de Izquierda. La Se PUFI. Francamente...
La CPUFI reune a una serie de viejos valores de la izquierda, que están asociados con fracasos multidimensionales: desde la ruptura de IU hasta el fracaso en la alcaldía de Lima pasando por las alianzas discutibles y varias malas gestiones, aparte de la gigantesca responsabilidad política en Bagua de aquel que les da la inscripción electoral: no se trata precisamente de un grupo que pueda mostrar ni pureza de valores ni astucia táctica. No representan a nadie salvo a ellos mismos, y su pasado los condena. Realistamente, ¿qué le ofrecen al electorado sino que esta vez lo harían mejor que la vez pasada? Quizá podrían apostar a apelaciones populistas, pero ¿a través de quién? y sinceramente es impensable que otra vez cedan todo el espacio para que un individuo con agenda propia se los lleve de encuentro, como ya les pasó con Humadine, el/la mediocre Humadine. Sin líderes, sin sectores que sean naturalmente sus representados, sin una agenda clara, sin renovación de cuadros y con abundantes motivos para dudar de su eficacia gubernativa, repito, ¿qué le ofrecen a la ciudadanía?
Al frente, el Frente Amplio. Mucho más fresco, mucho más joven, pero tampoco mucho mejor. Su apuesta es, al menos así se dice, al largo plazo, a construir un verdadero frente. Ojalá: el Perú necesita urgentemente una izquierda capaz de balancear el sentido común de la derecha. Tienen muchos asesores y líderes en la sombra con historias tan largas como el CPUFI, pero han sido lo suficientemente avisados para tenerlos tras bambalinas, salvo la extraña decisión de poner a Hugo Blanco en medio, una suerte de apelación totémica de pasados comprometidos (varias bromas insisten que parecen egresados de Hogwarts tomándose una foto con su Dumbledore). El problema es que el Frente Amplio es una colección de representaciones gigantesca y minúscula: demasiados grupos pequeños con agendas propias que reclaman su espacio en la mesa, y que atrapan al Frente Amplio en una dinámica movimientista que puede ser util para hacer más intensa la relación al interior del grupo pero nada convincente para lograr que los electores voten por ellos.
Aunque debe haber alguno que otro delirante que piensa que pueden tomar el poder en una suerte de asonada bolchevique a punta de agudizar las contradicciones, estoy convencidos que la mayoría de los que conforman la dirigencia del Frente Amplio saben que la ruta electoral es la única verdaderamente viable. Pero no practican política electoral, al menos no todavía. No logran crear una narrativa nacional y amplia de por qué darles el voto, y una apelación de protesta solo serviría para ganar pero luego haría casi imposible gobernar porque es necesario priorizar y decidir, cosa que no es tan fácil cuando lo que se tiene es a muchos grupos específicos corriendo tras de ti para que les des lo que buscan. Es decir: es imposible parar las explotaciones mineras en curso sin arruinar las finanzas del país; sin esas finanzas, no es posible hacer nada significativo hacia el futuro. Vean a Tsipiras y a Siriza tratando de cumplir con sus electores sin por ello arruinar a Grecia por el resto del siglo. Con una narrativa tan pegada a la suma de las reivindicaciones, pueden ganar, pero terminarían o traicionándose para gobernar, o siendo destruidos por las demandas combinadas pero opuestas de la gobernabilidad y la satisfacción de intereses.
Creo que el Frente Amplio tiene futuro, mientras que el CPUFI no pasará de perder escandalosamente las elecciones y luego a alguna suerte de olvido hasta el siguiente ciclo electoral. El problema es cómo hacer para que el futuro del Frente Amplio sea más que el dilema del prisionero. Ojalá encuentren una salida.
Otra mirada sobre lo mismo en el buen artículo de Aldo Panfichi, el 9/4/15 en el Comercio.
1 comentario:
Tiene mucha objetividad. Es un poco deprimente pero no se puede cambiar tan radicalmente de la noche a la mañana cuando la derecha ha acostumbrado a la gran masa a creer en el chorreo y no ha habido de parte de todas esas organizacions que se han agrupado en frentes una tarea o labor de difusión de los cambios que los favorecerá y estarán dispuestos a apoyar, defender,luchar.
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