miércoles, 21 de enero de 2015

Medios y no redes: apostillas a una columna

Hoy miércoles 21, Marco Sifuentes publica su habitual columna en Larep sobre "los políticos y las redes". Como suele ser el caso, es un buen ejercicio de reflexión sobre tendencias digitales locales, donde acota con claridad el problema de usar servicios como Twitter de la manera que personajes tan lamentables como Urresti lo están haciendo: "Gracias a las redes sociales, cualquiera puede opinar. El problema es cuando los políticos opinan como cualquiera".

La observación es completamente válida pero requiere algo de elaboración para que sirva para entender el proceso. El problema reside en la manera como usamos coloquialmente "redes sociales" y lo que en realidad significan.

"Redes sociales" en lenguaje llano, quiere decir lo que conceptualmente llamaríamos "medios sociales" (Ojo: no es social media, por favor: es perfectamente razonable decirlo en español porque la traducción no deja ambiguedades ni confusiones como puede ser con otros términos que se usan en actividades académicas). Las redes sociales son un concepto de las ciencias sociales que se usa para estudiar la manera como se establecen, elaboran y enriquecen los vínculos sociales; los medios sociales son medios de comunicación que se crean a partir del contenido aportado por sus usuarios, y que como tal reflejan las redes sociales a las que cada usuario pertenece.

Usar "redes sociales" para indicar que Urresti está loquito por Twitter tiene la ventaja de ser claro para el grueso de los lectores de un medio como La República, pero resulta en pérdida de claridad explicativa: Urresti usa Twitter como si estuviera jodiendo a un tipo que le cae mal en el bar, no como un medio de comunicación. Si bien es un personaje basto, que incluso ante la prensa convencional habla como chofer de combi en vez de como ministro, Urresti cambia su registro al hablar con la prensa porque es consciente que lo que hace no está completamente bajo su control. En cambio, en un medio social, creemos que controlamos el discurso y buscamos no que nos entiendan o convencer, sino ganar, como cuando estamos en el bar, en el recreo en el colegio, o en una juerga.

Lo que se llama "trolleo" no es más que lo que hacíamos a los 10 años cuando ganabamos las discusiones no con argumentos, sino con habilidad retórica. Eso no se pierde, pero cambia según los contextos, contextos que son resultados de nuestras redes sociales. La bastedad de Urresti es resultado del tipo de intercambios que ha realizado en su vida, de la falta de sofisticación de su retórica, probablemente de su poco capital cultural, y de su capital social: la gente con la que se ha relacionado que comparte las características culturales y de argumentación.

Trollear no tiene nada de nuevo, dicho sea de paso. Algunas de las mejores trolleadas de la historia son bastante anteriores a Twitter, por cierto. Cuando Lady Astor le dijo a Lord Birkenhead, hace como 100 años, "If I were married to you, I'd put poison in your coffee", la respuesta pasó a los anales del trolleo inexistente aún: "If I'd were married to you, I'd drink it". Es casi imposible imaginar a Urresti diciendo algo tan agudo, con o sin Twitter.

Lo que hacen los medios sociales es visibilizar las opiniones que siempre hemos tenido. Ahí está mi única discrepancia significativa con el artículo de Marco: gracias a que somos individuos, cualquier ha podido opinar siempre. Ahora parece ser más visible nada más, y algunos ni siquiera se dan cuenta que no son "cualquiera", sino que sus responsabilidades públicas no se suspenden cuando usan sus cuentas de Twitter.


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