Pero lo más triste es constatar que tras haber sido el líder por default de la izquierda peruana estos años, tras haber podido dedicarse a la política a tiempo completo, tras haber estado completamente entregado a su rol de president-in-waiting, lo único que pueda usar para motivar a sus posibles votantes sea insultos.
Esto revela a Humala como lo que realmente: no un socialista, o un fascista, o un autoritario, sino un advenedizo narcisista esencialmente enamorado del poder. Sin discurso propio aparte de las sandeces de patriotero militar que han ocupado su atención estos años, lo que le ofrece a las masas es su propia virtud, su valentía como extensión natural de su status como "comandante".
Este mensaje asusta a las clases medias, pero no sirve para consolidar ningún liderazgo con los sectores radicalizados que son los que mueven la política paralela de calles y plazas. Estos jamás gobernarán pero sí harán imposible avanzar en ninguna dirección, salvo que se los mangonee, como hizo Fujimori, o se los coopte obligándolos a participar, cosa que es bien difícil que ocurra a pesar de las mejores intenciones de Arana, por mencionar a alguien que lo quiere intentar. Salvo que Humala sea tan astuto que logre sacarles movilización y votos para luego hacer algo al estilo de la noche de los cuchillos largos cuando sea presidente, un pacto con la "izquierda radical" solo le significará ser prisionero de ella a cambio de pocos votos y ninguna tranquilidad; irse hacia el centro parece imposible, así que tendría que intentar ganar a través de la calle y su indignación, la que no siempre ignora su propio interés ni carece de mirada a largo plazo. Optar por incendiar la pradera a ver qué queda mediante un voto por Humala requiere perder cualquier contacto con estas últimas dimensiones.
Citándome a mí mismo:
Me gustaría creer que Humala ofrece algo distinto, pero igual que Lourdes Flores ha optado por su Idaho privado, nuestro protagonista de hoy ha decidido que no vale la pena acercarse al país que existe sino seguir refugiándose en el país que se ha inventado. Ahí donde el capital es malo, los pobres son buenos, los incapaces valen por leales y los prejuicios son inteligentes, el señor Humala disfruta siendo el comandante que dejó de ser hace muchos años para apostar que presentarse agresivo, achorado y xenófobo reemplaza la definición de un programa político que permita imaginar rescatar lo bueno del crecimiento económico con lo mejor de la solidaridad, la construcción de un estado para todos, el respeto a los derechos humanos y a la diversidad de opiniones y opciones, y el orden como resultado de consensos, de necesidades compartidas, no de decisiones de arriba. El sigue su baile y espera que lo aplaudamos; espero sinceramente que algo mejor aparezca para no quedar atrapados en su ritmo.Triste...
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