En cualquier momento deberíamos saber cuál es la recomendación de estándar para televisión digital terrestre. Japoneses y brasileros han visitado al Presidente, que nuevamente ha priorizado los aspectos más arcanos de las relaciones comerciales en vez de dedicarse a trivialidades como la reforma del estado, de la salud pública, de la educación o de la seguridad pública y nacional.
Pero en realidad no me interesa mucho lo que diga la comisión, porque las dos grandes cuestiones siguen pendientes: ¿cuál será el modelo empresarial bajo el cual se implante la televisión digital terrestre? y en realidad más importante, ¿realmente importa qué escojamos, si finalmente la televisión terrestre no tiene futuro?
Sobre lo primero, me imagino que no vale la pena hacerse ilusiones y que el sr. Presidente decidirá solito que la mejor forma de garantizar que el público, la ciudadanía, los consumidores y las instituciones nacionales se vean favorecidas es dejar a los mismos sátrapas arruinados a cargo de las señales televisivas. Con el resto que me puede merecer Plural TV, el resto no merecería administrar Cholotube.
El consuelo es la segunda pregunta: a futuro, no creo que la televisión tenga mucho futuro. No va a desaparecer, ni mucho menos va a perder relevancia, pero no va a recuperar la que ya ha perdido, y ciertamente continuará perdiendo, poco a poco, lo que le queda, hasta ser una de varias plataformas, algunas locales y otras globales, a través de las que podemos acceder a muchos, diversos contenidos. Si las grandes cadenas de EEUU están sufriendo hasta el punto de pensar en convertirse en proveedores de distribuidores multiplataforma, ¿qué pueden esperar nuestras pobres empresas locales? Si NBC ha optado por reemplazar su prestigiosa parrilla de dramas de las 10pm por un nuevo show de conversación de Jay Leno (con lo que tiene tres shows de conversación seguidos, uno tras otro, en su programación diaria), queda claro que la producción interesante se está desplazando al cable, y que en mercados fragmentados y superpuestos, la calidad del producto no implica relevancia cultural o comercial. En EEUU se aburrieron de premiar a los Soprano a pesar de estar en una cadena completamente fuera del alcance del grueso de la población del país; ahora que Mad Men, del cable básico, es una estrella con Emmys y todo, la esperanza de contar con grandes programas que marcan el zeitgeist es cada vez menor.
Si a esto le añadimos que el cable se adueña con relativa facilidad de cada vez más hogares, incluso en países como el Perú, y que en la medida que el uso de convertidores / decodificadores se generaliza, el uso de un televisor de un estándar u otro no será óbice para recibir programas (cuestión de contar con el convertidor adecuado). Los clientes con plata para pagar televisores de alta definición ya tienen opciones en el cable, sin tener que esperar cinco o seis años para señales de prueba. El cliente del común del cable, ahora con un decodificador, ve televisión con mejor imagen y sonido de la que puede esperar, y no extraña la señal abierta. ¿Para qué volver al modelo de 10 canales cuando 100 están al alcance con programación atractiva y perfectamente diseñada para mis gustos, no los del resto?
Claro, habrán consumidores que no podrán o no querrán cambiar al cable; para ellos seguirá siendo importante la televisión de señal abierta. La pregunta es si tendrá sentido económico invertir lo que sea necesario para lograr que el público que ya se fue a la televisión paga, regrese a la señal gratuita. No lo creo.
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