martes, 8 de julio de 2008

Releyendo ciencia ficción: el tiempo ya no pasa igual

Por razones personales, he estado releyendo varios cuentos y novelas de ciencia ficción. Usando una definición muy vaga, casi privada, la ciencia ficción me ha gustado desde muy chico y me sigue gustando aunque no necesariamente en los mismos términos que antes.

Antes, la fascinación era por lo que podríamos llamar el "futurismo de las cosas": todas las maravillas que tendríamos algún día. Luego pasé a una etapa de encanto por el "paralelismo de las vidas", la imaginación de cómo seríamos en el futuro, pensado como una suerte de universo paralelo en donde las cosas no son iguales porque se han tomado decisiones distintas en los momentos adecuados. Finalmente, el disfrute es más ambiental: la imaginación de sociedades distintas, completamente similares en el fondo pero vistas con perspectivas forzadas o torcidas.

El futuro, como tiempo futuro, no tiene tanta fascinación como antes. Lo paralelo, como posibilidad de vernos bajo otros ojos, me sigue gustando mucho. No pretendo ser un especialista, ni un conocedor, ni mucho menos un fanático. Pero siempre estoy dispuesto a leer y a ver casi cualquier cosa de este género tan difuso.

Ocho lecturas, completamente eclécticas, que van en esa dirección, y que me siguen gustando y sigo releyendo:
  • Nightfall, una obra maestra de Isaac Asimov. Un cuento sobre cómo nuestros miedos nos pueden destruir.
  • Los nueve mil millones nombres de dios, de Arthur C. Clarke: completamente desactualizada, debe ser una de las primeras exploraciones sobre el poder de las computadoras.
  • The Hitch-Hiker's guide to the galaxy, de Douglas Adams. Complicada porque es en realidad una colección de obras, desde los programas de radio hasta la reciente película. La primera novela sirve como entrada al universo de Adams; brillante en su uso del inglés, entretenidísima y casualmente profunda.
  • Las crónicas marcianas, de Ray Bradbury. Bellísima, poética y evocativa, es más sobre nosotros que sobre cualquier otra especie.
  • La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares. Otra completamente desactualizada pero igualmente brillante.
  • La trama celeste, de Adolfo Bioy Casares: universos paralelos en Uruguay, con aviones a hélice. Un cuento delicioso.
  • Neuromante, de William Gibson: un universo perfectamente plausible en su completa inverosimilitud, alegórico y rayado. Hay partes tan buenas que permiten añorar un mundo tan feo como el que se describe.
  • El mundo sumergido, de J.G.Ballard. Ahora que consideramos el calentamiento global cotidianamente, su visión personal del apocalipsis climático es particularmente relevante. Ballard me encanta, pero no he leído Crash: la película es alucinante.
Todo esto por la reciente emisión de Misiones de la NASA por Discovery y el próximo estreno de Wall-E, que parece ser una obra maestra de la gente de Pixar.

1 comentario:

javier dijo...

¿Y nada de Philip K. Dick? Jo, hemos terminando viviendo mundos muy distintos y muy distantes dentro de una misma generación...