domingo, 6 de abril de 2008

Pronósticos sobre el pasado: a dónde llevar la televisión del estado

El desmadre de TV Perú comenzó con el cambio de nombre y nueva imagen que propulsó una anterior directiva aprista, que mejor no mencionamos por nombre. Hasta ahí, la ilusión creada por los seis años de manejo aceptable que permitieron las administraciones Paniagua y Toledo hacía que se pensara en televisión pública, no en un canal del gobierno.

Así fue siempre, por lo demás. Salvo en el final del gobierno de Morales Bermúdez, cuando los tres canales de televisión eran del Estado, Canal Siete, RTP en esas épocas, no ha tenido importancia real. Los que vimos la llegada del hombre a la luna recordamos a Gerardo Manuel pasando videoclips en Disco Club y eso era en canal siete, donde en la mejor tradición de recuperar los grandes éxitos de la radiodifusión del lejano oriente, alguna vez el programa más visto fue Ultrasiete.

Si bien el gobierno Toledo fue esencialmente racional con IRTP / Canal 7, permitiendo que produjera o emitiera programas inteligentes y un noticiero pasable, cometió dos grandes errores: mantener cierto nivel de presión político/partidaria, con programas impresentables dedicados a alabar a ya-saben-quien; y no formalizar el estatus de radiodifusora pública. Sin un marco legal que blinde las buenas prácticas de Eduardo Bruce, el Apra se vio completamente libre para volver a lo de siempre.

Lo que vemos hoy es lo mismo que mencioné el 2006 en este artículo. Despedir a Giacosa, transmitir actividades del partido aprista, mostrar cada acto presidencial como si fuera realmente importante, reciclar periodistas sin mucha credibilidad, transmitir matrimonios. Simplemente variantes sobre la misma idea: la televisión del estado es la chacra del gobernante, una prebenda que sirve de extensión del ego de algunos y de caja de resonancia de otros.

La televisión digital, bajo esta óptica, no será más que lo mismo pero con mejor resolución. Si la razón por la que se actúa con tanta mediocridad reside en la mezcla de temor de los otros medios y de falta de vocación democrática real, tenemos un escenario perfecto: el canal del estado sirve para sobrecompensar a los radiodifusores privados, en caso que no se logre que se "echen" por completo; sirve para que algunos tengan trabajo pero no para que ejerzan creatividad o imaginación; sirve para acariciar la autoestima del presidente; sirve para menospreciar al público, al que se lo imagina basto, chato intelectual y ávido de banalidades.

¿Para qué no sirve? Para desarrollar un diálogo más amplio e inteligente sobre el Perú, más allá de coloquios y monólogos de intelectuales que resultan de interés mínimo para la población en general. Para promover una conversación ágil y variada sobre los desafíos de mediano y largo plazo. Para re-imaginar nuestro pasado y encontrarnos con nuestro presente, con programas que no tienen que ser caros ni complicados pero que pueden ser atractivos y estimulantes. Reportaje al Perú y Presencia Cultural, ambos buenos ejemplos de lo que puede pasar cuando se da libertad a gente inteligente para hacer televisión.

No imagino a este gobierno atreviéndose a nada que no sea darle a sus intelectuales un rato de pantalla. Sí me imagino que la combinación de mezquindad, temor y vocación de aprovechamiento lleve a que el marco legal de la futura televisión digital sea una reproducción de la mediocridad televisiva actual: los actuales recibiendo garantías de seguir medrando de sus puestas de mano hace cincuenta o cuarenta o veinticinco años. No habrá espacio para los nuevos. A country for old men...

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