jueves, 21 de noviembre de 2013

Showrunners, arcos y narrativas, o como manejar un canon de cincuenta años

Cuarta entrega de la Semana del Doctor

Más allá de información, no estoy familiarizado con la versión "clásica" de Doctor Who, es decir con la serie original, hecha de emisiones de media hora con historias serializadas en varios capítulos individuales. El formato de los clásicos se mantuvo a lo largo de los 26 años de la existencia original, pero fue abandonado con el renacimiento de 2005.

Para esa época, una transformación clara estaba en proceso en la televisión dramática. Las series, es decir los programas dramáticos con personajes y situaciones claramente identificables pero sin una historia con final definido, funcionaban en el Reino Unido como en EEUU: productores ejecutivos que controlaban los elementos narrativos, escritores que respetando esos elementos narrativos escribían historias, y equipo de producción que eventualmente alteraba el guión y mantenía la coherencia visual y lograba un producto concreto, pero que no estaba anclado en una narrativa general.

A partir del inicio de la década de 2000 comenzó un cambio, en donde las series de televisión se acercaron al formato de la miniserie: episodios unidos entre sí por un arco narrativo que cubría la serie misma, o al menos una temporada de la serie. La mejor crónica de esta transformación es Difficult Men, un libro que relata el nacimiento y producción de varias series, desde Los Soprano hasta Breaking Bad, y aunque es más sucesión de datos que análisis, y está limitada a la televisión de EEUU, sirve para entender por aproximación el concepto de showrunner.

El Showrunner es la persona encargada de la realización de la serie, y en ese sentido ha existido siempre, por lo general como un productor ejecutivo. Sin embargo, la novedad es que una oleada de series se basan en un arco narrativo completo, como las miniseries, que "tratan de una sola cosa", digamos; pero ese arco no implicaba que la serie misma solo durara una temporada. Para que ese arco tuviera consistencia, el showrunner terminaba no solo creando "el universo" de la serie, sino el arco mismo, escribiendo la mayoría de episodios e indicando claramente qué esperaba de cada episodio no escrito por él.

Obviamente hay tolerancias: en series como Los Soprano hay episodios que existen casi solos, como en una serie clásica; en otras como The Wire es imposible encontrar episodios sueltos. No se limita al drama: comparar Seinfeld, el epítome del sitcom pre-2000, con How I Met Your Mother, donde hay arcos como "el incidente de la piña" que reaparecen a lo largo de las temporadas, sirve para constatar cómo se ha ido expandiendo esta tendencia. Pero la lógica detrás es la misma: el showrunner mantiene la integridad estructural de la serie.

Esto pasó con Doctor Who en su nueva versión. Russell T Davies se convirtió en el showrunner, tomando decisiones desde quién interpretaba al Doctor hasta los arcos narrativos de cada temporada, abandonando el formato serializado: en la primera temporada un par de episodios "dobles", es decir que comienzan y terminan en dos emisiones, y así sucesivamente. La intención era que la temporada entera fuera un arco, donde acontecimientos al inicio cobraran un nuevo sentido al final.

Para ello, la producción tiene que ser más consistente, y el resultado es que poco a poco, Doctor Who comenzó a ser dominado por una sola voz. De 2005 a 2009 fue Davies, con arcos relativamente asequibles; a partir de 2010 es Stephen Moffat, quien adora los arcos complejos que incluso son multitemporadas. Es imposible entender todo lo que pasa en The Wedding of River Song, el final de la sexta temporada, sin haber visto cuando menos dos dobletes previos: Impossible Astronaut/Day of the Moon y A Good Man Goes to War / Let's kill Hitler. Cinco episodios de trece para captar el hilo narrativo de la temporada, y hay varios elementos que igual se escaparían de no ver los otros episodios.

Al mismo tiempo, y con toda la historia detrás, el showrunner de Doctor Who tiene que incorporar un arco más complicado: los cincuenta años del personaje. Los Daleks, los Cybermen, la Gran Inteligencia, todos aparecen y desaparecen de la historia con regularidad, pero son pedidos por los fans que además esperan consistencia dramática e histórica: no se puede cambiar a los Daleks sin consecuencias, de la misma manera que el Doctor no puede regenerarse sin motivación.

Un elemento más debe ser considerado: Doctor Who siempre fue multimedial, o si se quiere, transmedial. Desde los inicios se novelizó, se hizo comics, se emitieron dramas radiales, luego webzines, miniepisodios y demás. Todo este contenido de fuentes variadamente oficiosas constituye un corpus complejo que nunca ha sido delimitado explícitamente por los showrunners: no hay un canon, algo que indiscutiblemente se considera "oficial", dejando el resto fuera. El Corpus es enorme y complejo: hace una semana, el octavo Doctor, que solo había hecho una aparición televisiva en 1996 --en una película para televisión que no logró despegar el interés en un revival-- reapareció en video, en un miniepisodio que sirve para cerrar su existencia; se regenera y da lugar al Doctor de la Guerra, que aparecerá en el episodio de los 50 años. Paul McGann solo ha interpretado al Doctor dos veces ante cámaras, pero entre dramas radiales, novelas, novelas gráficas y demás, es el Doctor con más material, y parte de este material fue referenciado en un momento de Night of the Doctor, cuando se despide de acompañantes que solo han existido en la radio.

Esta densidad de información puede ser una maldición, dado que es fácil terminar atrapado en ella y confundirla con densidad (calidad) narrativa. La gracia de los dos showrunners que ha tenido Doctor Who desde su renacimiento es que han logrado mantener la serie en el cuidadoso equilibrio de densidad informacional y narrativa, sin confundir (o confundiendo poquito) y logrando que nuevos fans se incorporen gracias a las historias menos densas.

Al mismo tiempo, la inmensa riqueza de material complementario que la Internet permite que exista sirve para que el fan casual pueda entender todo y eventualmente, ser fan duro. Si hay dudas sobre una historia, ¿qué más fácil que ir a sitios como Tardis Data Core, donde puedes averiguarlo todo? Añadamos que, sin considerar la legalidad, es posible ahora consumir a Doctor Who fuera de las emisiones televisivas, gracias a variedas alternativas que van desde el video on demand de Netflix hasta un buen torrenteo, es fácil comprobar que el consumo es tan intenso como la producción.

Por eso es que Doctor Who es un buen ejemplo de transmedialidad. Si, aceptando la definición de Henry Jenkins, transmedialidad es "stories told across multiple media", Doctor Who viene haciéndolo hace décadas. Sin entrar a debates académicos, es precisamente la diversidad de medios lo que hace tan difícil, y atractivo, seguir a la serie de manera constante, lo que crea un impulso para ser un fan duro, dedicado y tan denso como la narrativa.

A nuevos productores, nuevos consumidores. El éxito de Doctor Who es señal de la nueva televisión, capaz de capturar atenciones aunque no la veamos en televisión, y baliza para pensar cómo contar historias a través de nuevos medios: transmedialidad, arcos narrativos, pero sobre todo imaginación y audacia, para salir de lo convencional rescatando lo bueno del pasado. Esa es la lección de estos 50 años.

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