jueves, 10 de junio de 2010

Bienvenido el Mundial

El ritual cuadrienal comienza en la nación del arcoiris. No me interesan los detalles, pero no puedo estar más contento.

A pesar de la FIFA, de Adidas y Nike, de CocaCola (pero les agradezco Waving Flag, la canción más decente desde la gloriosa Un estate italiana), de ATV y sus comentaristas, de la horrorosidad perpetrada por Shakira, de los afiches y las tonterías en los diarios, de la obsesión por algunos jugadores y la ignorancia del resto de potenciales estrellas. A pesar de los 28 años. A pesar de la terrible posibilidad que Maradona campeone y con ello el mito se desborde. A pesar de la estandarización y la pérdida de color local.

No me importan las sonseras y los mandatos del marketing. El mundial es maravilloso, es una justa extraordinaria cuya existencia alegra al mundo y nos hace ser menos malos por un mes. El mundial es un despliegue de meritocracia pero también de azar, de arte pero también de disciplina, de orden pero también de imaginación. El mundial achica al mundo entero al mostrarnos diferentes en nuestra esencial unidad. El mundial nos permite pensar en los demás sin preocuparnos y nos saca de nuestros peores prejuicios y nos fuerza a emocionarnos con los logros ajenos.

Por un mes, lo más importante en el mundo entero será el futbol, y con él dejaremos mezquindades varias para reemplazarlas por minucias y cositas que realmente no importan, y por eso son importantes. Uno puede enervarse por la profusión de notas sobre arbolitos de navidad como Cristiano Ronaldo, pero es preferible saber de ellos que de Netanyahu o de Ahmadinejad o de Chávez o de nuestros locales Kouri, Fujimori o García. Finalmente, Ronaldo es por encima y antes que todo un ser humano excepcional, un ejemplo de lo que quizá algún día todos podríamos llegar a ser, lo que el mundo podría ser, cuando de lo único que tengamos que hablar sea de los Ronaldos, sin Netanyahus o Fujimoris.

Por treinta días, saludaremos la diferencia en la persona de los 23 seleccionados de los 32 países, y nos sentiremos cómodos al constatar que más allá de detalles de color, costumbres e idiomas, somos los mismo: pateamos la pelota y lloramos cuando ganamos o cuando perdemos. Nos regodearemos en insultos sin mala intención al vecino mientras secretamente lo envidiamos por estar ahí mientras nosotros estamos acá. Entenderemos la diferencia entre el Cabo y el veld, soñaremos con vuvuzelas y jabulanis, aprenderemos a bailar como zulues, sabremos pronunciar Nelspruit, y algún padre tendrá que averiguar quién es ese viejito al que todos parecen idolatrar, ese Mandela, al que todos le debemos tanto pero que tantos no conocemos.

Por un mes, nos sentiremos allá, y la televisión servirá para conectarnos a una realidad colectiva que reorganiza horarios y modifica costumbres. Viviremos en la pantalla como sucedáneo del estadio, y soñaremos con tiempos mejores, con Brasil o con el que siga, para finalmente ser parte de la fiesta, porque la esperanza nunca se pierde.

Durante un mes, estaremos sumergidos. No habrá otra cosa en el mundo que una pelota, que estadios, que peloteros, que comentaristas, que discusiones banales y pretenciosas sobre 4-3-3, 4-4-2 y variantes intermedias. Nada más que estereotipos que pasan por imaginación, que clichés que pasan por análisis. Nada realmente valioso, importante.

Y me alegra, me emociona, me parece maravilloso, que sea así. Reducir el mundo entero a miles de millones de personas pendientes de una pelota es una bendición. Nada se compondrá, nadie se salvará, nada dejará de estar mal y peor.

Pero por treinta días, en estado de gracia, la humanidad se fijará en lo importante: en el goce, la alegría, la agonía del combate sin muertes ni daños, la gloria, el triunfo y finalmente, la sensación que hemos sido, por treinta días, mejores. Hemos sido felices, todos juntos.

Bienvenido el Mundial.

Addendum: Waving Flag en árabe, muy simpática, y Nancy Ajram es simplemente encantadora.
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2 comentarios:

Renatiux dijo...

Buen post Eduardo. Gracias.

Milton Vela dijo...

Eduardo, tu post mundialista es como esos goles que parten de una patada con la parte externa del botín, 3 dedos, pelota con efecto, y adentro.

Un abrazo.