1. Impresiona, para mal, que todavía baste para muchos el solo mencionar a SL para que haya necesidad de entrar en pánico y temer un rebrote terrorista. Hace tiempo que SL dejó de ser una amenaza a la seguridad del estado, siendo un grupo criminal peligroso que controla áreas tradicionalmente fuera del control estatal, y que molesta mucho; pero más peligroso para el país es en este momento el lento pero seguro proceso de organización de la criminalidad en mafias, que están comenzando a tomar control de pueblos enteros (ver los reportajes de la República sobre Barranca: aun dejando espacio para cierto sensacionalismo, es gravísimo), que lo que pueda hacer SL. En otras palabras, muchos todavía siguen tratando de ir al Mundial de Francia cuando el problema es cómo corregir las cosas para ir a Qatar 2022.
2. Esto lleva a nuestro estado, partido en dos: las islas de excelencia, esas que existen para responder al mundo externo de las que habla Eduardo Dargent, y el estado para los peruanos de a pie, ese que no da pie con bola y que no es capaz de dar servicios de calidad para el grueso de nosotros, más allá de esfuerzos loables en educación y quizá, en salud. Los servicios de seguridad siguen siendo presas de culturas institucionales lamentables, incapaces de hacer algo realmente inteligente ante las amenazas que tenemos por delante. El Perú corre el riesgo de volverse un estado capturado pero Uresti se dedica a juegos de baño de colegio con los Fujimori. Patético.
3. La urgencia de cambiar radicalmente el funcionamiento de la Policía queda clara cuando uno revisa el documento de "análisis". Lo que se expresa solo puede ser el resultado de dos alternativas, que encima no son excluyentes entre sí: o los encargados de analizar carecen de cualquier contexto y formación medianamente pasable sobre la diferencia entre expresión cultural y política; o la cultura sobona que predomina en la policía, donde para salvarse las espaldas hay que hacer lo que pide el jefe, lleva a redactar algo que solo se puede entender como complaciente y repetitivo del "sentido común policial": si no se alaba a las fuerzas militares y a la policía, entonces se está siendo complaciente con los terroristas. Ese sentido común puede estar incrustado en los policías pero sin duda, usarlo puede ser una manera de quedar bien con los jefes, que encarnan ese punto de vista. Sea como sea, es terrible, porque así como se les escapó la paloma con SL a finales de los setenta, también se les puede escapar si aparece una verdadera amenaza política a la seguridad nacional.
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