sábado, 16 de abril de 2011

El voto y la vida digital: de PPKausas y entusiasmos 2.0

(publicado en el dossier Humala y Keiko en el diván de La República, 16/4/2011. Esta versión tiene mínimas correcciones de estilo)

No hay nada más fácil que ser un PPKausa: basta con apretar un botón. La magia del marketing en “redes sociales” ha solucionado la urgencia de convocar a los jóvenes, de hacerlos participar en la política. Se requiere un léxico ligeramente más amplio para entender esta situación, pues no se trata de militantes, pero tampoco de votantes; simpatizantes, pero no siempre en condiciones de movilizar y ser movilizados, de discutir y argumentar. Captados en un medio virtual, la participación política solo es virtual.

Esto, ¿es una condición ineludible de la red social? ¿No se puede trascender desde lo virtual a lo real? Por supuesto es posible, pero para ello hay necesidad que la propuesta política lo haga. El “me gusta” al PPKuy o a la campaña “Tenemos ganas” de Augusto Rey y Elohim Monard suelen ser el resultado de participar de redes sociales, en el sentido sociológico del término, es decir de conexiones compartidas con personas que conozco, con similares percepciones de la realidad y experiencia cotidiana. Por eso esa sensación que “todos” son amigos de mis candidatos, que “todos” van a votar por ellos, que es imposible perder. La vida es digital, y la realidad, como dijo Manuel Castells, es lo virtual, el espacio en donde las interacciones a través de la tecnología se vuelven tan importantes como la realidad convencionalmente definida. El rincón en donde los que viven digitalmente se conectan con sus pares es una zona de confort, un espacio en donde las certezas son sólidas y podemos saber que la realidad externa no siempre entra. En este espacio personal, podemos reafirmarnos en gustos y creencias sin miedo a equivocarnos.

Digamos que los PPKausas habitaron un mundo en donde todo era posible, incluso ignorar las encuestas serias, las críticas sólidas, y las intenciones de las mayorías, esas que podemos excluir sin miedo de las interacciones digitales.

Sin embargo, la política ocurre en el mundo real, lo opuesto a la vida digital. Ahí votamos, ahí se convence a las mayorías, ahí se ganan los votos desde leyendo un post en Facebook hasta discutiendo con amigos, escuchando discursos y compartiendo opiniones con desconocidos. Negamos la política, que es la construcción de consensos y la lucha por el poder, cuando nos refugiamos en la tranquilidad de reafirmar nuestros gustos sin tener que luchar por ellos, frente a aquellos que no piensan como nosotros.

El uso electoral efectivo de servicios como Facebook ha estado acompañado por vocación de trascender lo virtual hacia lo real. Campañas exitosas, como Obama el 2008, buscaron encontrar y reunir a los más motivados y convertirlos en militantes, para que actúen en la calle, donde se pelean los votos, o donde se facilita el voto de aquellos que no pueden ir a un centro de votación, tarea importante cuando el voto es facultativo. En la realidad peruana, donde todos tenemos que votar, la lucha política es dura y los partidos necesitan de militantes. Cuando en vez de eso se tiene estrategias de marketing, se produce una ilusión colectiva.

Tal vez en el futuro relativamente lejano en el que todos tengamos acceso a servicios como Facebook, y en el que todos vivamos de la misma manera la vida digital, podremos pensar en que la política se resuelve en la Web; mientras tanto, para ganar una elección, se seguirá necesitando hacer política, no marketing 2.0. Si una lección queda del entusiasmo digital, es que se puede atrincherar opiniones hasta convertirlas en prejuicios, como lo muestran las discusiones plagadas de insultos que pululan en la red en estos días. Un accionar político responsable debe eludirlas y repudiarlas, porque enturbian aún más la de por sí compleja realidad política nacional.
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2 comentarios:

Amazilia Alba dijo...

Y cual es la explicacion de racismo digital que ha inundado las redes?

Eduardo Villanueva Mansilla dijo...

Supongo que es resultado del racismo de fondo, como casi todo en Internet.