Si se acepta como premisa que la libertad de expresión es un fundamento elemental de la sociedad, entonces expresiones como esta de decir que "Necesitamos que los medios de comunicación sean ese puente entre el pueblo y sus gobernantes..." son despropósitos que deben ser condenados. Si en realidad piensa que en lograr "un “reparto equitativo del espacio electromagnético” y una descentralización de la entrega de licencia de funcionamiento a los medios, que tendrían que ser dotadas por las regiones" estamos entonces en un escenario distinto, más bien potencialmente sensato aunque la idea de repartir licencias a nivel regional es algo absurda, dado que el problema de la concentración no tiene mucho que ver con las licencias tanto con la negociación de las mismas como si fueran propiedad de los licenciatarios. Esto, además de tener que aclarar que lo que se entregan son licencias de utilización del espectro, no licencias de funcionamiento... eso es otra cosa.
Pero el problema con Humala no es uno ni otro. Si quiere realmente democratizar la televisión, hay dos pasos: convertir a TV Perú en un canal público, manejado no por el gobierno o el estado sino por una corporación independiente, sin propósito comercial y sin agenda política (BBC, ARD/ZDF, TVE son buenos ejemplos); el segundo es más complicado, pues requiere cambiar las normas sobre televisión digital terrestre (TDT), que entregan tal cual la explotación no solo del canal que ya tienen, sino de hasta cinco canales más a los operadores de señal abierta, más otros problemas serios, como explica aquí Martín Carrillo. Además, si lo que se quiere es democratizar la comunicación, ese invento llamado Internet puede ser una forma excelente de lograrlo...
No es que la televisión digital vaya a ser necesariamente importante. Es posible, creo yo casi seguro, que nunca sea relevante, entre el desarrollo de los nuevos medios y la globalización de facto de la distribución de contenidos. Para cuando haya TDT en el Perú en una escala generalizada, es muy probable que la penetración de Internet haya cambiado por completo nuestra noción de lo que es consumo mediático. Pero si asumimos que más diversidad es de por sí una buena idea en la televisión, la oportunidad, que el gobierno aprista optó descaradamente por desperdiciar, es distribuir mejor la disponibilidad de canales en la TDT.
Los costos asociados a la instalación de un canal de televisión son enormes, la conversión a la tecnología digital no es simple, y los consumidores bien pueden terminar optando por televisión de pago de alta definición. Si bien la tecnología lo permite, el modelo de negocios de la televisión de señal abierta bien puede ser incapaz de permitir la expansión de señales hasta 40 emisoras que se financien por publicidad. Ese es el verdadero cuello de botella.
Ahora, si lo que Humala y gente de su entorno quiere es pelearse con los medios, en especial con la televisión, este es un caballito de batalla completamente banal pero fabuloso. Cuando solo teníamos tres canales de televisión, la obsesión por quién controla la señal abierta podía explicarse; cuando contamos con siete, pero gracias a la Internet, la televisión de pago y eventualmente la TDT hemos de considerar que tendremos fuentes interminables de contenidos diversos, entonces dedicar tanta energía a la televisión actualmente existente es como pelearse con fantasmas del pasado.
La impresión que deja Humala no termina ahí. Comentarios como el primero que cito dejan la impresión de alguien que ve la comunicación como una forma de ordenar la sociedad, donde el negocio y el entretenimiento son malos porque no permiten un alineamiento entre los iluminados en el poder y las masas a ser educadas. Es decir, una señal autoritaria. Otra más.
Cuántas malas señales, señor Humala.
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