Un tema latente hace tiempo, y que ha cobrado alguito más de interés tras la creación del ministerio de Cultura, es la cuestión de la ciencia y la tecnología en el Perú. Por un lado, algunos mencionaron que podría valer la pena poner este tema en el MinCul, a partir del tema de conocimientos nativos (lo que abre la puerta de la discusión de para qué está el tema de culturas nativas en el MinCul...). Otros han hablado de la necesidad de un ministerio de C&T propiamente tal. También se ha considerado que el éxito del financiamiento BID para la C&T en el Perú, expresado en el FONDECYT, amerita insistir en el tema.
Sin duda, es necesario impulsar mayor desarrollo de la C&T en el Perú, pero no como tal, sino como I+D, es decir como investigación y desarrollo aplicado al crecimiento económico. La idea que la C&T por ella misma tiene un valor significativo para el desarrollo nacional no tiene mayor sustento; más bien, asociar el trabajo de C&T a la I+D, especialmente al nivel de las firmas, sería una ruta mucho más sensata.
No es que no haya investigación en el Perú: es que hay poco presupuesto, sin duda; es que hay proyectos de primer nivel en algunos lugares pero nada o casi nada en muchas universidades; es que mucho de lo que se hace no tiene salida al mercado, porque no existen alianzas claras entre el sector productivo y el sector académico.
Este último punto es clave: la competitividad de la economía peruana, por ejemplo, no puede basarse en mano de obra barata, porque el costo de vida en el Perú no permitiría pagar al estilo chino: 130 USD por mano de obra industrial, con jornadas de 12 horas, y otras gracias particulares de un modelo de expansión capitalista en una sociedad autoritaria. Aparte de la productividad de ciertos productos de agroexportación, y de los minerales, cualquier desarrollo significativo debería provenir de innovación, para el mercado interno y externo, y eso solo se logra con I+D.
Ahora, cuando consideramos que la inversión en I+D en el Perú es de un patético 0,1% del PBI, frente a modestos 0,4 de Costa Rica o 0,7 de Chile (y 2,2% de Corea del Sur, considerando además el tamaño de su PBI), vemos que la posibilidad de innovación es ínfima. Hay un divorcio entre las distintas partes de la economía, hay carencia de formación en las áreas en donde realmente se necesita C&T, y hay poca vocación de invertir en innovación, lo que requiere trabajo a mediano plazo. Existe un órgano que gestiona la política de C&T, el Concytec, que ha tenido luces y sombras, pero que tiene poco peso en la formulación de políticas, más por carencias de conducción que por falta de espacio para participar en ellas. Hay planeamiento, incluso hay grandes lineamientos, pero hay poca dirección en el sentido literal, de decir hacia dónde vale la pena ir.
Pero incluso cuando se ha logrado formular planes y proyectos, el despegue sigue sin ocurrir. Es decir, la C&T no se conecta con la I+D. ¿Un ministerio cambiaría esto? No. Es más, el ministerio probablemente haría lo que hacen todos los ministerios, que es crear una dinámica cerrada en sí misma sobre su rol, impidiendo ver más allá de su propio organigrama y de sus tareas, haciendo que el diálogo con otras instancias del estado, y sobre todo con las firmas que realmente hacen o deberían hacer el I+D, no ocurra.
Necesitamos pues que el Ministerio de Producción dialogue mucho más sobre las demandas de I+D de las firmas; que el Concytec converse con las universidades para formar la gente correcta para la demanda empresarial; que el Ceplan sea un líder en la visión de largo plazo considerando desde dónde podemos comenzar y hacia dónde dirigirnos, sin necesariamente hacer listas de lavandería de acción a tomar sino prioridades nacionales que tendrán retornos altos para el sector privado y la sociedad en su conjunto; que se cree un entorno que premie la innovación tecnológica y las alianzas con universidades; que los gobiernos regionales tomen la iniciativa y fomenten innovación de impacto local rápido y contundente. Que el sistema de ciencia, tecnología e innovación sea orgánico, nacido de lo que realmente hacen las firmas en el mercado y las universidades, no una serie de instancias en un plan burocrático que realmente no llevan a nada.
Lo que no necesitamos es otro ministerio, cerrado en sí mismo y con una agenda divorciada del resto del país.
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