El consenso está claro: el censo 2017, que tuvo lugar el 22 de octubre, ha fracasado. No solo por problemas severos de cobertura, sino porque se lo percibe como un error fundamental, una oportunidad perdida.
No se trata solo de la percepción, fragmentada creo yo, de ausencia de preguntas; ni tampoco sobre la idea, generalizada entre ciertos sectores, que se pudo hacer con una metodología distinta, usando otros medios, o simplemente sin paralizar el país por buena parte de un día (a pesar de los beneficios ambientales). El problema fundamental ha sido una tecnocracia anclada en un modus operandi precisamente tecnocrático, que no ha sabido o querido conectarse con la ciudadanía; una ciudadanía que puede no estar bien informada ni saber para qué sirve un censo, pero que puede quejarse en la enorme caja de resonancia que constituye el tejido digital contemporáneo, alimentando de paso a nuestros medios masivos, vividores de los medios sociales.
Una tecnocracia anticuada, que insiste no solo en hacer el censo de una manera determinada, sino en actuar bajo patrones autoritarios pero ineficientes: decreta inamovilidad y paralización del transporte público solo para desmentirse cuando queda claro que salvo mediante una declaración nacional de estado de emergencia, no se puede impedir la circulación de las personas; y que el transporte público tiene que funcionar, por ejemplo para las personas que se tomaron el trabajo de planificar viajes con mucha más antelación que la que el Estado Peruano tuvo para anunciar sus medidas.
Pero aún: esta tecnocracia optó por no politizar lo que debía, la importancia y urgencia de un Censo, exigiendo los recursos que el gobierno optó por no transferir. Como mencionó un experto, el Censo peruano ha costado aprox. 1,7 USD por ciudadanos: en Ecuador o Chile se suele gastar 4 USD. Aceptemos que pro cuestiones de escala puede costar menos en el Perú, pero no menos de la mitad. Se ha querido hacer barato, y por eso el ridiculo y despropósito de publicidad en parte de los materiales censales.
Tampoco se hizo política al dejar de enseñar y convencer, y escoger ser autoritario: amenazas inconducentes que dejaron de lado el pedido de colaboración; explicaciones incompletas y poco convincentes sobre los convenios firmados. Falta de protección de los voluntarios, que culminó con las agresiones y la violación de una voluntaria en Villa El Salvador, agravada por la falta de reacción de los dirigentes encargados. Una suma de desastres.
La unica pregunta no objetiva del Censo, la cuestión por la auto identificación, sirve como ejemplo de la falta de claridad: aunque sirviese para que muchos se pregunten o cuestionen por la singular combinación de ancestros y costumbres como categoría única, donde además para muchos se mezcla con la noción subyacente de "raza" para interpretar la dimensión ancestral, lo cierto es que la pregunta tenía un propósito preciso, pero una justificación pobre: ¿realmente la falta de políticas para las poblaciones vulnerables / postergadas tiene como causa la falta de información? No cuesta mucho trabajo darse cuenta que por ahí no iba la necesidad de hacer la pregunta, y la falta de un discurso claro al respecto terminó por volverla una broma para muchos.
Ahi está la cuestión de fondo: en sociedades fragmentadas, confusas y confundidas, pero altamente conectadas, es absurdo pretender que no se deba politizar un evento como el Censo. Politizar además es mediatizar: es tener estrategias claras y bien definidas de copamiento de los espacios mediáticos para darle al evento la naturaleza buscada, para minimizar la mala onda y aumentar la buena disposición, pero sobre todo para que haya buy-in, para que la ciudadanía asuma que es util, incluso con sus limitaciones.
Por ejemplo: aparte de la consistencia de la data a lo largo de los censos, puede haber buenas razones para no incluir el uso de bicicleta como medio de transporte; la estimación inicial, los estudios preliminares, la data comercial (importaciones y ventas de bicicletas) puede indicar que no es un dato relevante fuera de cierto sector social, y que siendo este un Censo Nacional, es necesario incidir en aquello que es nacionalmente relevante. Estoy especulando, pero bien puede ser esa la razón.
También puede ser que simplemente a nadie se le ocurrió. Pero ver el Censo como un evento politico implica tener personas que son capaces de pensar en las consecuencias políticas de las decisiones, y pasar a preparar respuestas o argumentos sobre lo dicho. Así, se logra minimizar malas lecturas y se logra más compromiso ciudadano.
Es evidente que no existió nada de eso, y que el INEI optó por tratar a los ciudadanos como proveedores de datos y no como parte interesada, como stakeholders del Censo; o que si los consideró así, lo hizo desde la olímpica distancia que los tecnócratas peruanos suelen adoptar. Por un lado, gobierno centrado en el ciudadano; por el otro, te meto preso si sales a la calle cuando un funcionario te ordena que no lo hagas.
Una vez discutida la experiencia y asumida la realidad; una vez que se tenga claro que no se puede planificar tan mal y terminar haciendo un desastre luego de estresar a todo un país; luego que se defina la mejor y más moderna y viable manera de hacer el Censo, incorporando las preguntas más importantes y recogiendo toda la información posible de otras fuentes para no alargar el proceso innecesariamente: ahí hay que pensarlo como un evento que requiere compromiso ciudadano. Un compromiso que se logra con información y tratando a los peruanos como parte del proceso y del logro, no como datapoints que hay que interrogar.
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