jueves, 18 de junio de 2009

De Bagua a Irán

Los sucesos de Bagua siguen marcando la agenda nacional, y sirven para reflexiones sobre la política, la sociedad y la comunicación.

Sin duda la generalización de acceso a recursos tecnológicos ha facilitado, siquiera ligeramente, tener un poco menos de confusión sobre lo ocurrido: fotos y videos que nos permiten ver qué ocurrió. Pero también hay el otro lado: la conversación se pone especialmente necia porque los nuevos medios, en particular los blogs, sirven para que los individuos se expresen sin cortapisas y puedan decir lo que creen, sin mayor responsabilidad ante la "opinión pública", sea esta lo que queramos entender (y no es el momento para discutir qué es). No es necesario pretender ser objetivo o neutral, se busca ser completamente partidario de una posición u otra, sin interés en comprender. Casos extremos como el patético cavernícola del Daily Bigot siguen siendo más notables porque salen en un diario, pero no es difícil encontrar estos puntos de vista en la blogósfera local.

La cacofonía creada por puntos de vista completamente carentes de interés en discernir lo ocurrido, sino solo dedicados a machacar interpretaciones a priori, se ve fortalecida por la existencia de los nuevos medios. No me refiero solo a los comentarios que aparecen en ciertos posts, aunque son importantes manifestaciones de esta lógica. También es la importancia que se le da a ciertos testigos, la veracidad total que se le asigna a ciertos actores: si le creemos a todos los testimonios de todos los que se llaman testigos, o si los ignoramos completamente y solo creemos las versiones oficiales, es finalmente más reflejo de nuestras opciones políticas que de nuestra capacidad de discernir la realidad a partir de pedacitos dispersos.

Y esto nace de la falta de interés de los actores políticos por entenderse. No es un problema de comunicación, sino de Comunicación: lo primero sería si la voluntad existiera y fuese mal ejecutada; lo segundo es no querer escuchar al otro.

Pasemos a Irán: está claro que el conflicto que existe en ese país es gravísimo, y que la única manera que les queda a los opositores del payasito miope para comunicarse es tuitear o faisbukear. Los nuevos medios resultan un refugio a la voluntad de una cantidad significativa de iraníes por comunicarse, y un mecanismo para saber realmente qué está pasando.

¿O no? Quizá lo que está pasando es muy distinto a lo que estamos creyendo a partir de la evidencia mediática. Como en Bagua, sin prensa de por medio lo único visible es una bruma de impresiones sueltas creadas por aquellos que, desde una tribuna específica, quieren decirnos algo. No es igual, porque no se trata de acontecimientos discretos en zonas de difícil acceso, sino de una continuidad de sucesos en zonas urbanas; es más fácil que cobren vida virtual. Pero quienes hablan lo hacen desde una posición ya tomada, y lo que dicen lo escuchamos con toda intención de creerlos o no, según nuestra posición ya tomada.

Yo también creo que hay responsables, de ambos lados, de las masacres en Bagua y alrededores, en diversos grados, que deberían terminar presos; también me impresiona el caradurismo de personajes como la ministra del Interior, que ha sido incapaz de mostrar un mínimo de coraje personal para decir "nos equivocamos", en vez de sacar el cuerpo cada vez que ha podido; también me impresiona la esquizofrenia del presidente García y la transformación tardía, lamentablemente tardía de Yehude Simon de pseudo mastín en sensato y hábil operador político.

Pero también creo importante sacar lecciones de otro tipo: es imposible hacer política en el Perú sin partir por entender que no hay un solo discurso que funcione en todo el país; que no hay una sola visión de la "buena vida" que sea compartida por todos; que no hay buena voluntad y credibilidad como puntos de partida, sino más bien lo opuesto; que la comunicación, sin importar cuánta tecnología haya, no es posible si antes no asumimos que lo que el otro piensa es tan pertinente como lo que yo creo. Sin estas premisas, tanto la comunicación como la política en el Perú seguirán siendo, en un buen día, una payasada, y en uno malo, una tragedia.
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