Pero esto resulta aún más llamativo en contraste con la discusión que se ha armado en los EEUU con la propuesta de la Universidad de Maine para reformar los criterios de evaluación docente. La idea es que la realidad digital actual, aquellos académicos que hacen (hacemos) cosas en nuevos medios deberíamos ser juzgados no solo por métodos tradicionales, sino también por la producción en nuevos medios, y eventualmente con mecanismos abiertos de evaluación, algo así como una evaluación abierta, no solo porque cualquiera puede hacerla sino porque muchos participarán a lo largo del tiempo, mediante herramientas como Thought Mesh. Invito a que lean el enlace que es muy sugerente para todos los involucrados en educación superior.
Claro está, los criterios originales son todavía ajenos al andar de las universidades peruanas, donde en muchos casos predomina el amiguismo, y donde las publicaciones no son evaluadas por pares de manera ciega (blind peer-review). Uno publica donde publica, y basta cuando existe la evaluación, que en muchos casos no se ha inventado o siquiera considerado. El panteón de lo publicado define quién es uno, y las cosas se mueven despacio, entre otras cosas porque no hay suficiente información y existen pocas redes de comunicación entre especialistas. Todo esto, demás está decirlo, es cosa del pasado, dado que hay información y hay la posibilidad de crear redes, y es la capacidad analítica multidisciplinaria lo que es urgente desarrollar.
Como decía en un post antiguo, el problema es que las universidades siguen siendo eludidas por cualquier gobierno de cualquier nivel, los que no se atreven a proponer ninguna modernización porque suena a "interferencia", y porque realmente no se nos ha metido en la cabeza que tenemos que invertir en educación. Por eso todavía hay nociones tan absurdas como que el ejercicio de un actividad académica, como la historia, es patrimonio de ciertos profesionales, y que tal patrimonio no debe ser tocado por nadie más.
Este formalismo no sirve sino para estorbar. Comparte la matriz del formalismo que permitió a los congresistas descartar la candidatura a contralor de Edmundo Beteta sin juzgar sus calidades profesionales o decir abiertamente que no querían hacerle caso al presidente, sino con el argumento banal de la "falta de experiencia profesional" porque la licenciatura de Edmundo no era de hace 10 años. Tonterías, que cada vez pesan menos. Salvo cuando nos conviene.
Entonces: podemos especular que este proyecto se aprobará, para quedar bien con algunos necios y para que el congresista de turno diga que no hay grupos de presión que lo doblegan; podemos especular también que cuando alguien que no sea historiador publique un libro sobre historia, el colegio le pondrá un amparo, y que algún juez digno de Macondo lo acogerá, y prohibirá la venta de dicho libro por trasgredir la ley del colegio profesional de historiadores. Mientras tanto la calidad de los estudios históricos no mejorará, y nuestro presente seguirá empeorando.
Enlace al blog de la Asociación de Historiadores Región Sur Arequipa, autores de esta idea, que proponen aberraciones como "Como colegio profesional se podrá revisar los contenidos y planes de estudio en las escuelas profesionales de Historia", lo que es francamente ridículo: ¿no sería mejor que los doctores en historia, académicamente validados, sean los responsables de esto?
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