OK, tenemos la paradoja de, tras casi treinta años sin rumbo, subitamente tener dos planes para reorganizar el transporte en Lima Metropolitana. Por un lado, el Metropolitano, que podríamos llamar el Metro Amarillo; por el otro el Tren Eléctrico, que funcionará eventualmente, cuando haya suficientes trenes, pero que también se llama Metro de Lima. Dos sistemas francamente mínimos, incompatibles y sin conexión, en medio del caos.
Si bien existe un plan para construir líneas de tren, subterráneo o no, tenemos tantas superposiciones que es difícil saber cómo va a terminar funcionando la cosa. Por un lado, no hay una autoridad para el transporte metropolitano, porque la Municipalidad de Lima Metropolitano y la Municipalidad de la Provincia del Callao no han creado, y probablemente no vayan a crear, una autoridad conjunta para hacer un plan único. Por el otro, el gobierno central es el único que tiene suficientes recursos para hacer obras de la magnitud de un tren eléctrico, sea por viaducto o mejor todavía, subterráneo. La autoridad sobre el caos del transporte urbano realmente existente es tenue por la realidad compleja de actores completamente en contra de grandes reformas, público impaciente y al mismo tiempo resignado, y la perspectiva, nada agradable, de la que nos espera mientras se construye cualquier obra de envergadura.
Es decir, conciudadanos: ¿se pueden imaginar lo que va a ser moverse por esta ciudad mientras se esté haciendo el huecazo bajo la Javier Prado?
¿Qué hacer primero? Quizá se podría comenzar por saludar la intención pero reclamar más organización. El gobierno central bien podría sentar a la mesa a los alcaldes de Lima y El Callao y decirles que habrá metro cuando haya sistema, y que habrá realmente sistema cuando haya autoridad unificada. Luego, integrar en uno solo ambos grandes planes, y poner fechas siquiera para tener una referencia de cuándo no tendremos una línea de subte, de elevado o de metrobus (poner nombres más adecuados sería una buena idea también). Una vez integrados los dos planes, que la Municipalidad de Lima comience a integrarse con El Callao efectivamente, haciendo una línea de metrobus conjunta, con el mismo sistema de pago que será usado en todo servicio en la gran ciudad.
Pero lo más crítico, en realidad, es lograr otra cosa antes: un plan para desfacer el entuerto, herencia fujimorista, del caos del transporte. Lo que está haciendo la MML es valioso pero solo va a funcionar cuando El Callao se lo compre y cuando el gobierno central decida que la autoridad no es suya y que solo debe hacer aquello que le piden, no lo que se le ocurre, que viene a hacer una versión Eisha de la prepotencia habitual en nuestra sociedad: será tu problema, pero yo quiero hacer lo que yo quiero, como anunciar una línea de subte sin avisarte antes (y digo Eisha por la cantidad de plata involucrada).
Entonces: qué Humala de la plata pero no se meta; qué Moreno y Villarán dispongan una sola autoridad para toda la ciudad; que las respuestas sean integradas; y que se anuncien las cosas en orden y con vistas a 30 años, que es lo que tomará lograr que las cosas esté como deben ser. Y nosotros, a prepararnos porque mientras se hagan líneas subterráneas, la cosa va a ser de terror.
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