martes, 17 de noviembre de 2020

Asuntos internos: sobre mi candidatura a la Asamblea Universitaria PUCP 2021-2022.

PUCP: Preparando la post normalidad


El siguiente es el documento completo que plantea mis razones para postular a la Asamblea Universitaria PUCP, como profesor principal, con el número 25. 


Estamos ante un camino complicado. La post normalidad será el periodo en que los efectos directos de la pandemia de 2020 comiencen a desaparecer, pero donde las condiciones materiales y humanas todavía no regresen al estado pre pandémico. Tomará tiempo no solo vacunar a la población del mundo, sino reiniciar la economía, y enfrentar los efectos sociales y culturales de la pandemia. Se decía que la normalidad era el problema y no se podía volver a ella; quizá sea cierto. Pero no sabemos realmente que significará la post normalidad, ni como haremos para hacerla viable; más aún, las consecuencias de la crisis climática comienzan a sentirse. Es un panorama complejo, y en la pequeña escala que es la Pontificia Universidad Católica del Perú, será crítico prepararnos para tener alternativas. 


Es necesario reconocer que la PUCP ha logrado manejar la inmensa crisis producida por la pandemia de una manera más que adecuada. Por un lado, considerando los efectos económicos y financieros, los efectos reales en la marcha institucional son fuertes pero se ha logrado amortiguar los peores posibles, como pérdida de salarios significativa para los docentes —sin negar que el empleo de un porcentaje de trabajadores administrativos ha sido duramente golpeado. La adaptación de la actividad académica a la pandemia, sin descartar los problemas que se hayan presentado, ha sido en su mayoría correcta, efectiva y solidaria. 


Pero al mismo tiempo, y atravesando hostilidad innecesaria de grupos de estudiantes y de profesores, se ha logrado también colaborar fundamentalmente con el país, ofreciendo innovaciones tecnológicas de necesidad nacional, algo que ninguna otra universidad ha podido alcanzar. Esto es un logro notable que debemos destacar y que debe enorgullecernos, no solo por la capacidad de nuestros colegas que llevaron estos proyectos, sino por la decisión institucional de impulsarlos. 


Sin embargo, es también necesario reconocer lo que la crisis de la pandemia ha puesto en relieve cuestiones críticas a enfrentar. No solo se trata de seguir funcionando en lo que bien pueden ser varios semestres más de enseñanza remota, si no ir preparando lo que vendrá en la eventual post normalidad, cuando la pandemia deje de impedirnos funcionar como antes, pero tras un periodo prolongado de ingresos disminuidos, de alteración profunda de la práctica cotidiana de trabajo, y de abandono del campus, estaremos en necesidad de reconstruir nuestro trabajo institucional, y de ir planificando como volver a una condición en donde podamos aspirar a funcionar como lo hacíamos antes de la pandemia. 


La crisis política de noviembre fue también un momento definitorio: exigió una respuesta institucional a pesar que la situación claramente escapaba al ámbito inmediato de la universidad; esta respuesta institucional mostró que principios básicos que la universidad ha defendido siempre —aunque no siempre ha ejercido a satisfacción— son indispensables para el funcionamiento de nuestro país. 


Las dos enormes crisis que ha vivido el país nos han afectado menos que al promedio de peruanos; pero igual nos sacuden, y nos obligan a acercarnos más a la sociedad de la que somos parte a pesar de las desigualdades y desequilibrios indiscutibles. La decisión de declararnos en luto por una semana es un reconocimiento al rol inmenso que los jóvenes, universitarios o no, jugaron en esta crisis; pero también de nuestra capacidad de adaptación, y de la existencia en la comunidad de una coincidencia, general, gruesa pero coincidencia al fin, entre los valores fundamentales de una democracia y la marcha institucional. 


Juntas, estas crisis nos dicen que nuestras debilidades son manejables, pero que existen y que debemos enfrentarlas. Por eso hay que impulsar el cambio desde todos los niveles de gobierno de la Universidad, y por eso es que postulo a la Asamblea Universitaria. 


Tres razones críticas: la necesidad de cambiar la manera como se gestiona la PUCP es fundamental. Este cambio es necesario a nivel político tanto como gerencial, e implica asumir que necesitamos otro tipo de mecanismos para tomar decisiones, más basado en evidencia, pero también otros criterios para definir cómo tomar dichas decisiones, no solo basado en evidencia, sino en un diálogo fundamentado en los valores institucionales, sin perder de vista la necesidad de adaptarnos a un mundo cambiante. 


Segundo: adaptarnos no significa aceptar un mundo cambiante. No solo por los valores institucionales, sino porque los vectores reales del cambio no son los mismos para distintos grupos de intereses, distintos actores, distintas realidades. Lo que parece ser evidente en sí mismo para algunos no comienza a tener sentido para otros; lo que debe permanecer no puede hacerlo solo porque conviene a algunos o porque no es cómodo hacer cambios. La diversidad de la universidad es un bien en sí mismo, pues nos acerca algo a la diversidad del Perú, que no es solo cultural sino de desigualdades y de posibles respuestas a estas desigualdades. Lograr el objetivo colectivo de ser la mejor universidad en un país como el Perú, pero dejando espacio para que no tengamos como único factor de decisión para el ingreso la capacidad de pagar pensiones académicas, es indispensable, y esto requiere un esfuerzo complejo y sobre todo compartido. 


Tercero, cambios como estos requieren legitimidad, la que no puede provenir solamente de la autoridad del equipo rectoral y una aprobación pro forma de la Asamblea Universitaria. Siendo cambios transformativos en una etapa de crisis, la Asamblea debe asumir una responsabilidad más cercana a un cuerpo legislativo; sin embargo, está claro que la Asamblea ha sido tradicionalmente una instancia que aprueba propuestas del equipo rectoral, con relativo debate y de manera ágil pero breve, y con poca difusión de lo que se decide más allá de sus miembros.  


Esto ha cambiado en momentos de crisis, claramente, cuando la Asamblea tornó en un mecanismo político, para canalizar el debate y procesar ciertos consensos. Eso ha dejado un vacío, pues las decisiones más estructurales que se han tomado en los últimos años no han sido necesariamente debatidas con la amplitud y profundidad necesarias, lo que debilitó su legitimidad.


Similarmente, la gestión misma de la universidad, que ha causado algunas controversias y un enorme conflicto —la crisis de diciembre de 2018— no siempre han sido advertidas y debatidas cuando se pudo, dejando de lado cierto grado de control político, debilitando la legitimidad del equipo de gobierno. 


En otras palabras, la Asamblea debería ser más activa, asumiendo funciones de control político y debate abierto sobre el curso que quiera tomar nuestra Universidad; para así evitar que las dudas se conviertan en controversias, y las controversias, en crisis. 


Lograr mejorar, cambiar la gestión de la PUCP para hacerla más cercana a las necesidades de su función primordial; reconocer que estos cambios deben dejar margen para la diversidad de la institución, respetando la iniciativa docente y la necesidad de contar con un alumnado lo más diverso posible; y darle legitimidad al proceso a través de un gobierno más deliberativo y diverso. Esto implica apoyar al Rectorado de la manera más amplia pero menos complaciente posible, y participar y demandar participación en las decisiones de mediano y largo plazo. 


Esto debe estar matizado por algo que quizá pueda ser obvio, y por lo cual hay que decirlo: coincidir con el equipo rectoral no debe significar apoyarlo sin más que unas palabras críticas; debería implicar actuar de manera consistente y crítica en los procesos de toma de decisión en donde debemos participar más docentes. No estar de acuerdo con el equipo rectoral no puede ser hablar sin proponer ni evadir la responsabilidad de deliberar para alcanzar el resultado que uno considera mejor, aceptando la mayoría cuando sea necesario. 


Bajo esos principios actuaré si soy elegido. Por esos principios, pido tu voto. 


Gracias. 




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