(publicado originalmente en esahora.pe)
Hay una serie de temas que no aparecen realmente en la discusión electoral. Aclarando que no he revisado exhaustivamente todos los planes de gobierno, que por lo demás tienen un formato difícil de manejar y que no se presta para encontrar asuntos transversales, me gustaría anotar tres asuntos que merecerían discusión.
El juego de azar:
¿Cuánta importancia tienen los juegos de azar en nuestra economía? ¿Nos preocupa o siquiera nos parece un tema para discutir? La abundancia de salas de juego no solo en areas turísticas, sino en zonas urbanas, claramente dirigidas a la ciudadanía en general, debería ser motivo al menos para preguntarnos si no estamos fomentando una cultura de juego de fácil acceso y si eso no es peor que cualquier beneficio laboral o fiscal. ¿O acaso no es singular que esa herencia fujimorista sea tan inusual, comparándonos con casi cualquier otro país similar al nuestro? No es un asunto moralista, y además hay que considerar la influencia de la industria sobre la política local y nacional.
Defensa: Nuestro país tiene la ventaja de estar en una zona alejada, territorial y culturalmente, de los grandes conflictos contemporáneos. Eso no quiere decir que no haya que prepararse para la posibilidad de amenazas a la seguridad nacional y la integridad del país. Que no necesitemos prepararnos para un conflicto convencional, ¿significa que no necesitamos fuerzas armadas? ¿o que hay que cambiarlas radicalmente? Tomando en cuenta que la defensa es más que las fuerzas armadas, y que somos un país frágil en muchos niveles, debería al menos plantearse la necesidad de discutir el tema.
La relación con China
: Aunque los vientos no estén tan a favor, China va en camino de convertirse en la primera economía del mundo. Al mismo tiempo, políticamente es todo lo contrario a lo que se supone que somos: un estado dictatorial, opuesto a la diversidad nacional dentro de su propio territorio (pregúntenle a los Uigures de Xi’an), opaco y sin interés de dejar de serlo, y sin compromiso alguno con valores fundamentales como la libertad de pensamiento, la primacía de la persona humana por sobre cualquier otro factor, y un largo etcétera. Innegable que tenemos que tener una buena relación con China, pero la pregunta es qué tipo de relación, y nadie parece estar tomando en cuenta esto al pensar en el futuro inmediato del país, periodo en el cual se pueden fijar varios aspectos de esa relación. ¿O volveremos a dejar que los términos los ponga la potencia sobre nosotros, como lo hemos permitido antes con el Reino Unido y luego con los Estados Unidos?
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