Hace algunas semanas, en una clase extra que dicto con estudiantes que no son los muchachos de 19 años de Estudios Generales Letras, tuve que lidiar con una intervención brutalmente homofoba. Un alumno calificó a un grupo musical que había usado como ejemplo de "maricones". Mi respuesta fue simple: ese no es el tema, y aquí no se habla de esa manera. La actitud del originador del intercambio fue de desconcierto, pero de silencio.
Nadie dice que no existe prejuicio homofobo en el Perú, pero también es cierto que poco a poco, a punta de muchas pequeñas cosas, ese prejuicio se ve encajonado, y solo aflora en espacios que lo toleran. Es como fumar: una sociedad como la peruana, poco adepta a seguir las reglas, no obedece prohibiciones de inmediato, pero lentamente, la presión social va logrando que ciertos espacios sean respetados. Muy lentamente a veces, sin duda.
La "ley Bruce" nos plantea un escenario así. Frente a una exclusión que solo se puede justificar con prejuicios y que se sustenta en relaciones de poder que favorecen a actores que se resisten a ser cuestionados, la idea de uniones civiles para todo tipo de parejas es completamente sensata y al mismo tiempo relativamente modesta, puesto que sigue considerando al matrimonio civil como el refugio de un tipo "correcto" de relación. No es ideal ni correcto moralmente, desde una perspectiva de "fairness", o equidad de reglas de juego a nivel moral.
Pero quizá lo importante es el debate y la inevitable confrontación. Ante una propuesta como la de Bruce, el prejuicio no basta, tiene que explicarse o proponerse como justificación, y entonces es más fácil dejarlo al descubierto. Llamar "maricón" a alguien funciona hasta que le preguntas por qué lo hace, en un entorno en el que el que califica no puede simplemente imponer su fuerza o su posición de poder. Ahí el prejuicio queda desnudo y sin sustento ante aquellos que sienten que en realidad, no todo lo que no se conoce directamente tiene que ser malo o funesto.
Inevitablemente, por presiones de todo tipo, locales, internacionales, legislativas, de comercio internacional, de acuerdos multilaterales, de cultura popular, el matrimonio igualitario se terminará imponiendo. Puede tomar más o menos tiempo, pero ocurrirá. La ley Bruce puede terminar derrotada por la falta de coraje de muchos políticos, el prejuicio de otros y la ausencia de interés de una mayoría, pero es una oportunidad para que se cuestione a fondo el prejuicio, su predominancia en el discurso mediático y la ausencia de fundamentos reales en la experiencia de las personas comunes y corrientes. En otras palabras: el debate será un paso quizá más valioso que la ley misma en la incorporación social, más que legal, de la igualdad de derechos de todos los peruanos.
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