Las respuestas que el gobierno ha dado a los casos mediáticos más recientes motivan preocupación sino indignación. Por razones distintas, sin duda, pero de todas formas queda la sensación de una urgencia autoritaria ante la oposición de cualquier cuño.
El caso de Radio Cutivalú es el más serio. La respuesta del primer ministro ha sido altisonante y francamente preocupante. Por un lado, la decisión de abrir otro frente en la batalla complicada y ya polarizada sobre minería y agricultura parece incomprensible. ¿Era necesario actuar cómo lo hizo? No solo metió en el mismo saco a Radio Cutivalú con los informales, los campesinos ignorantes y hasta los narcotraficantes; tácticamente desvió el debate a espacios ciertamente peligrosos al desplazar el tema de la minería a la libertad de expresión.
¿Puede una radio, al negarse a pasar publicidad política, atentar contra la libertad de expresión? No lo creo. En primer lugar, la protección de la libertad de expresión es más para los individuos frente al poder del estado que para el estado ante los particulares, puesto que además el estado no tiene derechos fundamentales; por otro, no estamos ante información, sino persuasión. El gobierno quiere que la gente opine lo contrario, y para eso usa publicidad. El principio de equidad indicaría que se debe permitir que el debate público incluya a todas las voces, pero la publicidad es un elemento que distorsiona dicho debate, al tratar de producir respuestas emocionales o simplificadoras frente a asuntos complejos.
Un ejemplo concreto: ¿tiene el estado derecho a exigir el principio de equidad en la difusión de las ideas cuando una política de estado no es compartida por un particular? si a Radio María le piden pasar publicidad en favor de la anticoncepción oral de emergencia (política pública de salud), ¿está cometiendo un delito contra la libertad de expresión al negarse? O acaso, ¿no es el estado quién está cometiendo delito de coerción al obligar, más allá del pago, a una radio a difundir ideas con las que no concuerda?
La actitud frente a este caso resulta por lo menos debatible, pero no ayuda el tono y estilo del mensaje. Sería saludable para los debates políticos bajar el tono, que hace días está francamente fuera de la escala: ¿realmente este discurso de los "comunistas" del presidente ayuda a que las cosas se resuelvan? Tal vez alguien debería decirle que los empresarios del cuño de Julio Favre o Gonzalo Prialé ya están de su lado, y que no necesita seguir robándoles sus líneas para que lo quieran.
Si unimos a esta situación la respuesta ante el caso Orión, la cosa se pone más dura. No cabe duda que el dueño de Orión es un individuo de baja estofa, que no merece tener una radio. Lástima que no exista, ni vaya a existir, marco legal alguno que permita sancionar a los que emiten mentiras. También es totalmente cierto que esta radio estaba en situación ilegal. Pero la oportunidad del cierre es lamentable, porque muestra impotencia ante la situación. Carente de capacidad de maniobra política, el gobierno opta por la respuesta policial. Señal de falta de cuadros, de habilidades de comunicación, de gente en el terreno que sirva para comprarse el pleito de la reconstrucción. Reflejo de la vocación por ganar destruyendo, no convenciendo, como el debate lamentable sobre las ONG y el intento controlista ha demostrado.
Muchos han hablado sobre las carencias inmensas de este gobierno, que ha optado por hacer política mediática confiado en que la retórica presidencial tiene cómo mover o detener al Perú, según sea el caso. El fracaso es evidente, puesto que el que no puede moverse es el gobierno, incapaz de hacer algo con el país más allá de confiar en burócratas nacionales e internacionales, y sin caer en discursos altisonantes que encierran al presidente en un círculo cada vez más estrecho de personas con poca creatividad y sin una imagen aggiornada de lo que es el Perú de hoy. La respuesta policial tiene límites, y siendo como son las cosas en la radiodifusión de provincias, el enemigo ganado en Eloy Yong regresar a fregar con una estación pirata "comme il faut" muy pronto, con quién sabe qué atrocidades.
¿Cuándo comenzará a hacer política, señor presidente, más allá de élites sin conexión con el país o el discurso sin fin y sin norte? Porque si no lo hace, el autoritarismo histérico mostrado en estos casos se trasladará a otros temas, para mal de todos.
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