El año comenzó con un intento, poco exitoso, de motivar la discusión sobre los derechos digitales; el año termina con los derechos digitales en primer plano.
La declaración que promovimos no logró despegar, más allá del interés de una cantidad respetable de personas, creo por falta de conexión entre el discurso propuesto, de derechos y demandas, con la percepción de la realidad digital, en donde predomina el caos, el individualismo y cierto sensacionalismo. Se asume que el sistema no funciona, como asumimos en general los peruanos que ningún sistema funciona; por eso no es necesario, para afirmar nuestra posibilidad de consumo digital o de calidad de servicio, proponer derechos, que finalmente implican aceptar un sistema de defensa de los mismos. Es mejor que todo siga igual, más bien desordenado.
No digo que sea la única razón, pero creo que sí aflora cuando se reivindica el derecho a "consumir todo lo que quiera", es decir a bajarme contenidos protegidos sin límite alguno, como se notó en algunas protestas contra la nueva estrategia comercial de Telefónica sobre el uso de la banda ancha domiciliaria. Lo que hizo Telefónica no fue, per se, atentatorio contra la neutralidad de red, porque el principio fundamental es que la discriminación es por volumen y no por contenido, precisamente lo que implicaban estas nuevas tarifas.
Dicho de otro modo: proponer neutralidad de red no significa que podamos contratar un servicio y que no haya límites; tampoco significa que no existan restricciones por derechos de autor, ni que los derechos de autor sean inherentemente malo o irrelevantes. Significa que debemos garantizar que no haya abusos de parte de ninguno de los actores.
Algo parecido ocurre con Wikileaks, donde el valor de la transparencia se ha convertido en lo único que importa, más allá de la relevancia o de la pertinencia de ciertas revelaciones. ¿Es posible realizar acciones diplomáticas en la total transparencia? No. La premisa que todo debe revelarse, que nace de una noción casi hobbesiana de un estado que solo puede ser opresor, contrastada con un anarco-individualismo para el que el ciudadano del "quinto estamento" es el único realmente libre, ha creado un entorno que, más allá de los excesos de canonización de Assange, reclama ignorar lo práctico y hasta lo conveniente en función de un principio, que además no afecta la vida cotidiana de los activistas.
Lo que yo reclamo, lo que creo la Declaración plantea, es equilibrio. Como creador, siquiera de libros académicos, reclamo control sobre mis creaciones y la posibilidad que, si no hacer plata yo con ellas, que nadie medre con mi trabajo; como consumidor, que pueda bajarme una canción o hasta una película, especialmente si como pasa con la música, ya la compré, incluso como 45, en el pasado lejano; pero reconozco que si varias partes de la ecuación hacen plata con mis bajadas (el operador de telecomunicaciones, que no me vendería banda ancha solo para ver mis correos; el sitio web que aloja los contenidos, que pone publicidad; el sitio en el que anuncio mis contenidos, que también pone publicidad), deberían portarse y darle parte de esa plata a aquellos creadores culturales que quieran pedirla, pero no ciegamente a conglomerados mediáticos que finalmente aplastan la creatividad para su beneficio inmediato.
Creo, finalmente, que la Internet es el mayor espacio de innovación cultural desde la imprenta, y que hay que cuidarla. Y esto implica asumir que es de todos, no solo de cierto grupo de consumidores, ni tampoco de los operadores, ni de los conglomerados mediáticos, ni de los activistas con agendas propias, ni de los anarquistas en red al estilo de Anonymous o 4chan. De todos. Considerar el beneficio de cada uno y las desventajas que uno le causa al otro, y tratar de balancearlas.
Este año no hemos hecho eso. Algunas batallas ganadas, como aquella contra la ley Sinde en España, pueden ser contraproducentes, porque son completamente unilaterales; otras, como las controversias de Wikileaks, no son realmente relevantes más allá del chisme y la novedad de ciertas minucias, pero pueden implicar respuestas agresivas, hasta peligrosas, de los poderes estatales y empresariales.
¿Qué pasará el 2011? No lo sé, ni siquiera tengo una idea clara. Sé que los periodistas, los marketeros y los publicistas seguirán obsesionados con Twitter y Facebook para las elecciones presidenciales, sin evidencia empírica o siquiera anecdótica que sustente que estos medios sean realmente importantes; sé que Assange seguirá actuando como mártir; sé que ACTA será aprobado, y con ello la noche caerá a pesar de éxitos como el fracaso de la ley Sinde; no sé que pasará en el Perú, donde seguimos sin discutir estos temas en serio.
En todo caso, aquí estaré. Seguiremos conversando.
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2 comentarios:
Un sistema jurídico ideal tiende a equilibrar dos fuerzas que llevan a direcciones opuestas, limita el poder de los gobiernos para alejarnos del despotismo y limita la libertad de los individuos, para alejarnos de la anarquía. Ninguna sociedad ha llegado nunca lejos en estado de despotismo o anarquía. Esto ya lo sabían los estoicos, los neotomistas, los iusnaturalistas y los teóricos modernos de la teoría del estado. Ante el despotismo y la anarquía, se opone un estado de derecho, que si bien es cierto, ha de limitar y regular la arbitrariedad del uso del poder constituido, también ha de poner límites a la libertad individual en un pacto social donde cada hombre cede un poco de ésta para poder vivir en sociedad.
Al yo aceptar de buen grado por ejemplo, que tengo un derecho de propiedad sobre mi casa y nadie ha de entrar en ella, también he aceptado implícitamente no entrar en la de los demás. He cedido mi "libertad" de entrar en tu casa (lo cual por cierto requiere menos tecnología y dinero que bajarse un estreno en P2P) para obtener la seguridad de que tú no entres en la mía... (y si lo hicieses, la sociedad haría suya mi reclamo y ejecutaría una sanción).
La razón prinicipal por la cual tu declaración no ha podido despegar como dices, y a la par que ella, centenares de manifiestos, declaraciones y reclamos en todo el mundo, es porque los internautas desconocen lo que he tratado de explicar en los dos primeros párrafos y en roman paladino.
El actual activismo pro internet no quiere ceder ninguna "libertad" sobre lo que pueda o no pueda hacerse, bueno o malo, en la red. Al internauta (que ya ha olvidado que es también ciudadano) no le interesa vivir en sociedad porque no la necesita para existir como internauta; su ordenador es básicamente una herramienta solipsista. El ciberactivismo radical repele toda posibilidad de establecer un estado de derecho en la red porque cree que es un estado de anarquía como el que vive, y no uno de derecho, el estado ideal en el que se debe desarrollar la internet.
No es de extrañar pues que una iniciativa como la que iniciaste haya tenido poca aceptación mientras que cualquier panfleto apocalíptico y visceral que manda al diablo a los autores, al diablo a las operadoras, al diablo a la ley y en general, al diablo a cualquiera que no me deje hacer lo que me da la gana con mi gadget, sí se convierta en documento de referencia en la blogósfera y trendy topic en el twitter.
Pero ¿sabes que sucede con este tipo de ciberactivismo cuando sale de la red y se confronta en el mundo real con sociedades reales? Pues que es ahora éste el que se va al diablo. Absolutamente toda la legislación aprobada o en proceso, desde el Tratado del Acta, la DMCA, leyes en Francia, Italia, Alemania, Inglaterra y posiblemente España, donde lo que generó la no aprobación de la llamada Ley Sinde fue una fortísima corriente de opinión, fuera de la red, contra las páginas de descargas y a favor de los autores, todas ellas buscan proteger en la red, los mismos derechos que ya existen "fuera de la red". Por su parte, el ciberactivismo radical de Enrique Dans, Techdirt, Kevin Kelly o la EEF no tiene un solo proyecto de Ley, menos tratado internacional, anteproyecto ni nada similar en ningún país del mundo, que pueda plasmar su peculiar filosofía en legislación positiva... no hay que ser pitoniso para adivinar lo que va a ocurrir del 2011 en adelante.
Te agradezco el comentario. No coincido sobre la perspectiva radical de los ciberactivistas, pues creo que estás generalizando en exceso. Hay tonalidades, desde aquellos que como dices tienden a mirar todo desde un anti-propietarismo (anarquismo implicaría un rescate mayor de la autoproducción que el constante saqueo de la producción ajena) hasta los que planteamos un cambio de los términos de circulación para facilitar el acceso bajo principios más equitativos.
En todo caso no deja de ser un debate político importante, en donde espero que todas las voces estén presentes. De nuevo, gracias.
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