viernes, 26 de abril de 2013

Breve apostilla a las apostillas sobre Asu Mare

Mi posición frente a la película es simple: mi opinión difiere de mi juicio profesional que a su vez apunta en la dirección del debate más que al fenómeno social.

¿Mi opinión? No me interesa la película. Cuestión de gustos. No tengo opinión sobre aquellos a los que les gusta o no. Eso es cuestión personal y la verdad me parece irrelevante debatir por qué tendría o no que gustarte o disgustarte una película.

¿Mi juicio profesional? Como no la he visto, ni la veré, es de oídas, pero es más o menos claro: es una película comercial, que explota la popularidad de un personaje conocido, y que ha sido hecha para satisfacer a los consumidores que quieren satisfacer las expectativas puestas en el personaje. Entretenimiento pop, de factura débil. Miles de películas han sido hechas y serán hechas bajo esas premisas y algunas serán exitosas y otras, no. Y el éxito a veces será reflejo de claridad de propósito y buen trabajo, más allá que nos guste o no el producto final. Sin duda, y aquí viene la parte más profesional: los tropos que sostienen el éxito de la película son significativos en el contexto actual, pues van desde la vieja idea crítica del Perú hasta nociones más contemporáneas sobre el éxito de los emprendedores que bueno, no tienen tanto que ser verdad para ser reconocibles y populares. Por ahí va la cosa más interesante y que merecería análisis cuidadosos.

Asu Mare no pasará al panteón de la comedia, eso está claro. Pero es un gran éxito, eso también está claro.

Sin embargo, el debate es sugerente: no se trata realmente de si es buena o mala, si no de si está bien o mal dejarse llevar por la masa y consumirla. Es decir: la discusión sobre la calidad de la película no existe, lo que hay es una densa y desproporcionada discusión sobre las razones para apoyarla o despreciarla, las que de alguna manera reflejan dos posturas frente al Perú de hoy: el marquismo y el horribilismo.

El marquismo es lo que convierte a Marca Perú en un éxito local: el Perú es lindo, tenemos cosas maravillosas y por eso los extranjeros vienen, porque nos quieren. Estoy exagerando, pero esta versión exagerada recoge una mezcla algo mal procesada de provincialismo (no conocer lo suficiente el mundo como para creer lo que nos decimos entre nosotros sobre nuestra propia importancia) con  sentimentalismo melodramático (¡quiero que me quieran! ¡queramosnos todos!). Asu Mare es buena porque es peruana y le gusta a los peruanos y si no te gusta o no entiendes el Perú o eres antiperuano.

El horribilismo es lo que desprecia todo lo que encarna el éxito de los últimos 20 años. Todo es malo pero no solo porque sea feo o chusco, sino porque es inauténtico. Se basa en la ignorancia, en el consumo barato y en el abandono de lo que define a la peruanidad, que es casi sinónimo con el pueblo (aunque no sea tan fácil definir qué es el pueblo). El éxito es casi malo salvo cuando es en mis términos, y la relación con empresas lo peor. Añadase una cuota de indignación casi torquemadiana. El resultado es una crítica que más allá de lo que dice tiene la tarea de condenar, de fulminar y de separar lo bueno de lo malo. Los que deberían entender y no entienden merecen el ostracismo cultural, el hoi polloi habrá de ser educado pero por ahora merece ser ignorado.

Estas dos posiciones han aflorado de tal manera en el debate sobre Asu Mare que resulta casi imposible pensar en la película por ella misma, sino como reflejo de posturas más severas y grandes. Asu Mare encarna el debate sobre lo que debería ser el Perú, pero de la forma más maniquea posible. Un debate que no esclarece nada ni sirve para entendernos mejor, sino para aumentar el ruido desde cada una de las posturas trivializadoras sobre el país.

Igual: no voy a ver Asu Mare, pero me gustaría que alguien que sí quiera verla tratara de explicar mejor como se conecta con el Perú de 2013, y no solo con los debates y posiciones caricaturescos que abundan en nuestra esfera pública.

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