viernes, 16 de enero de 2009

Lima de aniversario


Este blog, que suele dedicarse a la comunicación y la tecnología, es escrito por un limeño. Exactamente qué significa ser limeño, bien puede ser motivo de un ensayo.

Este limeño, al igual que la gran mayoría, es relativamente un parvenu, pues es descendiente de limeños de primera generación por su lado paterno: es un limeño de segunda generación. No hay pantorrilludos criollos descendientes de españoles encomenderos, o militares, o escribanos; tampoco hay exóticos ascendientes de algún lejano país europeo, ahora inhóspito para aquellos peruanos que no pueden sacar un pasaporte comunitario; tampoco hay presencia del lejano oriente.

Quizá ser limeño sea precisamente carecer de muchas ataduras, de una imaginación clara de este status. Cortesía de la falta de previsión de los conquistadores, que no tuvieron idea de la importancia del calendario escolar de efemérides en la formación de la identidad nacional, Lima fue fundada en el impertinente enero de 1535, sobre lo que había como agregación de pequeños villorios indígenas, vagamente recordables si se camina por la municipalidad metropolitana y se contempla el obelisco a Taulichusco, el único recuerdo material del 450 aniversario, en 1985. Esta Lima que no tiene mucha atención de sus habitantes fue además agraviada por la idiotez y falta de previsión de sus élites y gobernantes: abolido el carnaval de tres días para modernizar la ciudad, el resultado fue la desaparición de cualquier aspecto festivo que no consistiera en mojar agrediendo al prójimo, primero solo los domingos, luego durante todo febrero, y ahora incluso desde momentos de enero hasta marzo. La Fiesta de los Amancaes, alguna vez esperpéntico sobreviviente de la vieja Lima pre-migración andina, desapareció sin que nada la reemplace, y del sitio solo queda el nombre en algunas combis.

No tenemos nada especialmente monumental a qué remitirnos: quizá a nuestros padres o abuelos les llamó la atención el antiguo Ministerio de Educación, pero ahora no hay ni siquiera el cerro San Cristobal como ícono para pensar en Lima. El centro es el centro pero es eludido por muchos y despierta pocos afectos; Miraflores vive la esquizofrenia combinada del viejo balneario, el espacio moderno y el exhibidor de huachafería y falta de urbanidad, atravesado de casinos truculentamente kitsch, que impiden que sea un referente; Barranco es un rinconcito que no ha logrado mantener la personalidad, al igual que el centro de la Magdalena Vieja, o el viejo Surco. Maltratamos nuestro rio y no sabemos qué hacer con nuestros acantilados. La isla al frente solo sirve para tapar el sunset cuando se visita La Punta. En suma, no sabemos qué hacer con nuestra ciudad para sentirla realmente nuestra.

Pero igual, es nuestra ciudad.

En los próximos días, le dedicaré mi atención a ella, porque como dijo Sebastián Salazar Bondy con una prosa exquisita,
Toda ciudad es un destino porque es, en principio, una utopía, y Lima no escapa a la regla. No estaremos conformes, aunque la ofusquen gigantescos edificios y en su seno pulule una muchedumbre ya innumerable, si todos los días la inteligencia no impugna el mentido arquetipo y trata de que al fin se realice el proyecto de paz y bienestar que desde la fundación, y antes de ella también, cuando el oráculo predestinaba en las incertidumbres, incluye la comunidad humana que a su ser pertenece. De lo que acerca del futuro Lima decida ahora, dependerá, en última e inapelable instancia, lo que para siempre será el país a la cabeza del cual fue colocada.
(Sebastián Salazar Bondy, Lima la horrible. Edición de Peisa, 1973, p. 9)
-

1 comentario:

xaxo dijo...

Eduardo...Lima ha crecido demasiado y muchas veces se considera a los conos como una ciudad ajena a la capital del Perú...mas que la distancia hay otras cosas q nos separan