domingo, 22 de marzo de 2020

Pandemia con vista, III

¿1984 o Star Trek? ¿Cuál escogeremos?

Un capitán del ejercito peruano agarra a cachetadas a un transgresor del toque de queda. El transgresor se portó como un idiota y tuvieron que reducir, pero el capitán optó por maltratarlo y básicamente amenazarlo de muerte.

El comando de las FFAA publica un comunicado, luego que el video circula, indicando el nombre del capitán y anunciando sanciones y mejor capacitación. El grueso de los comentarios en medios sociales es "bien hecho, que le peguen por hacerse el vivo".

La pandemia abre la puerta para hacernos los locos cada vez que podemos, y para correr aplaudiendo el castigo de la viveza ajena. Hay casos que resultan incomprensibles, casi suicidas: ¿Como un circo puede funcionar en plena cuarentena? ¿Como pueden estar repletos los mercados? Ciertamente mucha gente necesita trabajar, pero realmente ¿no les importa el riesgo? ¿O es que al final, como mucho de la realidad, optamos por ignorarla y asumir que ya-que-chucha? Total, pasa en todo el mundo: Bondi beach tan llena como Agua Dulce...

Pero cuando los muertos comiencen a apilarse, la respuesta no podrá ser solo represiva. No hay capacidad de hacerlo. Sin duda el miedo hará su parte, pero poco a poco la normalización del riesgo y la muerte hará que las barreras sociales colapsen y cualquier racionalidad basada en la premisa de "normalidad" desaparezca. Ese el temor, el colapso completa de cualquier vinculo social, de cualquier noción de auto represión, a cambio del dominio del miedo en la masa.

¿Como enfrentarlo? Para los científicos sociales y los filósofos, es el debate entre Hobbes y Locke. ¿Es nuestra naturaleza inherente malvada y caótica? ¿Es nuestra vida, necesariamente, solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta? Necesitamos un estado fuerte, capaz de reprimirnos hasta someter nuestra tendencia al caos? En las pesadillas autoritarias del siglo XX, reflejadas por Orwell, la humanidad solo podía sometida por un poder omnímodo, pero también por la normalización de una vida solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta. El leviathan como fin en sí mismo y la obediencia al modelo como satisfacción de la ambición de una vida distinta a la predicha por Hobbes.

Frente a eso, la idea de una sociedad racional, inspirada por la separación del estado y la religión, y por la aceptación de la bondad inherente de la humanidad, es la inspiración liberal tras proyectos multiples que incluyen pero no se agotan en el éxito capitalista de la segunda postguerra. Ahi, cuando como dice Piketty por primera vez r < g, se crea la ilusión de prosperidad que todavía ha sostenido los ideales liberales de un mundo racional; incluso las visiones mas optimistas de Habermas descansan en una sociedad capaz de preferir la cooperación y la comprensión a la agresión y la pasión. Claro, ese ideal liberal no es compartido por todos, pero en el fondo sabemos que la expansión de prosperidad, agotada como esta, sigue siendo el periodo más exitoso de la historia de la humanidad para el humano de a pie. No perfecto, pero más próspero.

La pandemia puede ser el fin de toda ilusión. China nos muestra una versión: comodidad y prosperidad pero robots que te persigue si no obedeces al Leviathan. Italia nos muestra otra: un gobierno indeciso, fragmentado, que cuando toma decisiones lo hace temiendo la incomodidad de la ciudadanía, y que al final termina peor que China.

Entonces parece que Star Trek, la encarnación pop más transparente del ideal liberal, no es el camino. Si hay plata, 1984 no es tan malo; no hay que ser tan pobre, tan solitario, vivir tan poco (no hablemos por ahora de la emergencia climática: una crisis a la vez).

¿Pero qué le queda a la periferia, y a la periferia de la periferia? Nuestro futuro no puede ser completamente 1984 y definitivamente no es Star Trek.

Recuerdo la sensación durante los voraces meses de 1992, entre el autogolpe y la captura de Abimael Guzmán. Las bromas crueles y los supuestos planes secretos, la idea que el Perú no tenía arreglo y que terminaría siendo destazado por las potencias circundantes. Si el pueblo pide 1984 pero no se lo puede dar, ¿vendrán a destazarnos? ¿O habremos demasiados en America Latina esperando ser repartidos al mejor postor? A lo mejor solo quedará un cordón sanitario para que mientras volvemos al estado de naturaleza, no fastidiemos a nadie más.

Al menos la brisa corre y la noche es agradable. El apocalipsis no tiene que ser feo, ni corto. Puedo tomarse su tiempo.

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